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De los muchos peligros que acechan a la humanidad, el mayor de todos, sin duda alguna, es el de las superpotencias y la impunidad con que actúan

Un peligro para la humanidad

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Cuando uno escribe palabras clave del tipo “Fin del mundo” o similar en un buscador de Internet, sorprende que el sistema devuelva alrededor de 18 millones de entradas o direcciones web que se centran en él. Entre ellas las hay de todo tipo, desde páginas que transcriben todo tipo de profecías ajenas de todos los tiempos en una recopilación tenebrosa, de profetas o místicos de diverso y muy cuestionable pelaje, de escrutadores de oscuros archivos remotos, de estudiosos de la irracional sociología humana, de programadores de algoritmos cabalísticos o de lectores informáticos de la Torah, de iluminados con vía de conexión directa con los mandingas, de gurús de sectas ególatras, de empresas que hacen su agosto vendiendo en cómodos plazos de astronómico valor espacios personales en búnkeres a prueba de Apocalipsis, y hasta de ciudadanos anónimos que desean darle cierta relevancia a su mínimo ego siendo algunos de los escasos supervivientes de ciertos inminentes holocaustos, para los cuales se preparan con inusitada febricidad almacenando alimentos y eligiendo lugares donde esconderse cuando llegue el momento.

El Fin del Mundo, en fin, tiene adeptos de toda clase y despierta sueños de supervivencia heroica alentada por el género de la ciencia-ficción, aunque después estos supervivientes, en caso de que efectivamente se produjera una hecatombe apocalíptica y lo fueran, perecerían sin ninguna clase de heroísmo víctimas de epidemias como los piojos, el tétanos o la sarna, o como consecuencia de una simple infección producida por una caries. El presente está lleno de incertidumbres, y esta manía fin-mundialista afecta no sólo a personajes con deseos de notoriedad, de hacer negocio, de ensalzamiento del ego o con ansias de castigo divino a la humanidad por sus muchos pecados, sino que también caen víctimas de estos delirios las elites más poderosas, previniendo para su supervivencia paraísos subterráneos a la medida de su prepotencia, seguramente por si las moscas o quién sabe si porque ellos mismos son quienes desean precipitar los acontecimientos para reducir la población y hacerse con el control del mismo mundo.

Sin embargo, lo más sorprendente de todo es el escaso número de páginas relacionadas con rigurosos analistas y personalidades sólidamente formadas que mencionan esos supuestos holocaustos. Es cierto que vivimos tiempos de incertidumbre extrema así en lo económico como en lo social, que hay serias amenazas cósmicas que nos acechan y que incluso la propia incidencia de la superpoblación en el medio puede convertir en tóxico a este planeta, como si fuéramos una infección que ha descubierto los antibióticos; pero el mayor de los peligros, sin despreciar a los otros, es sin duda no la humanidad, sino algunas potencias; y no los ciudadanos de esas potencias, sino sus infames dirigentes. Son sus acciones descabelladas y su política de violencia extrema las que pueden poner al conjunto de la humanidad en el brete de la supervivencia extrema.

Con absoluta violencia e impunidad, y frecuentemente llevando a remolque a su ONU (para eso es suya), hemos visto a lo largo de la Historia cómo han sembrado el rencor y cómo han manejado el mundo para su propio ensalzamiento y beneficio. Desde asuntos tan turbios como la Operación Cóndor a casos recientes como los golpes de mano dados en Túnez, Libia, Egipto o Yemen, sin olvidarnos por ello de esta falsa crisis que tiene a todo el mundo contra las cuerdas, son incontables los casos de interferencia impune no en ciertos asuntos, sino en el propio devenir y soberanía de pueblos y Estados soberanos. El último ejemplo lo tenemos en Siria, y es más que previsible que en pocas semanas lo tengamos en Irán, pues que se han arrogado el derecho de decidir quién y quién no puede tener armas de destrucción masiva, cuando sobran informes sobre el potencial de destrucción (y lo han usado) de estas potencias que niegan a otras la posibilidad de tener lo mismo. Ellos son los que mandan, los que pueden destruir, y los demás tienen que obedecer o enfrentarse a un Guantánamo nazi que no reprueba ni sanciona la ONU ni el TPI (Tribunal Político Internacional, debiera llamarse), a una salvaje desestabilización del país como en Siria (con mercenarios y criminales a sueldo incluidos) o a una guerra abierta y de extrema destrucción con esas armas que quieren proscribir a otros, como en el de Irán próximamente.

