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Los separatistas y la izquierda puede que hagan una valoración equivocada del aguante de la mayoría silenciosa de los españoles

Que no se despierte la fiera. No escarmientan

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Estamos presenciando lo que no es aventurado definir como un golpe de estado camuflado del66 separatismo, en el que, además de los que desean la independencia de la región catalana de España y, con tal fin, han decidido lanzarse a las calles para intentar conseguir alterar la normalidad en la autonomía de Cataluña, acabar con el Estado de Derecho y echar de ella, tanto a las fuerzas de la Policía nacional como a la Guardia Civil, mediante un boicot indigno y perfectamente organizado, en el que, señores, se ve la mano experta en estas lides de los comunistas, en este caso los bolivarianos, con el objetivo de crear el caldo de cultivo adecuado para que, las gentes sencillas y los más fanáticos, se vean arrastrado a los extremos de locura fanática, desde donde los que manejan el cotarro de la insurrección catalanista se van a convertir en meros monigotes dirigidos, desde los hilos del manipulador Pablo Iglesias, para que culminen, con su declaración unilateral de independencia, esta primera fase de lo que, para ellos, es un plan de mayor envergadura, que supone el ir creando distintos focos de protestas, ahora en solidaridad con los separatistas catalanes, para que, si se logra que los catalanes consigan sacar beneficio de sus actuaciones ilegales, utilizar el ejemplo para ir movilizando al resto de autonomías, con la finalidad de que se vayan insubordinando y cogiendo confianza, de cara a una prevista revolución en todo el país, que les facilitará la toma del poder en toda España.

La táctica de intentar internacionalizar el conflicto, por parte de Puigdemont y sus esbirros, se basa en convertir las algaradas de los independentistas en acoso a las fuerzas del orden para conseguir que se vean obligadas a cargar para defender su propia integridad, con la posibilidad de que causen heridos o muertos. Fíjense en el poder del engaño. Los datos facilitados, por los responsables de la Generalitat catalana, hablaban de más de 480 lesionados que, más tarde elevaron a más de ochocientos, a causa de la “acción brutal de la policía y Guardia Civil". Esta mañana no quedaban ingresados en los hospitales más que cuatro accidentados. Pero se han sabido rodear de periodistas extranjeros, dispuestos a trasladar a sus respectivos periódicos lo que les ha convenido tomar de los acontecimientos y enfrentamientos del 1O, lo que ha servido de munición para que en determinados sectores progresistas de la UE ya hayan empezado a pedir “diálogo” sin tener en cuenta que, lo único que no se debe hacer en estos casos, es ceder a la presión de quienes intentan sacar tajada de él.

La respuesta del independentismo se ha centrado, especialmente, en hacerles la vida imposible a las fuerzas de la Policía Nacional y a la Guardia Civil, que han sido humillados en un intento de desalojarlos de los hoteles en los que estaban hospedados, no por parte de sus anfitriones, sino debido a las presiones que los ayuntamientos gobernados por separatistas han intentado hacer sobre los dueños de los establecimientos. Felizmente, el ministro de Interior, señor Zoido, ha decidido impedir que ello sucediera y ha ordenado que, los hoteles en los que se alojan, cumplan con su obligación de continuar hospedando a las fuerzas del orden.

No obstante, el ambiente de ser los vencedores en este primero enfrentamiento con el Estado, a pesar del fracaso de la consulta electoral de 1O es patente entre los que se han apropiado de las calles de Barcelona y de aquellos que se han encargado de interrumpir la circulación en distintos lugares de la ciudad amén de en algunas carreteras de las localidades vecinas. Como es sabido, cuando se habla de muchedumbres, siempre se ha de tener en cuenta que, en una ciudad, 50.000 personas en las calles fácilmente se pueden convertir en 500.000 para quienes lo importante es magnificar los datos; por lo que, el que aproximadamente 800.000 o incluso un millón de catalanes puedan movilizarse dentro de una población, puede tener una apariencia de grandes multitudes que, cuando se acude a las urnas para votar, se ve que no corresponden a la mayoría, sino que quedan reducidos a lo que, en realidad son, unos grupos minoritarios que, en comparación con los siete millones de catalanes, apenas representan a un 20 %, eso sí, los más escandalosos, los que más se movilizan y los que se dejan arrastrar por los profesionales, especialistas en crear disturbios, agitadores de masas y grupos antisistema que han llegado de otras parte de España, como los Kale Borroca, y otros que han llegado del resto de Europa, para contribuir con su ayuda a crear el clima de inseguridad que estos días se está viviendo en la autonomía catalana.

