Relato autobiográfico ficcionado o ficción con tintes autobiográficos, “El Calentito” resume en apenas 90 minutos el sentimiento contracultural de la Movida desde un prisma manifiestamente nostálgico y con claras intenciones políticas que se mueven hacia una izquierda progresista afín a la ideología de su autora, la cineasta Chus Gutiérrez, e inherente al propio movimiento del Madrid de los 80.
A la Movida se la suele relacionar con el movimiento parisino de Mayo del 68, cuando cientos de miles de estudiantes salieron de las facultades para protestar contra un autoritarismo enervante. Una corriente comunista se unía entonces a conceptos como la libertad sexual o la igualdad de sexos, mientras en España la dictadura de Franco arruinaba la posibilidad de cualquier manifestación pública a favor de los derechos civiles y ciudadanos en un clima represivo y controlador. La Movida Madrileña, movimiento de talante juvenil que unió a grupos como Mecano, Alaska o Los Secretos, se desarrolló en la década de los 80 y representaba (más que reclamaba) unos derechos por los que todavía hoy se continúa discutiendo con una vacilación muchas veces impresentable y, permítanme la ligereza, confesional.
“Las Sioux”, posiblemente un trasunto más extravagante y representativo que “Las Xoxonees”, el grupo en el que hizo sus pinitos musicales Chus Gutiérrez, actúan como protagonistas de una historia en la que se mezclan con absoluto rigor y poco o nada de gratuito personas de muy distinta ideología hasta llegar a un clímax dramático no tan tenso como memorable, pues ya conocíamos el final, en el que el coronel Tejero quedaba ridiculizado ante el discurso del Rey en la madrugada del 23 – F, permitiendo a “Las Sioux” dar su ansiado concierto para firmar con una de esas discográficas independientes que tanto ayudaron a los grupos incipientes de la Movida.
Verónica Sánchez interpreta a Sara, una chica decidida a perder la virginidad que entra a formar parte del grupo (y del movimiento) de manera eventual, tras una borrachera inesperada, pero que termina enganchada a la nueva ola underground que inundaba a la sazón las bulliciosas mentes de una parte importante de la juventud española. Este personaje marca las pautas ideológicas de la autora, abriéndose paso entre la anarquía más absoluta y cierta contención de chica buena que termina en un happy ending con maneras bastante logradas (ese montaje paralelo entre la canción anticomercial a todo volumen y el desenfrenado acto sexual-virginal llega a un paroxismo que contrasta de forma equilibrada con los minutos anteriores, cargados de un dramatismo directo similar al que veíamos en el conflicto racista de “Poniente”, la anterior película de la realizadora granadina).
Vamos, que “El Calentito” no se parece a las últimas comedias-bodrios españolas que algunos medios de comunicación se empeñan en inmortalizar, ni tampoco a insufribles adaptaciones históricas con demasiado que decir y poco que contar. Chus Gutiérrez sólo pretende homenajear las sensaciones de una época que se ha quedado sepultada bajo el polvo de la historia, y lo consigue con una justificable emotividad aun sin la sublimación formal de una obra maestra. Por lo demás, poco recomendable para anacrónicos carcas o Foros de la Familia (católica).