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Dice el PP, no sin razón, que hechos como el hurto de comida en un supermercado dañan la imagen exterior de España

La imagen de España

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El hurto de unos carros con alimentos, destinados a personas que están en condiciones extremas distintas de quienes asaltaron el supermercado, ha tenido la virtud de remover dignidades, indignaciones y conciencias, y poner sobre la mesa de debate cuestiones tan dispares como la imagen exterior de España y la legalización del hurto famélico, ése que se perpetra como consecuencia de una necesidad extrema y cuyo único fin es la supervivencia de quien comete la falta. Una falta –y digo bien- que noha sido jamás considerada delito en ninguna legislación de ninguna época, hasta que aparecieron en estos nuestros lares las castas políticas de estos vividores del cuento que no saben lo que es el esfuerzo más allá de la falaz palabra con la que engañan a los electores para darse a la gran vida.

La mayor parte de la población, sin importar su significación política –al menos la que me circunda-, ha visto en este caso la puesta en escena de la desesperación extrema en la que viven más de diez millones de españoles. Especialmente en Andalucía, aunque no sólo, hay más de un millón de familias que no tienen ninguna clase de ingresos y casi dos más que en breve van a estar de esa forma gracias a las medidas del gobierno central, el cual pretende eliminar EREs, despedir funcionarios y acabar con subsidios de todo tipo en la región más desindustrializada y con más latifundios de España. Algo así, como la España del XVIII, con señoritos y todo, y, por si fuera poco, con Marfiella y los mayores choris del universo Tierra dándoles en las narices con su desenfreno y buena vida. Toda una ventaja, porque ya no hay que irse a Eritrea, Sudán o Ruanda-Burundi para hacer caridad, sino que basta con darse una vuelta por España abriendo los ojos para constatar que aquí los caritativos tienen tajo a base de bien, o que se lo pregunten a Cáritas: tal es el resultado de las excelentes acciones políticas del PPSOE.

Lo que parece ser que quiere el PP, según su vocero (o boceras), es que la gente se muera de hambre en silencio, sin dar la lata, o que se suicide sin ruido y a solas, de modo que, como es habitual en la prensa oficialista, puedan ocultar el dato. Lo que les importa, según se ve, es que las calles estén bonitas, la gente cante flamenco y dé palmas de alegría, y si tienen hambre, que se jodan y se mueran pero sin armar lío. Lo importante, lo verdaderamente importante para él, para ellos, es la imagen exterior de España, que los guiris se lleven una imagen chusca y alegre de nuestras gentes toreras. Como le respondía Susanita a Mafalda cuando ésta se lamentaba de que se había de hacer algo para evitar la pobreza, al PP le parece que “¿para qué, si basta con esconderlos?” Esconderlos, como se esconde y ampara a choris, corruptos, delincuentes de toda índole y mangantes a espuertas de los dineros públicos, buena parte de los cuales están ocupando puestos de mucho ringorrango en el partido o están colocados como importantes cargos, cual zorra que vela por las gallinas. Ellos, como es lógico, sí dan buena imagen de España y pueden seguir en lo suyo, sin escándalos ni fealdades: ya pagarán los bindundis ciudadanos sus latrocinios.

Al PP se le ve el plumero, y parece que, mientras ampara con amnistías, SICAVs e indultos a sus choris, se ha aficionado a cebarse contra los débiles. No sólo ha eliminado todo tipo de subvención de las capas más pobres y necesitadas de apoyos sociales, sino que también se ha fijado como objetivo hundir a los desempleados en la miseria más solemne, a los que acusa prácticamente de vagos y malenantes, y ha tomado una especial inquina contra los inmigrantes y los mendicantes, a quienes incluso les niega la salud, instalándonos a todos en ese añorado XVIII que tanto desean revitalizar. Así, el juramento hipocrático de los médicos desea sustituirlo por el hipócrita del PP a cualquier precio, o los mismos médicos pueden verse en la misma tesitura de los mendicantes. Ya relevó a la cúpula militar porque se estaba poniendo respondona con lo del artículo 155 de la Constitución, y puede relevar a todos los médicos honrados sin que le tiemble el pulso.

No quieren comprender -¿o tal vez lo comprenden y por eso lo hacen?- que la primera necesidad del ser humano, y también su instinto más prevalente, es la supervivencia. Si no les permiten a los individuos buscarse la vida de modo que puedan sostenerse con sus propios esfuerzos, aunque sea vendiendo en las calles o mendicando, cometerán hurtos famélicos –no considerados delitos por ninguna legislación del mundo, salvo por estos hipócritas-, y, si les persiguen por eso como si fueran delitos mayores, entonces irán a por todas, caigan quienes caigan. No es una cuestión de elección, sino de obligación que impone la dictadora naturaleza, y sobrados casos que los ilustran hay en las páginas de la Historia.

El PP no se ha enterado de que esa etapa de calles bonitas y orden civilizado se terminó justo cuando sonaron las trompetas de la falsa crisis que ellos mismos como ejecutores han desatado para instalarnos a todos en el XVIII o anteriores. Las calles van a ser más feas cada día, el orden más perverso, la violencia inenarrablemente mayor y la ignorancia que favorecen los recortes que están implantando un día sí y otro también –sólo contra las clases más desfavorecidas- empujará a importantes capas de la población a guetos o muladares donde la ley o el orden serán simples entelequias. La imagen exterior de España, por más que el PP quiera adornar con enlucidos y escayolas las fachadas de este país que están vendiendo a los intereses extranjeros, no será sino la que esconda una estructura carcomida por el orín o la termita de partidos como éste que gobiernan a contraespaña.

