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“La verdad se fortalece con la inspección y con el examen reposado; la falsedad se aprovecha de la prisa y de la indecisión” Tácito

Dos peligros al acecho: elecciones y contagio prematuro

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Es muy posible que estemos en un momento en el que se hayan de extremar las precauciones, se deban calibrar, con sumo cuidado, los pasos a dar y se precise evitar, a toda costa, que, por un error de apreciación respecto al conflicto catalán, hasta ahora reducido a la comunidad regida por el señor Puigdemont, se pudiera extender a otras comunidades antes de que, el efecto de la aplicación del Art.º. 155 de la Constitución, si es que llegara a aplicarse, haya demostrado su eficacia para poner en vereda a quienes hayan osado enfrentarse al Estado español, a la Constitución de 1978 y la Justicia nacional. No sería razonable que por querer precipitarse o por un afán de darle carpetazo a todos aquellos que, en mayor o menor medida desearían más libertades o tuvieran latentes los mismos sentimientos separatistas que los que sienten algunos catalanes, no todos por supuesto, se produjera una circunstancia, no deseada por quienes deseamos una España unida, que pudiera favorecer, especialmente, los intentos de los comunistas bolivarianos, de los que ya se han tenido algunas muestras últimamente, de convertir la cuestión específica de la comunidad de Cataluña, en un tema general que fuera afectando a varias autonomías a la vez, con el peligro de que ello pudiera derivar en algo peor a lo que está sucediendo actualmente con el desafío de Puigdemont y los suyos.

Se está hablando de que, entre las medidas que parece que se han presentado al Senado, para su aprobación y ratificación, hay una, por la que existe el compromiso de celebrar unas elecciones autonómicas, antes de que transcurran seis meses desde que las medidas excepcionales que se puedan derivar del 155 empiecen a entrar en vigor. Todos sabemos que no ha salido del propio PP ni del mismo señor Rajoy esta premura en convocar elecciones, algo que, por otra parte, hace tiempo que forma parte de la hoja de ruta de Ciudadanos y, quizá no con tanto empeño, por los mismos socialistas del señor P. Sánchez.

No obstante, tenemos la desagradable sensación de que este compromiso no tiene demasiado sentido ni supone garantía alguna de que, estando las cosas como están, con una parte tan importante de los ciudadanos catalanes involucrados en el proceso separatista y furiosos por el hecho de que se les hayan cortado de raíz sus planes nacionalistas; juntamente con el apoyo interesado de los comunistas bolivarianos de la señora Colau podría dar lugar si se llegaran a celebrar unos comicios autonómicos, que saliera de las urnas una situación complicada si, como las encuestas de días pasados venían pronosticando, los de ERC salieran vencedores, con una amplia mayoría, lo que, si el resto de partidos partidarios de la independencia, como los BenComú de la señora Colau, tuvieran un buen resultado y los pocos que quedaran del PDEcat ( a los que se les pronostica una derrota espectacular), se unieran a los primeros, habría la posibilidad de que volviera a salir, al menos en el Parlamento catalán, una nueva mayoría de escaños favorable al proceso que, con el 155, se pretende evitar que se consume. ¿Cómo se afrontaría esta nueva situación?

No estamos muy seguros de que, en este caso, el Gobierno de la nación continuara contando con el apoyo de los socialistas y los votantes de Ciudadanos que, posiblemente contemplarían la nueva situación, derivada de unas elecciones legales, no como las pasada chapuza de las elecciones convocadas por los nacionalistas o, todavía menos, del señor P.Sánchez y los socialistas que intentarían que en la Cámara baja, donde la oposición tiene mayoría, se volviera a intentar poner en práctica su propuesta de una España federal; algo que, ante esta nueva situación, no sabemos si sería algo que pudiera satisfacer, especialmente, a los del PNV, especialmente interesados en conservar sus privilegios forales. Pensamos que, en un caso como aquel al que nos hemos referido no se conseguiría ora cosa que retrasar, quizá por unos años, el que el nacionalismo latente entre los separatistas catalanes volviera a parecer en unas circunstancias que quizá fueran más favorables a conseguir sus objetivos si el gobierno de la nación, por aquel entonces, no fuera de derechas ni considerara indispensable conservar la unidad de España, algo que podría fácilmente suceder si los gobernantes fueran un partido de extrema izquierda, algo que no se puede descartar aunque, si de verdad sucediera, sería lo peor que le podría suceder a la nación española.

