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Opinión
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¡Ninguna!

¿Recompensa al separatismo catalán?

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Alea jacta est. No hay nada peor cuando se está manteniendo un pulso, como aquel que el Estado español y los rebeldes soberanistas catalanes mantienen, a los pocos días de este 1 de octubre, en el que va a consumar o, al menos, lo van a intentar los separatistas, la gran amenaza de celebrar una consulta para decidir si permanecen en España o, por el contrario, se constituyen, como dicen ellos, en república independiente; que mostrar signos de debilidad, adelantar cuestiones que no se deben mencionar en el fragor de la disputa y, mucho menos, darles bazas al adversario para que, finalmente, pueda atribuirse la victoria aunque, en realidad, la batalla la haya perdido.

En este caso, la pifia ha venido de uno de los miembros del Gobierno que menos nos lo hubiéramos imaginado, dada su gran inteligencia, capacidad, entereza y la seriedad con las que siempre se ha desenvuelto en todas las cuestiones con las que ha tenido que bregar, en la larga etapa que ya lleva al frente del ministerio de Economía. El señor Guindos se puede decir que ha sido una de las personas que más ha venido contribuyendo a la recuperación económica del país, dentro y fuera de España. Es evidente que hay ocasiones en las que puede suceder que, una persona de gran predicamento en la sociedad española, sea usada, en momentos de gran presión, para intentar restar una tensión que amenaza con que, una de las partes, se decida a romper la baraja para lanzarse al Averno.

No obstante, en el caso del que nos venimos ocupando, no procede que sea, precisamente, desde el bando del Gobierno de donde se insinúe que se está dispuesto a compensar, a cambiar presión por otros beneficios o se dé a entender que, para después del enfrentamiento, se está dispuesto a tender la mano, olvidar el desafío lanzado desde el separatismo catalán para que, finalmente, los que ya daban por perdida su confrontación con el Estado de derecho de la democracia española, puedan sacar rédito y explicar a sus seguidores que, el sistema para conseguir mejoras, beneficios o un mejor trato fiscal, consiste en sacar a la gente a la calle, insultar, amenazar o desobedecer las leyes y las sentencias de los tribunales para que, concluido el enfrentamiento, la parte a la que se pudiera considerar como ofendida, aquella con la que se han usado las malas artes y se ha amenazado de sedición, sea la que acabe por saliendo beneficiada con un trato mejor, como en el caso de aquella parábola de los Evangelios, donde el hijo pródigo, el que se marchó de la casa paterna a malgastar toda su herencia, recibe la bienvenida de su padre, que no para mientes en gastarse el dinero para preparar un recibimiento principesco para el hijo arrepentido.

El momento no ha podido ser más inoportuno, ni la idea, sea de quien sea de donde proceda (suponemos que no ha sido precisamente el ministro de Economía a quien se le ha ocurrido), más disparatada, por mucho que el señor Guindos después haya intentado reparar el descosido con unas palabras que, si me apuran, han acabado de redondear la confusión que se ha generado alrededor de sus manifestaciones. Resulta algo menos que disparatado pensar que, intentando calmar a los levantiscos separatistas catalanes, en un momento en el que no pueden hacer otra cosa que lanzarse de cabeza a su perdición, la celebración de la consulta que el TC ha declarado inconstitucional, ya que, cualquier otra cosa que los dirigentes de esta revuelta intentaran hacer, para reparar su error, sería interpretada, por sus seguidores, como una claudicación inadmisible ante lo que ellos consideran “un Estado opresor”.

Por si esta intentona de quitar hierro a la situación actual, como es de esperar, no sirva para solucionar el resultado final de esta amenaza a la unidad de España; se debe tener en consideración el hecho de que cualquier modificación de la financiación del Estado a las distintas autonomías, tiene que llevarse a cabo con el beneplácito del resto y que, en lo que se deduce de esta oferta encubierta del ministro a los secesionistas, la puesta en marcha de un cupo fiscal o algo parecido que se pudiera asemejar el caso Vasco (algo que ya resulta extraordinario que se mantenga en la Constitución, cuando en sus primeros artículos se establece que “todos los españoles serán iguales ante la ley”), un sistema que ya resulta arcaico y evidentemente injusto cuando significa algo que supone, cuando se habla de los impuestos, una situación en la que, a veces, se produzcan grandes diferencias según sea la autonomía en la que residan los ciudadanos que deban pagarlos.

