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“San Isidro Labrador, pájaro que nunca anida, no le pegues más al niño, que ya ha aparecido el peine”

San Isidro, la gallina y Puigdemont

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“Hay una gallina que corre decapitada y es Puigdemont y su fúnebre cortejo progresista... A lo lejos, España hace ver que se preocupa, pero en el fondo sonríe”.

Entre las frases e ideas que circulan por la red, las dos entrecomilladas puede que sean las más adecuadas para tratar de contar lo que está pasando en Cataluña. La última, antigua, es del catalán Salvador Sortres que da una visión cáustica de una realidad que asusta. La primera busca la broma para contar qué pasa prescindiendo de tintes ácidos y aprovechando el resquicio que el humor y el vocabulario permiten.

Ocurre esto hoy, cuando el Presidente del Gobierno, Rajoy, asentado en la legalidad, ha puesto al Presidente de la Generalitat catalana, Puigdemont, ante la situación de un Estado de Derecho con unas leyes que regulan la convivencia entre todos. Esa es la realidad. Frente a ella, se puede optar por la visión de la gallina sin cabeza o por la broma.

Pero Puigdemont, él sabrá porque, si es que lo sabe, ha desechado ambas y ha optado por anclarse en un algo inventado que en algún caso, no éste, podría ser útil como broma. Hoy no, por que Cataluña y el resto de España hoy no están para bromas. Se está produciendo un Golpe de Estado y los que lo provocan no pueden apelar a San Isidro, al pájaro, al niño o al peine. Menos aún a una realidad ficticia, creada a base de repetir falsedades al margen de la Ley y buscando lo que no hay. Estamos en un Estado de Derecho y todos los ciudadanos, todos, sin distinción de origen o ideas deben respetarlo y pueden cobijarse en él. En esta situación no cabe nada al margen de la Ley y fuera del orden constitucional. Porque al margen de la Ley y de las estructuras del Estado lo que hay es peor: ¿Acuerdos al margen de la ley? ¿Cambalaches entre grupos? ¿Tramas de irregularidades? ¿Partidas de avispados convertidos en tahúres que juegan a la política en beneficio de vaya usted a saber qué o quiénes?...

Ni siquiera es admisible buscar la pérdida de tiempo tratando de asentar actos fuera de la ley que sirvan para justificar lo injustificable: Referéndum ilegal y Derecho a decidir de una parte del Estado en detrimento del resto, entre otros. Porque ese empeño es incompatible con una sociedad coherente con sus normas. Por ello, tal proceder lo único que propicia, además de pérdida de tiempo, es la falta de un respeto propio que desnaturaliza y no conviene a nadie.

Es bueno que haya diálogo; y que éste se produzca según las normas. Pero no es de recibo que se pretenda un diálogo que desborde las leyes o sustituya las estructuras del Estado sobre las que se asienta la convivencia. Si se permitiera tal dislate, aunque fuera ajeno a los visos de artimaña que hay en este caso, no estaríamos ante la broma de la primera frase, sino ante una organización asocial ajena al Estado de Derecho, que se movería, corriendo como gallina decapitada, en medio del cortejo fúnebre al que se refería Sortres. Por esto, el Estado, todas las estructuras del Estado y todos sus servidores y funcionarios no tienen otra opción racional, ni legal, que acomodar su comportamiento al orden establecido. Y obligar, con la Ley, a todos.

A más, a más, ¿Por qué no el diálogo y las supuestas generosidades que trataba de exponer Puigdemont hoy en la carta que, se ha publicado, ha mandado al Presidente Rajoy?. Porque eso sería algo peor que seguir la carrera de la gallina sin cabeza. Sería convertir al Estado en una gallinácea alocada que no miraría la realidad desde lejos preocupada, sino como parte de ella misma. Y acaso vertiendo sangre propia.

Lo anterior dicho, conviene advertir un hecho que tranquiliza: El Estado funciona. El Poder Ejecutivo está en su sitio, con alguna posible debilidad pero en su sitio. El Poder Legislativo ocupa el lugar que le corresponde, apto para debatir y legislar lo que proceda. Y el Poder Judicial imparte justicia, libre, acotando situaciones, amparando derechos y exigiendo responsabilidades. Desde esa óptica, las peticiones de la Fiscalía y las decisiones de la Audiencia Nacional de hoy - últimos hechos destacables - acertadas o equivocadas, son un chorro de legalidad y estabilidad estatales que producen optimismo ante una realidad en la que San Isidro, la gallina y Puigdemont, de momento, sirven para lo que sirven...

Hoy para, unidos, componer un título optimista.