A pesar de todo, ya se empiezan a notar reacciones de personas que quieren seguir siendo españolas y que no están de acuerdo con lo que está ocurriendo en Cataluña, que ya se atreven a salir a las calles con banderas españolas en manifestación, como ha venido ocurriendo durante los días pasados en los que ha sido una verdadera muestra de valor el atreverse a invadir el terreno de quienes no tienen manías cuando se trata de impedir el libre ejercicio de la libertad. Sin embargo, seguimos sin ver una actitud valiente, decidida y enérgica por parte del gobierno del señor Rajoy que, a estas alturas y habiendo sucedido lo que ha sucedido, ya debiera de haber tomado medidas drásticas, encaminadas a imponer la autoridad en las calles de ciudades como Barcelona, haber puesto en marcha el art.º 155 de la Constitución, algo que pueden hacer al tener mayoría absoluta en el Senado. Eso sí que no espere a tener el consentimiento para ello de la actitud indigna, dubitativa y, evidentemente, mal intencionada del líder socialista P. Sánchez del PSOE. Rajoy debería haberse liado la manta a la cabeza y, sin más remilgos, haberse hecho cargo de la Generalitat, deteniendo y llevando a la prisión a toda la plana mayor del gobierno catalán, de la Asamblea catalana y el Omnium Cultural, acusados de los delitos de desobediencia, prevaricación y en aquellos casos en los que se hubiera producido, malversación de caudales públicos; amén de otro como es el de fomentar el odio entre los españoles.

Y es que, si el señor Sánchez ha decidido que, rozando la traición a la nación española, lo único que se puede hacer ante una situación tan evidente de insurrección en contra de la unidad de España, es darle un ultimátum a Rajoy para que “inmediatamente” se entreviste con los señores Puigdemont y Junqueras, para buscar una solución “política” al problema catalán; deberemos concluir que, este señor, está fuera de sus cabales y que, con su actitud, lo único que se puede pensar de él es que está dispuesto a rendirse ante las amenazas de los separatistas catalanes. ¿Ha tenido en cuenta el líder del PSOE que, si se cede ante una amenaza de rebelión y secesión presentada por los catalanes, al día siguiente deberá ceder ante los vascos, los gallegos, los valencianos y así, hasta convertir al Estado español en lo que él se ha empeñado en definir como “una nación de naciones”? Si no sido capaz de explicar en lo que consiste esto de nación de naciones hasta ahora, menos lo va a poder hacer cuando se dé cuenta de que, lo que buscan los catalanes, nada tiene que ver con su propuesta de “estado federal” que, en definitiva, es lo mismo que tienen ahora con el estado de las autonomías, reconocido en nuestra Constitución.