Si estamos hablando de una cantidad tan importante como la de una mejora de 16.000 millones de euros para Cataluña, es evidente que al ministro o a cualquiera que intentara poner en marcha semejante idea, le iban a caer chuzos de punta de parte del resto de autonomías que, evidentemente, se iban a sentir perjudicadas e injustamente postergadas por un trato tan beneficiario a Cataluña que, por otra parte, viene siendo la que en más ocasiones se queja del trato que recibe y, no obstante, es la que más beneficiada viene siendo por parte del FLA, del que se está llevando la parte del león. Nadie se crea que el Gobierno iba a conseguir que el resto de España, de esta parte de la población española que ya está harta de oír hablar de las reclamaciones de los catalanes, de sus exigencias, de su forma chulesca de comportarse y de ser los que, estando situados en una situación privilegiada respecto al resto de regiones españolas, se hace la víctima para no tener que pagar los impuestos que le corresponden; permitiera tales privilegios para los catalanes.

Cuidado con este latiguillo de “recoger las condiciones especiales de cada autonomía”, porque no se trata más que de una excusa para establecer privilegios, crear más diferencias, abrir abismos entre unos españoles y los otros o perjudicar a aquellos territorios que todavía quedan en nuestra nación en los que, por su situación, por su carencia de infraestructuras o su poca población, parece que son los con que se tiene menos consideraciones a la hora de repartir las mejoras financieras. Creo que el señor Rajoy y su ejecutivo tienen que empezar a pensar que, esta parte de su electorado que siguen creyendo que les son fieles y que los votan cada vez que se producen unas elecciones, está empezando a desengañarse de un presidente y unos ministros que, evidentemente, han fracasado al valorar el peligro del independentismo de los catalanes; se han dejado guiar por lo más fácil y menos costoso en votos, permitiendo que en la comunidad catalana la Constitución se dejara de cumplir desde hace ya bastantes años y , señores, también permitieron que sucediera durante los cuatro años en los que dispusieron de mayoría absoluta en las dos cámaras, algo que les hubiera permitido llevar a cabo cambios importantes, invalidando aquellas leyes que los socialistas, bajo le época de Rodríguez Zapatero, implantaron sin tener en cuenta la opinión de los votantes del PP.

La paciencia de los votantes tiene un límite y todos sabemos que, en el actual gobierno, hay personajes que, en algunos aspectos, se acercan a las feministas socialistas o abundan en la defensa de comportamiento morales muy alejados a aquellos que, los antiguos votantes de la Alianza Popular, estaban dispuestos a aceptar. Es evidente que la España actual ya ha perdido muchas de sus características, que hacían de ella una nación unida por unas costumbres derivadas de la cultura cristiana y que ha renunciado al legado que durante siglos, mantuvo de la familia como célula básica de la sociedad, prescindiendo de aquellos valores ancestrales que nos fueron trasmitidos a través de las sucesivas generaciones, que han sido destruidos por estas hordas de neocomunistas que nos han invadido, por lo que, en la actualidad, se denominaría como un “pasotismo” que se podría traducir como un seguimiento incondicional al relativismo que se ha venido imponiendo en la sociedad y que es el que, según parece, va a regir, en adelante los destinos patrios.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos al albur de lo que, en unas pocas fechas, vaya a determinar el futuro de nuestra nación. La postura hierática de muchos españoles que no quieren admitir que estamos en un peligro grave de descomposición social, por una parte, el entreguismo de los que piensan que dialogando, cediendo, arrugándose o dejándose invadir por grupos de antisistema y progres, se nos permitirá seguir viviendo en un régimen vegetativo y, los que se han dejado convencer por la propaganda que nos llega de la América latina, que nos conduce directamente a un tipo de gobierno basado en el totalitarismo y la dictadura comunista. Frente a todo ello, la débil resistencia de los que creemos que no nos debemos dejar apabullar por aquellos que, una vez más, se han propuesto acabar con España. Por intentar defendernos no va a quedar.

¿Recompensa al separatismo catalán?

