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“La bancarrota es algo grandioso: es el abismo inmenso y sin fondo donde se sumergen y desaparecen todas las falsedades, públicas y privadas” F. Carlyle

El talón de Aquiles del soberanismo catalán

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Creo que los catalanes, al menos aquellos que confiaron que podrían torcer la voluntad de la mayoría de los españoles, intentando poner en un brete a todo el Estado democrático español; no supieron o no han sido capaces de valorar el inmenso poder de una democracia, basada en el Estado de derecho. El error de pensar que, sólo sacando a la calle a una multitud de personas convenientemente adoctrinadas, formadas desde niños en la creencia falsa de que el Estado, con mayúsculas, abusaba de los catalanes, les robaba, se aprovechaba de ellos mediante la aplicación de impuestos abusivos y pretendía impedirles que usaran su lengua vernácula y que gozasen de su derecho a mantener su cultura, costumbres y tradiciones, ya tendrían la batalla ganada para poder exigir, por el mero hecho de pedirlo, que todo el resto de España, copropietaria, sin duda, del terruño en el que están instalados los miembros de esta comunidad, que ha sido favorecida con el privilegio de vivir en una parte de la nación española, más favorecida por la naturaleza y más privilegiada por su localización cerca de la frontera con Francia y convenientemente dotada de puertos marítimos lindantes con nuestro mar Mediterráneo; los ha arrastrado a un callejón sin salida, en el que se encuentran atrapados por su propia inopia política.

Como, seguramente han estado pensando, apoyados en la idea de la Renaixença, teoría del Siglo XIX, fruto de la egolatría de un grupo de intelectuales catalanes, que pensaban que procedían de la raza Aria, aquella que le sirvió a Hitler para llegar a afirmar que, los alemanes, eran una raza superior al resto de europeos, algo que, a través de los tiempos, ha ido cuajando entre los catalanistas; hasta el punto de que, con la ayuda de una serie de políticos que, hábilmente, han sabido explotar esta teoría en su favor, como medio de ir inculcando en sus seguidores la idea de independizarse del resto de españoles, para ellos seres inferiores procedentes de las razas bereberes, semitas, africanos y judíos. La ignorancia de muchos de los “nuevos catalanes”, ciudadanos procedentes de otras partes de España, azuzados por la falta de trabajo y la miseria, junto a la posibilidad de trabajar en las industrias de los burgueses catalanes, los ha convertido en cómplices, en ocasiones involuntarios, de este absurdo proceso. Es curioso que, este mismo fenómeno, se haya producido entre los vascos convencidos por otro iluminado, Sabino Arana, de ser una raza especial, especialmente dotada y superior, como les pasa a los catalanes, al resto de españoles. A eso, señores, se le llama pura y llanamente nazismo, un término que se ajusta como dedal al dedo a este “orgullo” maligno y xenófobo con el que se comportan sujetos como Puigdemont, Juncadella, Turull o la señora Forcadell, para limitarnos a citar unos pocos de estos iluminados.

Lo cierto es que, sea por la inconsciencia del resto de partidos políticos, presuntamente constitucionalistas; fuere por la necesidad de conseguir apoyo para poder gobernar, por parte de aquellos gobiernos que no alcanzaron la suficiente mayoría o, acaso, por satisfacer el ego de aquellos dirigentes políticos que, en lugar de intentar alcanzar acuerdos de gobierno con sus rivales políticos ( el caso del PP y el PSOE), algo que ha sido moneda de cambio en naciones como Alemania a la que, estas ententes, les han dado muy buenos resultados; han preferido ceder ante los nacionalismos para continuar manteniendo esta absurda rivalidad que ha venido caracterizando a los españoles, que han preferido perjudicar a los ciudadanos antes que llegar a pactar con sus adversarios en las urnas.

Recientemente, durante estos pasados meses y, muy especialmente, las últimas semanas; los asombrados ciudadanos de a pie hemos estado conturbados viendo cómo, unas minorías, un porcentaje exiguo de individuos, apoyados por grupos de comunistas bolivarianos, han intentado socavar los cimientos de la democracia en nuestra patria. Sin la menor contemplación, con una audacia infinita, retando temerariamente la Constitución y valiéndose de multitudes bien aleccionadas para crear problemas a la sociedad y a las personas de orden que siguen siendo, en Cataluña, al menos la mitad del total de los residentes en dicha autonomía; hemos contemplado como las leyes españolas han sido incumplidas, la bandera quemada y despreciada, la figura del Rey menospreciada, el Gobierno vituperado y nuestras fuerzas del orden, dejando aparte el comportamiento desleal y, evidentemente, delictivo de esta policía local, los mossos de Escuadra que, bajo el mando del Mayor Trapero (imputado por presunta deslealtad y desobediencia), han transgredido las órdenes de los jueces y, en ocasiones, han colaborado activamente en impedir que se clausuraran los centros de votación tal y como habían decidido los magistrados de la Audiencia Superior de Cataluña, que han tenido que bregar, en esta ocasión, con la más fea.