Tenemos la seguridad de que han pasado los tiempos de los cálculos electorales, de intentar resolver la cuestión catalana con parches políticos, de buscar conseguir más tiempo para solucionar el entuerto o de dejar las cosas como están, esperando una mejor ocasión para darle la puntilla, de una vez, a la insostenible situación provocada por los separatistas catalanes; teniendo en cuenta que no van a dejar de insistir sobre el mismo tema hasta que se deje claro que, la posibilidad de separarse del resto de España nunca se va a producir. Y una reflexión que debieran de tomar en cuenta los directivos de los partidos políticos del arco parlamentario: en España no todo son grupos de independentistas extremistas, que gritan, profieren insultos y amenazan; tampoco, aunque quieran atribuirse una representación que los votos conseguidos no les han dado, el señor Pablo Iglesias, con sus veleidades de salva vidas, tiene la posibilidad de cambiar el rumbo de España, por si sólo ni con elementos como el señor Echenique que, después de haber cometido irregularidades administrativas, infringiendo la ley, con un empleado suyo, se muestra demasiado gallito cuando habla de los errores ajenos ¡más autocrítica ¡y lo mismo decimos del señor Monedero y sus mangoneos con cantidades recibidas de Maduro. Tampoco parece entender, este engolado y creído de sí mismo Pedro Sánchez, que, con sus flirteos con Pablo Iglesias, se está alejando de una parte importante de quienes han votado al PSOE, cuando era un partido moderado, como el presidido por Felipe González; no debiera confundir su victoria en las primarias con lo que le puede suceder en una legislativas,66 en las que la gente vota en función de lo que le conviene.

Todos ellos debieran de reflexionar sobre el grado de presión al que han estado sometiendo a los españoles en general. Un amigo me decía hoy: “Qué nos dejen en paz, que nos permitan trabajar tranquilos y que se dejen de marear la perdiz para llevarnos, otra vez, a una situación como aquella en la que estuvimos a punto de caer, en noviembre del 2011” Estaba en lo cierto. Pero hay más, los hay que están pensando que una situación como la que estamos viviendo no se puede prolongar. Son la mayoría, estos que no salen a las calles pero que, cuando llegan a un punto de cabreo, son capaces de botar como el tapón de una botella de champagne. Algunos, a veces, cuando soñamos, creemos escuchar aquellos alegres compases, que nos recuerdan tiempos de la mili en Ceuta (África), interpretados por la banda de la Legión: “Me hice novio de la muerte, la estreché con brazo fuerte…”.

Que no se despierte la fiera. No escarmientan

Los separatistas y la izquierda puede que hagan una valoración equivocada del aguante de la mayoría silenciosa de los españoles
Miguel Massanet
miércoles, 4 de octubre de 2017, 07:58 h (CET)
Estamos presenciando lo que no es aventurado definir como un golpe de estado camuflado del66 separatismo, en el que, además de los que desean la independencia de la región catalana de España y, con tal fin, han decidido lanzarse a las calles para intentar conseguir alterar la normalidad en la autonomía de Cataluña, acabar con el Estado de Derecho y echar de ella, tanto a las fuerzas de la Policía nacional como a la Guardia Civil, mediante un boicot indigno y perfectamente organizado, en el que, señores, se ve la mano experta en estas lides de los comunistas, en este caso los bolivarianos, con el objetivo de crear el caldo de cultivo adecuado para que, las gentes sencillas y los más fanáticos, se vean arrastrado a los extremos de locura fanática, desde donde los que manejan el cotarro de la insurrección catalanista se van a convertir en meros monigotes dirigidos, desde los hilos del manipulador Pablo Iglesias, para que culminen, con su declaración unilateral de independencia, esta primera fase de lo que, para ellos, es un plan de mayor envergadura, que supone el ir creando distintos focos de protestas, ahora en solidaridad con los separatistas catalanes, para que, si se logra que los catalanes consigan sacar beneficio de sus actuaciones ilegales, utilizar el ejemplo para ir movilizando al resto de autonomías, con la finalidad de que se vayan insubordinando y cogiendo confianza, de cara a una prevista revolución en todo el país, que les facilitará la toma del poder en toda España.

