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“No es la revolución raudal de plata que fertiliza la extendida vega: es sorda inundación que se desata…” G. Núñez de Arce

El Rey y el golpe de estado catalán

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No es, en esta ocasión, un ferviente monárquico quien alaba las palabras del Rey, no es un seguidor de la monarquía convencido de sus bondades ni, por supuesto, quien piensa que, como regla general, el monárquico es el mejor sistema para un país, sino que, el republicano, es el que mejor se ajusta a cualquier nación, por ser más democrático, puesto que, desde el punto de vista de este comentarista, el sistema republicano permite elegir al presidente del Estado mediante votación de la ciudadanía cada equis años, algo que, en el caso de la monarquía no ocurre y los votantes no tienen ocasión de rechazar al nuevo rey si consideran que no está capacitado o no es merecedor de gobernar la nación. No obstante, no sería justo, honrado, ético ni objetivo el que, estando la situación de España en un momento de extrema gravedad, en el en que, una parte importante de la nación parece en disposición de rebelarse en contra del orden constitucional, alzándose contra la legalidad y enfrentándose a los poderes del Estado, amenazando con la declaración unilateral de la autonomía catalana en franca rebeldía con el objetivo de constituirse en estado independiente, no viéramos en la declaración institucional de Felipe VI una muestra de valentía y patriotismo.

El Rey, en su mensaje a la nación, estuvo serio, enérgico, sin fisuras y dando la imagen de verdadero jefe del Estado que se ocupa de sus súbditos y que no está dispuesto a consentir que, unos cuantos rebeldes, se atribuyan la facultad de decidir por todos los españoles. El mensaje fue magnífico y sin desperdicio. Un aviso para navegantes que a quienes, como este escribiente, que mantenemos la necesidad de no hacerles concesiones a quienes intentan derrotarnos, les ha servido para confirmarle lo que, desde hace tiempo, ha venido diciendo y ha dejado claro que, llegados al punto al que se ha llegado de las relaciones entre el Estado y la Generalitat catalana, gobernada por una serie de fanáticos separatistas, empujados por los comunistas y anarquistas, tanto de la CUP (verdadera culpable de la deriva que han tomado las cosas en Cataluña) como de los líderes de las asociaciones más belicistas del catalanismo, como son la ANC y el Ómnium Cultural que, a juicio de muchos, entre los que nos contamos, ya deberían de haber sido ilegalizados por los tribunales, por sus repetidas muestras de desprecio por las leyes y su evidente fanatismo separatista, demostrado de sobras a través de los actos de chantaje, amenazas y agresiones cometidos por sus miembros, en perjuicio de aquellos que no piensan como ellos o que se resisten a obedecer sus consignas.

El Rey habló de respeto por las leyes; de los actos de los gobernantes catalanes que se han situado al margen de la Ley, también de mantener el Estado de Derecho y de obligar a los descarriados a retornar a la normalidad democrática. Y algo muy importante, que contradice a tantos que vienen insistiendo en que, el Gobierno, debiera de mantener un diálogo con los separatistas para llegar a algún tipo de acuerdo: no pronunció, en todo su parlamento, ni una vez la palabra “diálogo” ni nada que se le asemejara. Es obvio que Felipe VI ha comprendido perfectamente la verdadera dimensión del problema catalán, la posibilidad de que esta corriente separatista se fuera extendiendo por las demás comunidades ( de hecho los de Podemos ya vienen aprovechando la ocasión para manifestarse contra el Gobierno, en apoyo de los catalanes, en mítines en Madrid, Zaragoza, Baleares y otros lugares, donde pretenden crear el caldo de cultivo para la revolución que, el señor P.Iglesias y su camarilla, están intentando provocar, aprovechando la mecha que, los separatistas catalanes, están encendiendo en la comunidad catalana. Idéntico ha sido el proceso de Oryzon, empresa biotecnológica que caía imparablemente en la Bolsa y, cuando ha cambiado su domicilio a Madrid ha vuelto a recuperar su verdadero valor. Propclinic Expert, líder en productos odontológicos también se ha trasladado a Zaragoza para evitar los efectos negativos de la posible declaración de independencia catalana.