Pero vean ustedes por donde, una vez más, el miedo a los resultados económicos y financieros de esta rebelión, capitaneada por los directivos y cargos públicos catalanes, en contra del orden establecido, se les ha vuelto en su contra y ha tenido unos efectos que me atrevería a calificar de espectaculares y contundentes. El simple hecho de que empresas como Oryzon, el banco de Sabadell y, más tarde, Caixabanc anunciaran su decisión de cambiar su domicilio social, trasladándolo a otras localidades en España, pero fuera de la autonomía catalana; ha bastado para descolocar a toda la parafernalia separatistas y para que entraran en una situación de shock que les ha hecho perder su habitual serenidad. Lo evidente es que motivos existen para estar inquietos ya que, este éxodo de empresas, ha comenzado con unas pocas compañías, señeras, eso sí, y se ha ido extendiendo de modo que las notarías de Cataluña han tenido que habilitar mañana, sábado, porque no daban abasto a cubrir la demanda de cambios de localización de los domicilio sociales de multitud de empresa, entre ellas, muchas PIMES, que tiene miedo de que, una declaración de independencia, les pille en la comunidad catalana y ello les prive de poder seguir disfrutando de las ventajas de pertenecer a la UE.

Hemos tenido noticias de las llamadas de urgencia, de las visitas del mismo señor Junqueras a los directivos de los bancos que ya han anunciado su traslado de domicilio social (traslado que significa que dejarán de pagar sus impuestos en la comunidad catalana para pagarlos en sus nuevas localizaciones) y del miedo a que la situación se convierta en insostenible. Ya existe nerviosismo entre los miembros de los partidos separatistas que, apenas hace unas horas, se mostraban beligerantes y desafiantes, ante la noticia de que el Gobierno estaba reforzando las fuerzas de seguridad y se rumoreaba que, unidades del Ejército, estaban preparándose para una eventual necesidad de intervenir en el conflicto. La evidencia de que ha bastado el anuncio de aquellos bancos catalanes, que han estado padeciendo descapitalización, en algunos casos graves (5% y 4`7%), durante todos los días a partir del 1 de octubre, con la grave amenaza de que la sangría continuase en lo sucesivo; tan pronto han anunciado su nueva sede social fuera de Cataluña, han recuperado con creces todo lo perdido en las Bolsas en las jornadas anteriores.

No sabemos lo que nos espera para la semana próxima. Es posible que la prohibición dictada por el TC de la celebración de la anunciada sesión del Parlament Catalá, en la que, presumiblemente, se debía anunciar que se iba a proclamar la independencia de la “República” catalana, les resulte un alivio para los señores Puigdemont y compañía que, presumiblemente, buscarán algún resquicio para poder salir no demasiado desairados de este complicado trance en el que se han metido, casi sin darse cuenta. No pensamos que el señor Rajoy que, hasta ahora se viene guardando los ases que, presumiblemente, se guarda en la manga, se avenga a lo que están intentando una serie de grupos, abogados, organismos internacionales y “amigables componedores”, que se han ofrecido de intermediarios para buscar una salida que, en ningún caso, debería aceptarse si es que supusiera que los secesionistas consiguieran salir con algún beneficio que, más tarde, pudiera servirles para seguir en su empeño. No es posible que, el Estado que representa a la mayoría de ciudadanos españoles, pudiera dar la sensación de que ha salido perdedor o, al menos, mal parado, de este enfrentamiento con los comunistas y separatistas que han orquestado este desafío secesionista.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, pensamos que, en esta ocasión la intervención providencial del Rey ha marcado un punto de inflexión en este claro ataque a la democracia y a la unidad de la nación española. Ahora falta que, lo que queda de esta función de polichinelas, se desarrolle dentro de los parámetros de la Justicia, la preservación del orden y la unidad de España.