San Isidro, la gallina y Puigdemont

“San Isidro Labrador, pájaro que nunca anida, no le pegues más al niño, que ya ha aparecido el peine”
José Luis Heras Celemín
martes, 17 de octubre de 2017, 07:25 h (CET)
“Hay una gallina que corre decapitada y es Puigdemont y su fúnebre cortejo progresista... A lo lejos, España hace ver que se preocupa, pero en el fondo sonríe”.

Entre las frases e ideas que circulan por la red, las dos entrecomilladas puede que sean las más adecuadas para tratar de contar lo que está pasando en Cataluña. La última, antigua, es del catalán Salvador Sortres que da una visión cáustica de una realidad que asusta. La primera busca la broma para contar qué pasa prescindiendo de tintes ácidos y aprovechando el resquicio que el humor y el vocabulario permiten.

Ocurre esto hoy, cuando el Presidente del Gobierno, Rajoy, asentado en la legalidad, ha puesto al Presidente de la Generalitat catalana, Puigdemont, ante la situación de un Estado de Derecho con unas leyes que regulan la convivencia entre todos. Esa es la realidad. Frente a ella, se puede optar por la visión de la gallina sin cabeza o por la broma.

Pero Puigdemont, él sabrá porque, si es que lo sabe, ha desechado ambas y ha optado por anclarse en un algo inventado que en algún caso, no éste, podría ser útil como broma. Hoy no, por que Cataluña y el resto de España hoy no están para bromas. Se está produciendo un Golpe de Estado y los que lo provocan no pueden apelar a San Isidro, al pájaro, al niño o al peine. Menos aún a una realidad ficticia, creada a base de repetir falsedades al margen de la Ley y buscando lo que no hay. Estamos en un Estado de Derecho y todos los ciudadanos, todos, sin distinción de origen o ideas deben respetarlo y pueden cobijarse en él. En esta situación no cabe nada al margen de la Ley y fuera del orden constitucional. Porque al margen de la Ley y de las estructuras del Estado lo que hay es peor: ¿Acuerdos al margen de la ley? ¿Cambalaches entre grupos? ¿Tramas de irregularidades? ¿Partidas de avispados convertidos en tahúres que juegan a la política en beneficio de vaya usted a saber qué o quiénes?...

Ni siquiera es admisible buscar la pérdida de tiempo tratando de asentar actos fuera de la ley que sirvan para justificar lo injustificable: Referéndum ilegal y Derecho a decidir de una parte del Estado en detrimento del resto, entre otros. Porque ese empeño es incompatible con una sociedad coherente con sus normas. Por ello, tal proceder lo único que propicia, además de pérdida de tiempo, es la falta de un respeto propio que desnaturaliza y no conviene a nadie.

Es bueno que haya diálogo; y que éste se produzca según las normas. Pero no es de recibo que se pretenda un diálogo que desborde las leyes o sustituya las estructuras del Estado sobre las que se asienta la convivencia. Si se permitiera tal dislate, aunque fuera ajeno a los visos de artimaña que hay en este caso, no estaríamos ante la broma de la primera frase, sino ante una organización asocial ajena al Estado de Derecho, que se movería, corriendo como gallina decapitada, en medio del cortejo fúnebre al que se refería Sortres. Por esto, el Estado, todas las estructuras del Estado y todos sus servidores y funcionarios no tienen otra opción racional, ni legal, que acomodar su comportamiento al orden establecido. Y obligar, con la Ley, a todos.

A más, a más, ¿Por qué no el diálogo y las supuestas generosidades que trataba de exponer Puigdemont hoy en la carta que, se ha publicado, ha mandado al Presidente Rajoy?. Porque eso sería algo peor que seguir la carrera de la gallina sin cabeza. Sería convertir al Estado en una gallinácea alocada que no miraría la realidad desde lejos preocupada, sino como parte de ella misma. Y acaso vertiendo sangre propia.

Lo anterior dicho, conviene advertir un hecho que tranquiliza: El Estado funciona. El Poder Ejecutivo está en su sitio, con alguna posible debilidad pero en su sitio. El Poder Legislativo ocupa el lugar que le corresponde, apto para debatir y legislar lo que proceda. Y el Poder Judicial imparte justicia, libre, acotando situaciones, amparando derechos y exigiendo responsabilidades. Desde esa óptica, las peticiones de la Fiscalía y las decisiones de la Audiencia Nacional de hoy - últimos hechos destacables - acertadas o equivocadas, son un chorro de legalidad y estabilidad estatales que producen optimismo ante una realidad en la que San Isidro, la gallina y Puigdemont, de momento, sirven para lo que sirven...

Hoy para, unidos, componer un título optimista.

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