Nada que no hubiéramos anunciado desde hace meses y que, naturalmente, no nos alegra que se haya producido; pero que, para cualquier observador imparcial y conocedor de lo que ha estado sucediendo en Cataluña con el traslado de la competencias de educación, las posibilidades de dirigir las TV catalanas, especialmente la TV3, un verdadero avispero de los más iracundos separatistas catalanes, que han estado dedicadas, desde hace mucho tiempo, a ir machacando el tema soberanista, con una dedicación digna de mejor causa ( resulta incomprensible que todavía no hayan sido intervenidas o cerradas por la fiscalía, como cómplices de quienes propugnan seguir incumpliendo las advertencias del TC, en cuanto a la declaración de la inconstitucionalidad de la ley de convocatoria del referéndum catalán y la ley de desconexión). Lo mismo podríamos decir de varios periódicos catalanes, como La Vanguardia, que han estado alimentando el soberanismo de los catalanes. Nos alegra ver cómo, tal como pedimos en su día al Rey, ya hayan surgido algunos grupos e instituciones que se unan para solicitar que, al conde de Godó, se le retire por SM el título de grande de España cuando, evidentemente, por su forma de actuar, no se merece seguir ostentándolo.

Y, hete aquí que, cuando la suerte ya está echada, todos aquellos que siguen creyendo en milagros, que intentan seguir favoreciendo los intereses de Podemos y los separatistas catalanes, o que, en Europa, tienen un gran interés de que, en España, se produzca una catástrofe que ponga en peligro la boyante economía española, que es vista con aprensión y preocupación por algunas naciones, que siempre han querido mantenerse por encima de nosotros; se han ofrecido, todos a la vez, a actuar de mediadores entre ambas partes, como si los rebeldes separatistas se pudieran equiparar a quienes defienden la Constitución española y la defensa de la unidad de España de una verdadera conjuración revolucionaria montada con la única intención de crear los cimientos de una revolución marxista en todo el resto de España, aprovechando que, en Cataluña, una parte de la ciudadanía, no todos ni mucho menos, se ha dejado seducir por la idea errónea de que “una Cataluña libre e independiente, podría ser una nación viable, esto sí, manteniendo la idea de que Europa los iba a continuar manteniendo dentro de la UE”.

Por desgracia para todos estos ilusos e ignorantes, nada de todo lo que intentan hacernos creer tiene visos de convertirse en realidad; antes, al contrario, de todos es sabido que una Cataluña separada de España, de acuerdo con la doctrina Prodi y de la Comisión de Venecia, no tendría posibilidad alguna de ser admitida en la UE, ni de seguir disfrutando de los beneficios inherentes a pertenecer a ella. Su única posibilidad sería formular una solicitud de admisión que debería ser trabajada según el largo procedimiento burocrático de la UE y que, finalmente, de aquí a cinco o seis años, debería ser sometida a la aprobación de todos los miembros, de modo que, si uno solo de ellos manifestara estar en contra, debería ser rechazada la petición.

Ahora, señores, la patata está en el tejado de los separatistas catalanes, que deberán decidir si se achantan y se ponen la cola en medio de las piernas, renunciando a la tan cacareada declaración de independencia o, se lían la manta a la cabeza y, en la asamblea del Parlament Catalá, que tienen convocada para el lunes próximo ( que el TC ya ha considerado ilegal y dada por suspendida), el señor Puigdemont y todos sus correligionarios, se aprestan a la representación, (de todo punto carente de legitimidad y de legalidad) de declarar solemnemente la “independencia de la República catalana”. Una jugada que se presta a más de una sorpresa y, especialmente, a que las contemplaciones que hasta ahora, en un ejercicio supino de tolerancia y paciencia, ha mantenido el Estado, ante las continuas provocaciones por parte de los gobernantes catalanes (como parece que quiso dejar claro Felipe VI), queden abruptamente transformadas en una actuación “proporcionada” del Estado de Derecho que, usando todos los medios que la Constitución pone a su alcance, demuestre, a los que se creyeron que podrían enfrentarse a la democracia de la nación española, que existen medios para que todos los que se saltan las leyes de un país sean derrotados, detenidos y juzgados, para que respondan de sus delitos; en este caso, alguno de ellos pueden llegar a ser de una gravedad pocas veces contemplada en nuestra nación, y se les apliquen las penas correspondientes como traidores a la patria.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, mucho nos tememos que, siendo imposible que, así como están los cosas, se pueda aceptar entrar en conversaciones, en plan de igualdad, con quienes han osado alterar la paz de España para intentar, alevosamente, la descomposición del Estado español; lo único que nos queda por ver es como se consuma lo que se ha convertido en el objetivo primordial del soberanismo catalán, mediante la declaración institucional desde el Parlament Catalá, de lo que, seguramente, va a ser la república más breve de las que se han promulgado en la Historia de nuestra nación. No es momento para que, ni el Gobierno ni el resto de instituciones de nuestra nación, flaqueen ante el desafío de unos pocos terroristas de la política.

