No sé quién se refirió a la prensa como el cuarto poder en democracia pero, sin duda alguna, estaba equivocado. Aquella posición se demostró claramente superada cuando, en 1974, Bob Woodward y Carl Bernstein, fueron capaces de derrocar a la administración Nixon, a pesar de las trabas impuestas por los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. El caso Watergate, reveló la verdadera fuerza de los medios de comunicación y, desde aquel momento, aquellos tres poderes clásicos no han cesado en su intento de dominar a este nuevo censor de la vida pública.
En realidad, la operación no resultó demasiado complicada, mucho menos para los partidos de derechas quienes, a golpe de talonario, han ido comprando siempre a periodistas, líneas editoriales y todo aquello que se deje comprar, con el dinero que siempre ha estado en sus manos.
Esa tendencia internacional tiene como consecuencia hoy, en nuestro país, el alineamiento de aquellos medios de comunicación de la derecha, en contra de todas las medidas que el ejecutivo socialista pretende introducir, para acabar con los monopolios instaurados en los ocho años de gobierno popular.
En este sentido, es más que sarcástico ver cómo el señor Elorriaga, a la sazón secretario de comunicación del Partido Popular, pretende hacernos creer a los españoles que con la concesión de nuevas licencias, lo que se hace es precisamente lo contrario a lo que la lógica indica: aumentar el número de cadenas en activo y, con ello, propiciar la introducción de nuevos puntos de vista. Es más, lo que realmente resulta hiriente es ver como, sin que se les caiga la cara de vergüenza, aquellos mismos que durante años nos convirtieron en víctimas de la desinformación de la mano de Urdaci, ahora se permiten el lujo de criticar las medidas de reforma de RTVE que, entre otras cosas, impedirá que sea el Gobierno quien elija al director de este ente.
Ya se sabe, la derecha siempre lo ha tenido claro: el negocio es el negocio.