La táctica de intentar internacionalizar el conflicto, por parte de Puigdemont y sus esbirros, se basa en convertir las algaradas de los independentistas en acoso a las fuerzas del orden para conseguir que se vean obligadas a cargar para defender su propia integridad, con la posibilidad de que causen heridos o muertos. Fíjense en el poder del engaño. Los datos facilitados, por los responsables de la Generalitat catalana, hablaban de más de 480 lesionados que, más tarde elevaron a más de ochocientos, a causa de la “acción brutal de la policía y Guardia Civil". Esta mañana no quedaban ingresados en los hospitales más que cuatro accidentados. Pero se han sabido rodear de periodistas extranjeros, dispuestos a trasladar a sus respectivos periódicos lo que les ha convenido tomar de los acontecimientos y enfrentamientos del 1O, lo que ha servido de munición para que en determinados sectores progresistas de la UE ya hayan empezado a pedir “diálogo” sin tener en cuenta que, lo único que no se debe hacer en estos casos, es ceder a la presión de quienes intentan sacar tajada de él.

La respuesta del independentismo se ha centrado, especialmente, en hacerles la vida imposible a las fuerzas de la Policía Nacional y a la Guardia Civil, que han sido humillados en un intento de desalojarlos de los hoteles en los que estaban hospedados, no por parte de sus anfitriones, sino debido a las presiones que los ayuntamientos gobernados por separatistas han intentado hacer sobre los dueños de los establecimientos. Felizmente, el ministro de Interior, señor Zoido, ha decidido impedir que ello sucediera y ha ordenado que, los hoteles en los que se alojan, cumplan con su obligación de continuar hospedando a las fuerzas del orden.

No obstante, el ambiente de ser los vencedores en este primero enfrentamiento con el Estado, a pesar del fracaso de la consulta electoral de 1O es patente entre los que se han apropiado de las calles de Barcelona y de aquellos que se han encargado de interrumpir la circulación en distintos lugares de la ciudad amén de en algunas carreteras de las localidades vecinas. Como es sabido, cuando se habla de muchedumbres, siempre se ha de tener en cuenta que, en una ciudad, 50.000 personas en las calles fácilmente se pueden convertir en 500.000 para quienes lo importante es magnificar los datos; por lo que, el que aproximadamente 800.000 o incluso un millón de catalanes puedan movilizarse dentro de una población, puede tener una apariencia de grandes multitudes que, cuando se acude a las urnas para votar, se ve que no corresponden a la mayoría, sino que quedan reducidos a lo que, en realidad son, unos grupos minoritarios que, en comparación con los siete millones de catalanes, apenas representan a un 20 %, eso sí, los más escandalosos, los que más se movilizan y los que se dejan arrastrar por los profesionales, especialistas en crear disturbios, agitadores de masas y grupos antisistema que han llegado de otras parte de España, como los Kale Borroca, y otros que han llegado del resto de Europa, para contribuir con su ayuda a crear el clima de inseguridad que estos días se está viviendo en la autonomía catalana.

A pesar de todo, ya se empiezan a notar reacciones de personas que quieren seguir siendo españolas y que no están de acuerdo con lo que está ocurriendo en Cataluña, que ya se atreven a salir a las calles con banderas españolas en manifestación, como ha venido ocurriendo durante los días pasados en los que ha sido una verdadera muestra de valor el atreverse a invadir el terreno de quienes no tienen manías cuando se trata de impedir el libre ejercicio de la libertad. Sin embargo, seguimos sin ver una actitud valiente, decidida y enérgica por parte del gobierno del señor Rajoy que, a estas alturas y habiendo sucedido lo que ha sucedido, ya debiera de haber tomado medidas drásticas, encaminadas a imponer la autoridad en las calles de ciudades como Barcelona, haber puesto en marcha el art.º 155 de la Constitución, algo que pueden hacer al tener mayoría absoluta en el Senado. Eso sí que no espere a tener el consentimiento para ello de la actitud indigna, dubitativa y, evidentemente, mal intencionada del líder socialista P. Sánchez del PSOE. Rajoy debería haberse liado la manta a la cabeza y, sin más remilgos, haberse hecho cargo de la Generalitat, deteniendo y llevando a la prisión a toda la plana mayor del gobierno catalán, de la Asamblea catalana y el Omnium Cultural, acusados de los delitos de desobediencia, prevaricación y en aquellos casos en los que se hubiera producido, malversación de caudales públicos; amén de otro como es el de fomentar el odio entre los españoles.