El Rey y el golpe de estado catalán

“No es la revolución raudal de plata que fertiliza la extendida vega: es sorda inundación que se desata…” G. Núñez de Arce
Miguel Massanet
viernes, 6 de octubre de 2017, 07:34 h (CET)
No es, en esta ocasión, un ferviente monárquico quien alaba las palabras del Rey, no es un seguidor de la monarquía convencido de sus bondades ni, por supuesto, quien piensa que, como regla general, el monárquico es el mejor sistema para un país, sino que, el republicano, es el que mejor se ajusta a cualquier nación, por ser más democrático, puesto que, desde el punto de vista de este comentarista, el sistema republicano permite elegir al presidente del Estado mediante votación de la ciudadanía cada equis años, algo que, en el caso de la monarquía no ocurre y los votantes no tienen ocasión de rechazar al nuevo rey si consideran que no está capacitado o no es merecedor de gobernar la nación. No obstante, no sería justo, honrado, ético ni objetivo el que, estando la situación de España en un momento de extrema gravedad, en el en que, una parte importante de la nación parece en disposición de rebelarse en contra del orden constitucional, alzándose contra la legalidad y enfrentándose a los poderes del Estado, amenazando con la declaración unilateral de la autonomía catalana en franca rebeldía con el objetivo de constituirse en estado independiente, no viéramos en la declaración institucional de Felipe VI una muestra de valentía y patriotismo.

El Rey, en su mensaje a la nación, estuvo serio, enérgico, sin fisuras y dando la imagen de verdadero jefe del Estado que se ocupa de sus súbditos y que no está dispuesto a consentir que, unos cuantos rebeldes, se atribuyan la facultad de decidir por todos los españoles. El mensaje fue magnífico y sin desperdicio. Un aviso para navegantes que a quienes, como este escribiente, que mantenemos la necesidad de no hacerles concesiones a quienes intentan derrotarnos, les ha servido para confirmarle lo que, desde hace tiempo, ha venido diciendo y ha dejado claro que, llegados al punto al que se ha llegado de las relaciones entre el Estado y la Generalitat catalana, gobernada por una serie de fanáticos separatistas, empujados por los comunistas y anarquistas, tanto de la CUP (verdadera culpable de la deriva que han tomado las cosas en Cataluña) como de los líderes de las asociaciones más belicistas del catalanismo, como son la ANC y el Ómnium Cultural que, a juicio de muchos, entre los que nos contamos, ya deberían de haber sido ilegalizados por los tribunales, por sus repetidas muestras de desprecio por las leyes y su evidente fanatismo separatista, demostrado de sobras a través de los actos de chantaje, amenazas y agresiones cometidos por sus miembros, en perjuicio de aquellos que no piensan como ellos o que se resisten a obedecer sus consignas.

El Rey habló de respeto por las leyes; de los actos de los gobernantes catalanes que se han situado al margen de la Ley, también de mantener el Estado de Derecho y de obligar a los descarriados a retornar a la normalidad democrática. Y algo muy importante, que contradice a tantos que vienen insistiendo en que, el Gobierno, debiera de mantener un diálogo con los separatistas para llegar a algún tipo de acuerdo: no pronunció, en todo su parlamento, ni una vez la palabra “diálogo” ni nada que se le asemejara. Es obvio que Felipe VI ha comprendido perfectamente la verdadera dimensión del problema catalán, la posibilidad de que esta corriente separatista se fuera extendiendo por las demás comunidades ( de hecho los de Podemos ya vienen aprovechando la ocasión para manifestarse contra el Gobierno, en apoyo de los catalanes, en mítines en Madrid, Zaragoza, Baleares y otros lugares, donde pretenden crear el caldo de cultivo para la revolución que, el señor P.Iglesias y su camarilla, están intentando provocar, aprovechando la mecha que, los separatistas catalanes, están encendiendo en la comunidad catalana. Idéntico ha sido el proceso de Oryzon, empresa biotecnológica que caía imparablemente en la Bolsa y, cuando ha cambiado su domicilio a Madrid ha vuelto a recuperar su verdadero valor. Propclinic Expert, líder en productos odontológicos también se ha trasladado a Zaragoza para evitar los efectos negativos de la posible declaración de independencia catalana.