El talón de Aquiles del soberanismo catalán

“La bancarrota es algo grandioso: es el abismo inmenso y sin fondo donde se sumergen y desaparecen todas las falsedades, públicas y privadas” F. Carlyle
Miguel Massanet
sábado, 7 de octubre de 2017, 12:25 h (CET)
Creo que los catalanes, al menos aquellos que confiaron que podrían torcer la voluntad de la mayoría de los españoles, intentando poner en un brete a todo el Estado democrático español; no supieron o no han sido capaces de valorar el inmenso poder de una democracia, basada en el Estado de derecho. El error de pensar que, sólo sacando a la calle a una multitud de personas convenientemente adoctrinadas, formadas desde niños en la creencia falsa de que el Estado, con mayúsculas, abusaba de los catalanes, les robaba, se aprovechaba de ellos mediante la aplicación de impuestos abusivos y pretendía impedirles que usaran su lengua vernácula y que gozasen de su derecho a mantener su cultura, costumbres y tradiciones, ya tendrían la batalla ganada para poder exigir, por el mero hecho de pedirlo, que todo el resto de España, copropietaria, sin duda, del terruño en el que están instalados los miembros de esta comunidad, que ha sido favorecida con el privilegio de vivir en una parte de la nación española, más favorecida por la naturaleza y más privilegiada por su localización cerca de la frontera con Francia y convenientemente dotada de puertos marítimos lindantes con nuestro mar Mediterráneo; los ha arrastrado a un callejón sin salida, en el que se encuentran atrapados por su propia inopia política.

Como, seguramente han estado pensando, apoyados en la idea de la Renaixença, teoría del Siglo XIX, fruto de la egolatría de un grupo de intelectuales catalanes, que pensaban que procedían de la raza Aria, aquella que le sirvió a Hitler para llegar a afirmar que, los alemanes, eran una raza superior al resto de europeos, algo que, a través de los tiempos, ha ido cuajando entre los catalanistas; hasta el punto de que, con la ayuda de una serie de políticos que, hábilmente, han sabido explotar esta teoría en su favor, como medio de ir inculcando en sus seguidores la idea de independizarse del resto de españoles, para ellos seres inferiores procedentes de las razas bereberes, semitas, africanos y judíos. La ignorancia de muchos de los “nuevos catalanes”, ciudadanos procedentes de otras partes de España, azuzados por la falta de trabajo y la miseria, junto a la posibilidad de trabajar en las industrias de los burgueses catalanes, los ha convertido en cómplices, en ocasiones involuntarios, de este absurdo proceso. Es curioso que, este mismo fenómeno, se haya producido entre los vascos convencidos por otro iluminado, Sabino Arana, de ser una raza especial, especialmente dotada y superior, como les pasa a los catalanes, al resto de españoles. A eso, señores, se le llama pura y llanamente nazismo, un término que se ajusta como dedal al dedo a este “orgullo” maligno y xenófobo con el que se comportan sujetos como Puigdemont, Juncadella, Turull o la señora Forcadell, para limitarnos a citar unos pocos de estos iluminados.

Lo cierto es que, sea por la inconsciencia del resto de partidos políticos, presuntamente constitucionalistas; fuere por la necesidad de conseguir apoyo para poder gobernar, por parte de aquellos gobiernos que no alcanzaron la suficiente mayoría o, acaso, por satisfacer el ego de aquellos dirigentes políticos que, en lugar de intentar alcanzar acuerdos de gobierno con sus rivales políticos ( el caso del PP y el PSOE), algo que ha sido moneda de cambio en naciones como Alemania a la que, estas ententes, les han dado muy buenos resultados; han preferido ceder ante los nacionalismos para continuar manteniendo esta absurda rivalidad que ha venido caracterizando a los españoles, que han preferido perjudicar a los ciudadanos antes que llegar a pactar con sus adversarios en las urnas.