La otra amenaza pude venir de lo que podría ser una excesiva confianza del PP en los buenos resultados de la aplicación del 155 o, lo que vulgarmente podríamos definir como “pasar el arado delante del buey”. El hecho de que, como aparece hoy en algunos rotativos, el señor Alonso del PP diga, en un acto del partido en San Sebastián, que en Euskadi existen “todos los ingredientes para llegar a la misma situación que en Cataluña”, dándole un toque al lehendakari Urkullu, para que sea responsable y lo evite, es, a nuestro modesto criterio, abrir un frente precisamente en un lugar que, hasta ahora, se había mantenido en calma, con ligeras alusiones al tema catalán, con advertencias de que no aceptarían se llevara ni un euro más o una prebenda por encima de lo que se le ha venido concediendo, por el Gobierno de la nación, hasta ahora.

Entendemos que el PP esté eufórico ante la unanimidad de Europa y de sus mandatarios respecto a su rechazo a la forma en la que los catalanes pretenden incumplir la Constitución española. Es evidente que las cartas, hasta ahora las ha jugado bien el Gobierno, por lo que se refiere a que nadie, absolutamente nadie ha salido en apoyo de los separatistas catalanes, algo que les ha perjudicado mucho ante sus propios electores que han tenido que admitir, ante la evidencia de la respuesta de los organismos de la UE, que aquel paraíso que se les venía ofreciendo dentro de la Europa comunitaria, no era más que un “bluff” que se habían inventado el señor Junqueras y sus correligionarios para engañar, una vez más, a los catalanes fanáticos, de las posibilidades ilimitadas de una Cataluña emancipada de España.

Aquí viene bien comentar aquella hazaña de la lucha de los Horacios y Curiacios. Según Tito Livio en la guerra de los romanos contra los albanos se decidió para evitar una gran matanza que unos trillizos romanos (Horacios) lucharan con otros trillizos albanos (Curiacios), comprometiéndose que los que ganaran dominarían sobre sus oponentes. En el primer encuentro dos Horacios encontraron la muerte, pero l tercero salió ileso; en el bando contrario no murió ninguno, pero todos quedaron heridos de distinta gravedad. La primera impresión fue de alegría para los albanos y de preocupación para los romanos que ya se veían sometidos a la esclavitud. El romano ideo una táctica que inmediatamente puso en práctica. Huyó a todo correr, siendo perseguido por los tres curiacios, sin embargo, no tardaron mucho dos de ellos en quedar rezagados respecto al tercero que dio alcance al fugitivo que, sin inmutarse, se paró y se deshizo fácilmente de su adversario herido; continuo la fuga y pronto otro de sus adversarios se adelantó al que estaba más herido de los dos; el horacio repitió la operación liquidando a su perseguidor. Cuando finalmente llegó el último perseguidor, derrengado por la carrera el horacio acabó de una estocada con él y se proclamó, entre los hurras de su ejército, el vencedor de la contienda. Claro que el final de esta historia tiene un epílogo dramático y sangriento, que recomiendo a quienes estén interesados en conocerlo, que consulten la Historia donde, sin duda, podrán satisfacer su curiosidad.

Fácilmente, los lectores inteligentes, habrán visto la moraleja de la historia de los Horacios y Curiaceos, que no es otra que alabar la inteligencia de quien prefiere dosificarse, evitar una lucha desproporcionada que puede infringirle la derrota y programar, con talento, la forma más adecuada para ir solucionando, en el momento más oportuno, los problemas de cada una de las regiones valiéndose de la experiencia acumulada de los desafíos anteriores. Cada cosa a su tiempo, y en este caso, en el que España se encuentra ante una situación sin precedentes, ante la necesidad de tener que apelar al Art.º. 115 de la Constitución para mantener la unidad de la nación y evitar que se produzca un efecto dominó que terminara fracturando un país, con quinientos años de historia conjunta, por quienes pretenden argumentar tener derechos históricos, meramente ilusorios y sin avales auténticos que les permitan afirmar que Cataluña fuera, en ningún momento del pasado, una nación sino que no pasó de ser un condado supeditado a la Corona de Aragón que sí fue un reino por voluntad de los reyes francos a los que convenía que los aragoneses les sirvieran de baluarte ante los posibles ataques de los invasores moros.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no nos queda más remedio que recordar, aunque no se nos escuche, que la moderación y el dar, a cada cosa, su tiempo puede ser una sabia decisión antes de que, como algunos directivos, del PP, que se avanzan a pedir la ilegalización de los partidos independentistas, sin tener en cuenta de que es mejor tenerlos controlados antes que que instalarlos en la clandestinidad, donde puede ser mucho más difícil el tenerlos controlados. O, al menos, esto es lo que nos parece.