Y es que, si el señor Sánchez ha decidido que, rozando la traición a la nación española, lo único que se puede hacer ante una situación tan evidente de insurrección en contra de la unidad de España, es darle un ultimátum a Rajoy para que “inmediatamente” se entreviste con los señores Puigdemont y Junqueras, para buscar una solución “política” al problema catalán; deberemos concluir que, este señor, está fuera de sus cabales y que, con su actitud, lo único que se puede pensar de él es que está dispuesto a rendirse ante las amenazas de los separatistas catalanes. ¿Ha tenido en cuenta el líder del PSOE que, si se cede ante una amenaza de rebelión y secesión presentada por los catalanes, al día siguiente deberá ceder ante los vascos, los gallegos, los valencianos y así, hasta convertir al Estado español en lo que él se ha empeñado en definir como “una nación de naciones”? Si no sido capaz de explicar en lo que consiste esto de nación de naciones hasta ahora, menos lo va a poder hacer cuando se dé cuenta de que, lo que buscan los catalanes, nada tiene que ver con su propuesta de “estado federal” que, en definitiva, es lo mismo que tienen ahora con el estado de las autonomías, reconocido en nuestra Constitución.

Tenemos la seguridad de que han pasado los tiempos de los cálculos electorales, de intentar resolver la cuestión catalana con parches políticos, de buscar conseguir más tiempo para solucionar el entuerto o de dejar las cosas como están, esperando una mejor ocasión para darle la puntilla, de una vez, a la insostenible situación provocada por los separatistas catalanes; teniendo en cuenta que no van a dejar de insistir sobre el mismo tema hasta que se deje claro que, la posibilidad de separarse del resto de España nunca se va a producir. Y una reflexión que debieran de tomar en cuenta los directivos de los partidos políticos del arco parlamentario: en España no todo son grupos de independentistas extremistas, que gritan, profieren insultos y amenazan; tampoco, aunque quieran atribuirse una representación que los votos conseguidos no les han dado, el señor Pablo Iglesias, con sus veleidades de salva vidas, tiene la posibilidad de cambiar el rumbo de España, por si sólo ni con elementos como el señor Echenique que, después de haber cometido irregularidades administrativas, infringiendo la ley, con un empleado suyo, se muestra demasiado gallito cuando habla de los errores ajenos ¡más autocrítica ¡y lo mismo decimos del señor Monedero y sus mangoneos con cantidades recibidas de Maduro. Tampoco parece entender, este engolado y creído de sí mismo Pedro Sánchez, que, con sus flirteos con Pablo Iglesias, se está alejando de una parte importante de quienes han votado al PSOE, cuando era un partido moderado, como el presidido por Felipe González; no debiera confundir su victoria en las primarias con lo que le puede suceder en una legislativas,66 en las que la gente vota en función de lo que le conviene.

Todos ellos debieran de reflexionar sobre el grado de presión al que han estado sometiendo a los españoles en general. Un amigo me decía hoy: “Qué nos dejen en paz, que nos permitan trabajar tranquilos y que se dejen de marear la perdiz para llevarnos, otra vez, a una situación como aquella en la que estuvimos a punto de caer, en noviembre del 2011” Estaba en lo cierto. Pero hay más, los hay que están pensando que una situación como la que estamos viviendo no se puede prolongar. Son la mayoría, estos que no salen a las calles pero que, cuando llegan a un punto de cabreo, son capaces de botar como el tapón de una botella de champagne. Algunos, a veces, cuando soñamos, creemos escuchar aquellos alegres compases, que nos recuerdan tiempos de la mili en Ceuta (África), interpretados por la banda de la Legión: “Me hice novio de la muerte, la estreché con brazo fuerte…”.

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