Nada que no hubiéramos anunciado desde hace meses y que, naturalmente, no nos alegra que se haya producido; pero que, para cualquier observador imparcial y conocedor de lo que ha estado sucediendo en Cataluña con el traslado de la competencias de educación, las posibilidades de dirigir las TV catalanas, especialmente la TV3, un verdadero avispero de los más iracundos separatistas catalanes, que han estado dedicadas, desde hace mucho tiempo, a ir machacando el tema soberanista, con una dedicación digna de mejor causa ( resulta incomprensible que todavía no hayan sido intervenidas o cerradas por la fiscalía, como cómplices de quienes propugnan seguir incumpliendo las advertencias del TC, en cuanto a la declaración de la inconstitucionalidad de la ley de convocatoria del referéndum catalán y la ley de desconexión). Lo mismo podríamos decir de varios periódicos catalanes, como La Vanguardia, que han estado alimentando el soberanismo de los catalanes. Nos alegra ver cómo, tal como pedimos en su día al Rey, ya hayan surgido algunos grupos e instituciones que se unan para solicitar que, al conde de Godó, se le retire por SM el título de grande de España cuando, evidentemente, por su forma de actuar, no se merece seguir ostentándolo.

Y, hete aquí que, cuando la suerte ya está echada, todos aquellos que siguen creyendo en milagros, que intentan seguir favoreciendo los intereses de Podemos y los separatistas catalanes, o que, en Europa, tienen un gran interés de que, en España, se produzca una catástrofe que ponga en peligro la boyante economía española, que es vista con aprensión y preocupación por algunas naciones, que siempre han querido mantenerse por encima de nosotros; se han ofrecido, todos a la vez, a actuar de mediadores entre ambas partes, como si los rebeldes separatistas se pudieran equiparar a quienes defienden la Constitución española y la defensa de la unidad de España de una verdadera conjuración revolucionaria montada con la única intención de crear los cimientos de una revolución marxista en todo el resto de España, aprovechando que, en Cataluña, una parte de la ciudadanía, no todos ni mucho menos, se ha dejado seducir por la idea errónea de que “una Cataluña libre e independiente, podría ser una nación viable, esto sí, manteniendo la idea de que Europa los iba a continuar manteniendo dentro de la UE”.

Por desgracia para todos estos ilusos e ignorantes, nada de todo lo que intentan hacernos creer tiene visos de convertirse en realidad; antes, al contrario, de todos es sabido que una Cataluña separada de España, de acuerdo con la doctrina Prodi y de la Comisión de Venecia, no tendría posibilidad alguna de ser admitida en la UE, ni de seguir disfrutando de los beneficios inherentes a pertenecer a ella. Su única posibilidad sería formular una solicitud de admisión que debería ser trabajada según el largo procedimiento burocrático de la UE y que, finalmente, de aquí a cinco o seis años, debería ser sometida a la aprobación de todos los miembros, de modo que, si uno solo de ellos manifestara estar en contra, debería ser rechazada la petición.

Ahora, señores, la patata está en el tejado de los separatistas catalanes, que deberán decidir si se achantan y se ponen la cola en medio de las piernas, renunciando a la tan cacareada declaración de independencia o, se lían la manta a la cabeza y, en la asamblea del Parlament Catalá, que tienen convocada para el lunes próximo ( que el TC ya ha considerado ilegal y dada por suspendida), el señor Puigdemont y todos sus correligionarios, se aprestan a la representación, (de todo punto carente de legitimidad y de legalidad) de declarar solemnemente la “independencia de la República catalana”. Una jugada que se presta a más de una sorpresa y, especialmente, a que las contemplaciones que hasta ahora, en un ejercicio supino de tolerancia y paciencia, ha mantenido el Estado, ante las continuas provocaciones por parte de los gobernantes catalanes (como parece que quiso dejar claro Felipe VI), queden abruptamente transformadas en una actuación “proporcionada” del Estado de Derecho que, usando todos los medios que la Constitución pone a su alcance, demuestre, a los que se creyeron que podrían enfrentarse a la democracia de la nación española, que existen medios para que todos los que se saltan las leyes de un país sean derrotados, detenidos y juzgados, para que respondan de sus delitos; en este caso, alguno de ellos pueden llegar a ser de una gravedad pocas veces contemplada en nuestra nación, y se les apliquen las penas correspondientes como traidores a la patria.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, mucho nos tememos que, siendo imposible que, así como están los cosas, se pueda aceptar entrar en conversaciones, en plan de igualdad, con quienes han osado alterar la paz de España para intentar, alevosamente, la descomposición del Estado español; lo único que nos queda por ver es como se consuma lo que se ha convertido en el objetivo primordial del soberanismo catalán, mediante la declaración institucional desde el Parlament Catalá, de lo que, seguramente, va a ser la república más breve de las que se han promulgado en la Historia de nuestra nación. No es momento para que, ni el Gobierno ni el resto de instituciones de nuestra nación, flaqueen ante el desafío de unos pocos terroristas de la política.

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