La ONU les bendice y da cobertura (las escasas resoluciones que hay contra ellos no tienen por qué cumplirlas ni llevan aparejadas ninguna clase de castigo), el TPI mira silbando hacia otra parte (sus crímenes no son crímenes) y los mass-media difunden sus arteras mentiras, soflamando los corazones de la mayoría ignorante mientras ellos arrasan lo que les da la gana y les conviene a sus multinacionales de la muerte o a sus banqueros, y a quien les da la gana. El último ejemplo de esto, aunque parezca menor, es la amenaza a Ecuador de tomar por la fuerza su embajada en Londres para detener a Assange, el creador de Wikileaks. La impunidad con que lo harán, si llegaran a hacerlo, seguro que contará con la bendición de la ONU, el TPI y sus mass-media, quienes ya se ocuparán de convencer a las masas ignorantes de que el acto de barbarie era necesario, aunque este acto, una vez más, suponga la quiebra del Estado de Derecho y dejar en agua de borrajas la legislación internacional. La ley, en fin, son ellos, y pueden hacer lo que les dé la gana, porque tienen enormes santabárbaras atiborradas de armas de destrucción masiva, ya sean nucleares, biológicas, químicas y hasta geológicas y climáticas, por no referirnos a las genéticas, capaces de fumigarse una raza en un tres por dos. Ésa y no otra, es la verdadera ley, para el que no se ha enterado. ¿De veras cree alguien que EEUU tendría la influencia internacional que tiene, o que GB conservaría las Malvinas o Gibraltar sin esas armas de destrucción masiva a su alcance y la certeza de que si no se hace lo que quieren las usarían?...

Éste, sin ninguna duda, es el mayor peligro que enfrenta la humanidad como colectivo en este temible 2012 que va a experimentar ya el último acelerón hacia el abismo. Puede ser que los cielos se alíen con ellos y nos sorprenda Nibiru o un cambio de polos, o que se aflija el sol y nos lance una X20 o superior, o lo que sea (así en la Tierra como en el Cielo), pero no será ninguno de esos eventuales acontecimientos tan predecible como el que suponen estas potencias. Por el camino de la impunidad y el abuso internacional que suponen sus dirigentes, sólo podemos llegar, o a la extinción como especie (basta con que las potencias adversarias muevan ficha), o a la más tenebrosa de las edades que ha vivido la humanidad.

Un peligro para la humanidad

De los muchos peligros que acechan a la humanidad, el mayor de todos, sin duda alguna, es el de las superpotencias y la impunidad con que actúan
Ángel Ruiz Cediel
viernes, 17 de agosto de 2012, 08:03 h (CET)
Cuando uno escribe palabras clave del tipo “Fin del mundo” o similar en un buscador de Internet, sorprende que el sistema devuelva alrededor de 18 millones de entradas o direcciones web que se centran en él. Entre ellas las hay de todo tipo, desde páginas que transcriben todo tipo de profecías ajenas de todos los tiempos en una recopilación tenebrosa, de profetas o místicos de diverso y muy cuestionable pelaje, de escrutadores de oscuros archivos remotos, de estudiosos de la irracional sociología humana, de programadores de algoritmos cabalísticos o de lectores informáticos de la Torah, de iluminados con vía de conexión directa con los mandingas, de gurús de sectas ególatras, de empresas que hacen su agosto vendiendo en cómodos plazos de astronómico valor espacios personales en búnkeres a prueba de Apocalipsis, y hasta de ciudadanos anónimos que desean darle cierta relevancia a su mínimo ego siendo algunos de los escasos supervivientes de ciertos inminentes holocaustos, para los cuales se preparan con inusitada febricidad almacenando alimentos y eligiendo lugares donde esconderse cuando llegue el momento.

El Fin del Mundo, en fin, tiene adeptos de toda clase y despierta sueños de supervivencia heroica alentada por el género de la ciencia-ficción, aunque después estos supervivientes, en caso de que efectivamente se produjera una hecatombe apocalíptica y lo fueran, perecerían sin ninguna clase de heroísmo víctimas de epidemias como los piojos, el tétanos o la sarna, o como consecuencia de una simple infección producida por una caries. El presente está lleno de incertidumbres, y esta manía fin-mundialista afecta no sólo a personajes con deseos de notoriedad, de hacer negocio, de ensalzamiento del ego o con ansias de castigo divino a la humanidad por sus muchos pecados, sino que también caen víctimas de estos delirios las elites más poderosas, previniendo para su supervivencia paraísos subterráneos a la medida de su prepotencia, seguramente por si las moscas o quién sabe si porque ellos mismos son quienes desean precipitar los acontecimientos para reducir la población y hacerse con el control del mismo mundo.