La imagen de España

Dice el PP, no sin razón, que hechos como el hurto de comida en un supermercado dañan la imagen exterior de España
Ángel Ruiz Cediel
viernes, 10 de agosto de 2012, 10:53 h (CET)
El hurto de unos carros con alimentos, destinados a personas que están en condiciones extremas distintas de quienes asaltaron el supermercado, ha tenido la virtud de remover dignidades, indignaciones y conciencias, y poner sobre la mesa de debate cuestiones tan dispares como la imagen exterior de España y la legalización del hurto famélico, ése que se perpetra como consecuencia de una necesidad extrema y cuyo único fin es la supervivencia de quien comete la falta. Una falta –y digo bien- que noha sido jamás considerada delito en ninguna legislación de ninguna época, hasta que aparecieron en estos nuestros lares las castas políticas de estos vividores del cuento que no saben lo que es el esfuerzo más allá de la falaz palabra con la que engañan a los electores para darse a la gran vida.

La mayor parte de la población, sin importar su significación política –al menos la que me circunda-, ha visto en este caso la puesta en escena de la desesperación extrema en la que viven más de diez millones de españoles. Especialmente en Andalucía, aunque no sólo, hay más de un millón de familias que no tienen ninguna clase de ingresos y casi dos más que en breve van a estar de esa forma gracias a las medidas del gobierno central, el cual pretende eliminar EREs, despedir funcionarios y acabar con subsidios de todo tipo en la región más desindustrializada y con más latifundios de España. Algo así, como la España del XVIII, con señoritos y todo, y, por si fuera poco, con Marfiella y los mayores choris del universo Tierra dándoles en las narices con su desenfreno y buena vida. Toda una ventaja, porque ya no hay que irse a Eritrea, Sudán o Ruanda-Burundi para hacer caridad, sino que basta con darse una vuelta por España abriendo los ojos para constatar que aquí los caritativos tienen tajo a base de bien, o que se lo pregunten a Cáritas: tal es el resultado de las excelentes acciones políticas del PPSOE.

Lo que parece ser que quiere el PP, según su vocero (o boceras), es que la gente se muera de hambre en silencio, sin dar la lata, o que se suicide sin ruido y a solas, de modo que, como es habitual en la prensa oficialista, puedan ocultar el dato. Lo que les importa, según se ve, es que las calles estén bonitas, la gente cante flamenco y dé palmas de alegría, y si tienen hambre, que se jodan y se mueran pero sin armar lío. Lo importante, lo verdaderamente importante para él, para ellos, es la imagen exterior de España, que los guiris se lleven una imagen chusca y alegre de nuestras gentes toreras. Como le respondía Susanita a Mafalda cuando ésta se lamentaba de que se había de hacer algo para evitar la pobreza, al PP le parece que “¿para qué, si basta con esconderlos?” Esconderlos, como se esconde y ampara a choris, corruptos, delincuentes de toda índole y mangantes a espuertas de los dineros públicos, buena parte de los cuales están ocupando puestos de mucho ringorrango en el partido o están colocados como importantes cargos, cual zorra que vela por las gallinas. Ellos, como es lógico, sí dan buena imagen de España y pueden seguir en lo suyo, sin escándalos ni fealdades: ya pagarán los bindundis ciudadanos sus latrocinios.

Al PP se le ve el plumero, y parece que, mientras ampara con amnistías, SICAVs e indultos a sus choris, se ha aficionado a cebarse contra los débiles. No sólo ha eliminado todo tipo de subvención de las capas más pobres y necesitadas de apoyos sociales, sino que también se ha fijado como objetivo hundir a los desempleados en la miseria más solemne, a los que acusa prácticamente de vagos y malenantes, y ha tomado una especial inquina contra los inmigrantes y los mendicantes, a quienes incluso les niega la salud, instalándonos a todos en ese añorado XVIII que tanto desean revitalizar. Así, el juramento hipocrático de los médicos desea sustituirlo por el hipócrita del PP a cualquier precio, o los mismos médicos pueden verse en la misma tesitura de los mendicantes. Ya relevó a la cúpula militar porque se estaba poniendo respondona con lo del artículo 155 de la Constitución, y puede relevar a todos los médicos honrados sin que le tiemble el pulso.

No quieren comprender -¿o tal vez lo comprenden y por eso lo hacen?- que la primera necesidad del ser humano, y también su instinto más prevalente, es la supervivencia. Si no les permiten a los individuos buscarse la vida de modo que puedan sostenerse con sus propios esfuerzos, aunque sea vendiendo en las calles o mendicando, cometerán hurtos famélicos –no considerados delitos por ninguna legislación del mundo, salvo por estos hipócritas-, y, si les persiguen por eso como si fueran delitos mayores, entonces irán a por todas, caigan quienes caigan. No es una cuestión de elección, sino de obligación que impone la dictadora naturaleza, y sobrados casos que los ilustran hay en las páginas de la Historia.

El PP no se ha enterado de que esa etapa de calles bonitas y orden civilizado se terminó justo cuando sonaron las trompetas de la falsa crisis que ellos mismos como ejecutores han desatado para instalarnos a todos en el XVIII o anteriores. Las calles van a ser más feas cada día, el orden más perverso, la violencia inenarrablemente mayor y la ignorancia que favorecen los recortes que están implantando un día sí y otro también –sólo contra las clases más desfavorecidas- empujará a importantes capas de la población a guetos o muladares donde la ley o el orden serán simples entelequias. La imagen exterior de España, por más que el PP quiera adornar con enlucidos y escayolas las fachadas de este país que están vendiendo a los intereses extranjeros, no será sino la que esconda una estructura carcomida por el orín o la termita de partidos como éste que gobiernan a contraespaña.

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