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En el paro

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El INEM no existe, avisa la primera frase que relaciona trabajo y paro, ahora es el SEPE o Servicio Público de Empleo Estatal, ya les vale cambiarse el nombre, eso es lo que quisieran los 6 millones de desempleados que un modesto Instituto nacional de empleo funcionara ahora para ellos como el mejor servicio público de empleo estatal. El país lo demanda. Trabajamos para ti es el lema, para el que no trabaja, porque no hay quien le pague.

No es que haya mucha cola en la cola del paro, pero no dejan de entrar y salir numerosas personas con prisa y papeles en mano. No es para menos, si llegas diez minutos tarde para tramitar o informarte pierdes la vez, y no es tan fácil como llegar y volverla a pedirla como si estuviéramos en la cola del pescado, para que nos atiendan estos trabajadores tan profesionales que a lo peor alguno teme y sufre también recortes en sus propias carnes. Previamente nos hacen llamar por teléfono o visitar una página en Internet, y a partir de ahí deberemos contar otras dos semanas que es más o menor el tiempo que reza en un tablón de anuncios con vitrina cerrada, si calculamos y restamos los días que transcurren entre la fecha asignada y en la que lo solicitamos. Más de 200 personas diarias, ahí es nada.

Aparentemente parece que la organización impera en el recinto, si hay dramas, las personas están tranquilas, pacientes, aunque en su rostro demuestren preocupación, nunca las largas esperas han sido agradables y aquí como en las consultas médicas, es orientativa la hora dada.

Es grande la probabilidad de encontrar amigos, vecinos, antiguos compañeros y por supuesto, nuevos compañeros de fatigas, como llamamos a los que están a tu lado en el trabajo.

Una sala dispuesta con un gran número de sillas, facilita la estancia y los números y puestos de trabajo ordenan las inexistentes filas, cada uno se levanta cuando el numerillo rojo llama a levantarse, difícil es colarse, por tanto, todo ordenado. El colectivo más grande se ha acercado hoy al 26,6% que es lo que se espera que llegue la media en el año; luego si hoy ha habido récord, seguiremos subiendo.

Otra cosa es para apuntarte al paro, dos señoras de un pueblo cercano se cuelan, nadie protesta, tienen kilómetros tras sus pies y encima el paro. Una empleada estresada debe presentar unos informes y está atendiendo al público, nos pide que esperemos el turno en otra mesa, lo entendemos, sobre todo si hemos tenido que entregar también informes, al tiempo que atendíamos al público en el trabajo. No siempre va a ser así, al mezclar derechos y trabajo, los mineros luchan, los taxistas luchan, los profesores luchan pero siempre hay alguien que tendrá prisa y no entenderá la lucha del trabajador por conservar y defender su puesto de trabajo. Y esa defensa rayará en lo impresentable, incluso será delito, pero, ¿qué no se hará por defender lo justo, lo que has de defender por tu esfuerzo de años atrás y que ahora te quitan?

En el paro

Nieves Fernández
domingo, 29 de julio de 2012, 11:51 h (CET)
El INEM no existe, avisa la primera frase que relaciona trabajo y paro, ahora es el SEPE o Servicio Público de Empleo Estatal, ya les vale cambiarse el nombre, eso es lo que quisieran los 6 millones de desempleados que un modesto Instituto nacional de empleo funcionara ahora para ellos como el mejor servicio público de empleo estatal. El país lo demanda. Trabajamos para ti es el lema, para el que no trabaja, porque no hay quien le pague.

No es que haya mucha cola en la cola del paro, pero no dejan de entrar y salir numerosas personas con prisa y papeles en mano. No es para menos, si llegas diez minutos tarde para tramitar o informarte pierdes la vez, y no es tan fácil como llegar y volverla a pedirla como si estuviéramos en la cola del pescado, para que nos atiendan estos trabajadores tan profesionales que a lo peor alguno teme y sufre también recortes en sus propias carnes. Previamente nos hacen llamar por teléfono o visitar una página en Internet, y a partir de ahí deberemos contar otras dos semanas que es más o menor el tiempo que reza en un tablón de anuncios con vitrina cerrada, si calculamos y restamos los días que transcurren entre la fecha asignada y en la que lo solicitamos. Más de 200 personas diarias, ahí es nada.

Aparentemente parece que la organización impera en el recinto, si hay dramas, las personas están tranquilas, pacientes, aunque en su rostro demuestren preocupación, nunca las largas esperas han sido agradables y aquí como en las consultas médicas, es orientativa la hora dada.

Es grande la probabilidad de encontrar amigos, vecinos, antiguos compañeros y por supuesto, nuevos compañeros de fatigas, como llamamos a los que están a tu lado en el trabajo.

Una sala dispuesta con un gran número de sillas, facilita la estancia y los números y puestos de trabajo ordenan las inexistentes filas, cada uno se levanta cuando el numerillo rojo llama a levantarse, difícil es colarse, por tanto, todo ordenado. El colectivo más grande se ha acercado hoy al 26,6% que es lo que se espera que llegue la media en el año; luego si hoy ha habido récord, seguiremos subiendo.

Otra cosa es para apuntarte al paro, dos señoras de un pueblo cercano se cuelan, nadie protesta, tienen kilómetros tras sus pies y encima el paro. Una empleada estresada debe presentar unos informes y está atendiendo al público, nos pide que esperemos el turno en otra mesa, lo entendemos, sobre todo si hemos tenido que entregar también informes, al tiempo que atendíamos al público en el trabajo. No siempre va a ser así, al mezclar derechos y trabajo, los mineros luchan, los taxistas luchan, los profesores luchan pero siempre hay alguien que tendrá prisa y no entenderá la lucha del trabajador por conservar y defender su puesto de trabajo. Y esa defensa rayará en lo impresentable, incluso será delito, pero, ¿qué no se hará por defender lo justo, lo que has de defender por tu esfuerzo de años atrás y que ahora te quitan?

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