Sin embargo, lo más sorprendente de todo es el escaso número de páginas relacionadas con rigurosos analistas y personalidades sólidamente formadas que mencionan esos supuestos holocaustos. Es cierto que vivimos tiempos de incertidumbre extrema así en lo económico como en lo social, que hay serias amenazas cósmicas que nos acechan y que incluso la propia incidencia de la superpoblación en el medio puede convertir en tóxico a este planeta, como si fuéramos una infección que ha descubierto los antibióticos; pero el mayor de los peligros, sin despreciar a los otros, es sin duda no la humanidad, sino algunas potencias; y no los ciudadanos de esas potencias, sino sus infames dirigentes. Son sus acciones descabelladas y su política de violencia extrema las que pueden poner al conjunto de la humanidad en el brete de la supervivencia extrema.

Con absoluta violencia e impunidad, y frecuentemente llevando a remolque a su ONU (para eso es suya), hemos visto a lo largo de la Historia cómo han sembrado el rencor y cómo han manejado el mundo para su propio ensalzamiento y beneficio. Desde asuntos tan turbios como la Operación Cóndor a casos recientes como los golpes de mano dados en Túnez, Libia, Egipto o Yemen, sin olvidarnos por ello de esta falsa crisis que tiene a todo el mundo contra las cuerdas, son incontables los casos de interferencia impune no en ciertos asuntos, sino en el propio devenir y soberanía de pueblos y Estados soberanos. El último ejemplo lo tenemos en Siria, y es más que previsible que en pocas semanas lo tengamos en Irán, pues que se han arrogado el derecho de decidir quién y quién no puede tener armas de destrucción masiva, cuando sobran informes sobre el potencial de destrucción (y lo han usado) de estas potencias que niegan a otras la posibilidad de tener lo mismo. Ellos son los que mandan, los que pueden destruir, y los demás tienen que obedecer o enfrentarse a un Guantánamo nazi que no reprueba ni sanciona la ONU ni el TPI (Tribunal Político Internacional, debiera llamarse), a una salvaje desestabilización del país como en Siria (con mercenarios y criminales a sueldo incluidos) o a una guerra abierta y de extrema destrucción con esas armas que quieren proscribir a otros, como en el de Irán próximamente.

La ONU les bendice y da cobertura (las escasas resoluciones que hay contra ellos no tienen por qué cumplirlas ni llevan aparejadas ninguna clase de castigo), el TPI mira silbando hacia otra parte (sus crímenes no son crímenes) y los mass-media difunden sus arteras mentiras, soflamando los corazones de la mayoría ignorante mientras ellos arrasan lo que les da la gana y les conviene a sus multinacionales de la muerte o a sus banqueros, y a quien les da la gana. El último ejemplo de esto, aunque parezca menor, es la amenaza a Ecuador de tomar por la fuerza su embajada en Londres para detener a Assange, el creador de Wikileaks. La impunidad con que lo harán, si llegaran a hacerlo, seguro que contará con la bendición de la ONU, el TPI y sus mass-media, quienes ya se ocuparán de convencer a las masas ignorantes de que el acto de barbarie era necesario, aunque este acto, una vez más, suponga la quiebra del Estado de Derecho y dejar en agua de borrajas la legislación internacional. La ley, en fin, son ellos, y pueden hacer lo que les dé la gana, porque tienen enormes santabárbaras atiborradas de armas de destrucción masiva, ya sean nucleares, biológicas, químicas y hasta geológicas y climáticas, por no referirnos a las genéticas, capaces de fumigarse una raza en un tres por dos. Ésa y no otra, es la verdadera ley, para el que no se ha enterado. ¿De veras cree alguien que EEUU tendría la influencia internacional que tiene, o que GB conservaría las Malvinas o Gibraltar sin esas armas de destrucción masiva a su alcance y la certeza de que si no se hace lo que quieren las usarían?...

Éste, sin ninguna duda, es el mayor peligro que enfrenta la humanidad como colectivo en este temible 2012 que va a experimentar ya el último acelerón hacia el abismo. Puede ser que los cielos se alíen con ellos y nos sorprenda Nibiru o un cambio de polos, o que se aflija el sol y nos lance una X20 o superior, o lo que sea (así en la Tierra como en el Cielo), pero no será ninguno de esos eventuales acontecimientos tan predecible como el que suponen estas potencias. Por el camino de la impunidad y el abuso internacional que suponen sus dirigentes, sólo podemos llegar, o a la extinción como especie (basta con que las potencias adversarias muevan ficha), o a la más tenebrosa de las edades que ha vivido la humanidad.

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