Dos peligros al acecho: elecciones y contagio prematuro

“La verdad se fortalece con la inspección y con el examen reposado; la falsedad se aprovecha de la prisa y de la indecisión” Tácito
Miguel Massanet
martes, 24 de octubre de 2017, 00:06 h (CET)
Es muy posible que estemos en un momento en el que se hayan de extremar las precauciones, se deban calibrar, con sumo cuidado, los pasos a dar y se precise evitar, a toda costa, que, por un error de apreciación respecto al conflicto catalán, hasta ahora reducido a la comunidad regida por el señor Puigdemont, se pudiera extender a otras comunidades antes de que, el efecto de la aplicación del Art.º. 155 de la Constitución, si es que llegara a aplicarse, haya demostrado su eficacia para poner en vereda a quienes hayan osado enfrentarse al Estado español, a la Constitución de 1978 y la Justicia nacional. No sería razonable que por querer precipitarse o por un afán de darle carpetazo a todos aquellos que, en mayor o menor medida desearían más libertades o tuvieran latentes los mismos sentimientos separatistas que los que sienten algunos catalanes, no todos por supuesto, se produjera una circunstancia, no deseada por quienes deseamos una España unida, que pudiera favorecer, especialmente, los intentos de los comunistas bolivarianos, de los que ya se han tenido algunas muestras últimamente, de convertir la cuestión específica de la comunidad de Cataluña, en un tema general que fuera afectando a varias autonomías a la vez, con el peligro de que ello pudiera derivar en algo peor a lo que está sucediendo actualmente con el desafío de Puigdemont y los suyos.

Se está hablando de que, entre las medidas que parece que se han presentado al Senado, para su aprobación y ratificación, hay una, por la que existe el compromiso de celebrar unas elecciones autonómicas, antes de que transcurran seis meses desde que las medidas excepcionales que se puedan derivar del 155 empiecen a entrar en vigor. Todos sabemos que no ha salido del propio PP ni del mismo señor Rajoy esta premura en convocar elecciones, algo que, por otra parte, hace tiempo que forma parte de la hoja de ruta de Ciudadanos y, quizá no con tanto empeño, por los mismos socialistas del señor P. Sánchez.

No obstante, tenemos la desagradable sensación de que este compromiso no tiene demasiado sentido ni supone garantía alguna de que, estando las cosas como están, con una parte tan importante de los ciudadanos catalanes involucrados en el proceso separatista y furiosos por el hecho de que se les hayan cortado de raíz sus planes nacionalistas; juntamente con el apoyo interesado de los comunistas bolivarianos de la señora Colau podría dar lugar si se llegaran a celebrar unos comicios autonómicos, que saliera de las urnas una situación complicada si, como las encuestas de días pasados venían pronosticando, los de ERC salieran vencedores, con una amplia mayoría, lo que, si el resto de partidos partidarios de la independencia, como los BenComú de la señora Colau, tuvieran un buen resultado y los pocos que quedaran del PDEcat ( a los que se les pronostica una derrota espectacular), se unieran a los primeros, habría la posibilidad de que volviera a salir, al menos en el Parlamento catalán, una nueva mayoría de escaños favorable al proceso que, con el 155, se pretende evitar que se consume. ¿Cómo se afrontaría esta nueva situación?

No estamos muy seguros de que, en este caso, el Gobierno de la nación continuara contando con el apoyo de los socialistas y los votantes de Ciudadanos que, posiblemente contemplarían la nueva situación, derivada de unas elecciones legales, no como las pasada chapuza de las elecciones convocadas por los nacionalistas o, todavía menos, del señor P.Sánchez y los socialistas que intentarían que en la Cámara baja, donde la oposición tiene mayoría, se volviera a intentar poner en práctica su propuesta de una España federal; algo que, ante esta nueva situación, no sabemos si sería algo que pudiera satisfacer, especialmente, a los del PNV, especialmente interesados en conservar sus privilegios forales. Pensamos que, en un caso como aquel al que nos hemos referido no se conseguiría ora cosa que retrasar, quizá por unos años, el que el nacionalismo latente entre los separatistas catalanes volviera a parecer en unas circunstancias que quizá fueran más favorables a conseguir sus objetivos si el gobierno de la nación, por aquel entonces, no fuera de derechas ni considerara indispensable conservar la unidad de España, algo que podría fácilmente suceder si los gobernantes fueran un partido de extrema izquierda, algo que no se puede descartar aunque, si de verdad sucediera, sería lo peor que le podría suceder a la nación española.

