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Entre los legionarios de Marcial Maciel y los legionarios de Fernando Lugo hay más que una coincidencia nominal

Legionarios de Cristo y Legionarios de Fernando Lugo

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Hace apenas un par de semanas, un nuevo caso de abuso sexual por parte un sacerdote católico perteneciente a Los Legionarios de Cristo sacudió a la opinión publica chilena. El criminal era el sacerdote irlandés John O’reilly, uno de los más importantes de la cofradía, y vinculado a poderosos empresarios chilenos como Eleodoro Matte y Guillermo Luksic, además de personajes importantes de los medios como Agustín Edwards, Ricardo Claro y Alvaro Saieh.

La Legión de Cristo, según su propio sitio web, es una congregación religiosa de derecho pontificio, fundada en 1941. Afirma tener como misión la extensión del Reino de Cristo en la sociedad según las exigencias de la justicia y caridad cristianas, y en estrecha colaboración con los Pastores y los programas pastorales de cada diócesis. Según sus últimos datos cuenta con 3 obispos, 889 sacerdotes y 2.373 religiosos, novicios, candidatos y alumnos en los centros vocacionales, y tiene casas establecidas en 22 países.

Su fundador Marcial Maciel ganó celebridad al estallar denuncias que lo sindicaban como un delincuente sexual serial, que llegó a abusar hasta de sus propios hijos no reconocidos. En 1997, a través de una carta abierta al Papa Juan Pablo II, ocho ex miembros de la Legión de Cristo acusaron a Maciel de haber abusado sexualmente de ellos, repercutiendo en medios de todo el mundo. Maciel engañaba a los niños diciéndoles que padecía una extraña enfermedad que ellos podía ayudar a aliviar, que para ello solo necesitaba una muestra de semen y “ayudantes” para la “extracción”. Así abusó por décadas de centenares de niños indefensos escudado en su investidura, e incluso sometió a algunos de sus hijos a tratamientos siquiátricos para evadir su responsabilidad.

Un personaje de la misma especie resultó ser el fraudulento referente moral y gran fiasco, Fernando Lugo, destituido de la presidencia del Paraguay por mal desempeño de sus funciones, luego de ordenar una matanza de campesinos para defender las tierras malhabidas de un latifundista.

Llevado al poder por los votantes paraguayos, hastiados de décadas de corrupción, Lugo se convirtió a los pocos meses en una brutal decepción. Presionado por una demanda judicial, se vio forzado a reconocer que había ocultado y mantenido en la penumbra a varios hijos no reconocidos. Para peor de males, la primera de las demandantes en aparecer reveló que había iniciado su relación con el obispo de San Pedro siendo menor de edad.

A partir de entonces, Lugo se convirtió en una continuada afrenta a la Iglesia Católica paraguaya, además de una justificación social del estupro y la vida desordenada, así como un factor de relajo moral en Paraguay. Eso hasta que su propia miopía política e incapacidad lo llevaron a ser destituido a través de un juicio político.

Afortunado aún en el infortunio, Lugo se dejó utilizar por la propaganda chavista que instaló que un “golpe de estado” tuvo lugar en Paraguay, a los efectos de ingresar al MERCOSUR.

La actitud de volcar su discurso hacia el exterior, valieron a Lugo y los suyos el mote de “legionarios”, en rememoración de los apátridas nacidos en Paraguay que integraron las filas de la Triple Infamia, al mando de Bartolomé Mitre, durante la guerra del Paraguay.

En ambos casos, el de los Legionarios de Cristo y los Legionarios de Fernando Lugo, los intereses creados permiten la prosecución de las infamias. El 19 de mayo de 2006, la Congregación para la Doctrina de la Fe concluyó que Maciel era responsable de los actos que se le imputaban, y fue separado del ejercicio sacerdotal. Sin embargo, el caso del sacerdote John O’reilly, recientemente motivo de titulares en Chile, demuestra que la impunidad de las sotanas sigue reinando para estos legionarios.

Lo mismo sucede con los legionarios de Fernando Lugo, hoy contratados para aplaudir a Hugo Chávez, los cuales siguen desinformando impunemente y sin rendir cuentas de sus oprobiosos actos.

