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El no reconocimiento de la vigencia soberana de la constitución paraguaya en su territorio, ratifica vigencia de la Triple Infamia

Triple Infamia y Legionarismo contra Paraguay, vigentes

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Dicen los conocedores de la historia que hacia 1860 el Paraguay había desarrollado un modelo autónomo y nacionalista cuyo contagio preocupaba a sus vecinos, quienes se apoyaron en el imperialismo inglés para urdir una trama de provocaciones e intrigas. La voluntad de coloniaje de quienes gobernaban en Argentina y Brasil, Pedro II y Bartolomé Mitre, determinó que se emprendiera la tristemente célebre guerra de la Triple Infamia contra el Paraguay para dar el gusto a su graciosa majestad.

La invasión y el demencial genocidio que terminó en 1870, fue la culminación de un largo proceso que empezó con las campañas que emprendían unos apátridas nacidos en Paraguay que hoy se conoce como los legionarios, unos desarraigados que en el extranjero difundían todo tipo de versiones infamantes sobre su propio país y su gobierno. En Argentina, incluso llegaron a alquilar la pluma del “gran educador” Domingo Faustino Sarmiento, quien no tuvo inconvenientes en salpicar su carrera periodística con furibundos artículos contra Carlos Antonio López y su hijo, Francisco Solano. Ya como presidente argentino, Sarmiento siguió escribiendo en sus cartas comentarios racistas contra los paraguayos y calificativos despectivos hacia el país, constituyéndose en una especie de antecesor de los paraguayos que hoy se jactan por vivir refugiados en otros países y pretenden disponer quién puede o no representar a su pais. Al finalizar su obra, en 1870, se jactó de haber exterminado a todos los paraguayos varones mayores de edad en una de sus misivas, y ordenó que una banda toque música marcial frente a la casa de correligionario Bartolomé Mitre, en homenaje a la obra de destrucción del Paraguay.

Sarmiento no era un novato en escribir sandeces a dos céntimos la línea, ya siendo periodista en Chile había defendido intereses territoriales chilenos por sobre los argentinos, cuando un chileno le pagaba por escribir en su diario. Ni falta haría recordar que afirmó por escrito que para lo único que podrían servir los gauchos argentinos era para abonar con su sangre el territorio argentino, cuando aconsejaba a los represores de Buenos Aires pasar a deguello a todo caudillo provinciano, siendo que él mismo era tan solo un gaucho de las letras y montonero intelectual.

En una cena con exponentes de la oligarquía porteña, Mitre reconoció que la guerra contra el Paraguay fue obra de los “apóstoles del libre cambio” para abrir esta región al comercio inglés. Años antes había enunciado el dogma que la fuerza que impulsa el progreso de la Argentina era única y exclusivamente el capital inglés. Tan grande era la seducción que ejercía lo británico en él, que el diplomático inglés Edward Thornton participaba como ministro en su gabinete, y se pasó regalando las más espléndidas tierras argentinas a los ferroviarios ingleses que tendieron ferrocarriles para sellar su dependencia.

El mismo esquema de hechos hoy amenaza al Paraguay, desde los mismos paises que en 1870 lo devastaron materialmente para complacer al imperialismo inglés. Enceguecidos por un fanatismo legionarista, pequeños grupúsculos de paraguayos desarraigados alientan la Triple Infamia y festejan las sanciones contra el Paraguay. Castigo que la red prebendaria entretejida en torno al infame cura pederasta Fernando Lugo, procura con todas sus fuerzas obtener con desigual éxito, olvidando la tragedia de las decenas de campesinos muertos en Curuguaty.

En tanto siguen con su estéril campaña de intentar revertir lo irreversible, cada vez más hechos infames salen a la luz, como que su líder el cura papá intentó rifar ministerios y sobornar con diez millones de dólares a los golpistas para salvar su silla, o que se dedicaba a jactarse de sus amantes mostrando sus fotos a sus propias ministras.

Lo más absurdo de toda la campaña es que la Triple Infamia y el legionarismo ahora pretende arrogarse el derecho a decir qué parte de lo que está escrito en la misma Constitución paraguaya tiene validez, y qué parte no.

Alguna vez escribió Juan Bautista Alberdi que aunque los mitristas convirtiesen todo el río Paraná en tinta, podrían demostrar jamás que la guerra del Paraguay tuvo alguna razón de ser argentina y nacional. Parafraseando al padre de la constitución argentina podríamos decir que ante la historia, los gobiernos de Cristina Fernández, Dilma Rousseff y Pepe Mujica, aunque conviertan en tinta todo el río Paraná, el río de la Plata y el mar del Brasil, no podrán demostrar jamás que aislar al Paraguay en defensa del inepto e irresponsable cura papá Fernando Lugo, tuvo la menor razón de ser una causa del Mercosur.

