Dos asuntos protagonizados por ETA y sus sicarios políticos han sido estos días foco de atención informativa. El primero de ellos tiene como estrella al torturador y asesino Bolinaga, quien padece un cáncer incurable que le llevará directo al infierno más pronto que tarde. El segundo lo firman los proetarras que bajo las siglas de Bildu "gobiernan" el ayuntamiento de San Sebastián. Bolinaga ha solicitado que se le conceda el tercer grado para poder pasar los últimos meses de su ominosa vida junto a sus familiares y amigos. Por su parte, los batasunos amenazan con prohibir en la capital guipuzcoana la fiesta de los toros, como ya hicieran los nacionalistas catalanes en su "país" hace ya un año.
Pero lo realmente escandaloso no es que se hayan dado tales iniciativas. Lo que lleva a cualquier persona con un mínimo de dignidad y sensatez a poner el grito en el cielo son los argumentos esgrimidos en uno y otro caso. Bolinaga y sus compadres encarcelados apelan a motivos humanitarios, atreviéndose estos últimos a exigir dicha medida de gracia como si de un derecho incuestionable se tratase. Para ello se han puesto en huelga de hambre, estrategia que le fue de perlas a De Juana Chaos, monstruo sanguinario erigido en uno de sus referentes morales. Mientras tanto, los batasunos del consistorio donostiarra hablan del derecho a la vida del toro, tildando de asesinos a los toreros.
O sea, que por motivos humanitarios hay que dejar en libertad a aquel que después de participar en varios atentados mortales mantuvo dos años en un agujero insalubre a un pobre hombre. ¡Y encima a sus colegas se les ocurre lo de la huelga de hambre! Como anillo al dedo de la infamia: una huelga de hambre -por otra parte ficticia- para exigir los derechos de un canalla que una vez detenido se negó a revelar el paradero de su rehén, para lo que argumentó que -y cito textualmente- "ese carcelero lo que merecería es morirse de hambre". Así mismo. A raíz de lo cual sería oportuno diferenciar entre el merecer, el deber y el hacer el ridículo. Lo que el tal Bolinaga merece es morirse en la cárcel sufriendo, sin morfina ni paños calientes. Lo que el estado de derecho debe hacer con él es atenderle médicamente en prisión hasta que pase a peor vida. Y finalmente, hacer el ridículo sería ceder al chantaje de los terroristas dejándole en libertad. Esto último es lo que el gobierno de Rajoy está haciendo, como en su día hiciera el de Zapatero con el perverso De Juana. Entre las distintas formaciones parlamentarias, sólo UPyD ha dado su apoyo a las víctimas del terrorismo en su protesta ante este bochornoso asunto. Esperemos que el juez encargado del caso ponga al final las cosas en su sitio.
Y respecto a lo de los toros y Bildu, ¿qué decir? Pues para empezar que poco les importa la vida de los animales. La cuestión es ir contra todo aquello que huela a España. De modo que lo de su beatífica defensa de las reses es una burda excusa que nadie con dos dedos de frente se cree. Y es que tragarse que unos tipejos así defienden el derecho a la vida de los animales, después de pasarse medio siglo celebrando las masacres y asesinatos perpetrados por ETA, es de nota. Como lo es que tachen de asesinos a los toreros. Precisamente ellos, que defienden a ultranza a esos bastardos que mataban a seres humanos con la mayor de las cobardías, pegando tiros por la espalda o poniendo bombas en los bajos de los coches.
Total, que estos canallas han demostrado tener la jeta al menos tan dura como las lápidas de los cientos de muertos que se cuentan en su macabro currículo. Suficiente daño han causado ya como para que encima les permitamos reírse así de nosotros.