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Tiene su atractivo, pero también sus servidumbres; especialmente a tener en cuenta en los ancianos

Vivir solos

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El hecho de vivir sola una persona entraña una serie de circunstancias características. Ventajas e inconvenientes. También en esto, la variedad de modelos es absoluta; las formas de vivir así adquieren las peculiaridades de cada individuo. Si unos eligieron esa práctica, abundan quienes viven así por obligaciones o necesidad. Siempre con las SERVIDUMBRES propias de carecer de compañía en su ámbito domiciliario. Las repercusiones inciden directamente en la vida de esas personas; con una gravedad de intensidad variable. En los ambientes sociales modernos resalta el gran número de personas mayores forzados a esa vida sin compañía; gente con peores recursos para la adaptación, como resultará fácil de entender.

Sirvan de datos introductorios algunos de los publicados en EEUU, según los cuales un tercio de los habitantes es el único habitante de la vivienda. Proporciones similares son recogidas entre los ingleses. Las cifras representan un incremento notable con respecto a épocas pasadas y las previsiones apuntan en esa dirección. Para el 2020, rondarían el 40 %. En Euskadi 1 de cada 4 viviendas está ocupada sólo por una persona. Quedémonos con la TENDENCIA, aunque cada país aportará matices distintos y las estadísticas son aproximaciones a ciertas verdades. Aún sin tantas valoraciones, es una realidad percibida en los pueblos y ciudades. Observamos un goteo de problemas derivados de dicho tipo de vida; asumidos por ser la opción elegida o soportados si no lo fuera.

De hecho en nuestro ENTORNO es una realidad en alza. Todos conocemos casos en los cuales percibimos facetas a tener en cuenta; aunque no siempre les prestemos una atención adecuada. El desapego tiene una cierta lógica cuando los solitarios sean voluntarios y en edades de ejercer una autonomía eficaz. Por el contrario, pierde su justificación en la medida que nos refiramos a personas con ciertas incapacidades o dificultades; quienes sufran el aislamiento involuntario, los portadores de limitaciones y el grupo creciente de personas mayores cuyas dificultades acuden presurosas. Desde la placidez, a las situaciones lamentables e incluso trágicas, la posición de la comunidad exige planteamientos oportunos.

El número y características de los miembros habituales en cada hogar, delimita una serie de necesidades e influye poderosamente en cada uno de sus componentes. Inciden en una serie de datos concretos, como la cantidad de alimentos, servicios necesarios, habitaciones, horarios o medidas de un cierto orden. Pero también en aspectos menos cuantificables, desde las emociones a la confluencia de diferentes mentalidades bajo un mismo techo. Esas variantes derivan en unas REPERCUSIONES que no afectarán a todos por igual. Pues bien, al vivir solo, la consideración de ese hecho ofrece unos rasgos peculiares. Algunos serán atractivos, incluso fascinantes; aunque convendrá valorar las complicaciones.

Los factores a tener en cuenta son numerosos y complejos; mientras los estudios efectuados no abundan. Edad, divorcios, pobreza, nivel de formación, paro o tipo de trabajo, medio rural o grandes ciudades; son elementos cruciales. El lugar común de semejante grupo heterogéneo radica en el AISLAMIENTO de sus miembros, durante muchas horas de su vida, con el añadido de una soledad que afecta a los presuntos momentos de mayor intimidad en su domicilio. La independencia acarrea las lógicas servidumbres. El sujeto afectado confronta en pleno directo sus necesidades, con sus recursos y fortaleza mental. Es determinante el carácter voluntario o la imposición de dicha situación por las diversas circunstancias.

Disminuyen los apoyos emocionales, que pudieran haber recibido de sus potenciales acompañantes. La teórica liberación de posibles disputas o tensiones domésticas, no parece compensar la falta de confianza en la integración social, fraguada en sus horas de soledad. Los RIESGOS PSICOLOGICOS apuntan a problemas de salud mental; estan incrementados en este grupo de personas, incluso con la detección de mayores índices de suicidios. Pulkki-Ràback y colaboradores, profundizan en estos rasgos. Estudian el comportamiento de 3500 trabajadores, mujeres y hombres a partes iguales. Con un primer dato a tener en cuenta, alrededor de un 15 % vivian solos, porcentaje similar en ambos grupos. En este trabajo no incluyen a los mayores de 65 años.

En el estudio citado destaca la cifra del conjunto. Entre los que vivian solos, el consumo de ANTIDEPRESIVOS -18 % -, triplicaba el 6 % de quienes disponían de compañía en su hogar. Esa tendencia era algo más acentuada entre las mujeres. Cada año que pasaban en esta situación, aumentaba en un 2 % el número de sujetos que recurrían a dichos fármacos. Aunque sea un dato parcial, nos plantea la incógnita de lo que puede ocurrir con otros medicamentos -antiinflamatorios, somníferos- y las necesidades peculiares en este tipo de vida. Importan los efectos contraproducentes del consumo exagerado, pero aparece también el peligro de un empeoramiento de los trastornos iniciados.