Triple Infamia y Legionarismo contra Paraguay, vigentes

El no reconocimiento de la vigencia soberana de la constitución paraguaya en su territorio, ratifica vigencia de la Triple Infamia
Luis Agüero Wagner
jueves, 26 de julio de 2012, 07:48 h (CET)
Dicen los conocedores de la historia que hacia 1860 el Paraguay había desarrollado un modelo autónomo y nacionalista cuyo contagio preocupaba a sus vecinos, quienes se apoyaron en el imperialismo inglés para urdir una trama de provocaciones e intrigas. La voluntad de coloniaje de quienes gobernaban en Argentina y Brasil, Pedro II y Bartolomé Mitre, determinó que se emprendiera la tristemente célebre guerra de la Triple Infamia contra el Paraguay para dar el gusto a su graciosa majestad.

La invasión y el demencial genocidio que terminó en 1870, fue la culminación de un largo proceso que empezó con las campañas que emprendían unos apátridas nacidos en Paraguay que hoy se conoce como los legionarios, unos desarraigados que en el extranjero difundían todo tipo de versiones infamantes sobre su propio país y su gobierno. En Argentina, incluso llegaron a alquilar la pluma del “gran educador” Domingo Faustino Sarmiento, quien no tuvo inconvenientes en salpicar su carrera periodística con furibundos artículos contra Carlos Antonio López y su hijo, Francisco Solano. Ya como presidente argentino, Sarmiento siguió escribiendo en sus cartas comentarios racistas contra los paraguayos y calificativos despectivos hacia el país, constituyéndose en una especie de antecesor de los paraguayos que hoy se jactan por vivir refugiados en otros países y pretenden disponer quién puede o no representar a su pais. Al finalizar su obra, en 1870, se jactó de haber exterminado a todos los paraguayos varones mayores de edad en una de sus misivas, y ordenó que una banda toque música marcial frente a la casa de correligionario Bartolomé Mitre, en homenaje a la obra de destrucción del Paraguay.

Sarmiento no era un novato en escribir sandeces a dos céntimos la línea, ya siendo periodista en Chile había defendido intereses territoriales chilenos por sobre los argentinos, cuando un chileno le pagaba por escribir en su diario. Ni falta haría recordar que afirmó por escrito que para lo único que podrían servir los gauchos argentinos era para abonar con su sangre el territorio argentino, cuando aconsejaba a los represores de Buenos Aires pasar a deguello a todo caudillo provinciano, siendo que él mismo era tan solo un gaucho de las letras y montonero intelectual.

En una cena con exponentes de la oligarquía porteña, Mitre reconoció que la guerra contra el Paraguay fue obra de los “apóstoles del libre cambio” para abrir esta región al comercio inglés. Años antes había enunciado el dogma que la fuerza que impulsa el progreso de la Argentina era única y exclusivamente el capital inglés. Tan grande era la seducción que ejercía lo británico en él, que el diplomático inglés Edward Thornton participaba como ministro en su gabinete, y se pasó regalando las más espléndidas tierras argentinas a los ferroviarios ingleses que tendieron ferrocarriles para sellar su dependencia.

El mismo esquema de hechos hoy amenaza al Paraguay, desde los mismos paises que en 1870 lo devastaron materialmente para complacer al imperialismo inglés. Enceguecidos por un fanatismo legionarista, pequeños grupúsculos de paraguayos desarraigados alientan la Triple Infamia y festejan las sanciones contra el Paraguay. Castigo que la red prebendaria entretejida en torno al infame cura pederasta Fernando Lugo, procura con todas sus fuerzas obtener con desigual éxito, olvidando la tragedia de las decenas de campesinos muertos en Curuguaty.

En tanto siguen con su estéril campaña de intentar revertir lo irreversible, cada vez más hechos infames salen a la luz, como que su líder el cura papá intentó rifar ministerios y sobornar con diez millones de dólares a los golpistas para salvar su silla, o que se dedicaba a jactarse de sus amantes mostrando sus fotos a sus propias ministras.

Lo más absurdo de toda la campaña es que la Triple Infamia y el legionarismo ahora pretende arrogarse el derecho a decir qué parte de lo que está escrito en la misma Constitución paraguaya tiene validez, y qué parte no.

Alguna vez escribió Juan Bautista Alberdi que aunque los mitristas convirtiesen todo el río Paraná en tinta, podrían demostrar jamás que la guerra del Paraguay tuvo alguna razón de ser argentina y nacional. Parafraseando al padre de la constitución argentina podríamos decir que ante la historia, los gobiernos de Cristina Fernández, Dilma Rousseff y Pepe Mujica, aunque conviertan en tinta todo el río Paraná, el río de la Plata y el mar del Brasil, no podrán demostrar jamás que aislar al Paraguay en defensa del inepto e irresponsable cura papá Fernando Lugo, tuvo la menor razón de ser una causa del Mercosur.

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