¿Qué hace falta para que un doble campeón del mundo se derrumbe emocionado en un podio? Valencia nos ha dado la receta de lo imposible: un carrera impredecible, un público extasiado, un par de flirteos con la fortuna y un piloto con manos extraterrestres. Será más o menos empático a nivel personal, pero solo la ignorancia o el fanatismo pueden camuflar la reluciente estrella del asturiano.

Alonso es una bendición para la Fórmula 1, el único en parrilla capaz de transformar un evento de alta tecnología en una fiesta de auténtico deporte. Y así lo disfrutaron los más de cincuenta mil aficionados que, tras soportar tres días de agobiante calor, mantuvieron energías para llevar a la grada una excitación más propia de otras disciplinas.

A cada paso del F2012, miles de brazos impulsaban al genio de Ferrari. Poco importaba que el héroe vistiera casco y rodara a más de 200 km/h. El "¡¡¡Vamos Fernando!!!" no dejó de escucharse ni un solo giro. Al de Oviedo se le vio con el instinto asesino de sus mejores días. En la salida fue un adelantar o contra el muro, sin miedos, sabedor de que la undécima plaza exigía un plus de habilidad y riesgo.

Tres en unas pocas curvas. Hulkenberg puso al Force India como primer muro del GP, y por unos minutos pensamos que hasta ahí podría llegar la cosa. Quizás en el paso por el box, quién sabe, luego un par más si hay suerte y a reducir las pérdidas. Error gigantesco. Räikkönen y Kobayashi solo vieron el difusor del cavallino al salir del garaje en la primera parada, alcanzando un quinto puesto que ya se vestía con el traje de las grandes tardes.

No debemos confundirnos. En Valencia, como en muchos otros circuitos, adelantar es más que una proeza. Y la epopeya de Alonso, con trece pasadas en la ciudad del Turia,  estaba reclamando un final apoteósico. Los mecánicos de McLaren y el constipado repentino del RB8 (¡¡primera avería mecánica en Red Bull desde Corea 2010!!) hicieron el resto. El público estaba desatado, el guión pluscuamperfecto conseguía dar sentido a la paella humana que protagonizaban miles de rostros gamba en la grada. No había sol que pudiera detener la alegría de un éxito inaudito.

Fernando quería una como esta. "Es la mejor victoria de mi vida" Su carrera perfecta, su día soñado. Sus rivales se marchitaban mientras él brotaba con más fuerza a cada giro. Podría haber dado doscientas vueltas de honor si se lo hubieran permitido. La emoción le superó durante el himno, en la rueda de prensa, en la celebración con el equipo...

Ya conocía el placer de ser profeta en su tierra (Montmeló 2006). Pero tras una clasificación mediocre, en un campeonato tan extrememadamente igualado y en un circuito que no explicaría su existencia sin el propio Alonso, el resultado ha sabido mejor que nunca.

Ojo al podio. Räikkönen y Schumacher permitieron una postal que dábamos por extinguida. Dos leyendas vivas de este deporte, ambos de regreso a la F1, han escoltado al español en el cajón. Ni escrito de antemano hubiera salido mejor.

Ha sido un auto homenaje más que merecido que ha querido dedicar a una España en constante depresión económica. El deporte no esconde los problemas, pero alivia el sufrimiento. Todavía no sabemos si lo de este fin de semana era una despedida o un hasta luego de Valencia en la F1. Pero sea como fuere, y pase lo que pase, lo que ya nadie nos podrá quitar es una de las carreras que democratizan y rejuvenecen la Fórmula 1. ¡Amunt Fernando!