Recientemente, durante estos pasados meses y, muy especialmente, las últimas semanas; los asombrados ciudadanos de a pie hemos estado conturbados viendo cómo, unas minorías, un porcentaje exiguo de individuos, apoyados por grupos de comunistas bolivarianos, han intentado socavar los cimientos de la democracia en nuestra patria. Sin la menor contemplación, con una audacia infinita, retando temerariamente la Constitución y valiéndose de multitudes bien aleccionadas para crear problemas a la sociedad y a las personas de orden que siguen siendo, en Cataluña, al menos la mitad del total de los residentes en dicha autonomía; hemos contemplado como las leyes españolas han sido incumplidas, la bandera quemada y despreciada, la figura del Rey menospreciada, el Gobierno vituperado y nuestras fuerzas del orden, dejando aparte el comportamiento desleal y, evidentemente, delictivo de esta policía local, los mossos de Escuadra que, bajo el mando del Mayor Trapero (imputado por presunta deslealtad y desobediencia), han transgredido las órdenes de los jueces y, en ocasiones, han colaborado activamente en impedir que se clausuraran los centros de votación tal y como habían decidido los magistrados de la Audiencia Superior de Cataluña, que han tenido que bregar, en esta ocasión, con la más fea.

Pero vean ustedes por donde, una vez más, el miedo a los resultados económicos y financieros de esta rebelión, capitaneada por los directivos y cargos públicos catalanes, en contra del orden establecido, se les ha vuelto en su contra y ha tenido unos efectos que me atrevería a calificar de espectaculares y contundentes. El simple hecho de que empresas como Oryzon, el banco de Sabadell y, más tarde, Caixabanc anunciaran su decisión de cambiar su domicilio social, trasladándolo a otras localidades en España, pero fuera de la autonomía catalana; ha bastado para descolocar a toda la parafernalia separatistas y para que entraran en una situación de shock que les ha hecho perder su habitual serenidad. Lo evidente es que motivos existen para estar inquietos ya que, este éxodo de empresas, ha comenzado con unas pocas compañías, señeras, eso sí, y se ha ido extendiendo de modo que las notarías de Cataluña han tenido que habilitar mañana, sábado, porque no daban abasto a cubrir la demanda de cambios de localización de los domicilio sociales de multitud de empresa, entre ellas, muchas PIMES, que tiene miedo de que, una declaración de independencia, les pille en la comunidad catalana y ello les prive de poder seguir disfrutando de las ventajas de pertenecer a la UE.

Hemos tenido noticias de las llamadas de urgencia, de las visitas del mismo señor Junqueras a los directivos de los bancos que ya han anunciado su traslado de domicilio social (traslado que significa que dejarán de pagar sus impuestos en la comunidad catalana para pagarlos en sus nuevas localizaciones) y del miedo a que la situación se convierta en insostenible. Ya existe nerviosismo entre los miembros de los partidos separatistas que, apenas hace unas horas, se mostraban beligerantes y desafiantes, ante la noticia de que el Gobierno estaba reforzando las fuerzas de seguridad y se rumoreaba que, unidades del Ejército, estaban preparándose para una eventual necesidad de intervenir en el conflicto. La evidencia de que ha bastado el anuncio de aquellos bancos catalanes, que han estado padeciendo descapitalización, en algunos casos graves (5% y 4`7%), durante todos los días a partir del 1 de octubre, con la grave amenaza de que la sangría continuase en lo sucesivo; tan pronto han anunciado su nueva sede social fuera de Cataluña, han recuperado con creces todo lo perdido en las Bolsas en las jornadas anteriores.

No sabemos lo que nos espera para la semana próxima. Es posible que la prohibición dictada por el TC de la celebración de la anunciada sesión del Parlament Catalá, en la que, presumiblemente, se debía anunciar que se iba a proclamar la independencia de la “República” catalana, les resulte un alivio para los señores Puigdemont y compañía que, presumiblemente, buscarán algún resquicio para poder salir no demasiado desairados de este complicado trance en el que se han metido, casi sin darse cuenta. No pensamos que el señor Rajoy que, hasta ahora se viene guardando los ases que, presumiblemente, se guarda en la manga, se avenga a lo que están intentando una serie de grupos, abogados, organismos internacionales y “amigables componedores”, que se han ofrecido de intermediarios para buscar una salida que, en ningún caso, debería aceptarse si es que supusiera que los secesionistas consiguieran salir con algún beneficio que, más tarde, pudiera servirles para seguir en su empeño. No es posible que, el Estado que representa a la mayoría de ciudadanos españoles, pudiera dar la sensación de que ha salido perdedor o, al menos, mal parado, de este enfrentamiento con los comunistas y separatistas que han orquestado este desafío secesionista.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, pensamos que, en esta ocasión la intervención providencial del Rey ha marcado un punto de inflexión en este claro ataque a la democracia y a la unidad de la nación española. Ahora falta que, lo que queda de esta función de polichinelas, se desarrolle dentro de los parámetros de la Justicia, la preservación del orden y la unidad de España.

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