Cuando la dictadura paraguaya del General Alfredo Stroessner empezaba a sufrir el desgaste final que la llevó al colapso, muchos de sus fanáticos seguidores intentaron instalar en la sociedad un discurso tan torpe, que terminaron favoreciendo a sus propios adversarios. Un alto funcionario de la dictadura, apareció en una oportunidad en TV rasgándose las vestiduras y mostrando el pasaporte del laureado escritor Augusto Roa Bastos, justificando su expulsión del Paraguay porque en su documento figuraba que había estado en Cuba. Obviamente, ese detalle no decía absolutamente nada a la inmensa mayoría de la sociedad paraguaya, que no seguía a estos oscuros personeros del régimen en esa pista.
Otra evidencia de la torpeza de aquellos aprendices de tiranuelos fue acusar a dos codiciosos propietarios de medios paraguayos, Aldo Zucolillo y Humberto Rubin, de estar vendidos al oro de Moscú y propagar el comunismo en el Paraguay. En realidad, ambos recibían ya por entonces fuertes sumas en dólares de la embajada norteamericana, interesada en deshacerse de su antiguo aliado y líder mundial anticomunista, el dictador Stroessner, de la misma manera en que se deshizo de Sadam Hussein, Osama Ben Laden, Pinochet y tantos otros de sus fieles servidores caídos luego en desgracia.
Hoy aparecen nuevamente los profetas de lo obvio, acusando a la guerrilla que sigue ganando terreno en el interior del Paraguay, de encontrarse conectada con las organizaciones campesinas. Deberían celebrar con chocolate la noticia.
Los adversarios ideológicos del EPP también son incapaces de ver la oportunidad que les brinda el gobierno arzobispal de ubicarse al lado del pueblo. Luego de una masacre histórica de campesinos perpetrada por las fuerzas públicas en manos del “izquierdista” Lugo y el “socialista” Filizzola, los reaccionarios de la política paraguaya no encontraron mejor idea que acusar de “flojo” al gobierno, y de débil a su respuesta. Es decir, en lugar de asesinar a decenas de campesinos, torturar y ejecutar extrajudicialmente a otros tantos y dejar unos cuarenta desaparecidos en el bando reprimido, el gobierno de Lugo debería haber masacrado a cientos, torturar, ejecutar extrajudicialmente y desaparecer a miles.
El pueblo se da cuenta de que los seudosocialistas han traicionado su causa. Mala cosa es un “socialismo” que se dedica a reprimir al pueblo pobre; a agigantar la policía, el ejército, la fiscalía, la burocracia, en síntesis, todos los órganos represivos y parasitarios del Estado. Como lo expresa Alcides Oviedo, líder político del EPP, en su inédito libro “La Ideología del bien llamada EPP”, mala cosa es un “socialismo” que lleva adelante campaña de exterminio de revolucionarios socialistas probados, agrupados en el EPP. Y, no conforme con sus matones locales, recurre, en esta empresa criminal, a la ayuda de los gobiernos genocidas de Colombia y Estados Unidos. Mala cosa es un “socialismo” que promueve la armonía entre todas las clases, una armonía que iría en exclusivo beneficio de la minoría insignificante de ricos.
“Mala cosa para el pueblo es ese engendro deforme llamado luguismo, por su líder Fernando Lugo- la Bestia del Apocalipsis”, afirma el EPP, que se autoproclama como cáncer para los sojeros, la ARP, la UIP y para los ricos en general; y la pesadilla del gobierno de la Bestia protector de mafiosos y narcotraficantes, Fernando Lugo.
Ya todos saben dentro y fuera del Paraguay que Fernando Lugo, como lo señala el EPP, la Bestia del Apocalipsis, no es ni de izquierda, ni antiimperialista, ni socialista, y mucho menos revolucionario.
Sin embargo, la prensa hegemónica y los empresarios de medios insisten con su fallido intento de presentar a Lugo como el imaginario “obispo de los pobres marxista y bolivariano” que, curiosamente, está convirtiendo a pasos acelerados al Paraguay en algo cada vez más parecido a la Colombia de los paramilitares y bases miliares yanquis, donde por estas fechas el jefe de seguridad de Alvaro Uribe se encuentra en el banquillo de los acusados por narcotráfico.
Entretanto, en las selvas del norte del pais, el EPP sigue creciendo y ganando terreno, favorecido por la torpeza de sus adversarios.