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De tebeo, España es de tebeo

Cristóbal Montero y Otilio, chapuzas a domicilio

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Me he aficionado a eso de leerme el BOE todos los días, más por precaución que por otra cosa, que si uno sabe de dónde le vienen los guantazos como que duelen menos, poco, pero menos. Y hoy he vuelto a la niñez, he recordado lo que me reía con “Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio”. Dos ñapas, uno que sólo daba órdenes y se movía menos que los gatos de escayola, y otro que únicamente estaba activo para mover las muelas y ponerse cianótico a comer. Al leer las rectificaciones sobre el Decreto Canalla que el Gobierno tiene a bien publicar en el Boletín del Estado del 19 de julio, para el entretenimiento popular, me he dado cuenta que esto es una mala coña, una vulgar copia de las geniales historietas de Don Francisco Ibáñez, ideada para goce y disfrute de la tropa. Me he imaginado a un Montoro con bombín rojo y bigote a lo Groucho, y a Otilio en forma de decreto tragón y chapucero, y casi me meo. Entre faltas de ortografía, un acento por allí, otro por allá, un par de comas, redacciones erróneas y/o confusas, destaca luminoso en lo alto del parcheado nacional el nuevo contenido del artículo 8.

A saber, que no se diga que me invento las cosas. En el originario Decreto Canalla, el artículo 8 punto tres suspendía los Acuerdos, Pactos y Convenios de los empleados públicos en su totalidad. Es decir, que los adoradores de Satán que trabajan para la ciudadanía, esa banda sin escrúpulos que sostiene con su labor lo poco que queda del Estado de Bienestar, han estado perdidos en un limbo legal unos cuantos días. Tantos como cinco, que son lo que han tardado los fabricantes del atentado en detectar la metedura de pata y rectificar sabia y ridículamente. ..Ya lo decía mi abuelo, las prisas y las ganas de joder no son buenas consejeras.

Veréis,  jalando el hilo, y siempre con el permiso de Ibáñez, España  es la 13 Rúe del Percebe. En la planta baja, un tendero ladrón y tramposo, que engaña en el precio y en la calidad del producto, y una portera que ni sabe ni contesta. El banquero timador y el adosado de turno que está por estar y hace bulto con tal de cobrar. En la primera planta, un veterinario que ejerce de doctor y la dueña del hostal que alquila habitaciones a más de los que puede. El farsante de turno, gestor inútil e ineficaz, y la administración que recoge a los recomendados hasta ocupar el bidet. Segundo piso. Las dos ancianas despistadas y un sastre desastroso. El siguiente escalón en la inutilidad, el no sabe no contesta pero mientras me valga y yo me lleve lo mismo, no me importa. Y, pared con pared, el sastre, el chapucero nacional, el inepto que te construye una piscina olímpica en una aldea de cuatro habitantes. Vamos al tercero. Más explícito, imposible. El ladrón y al lado una familia con unos hijos muy, pero que muy peligrosos. El miembro de la casta política que arrambla con todo lo que pilla, y la colección de parásitos y asesores que no idean una buena. Y, para terminar, el ático. El mentiroso, el deudor, el fulero, el embustero, y aporreando su puerta multitud de acreedores. Es decir, el que manda y los que quieren cobrar.

¿Dónde estamos el resto de la plebe? Fácil. Viviendo en la puñetera alcantarilla, con suerte, o despachurrados al coger el ascensor y que el mismo se venga abajo. Puerca miseria.

Cristóbal Montero y Otilio, chapuzas a domicilio

De tebeo, España es de tebeo
Tomás Salinas
viernes, 20 de julio de 2012, 06:56 h (CET)
Me he aficionado a eso de leerme el BOE todos los días, más por precaución que por otra cosa, que si uno sabe de dónde le vienen los guantazos como que duelen menos, poco, pero menos. Y hoy he vuelto a la niñez, he recordado lo que me reía con “Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio”. Dos ñapas, uno que sólo daba órdenes y se movía menos que los gatos de escayola, y otro que únicamente estaba activo para mover las muelas y ponerse cianótico a comer. Al leer las rectificaciones sobre el Decreto Canalla que el Gobierno tiene a bien publicar en el Boletín del Estado del 19 de julio, para el entretenimiento popular, me he dado cuenta que esto es una mala coña, una vulgar copia de las geniales historietas de Don Francisco Ibáñez, ideada para goce y disfrute de la tropa. Me he imaginado a un Montoro con bombín rojo y bigote a lo Groucho, y a Otilio en forma de decreto tragón y chapucero, y casi me meo. Entre faltas de ortografía, un acento por allí, otro por allá, un par de comas, redacciones erróneas y/o confusas, destaca luminoso en lo alto del parcheado nacional el nuevo contenido del artículo 8.

A saber, que no se diga que me invento las cosas. En el originario Decreto Canalla, el artículo 8 punto tres suspendía los Acuerdos, Pactos y Convenios de los empleados públicos en su totalidad. Es decir, que los adoradores de Satán que trabajan para la ciudadanía, esa banda sin escrúpulos que sostiene con su labor lo poco que queda del Estado de Bienestar, han estado perdidos en un limbo legal unos cuantos días. Tantos como cinco, que son lo que han tardado los fabricantes del atentado en detectar la metedura de pata y rectificar sabia y ridículamente. ..Ya lo decía mi abuelo, las prisas y las ganas de joder no son buenas consejeras.

Veréis,  jalando el hilo, y siempre con el permiso de Ibáñez, España  es la 13 Rúe del Percebe. En la planta baja, un tendero ladrón y tramposo, que engaña en el precio y en la calidad del producto, y una portera que ni sabe ni contesta. El banquero timador y el adosado de turno que está por estar y hace bulto con tal de cobrar. En la primera planta, un veterinario que ejerce de doctor y la dueña del hostal que alquila habitaciones a más de los que puede. El farsante de turno, gestor inútil e ineficaz, y la administración que recoge a los recomendados hasta ocupar el bidet. Segundo piso. Las dos ancianas despistadas y un sastre desastroso. El siguiente escalón en la inutilidad, el no sabe no contesta pero mientras me valga y yo me lleve lo mismo, no me importa. Y, pared con pared, el sastre, el chapucero nacional, el inepto que te construye una piscina olímpica en una aldea de cuatro habitantes. Vamos al tercero. Más explícito, imposible. El ladrón y al lado una familia con unos hijos muy, pero que muy peligrosos. El miembro de la casta política que arrambla con todo lo que pilla, y la colección de parásitos y asesores que no idean una buena. Y, para terminar, el ático. El mentiroso, el deudor, el fulero, el embustero, y aporreando su puerta multitud de acreedores. Es decir, el que manda y los que quieren cobrar.

¿Dónde estamos el resto de la plebe? Fácil. Viviendo en la puñetera alcantarilla, con suerte, o despachurrados al coger el ascensor y que el mismo se venga abajo. Puerca miseria.

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