La otra amenaza pude venir de lo que podría ser una excesiva confianza del PP en los buenos resultados de la aplicación del 155 o, lo que vulgarmente podríamos definir como “pasar el arado delante del buey”. El hecho de que, como aparece hoy en algunos rotativos, el señor Alonso del PP diga, en un acto del partido en San Sebastián, que en Euskadi existen “todos los ingredientes para llegar a la misma situación que en Cataluña”, dándole un toque al lehendakari Urkullu, para que sea responsable y lo evite, es, a nuestro modesto criterio, abrir un frente precisamente en un lugar que, hasta ahora, se había mantenido en calma, con ligeras alusiones al tema catalán, con advertencias de que no aceptarían se llevara ni un euro más o una prebenda por encima de lo que se le ha venido concediendo, por el Gobierno de la nación, hasta ahora.

Entendemos que el PP esté eufórico ante la unanimidad de Europa y de sus mandatarios respecto a su rechazo a la forma en la que los catalanes pretenden incumplir la Constitución española. Es evidente que las cartas, hasta ahora las ha jugado bien el Gobierno, por lo que se refiere a que nadie, absolutamente nadie ha salido en apoyo de los separatistas catalanes, algo que les ha perjudicado mucho ante sus propios electores que han tenido que admitir, ante la evidencia de la respuesta de los organismos de la UE, que aquel paraíso que se les venía ofreciendo dentro de la Europa comunitaria, no era más que un “bluff” que se habían inventado el señor Junqueras y sus correligionarios para engañar, una vez más, a los catalanes fanáticos, de las posibilidades ilimitadas de una Cataluña emancipada de España.

Aquí viene bien comentar aquella hazaña de la lucha de los Horacios y Curiacios. Según Tito Livio en la guerra de los romanos contra los albanos se decidió para evitar una gran matanza que unos trillizos romanos (Horacios) lucharan con otros trillizos albanos (Curiacios), comprometiéndose que los que ganaran dominarían sobre sus oponentes. En el primer encuentro dos Horacios encontraron la muerte, pero l tercero salió ileso; en el bando contrario no murió ninguno, pero todos quedaron heridos de distinta gravedad. La primera impresión fue de alegría para los albanos y de preocupación para los romanos que ya se veían sometidos a la esclavitud. El romano ideo una táctica que inmediatamente puso en práctica. Huyó a todo correr, siendo perseguido por los tres curiacios, sin embargo, no tardaron mucho dos de ellos en quedar rezagados respecto al tercero que dio alcance al fugitivo que, sin inmutarse, se paró y se deshizo fácilmente de su adversario herido; continuo la fuga y pronto otro de sus adversarios se adelantó al que estaba más herido de los dos; el horacio repitió la operación liquidando a su perseguidor. Cuando finalmente llegó el último perseguidor, derrengado por la carrera el horacio acabó de una estocada con él y se proclamó, entre los hurras de su ejército, el vencedor de la contienda. Claro que el final de esta historia tiene un epílogo dramático y sangriento, que recomiendo a quienes estén interesados en conocerlo, que consulten la Historia donde, sin duda, podrán satisfacer su curiosidad.

Fácilmente, los lectores inteligentes, habrán visto la moraleja de la historia de los Horacios y Curiaceos, que no es otra que alabar la inteligencia de quien prefiere dosificarse, evitar una lucha desproporcionada que puede infringirle la derrota y programar, con talento, la forma más adecuada para ir solucionando, en el momento más oportuno, los problemas de cada una de las regiones valiéndose de la experiencia acumulada de los desafíos anteriores. Cada cosa a su tiempo, y en este caso, en el que España se encuentra ante una situación sin precedentes, ante la necesidad de tener que apelar al Art.º. 115 de la Constitución para mantener la unidad de la nación y evitar que se produzca un efecto dominó que terminara fracturando un país, con quinientos años de historia conjunta, por quienes pretenden argumentar tener derechos históricos, meramente ilusorios y sin avales auténticos que les permitan afirmar que Cataluña fuera, en ningún momento del pasado, una nación sino que no pasó de ser un condado supeditado a la Corona de Aragón que sí fue un reino por voluntad de los reyes francos a los que convenía que los aragoneses les sirvieran de baluarte ante los posibles ataques de los invasores moros.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no nos queda más remedio que recordar, aunque no se nos escuche, que la moderación y el dar, a cada cosa, su tiempo puede ser una sabia decisión antes de que, como algunos directivos, del PP, que se avanzan a pedir la ilegalización de los partidos independentistas, sin tener en cuenta de que es mejor tenerlos controlados antes que que instalarlos en la clandestinidad, donde puede ser mucho más difícil el tenerlos controlados. O, al menos, esto es lo que nos parece.

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