Existen factores colaboradores en la generación de las dificultades psíquicas -soledad, ansiedad-, como pueden ser la falta de apoyo en el lugar de trabajo y el bajo grado de nivel laboral. A los que añadiríamos los mayores porcentajes de fumadores y sobretodo bebedores de alcohol entre los solitarios. También predominan en zonas urbanas y suelen vivir en casas alquiladas. La panorámica es compleja y cada caso concreto es especial. Ni los casos individuales son homogéneos en sí mismos. El tiempo y las circunstancias varian con cierta celeridad las condiciones. Una vez más, son matices DINÁMICOS los que definen las ventajas y los riesgos. La dificultad de su valoración es evidente, pero son sus características.

Abundan las referencias al endurecimiento de la personalidad, con un desapego variable en relación con la convivencia. Si fueran la causa o bien el efecto secundario de este tipo de vida, es algo incluido en la dinámica y en los factores desconocidos. La progresiva hostilidad suele ser detectada junto a una mayor irritabilidad, falta de confianza e interacciones sociales negativas. Forman parte del denominado CAPITAL SOCIAL. El grado de voluntariedad y las habilidades personales, pueden favorecer o dificultar las compensaciones adecuadas en la vida de esas personas; por que aunque vivan solos disponen de otras relaciones fuera de su vivienda habitual. La felicidad o la desdicha están próximas, también en estos aspectos de la vida.

A medida que aumenta la edad media de la población, adquiere mayor relieve  la cantidad de personas mayores abocadas a vivir muchas horas en solitario. La complejidad no esconde los altos niveles de marginación en estos sectores. Las necesidades de los ANCIANOS en estos trances tienen una crudeza especial. Por la frecuencia en la presentación de complicaciones en su salud que pueden inmoviliazarles. Por la deficiente alimentación, sea por dificultades en el acarreo de alimentos, sea por la abulia del solitario para prepararse los alimentos. Por la escasa movilidad que impide el acceso a las actividades compensatorias. Con unos requerimientos que no siempre son atendidos por el resto de la sociedad.

Vivir solos

Tiene su atractivo, pero también sus servidumbres; especialmente a tener en cuenta en los ancianos
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 13 de julio de 2012, 06:56 h (CET)
El hecho de vivir sola una persona entraña una serie de circunstancias características. Ventajas e inconvenientes. También en esto, la variedad de modelos es absoluta; las formas de vivir así adquieren las peculiaridades de cada individuo. Si unos eligieron esa práctica, abundan quienes viven así por obligaciones o necesidad. Siempre con las SERVIDUMBRES propias de carecer de compañía en su ámbito domiciliario. Las repercusiones inciden directamente en la vida de esas personas; con una gravedad de intensidad variable. En los ambientes sociales modernos resalta el gran número de personas mayores forzados a esa vida sin compañía; gente con peores recursos para la adaptación, como resultará fácil de entender.

Sirvan de datos introductorios algunos de los publicados en EEUU, según los cuales un tercio de los habitantes es el único habitante de la vivienda. Proporciones similares son recogidas entre los ingleses. Las cifras representan un incremento notable con respecto a épocas pasadas y las previsiones apuntan en esa dirección. Para el 2020, rondarían el 40 %. En Euskadi 1 de cada 4 viviendas está ocupada sólo por una persona. Quedémonos con la TENDENCIA, aunque cada país aportará matices distintos y las estadísticas son aproximaciones a ciertas verdades. Aún sin tantas valoraciones, es una realidad percibida en los pueblos y ciudades. Observamos un goteo de problemas derivados de dicho tipo de vida; asumidos por ser la opción elegida o soportados si no lo fuera.

De hecho en nuestro ENTORNO es una realidad en alza. Todos conocemos casos en los cuales percibimos facetas a tener en cuenta; aunque no siempre les prestemos una atención adecuada. El desapego tiene una cierta lógica cuando los solitarios sean voluntarios y en edades de ejercer una autonomía eficaz. Por el contrario, pierde su justificación en la medida que nos refiramos a personas con ciertas incapacidades o dificultades; quienes sufran el aislamiento involuntario, los portadores de limitaciones y el grupo creciente de personas mayores cuyas dificultades acuden presurosas. Desde la placidez, a las situaciones lamentables e incluso trágicas, la posición de la comunidad exige planteamientos oportunos.