Legionarios de Cristo y Legionarios de Fernando Lugo

Entre los legionarios de Marcial Maciel y los legionarios de Fernando Lugo hay más que una coincidencia nominal
Luis Agüero Wagner
lunes, 6 de agosto de 2012, 07:39 h (CET)
Hace apenas un par de semanas, un nuevo caso de abuso sexual por parte un sacerdote católico perteneciente a Los Legionarios de Cristo sacudió a la opinión publica chilena. El criminal era el sacerdote irlandés John O’reilly, uno de los más importantes de la cofradía, y vinculado a poderosos empresarios chilenos como Eleodoro Matte y Guillermo Luksic, además de personajes importantes de los medios como Agustín Edwards, Ricardo Claro y Alvaro Saieh.

La Legión de Cristo, según su propio sitio web, es una congregación religiosa de derecho pontificio, fundada en 1941. Afirma tener como misión la extensión del Reino de Cristo en la sociedad según las exigencias de la justicia y caridad cristianas, y en estrecha colaboración con los Pastores y los programas pastorales de cada diócesis. Según sus últimos datos cuenta con 3 obispos, 889 sacerdotes y 2.373 religiosos, novicios, candidatos y alumnos en los centros vocacionales, y tiene casas establecidas en 22 países.

Su fundador Marcial Maciel ganó celebridad al estallar denuncias que lo sindicaban como un delincuente sexual serial, que llegó a abusar hasta de sus propios hijos no reconocidos. En 1997, a través de una carta abierta al Papa Juan Pablo II, ocho ex miembros de la Legión de Cristo acusaron a Maciel de haber abusado sexualmente de ellos, repercutiendo en medios de todo el mundo. Maciel engañaba a los niños diciéndoles que padecía una extraña enfermedad que ellos podía ayudar a aliviar, que para ello solo necesitaba una muestra de semen y “ayudantes” para la “extracción”. Así abusó por décadas de centenares de niños indefensos escudado en su investidura, e incluso sometió a algunos de sus hijos a tratamientos siquiátricos para evadir su responsabilidad.

Un personaje de la misma especie resultó ser el fraudulento referente moral y gran fiasco, Fernando Lugo, destituido de la presidencia del Paraguay por mal desempeño de sus funciones, luego de ordenar una matanza de campesinos para defender las tierras malhabidas de un latifundista.

Llevado al poder por los votantes paraguayos, hastiados de décadas de corrupción, Lugo se convirtió a los pocos meses en una brutal decepción. Presionado por una demanda judicial, se vio forzado a reconocer que había ocultado y mantenido en la penumbra a varios hijos no reconocidos. Para peor de males, la primera de las demandantes en aparecer reveló que había iniciado su relación con el obispo de San Pedro siendo menor de edad.

A partir de entonces, Lugo se convirtió en una continuada afrenta a la Iglesia Católica paraguaya, además de una justificación social del estupro y la vida desordenada, así como un factor de relajo moral en Paraguay. Eso hasta que su propia miopía política e incapacidad lo llevaron a ser destituido a través de un juicio político.

Afortunado aún en el infortunio, Lugo se dejó utilizar por la propaganda chavista que instaló que un “golpe de estado” tuvo lugar en Paraguay, a los efectos de ingresar al MERCOSUR.

La actitud de volcar su discurso hacia el exterior, valieron a Lugo y los suyos el mote de “legionarios”, en rememoración de los apátridas nacidos en Paraguay que integraron las filas de la Triple Infamia, al mando de Bartolomé Mitre, durante la guerra del Paraguay.

En ambos casos, el de los Legionarios de Cristo y los Legionarios de Fernando Lugo, los intereses creados permiten la prosecución de las infamias. El 19 de mayo de 2006, la Congregación para la Doctrina de la Fe concluyó que Maciel era responsable de los actos que se le imputaban, y fue separado del ejercicio sacerdotal. Sin embargo, el caso del sacerdote John O’reilly, recientemente motivo de titulares en Chile, demuestra que la impunidad de las sotanas sigue reinando para estos legionarios.

Lo mismo sucede con los legionarios de Fernando Lugo, hoy contratados para aplaudir a Hugo Chávez, los cuales siguen desinformando impunemente y sin rendir cuentas de sus oprobiosos actos.

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