El número y características de los miembros habituales en cada hogar, delimita una serie de necesidades e influye poderosamente en cada uno de sus componentes. Inciden en una serie de datos concretos, como la cantidad de alimentos, servicios necesarios, habitaciones, horarios o medidas de un cierto orden. Pero también en aspectos menos cuantificables, desde las emociones a la confluencia de diferentes mentalidades bajo un mismo techo. Esas variantes derivan en unas REPERCUSIONES que no afectarán a todos por igual. Pues bien, al vivir solo, la consideración de ese hecho ofrece unos rasgos peculiares. Algunos serán atractivos, incluso fascinantes; aunque convendrá valorar las complicaciones.

Los factores a tener en cuenta son numerosos y complejos; mientras los estudios efectuados no abundan. Edad, divorcios, pobreza, nivel de formación, paro o tipo de trabajo, medio rural o grandes ciudades; son elementos cruciales. El lugar común de semejante grupo heterogéneo radica en el AISLAMIENTO de sus miembros, durante muchas horas de su vida, con el añadido de una soledad que afecta a los presuntos momentos de mayor intimidad en su domicilio. La independencia acarrea las lógicas servidumbres. El sujeto afectado confronta en pleno directo sus necesidades, con sus recursos y fortaleza mental. Es determinante el carácter voluntario o la imposición de dicha situación por las diversas circunstancias.

Disminuyen los apoyos emocionales, que pudieran haber recibido de sus potenciales acompañantes. La teórica liberación de posibles disputas o tensiones domésticas, no parece compensar la falta de confianza en la integración social, fraguada en sus horas de soledad. Los RIESGOS PSICOLOGICOS apuntan a problemas de salud mental; estan incrementados en este grupo de personas, incluso con la detección de mayores índices de suicidios. Pulkki-Ràback y colaboradores, profundizan en estos rasgos. Estudian el comportamiento de 3500 trabajadores, mujeres y hombres a partes iguales. Con un primer dato a tener en cuenta, alrededor de un 15 % vivian solos, porcentaje similar en ambos grupos. En este trabajo no incluyen a los mayores de 65 años.

En el estudio citado destaca la cifra del conjunto. Entre los que vivian solos, el consumo de ANTIDEPRESIVOS -18 % -, triplicaba el 6 % de quienes disponían de compañía en su hogar. Esa tendencia era algo más acentuada entre las mujeres. Cada año que pasaban en esta situación, aumentaba en un 2 % el número de sujetos que recurrían a dichos fármacos. Aunque sea un dato parcial, nos plantea la incógnita de lo que puede ocurrir con otros medicamentos -antiinflamatorios, somníferos- y las necesidades peculiares en este tipo de vida. Importan los efectos contraproducentes del consumo exagerado, pero aparece también el peligro de un empeoramiento de los trastornos iniciados.

Existen factores colaboradores en la generación de las dificultades psíquicas -soledad, ansiedad-, como pueden ser la falta de apoyo en el lugar de trabajo y el bajo grado de nivel laboral. A los que añadiríamos los mayores porcentajes de fumadores y sobretodo bebedores de alcohol entre los solitarios. También predominan en zonas urbanas y suelen vivir en casas alquiladas. La panorámica es compleja y cada caso concreto es especial. Ni los casos individuales son homogéneos en sí mismos. El tiempo y las circunstancias varian con cierta celeridad las condiciones. Una vez más, son matices DINÁMICOS los que definen las ventajas y los riesgos. La dificultad de su valoración es evidente, pero son sus características.

Abundan las referencias al endurecimiento de la personalidad, con un desapego variable en relación con la convivencia. Si fueran la causa o bien el efecto secundario de este tipo de vida, es algo incluido en la dinámica y en los factores desconocidos. La progresiva hostilidad suele ser detectada junto a una mayor irritabilidad, falta de confianza e interacciones sociales negativas. Forman parte del denominado CAPITAL SOCIAL. El grado de voluntariedad y las habilidades personales, pueden favorecer o dificultar las compensaciones adecuadas en la vida de esas personas; por que aunque vivan solos disponen de otras relaciones fuera de su vivienda habitual. La felicidad o la desdicha están próximas, también en estos aspectos de la vida.

A medida que aumenta la edad media de la población, adquiere mayor relieve  la cantidad de personas mayores abocadas a vivir muchas horas en solitario. La complejidad no esconde los altos niveles de marginación en estos sectores. Las necesidades de los ANCIANOS en estos trances tienen una crudeza especial. Por la frecuencia en la presentación de complicaciones en su salud que pueden inmoviliazarles. Por la deficiente alimentación, sea por dificultades en el acarreo de alimentos, sea por la abulia del solitario para prepararse los alimentos. Por la escasa movilidad que impide el acceso a las actividades compensatorias. Con unos requerimientos que no siempre son atendidos por el resto de la sociedad.

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