¡Ninguna!
Miguel Massanet
sábado, 30 de septiembre de 2017, 11:32 h (CET)
Alea jacta est. No hay nada peor cuando se está manteniendo un pulso, como aquel que el Estado español y los rebeldes soberanistas catalanes mantienen, a los pocos días de este 1 de octubre, en el que va a consumar o, al menos, lo van a intentar los separatistas, la gran amenaza de celebrar una consulta para decidir si permanecen en España o, por el contrario, se constituyen, como dicen ellos, en república independiente; que mostrar signos de debilidad, adelantar cuestiones que no se deben mencionar en el fragor de la disputa y, mucho menos, darles bazas al adversario para que, finalmente, pueda atribuirse la victoria aunque, en realidad, la batalla la haya perdido.

En este caso, la pifia ha venido de uno de los miembros del Gobierno que menos nos lo hubiéramos imaginado, dada su gran inteligencia, capacidad, entereza y la seriedad con las que siempre se ha desenvuelto en todas las cuestiones con las que ha tenido que bregar, en la larga etapa que ya lleva al frente del ministerio de Economía. El señor Guindos se puede decir que ha sido una de las personas que más ha venido contribuyendo a la recuperación económica del país, dentro y fuera de España. Es evidente que hay ocasiones en las que puede suceder que, una persona de gran predicamento en la sociedad española, sea usada, en momentos de gran presión, para intentar restar una tensión que amenaza con que, una de las partes, se decida a romper la baraja para lanzarse al Averno.

No obstante, en el caso del que nos venimos ocupando, no procede que sea, precisamente, desde el bando del Gobierno de donde se insinúe que se está dispuesto a compensar, a cambiar presión por otros beneficios o se dé a entender que, para después del enfrentamiento, se está dispuesto a tender la mano, olvidar el desafío lanzado desde el separatismo catalán para que, finalmente, los que ya daban por perdida su confrontación con el Estado de derecho de la democracia española, puedan sacar rédito y explicar a sus seguidores que, el sistema para conseguir mejoras, beneficios o un mejor trato fiscal, consiste en sacar a la gente a la calle, insultar, amenazar o desobedecer las leyes y las sentencias de los tribunales para que, concluido el enfrentamiento, la parte a la que se pudiera considerar como ofendida, aquella con la que se han usado las malas artes y se ha amenazado de sedición, sea la que acabe por saliendo beneficiada con un trato mejor, como en el caso de aquella parábola de los Evangelios, donde el hijo pródigo, el que se marchó de la casa paterna a malgastar toda su herencia, recibe la bienvenida de su padre, que no para mientes en gastarse el dinero para preparar un recibimiento principesco para el hijo arrepentido.

El momento no ha podido ser más inoportuno, ni la idea, sea de quien sea de donde proceda (suponemos que no ha sido precisamente el ministro de Economía a quien se le ha ocurrido), más disparatada, por mucho que el señor Guindos después haya intentado reparar el descosido con unas palabras que, si me apuran, han acabado de redondear la confusión que se ha generado alrededor de sus manifestaciones. Resulta algo menos que disparatado pensar que, intentando calmar a los levantiscos separatistas catalanes, en un momento en el que no pueden hacer otra cosa que lanzarse de cabeza a su perdición, la celebración de la consulta que el TC ha declarado inconstitucional, ya que, cualquier otra cosa que los dirigentes de esta revuelta intentaran hacer, para reparar su error, sería interpretada, por sus seguidores, como una claudicación inadmisible ante lo que ellos consideran “un Estado opresor”.

Por si esta intentona de quitar hierro a la situación actual, como es de esperar, no sirva para solucionar el resultado final de esta amenaza a la unidad de España; se debe tener en consideración el hecho de que cualquier modificación de la financiación del Estado a las distintas autonomías, tiene que llevarse a cabo con el beneplácito del resto y que, en lo que se deduce de esta oferta encubierta del ministro a los secesionistas, la puesta en marcha de un cupo fiscal o algo parecido que se pudiera asemejar el caso Vasco (algo que ya resulta extraordinario que se mantenga en la Constitución, cuando en sus primeros artículos se establece que “todos los españoles serán iguales ante la ley”), un sistema que ya resulta arcaico y evidentemente injusto cuando significa algo que supone, cuando se habla de los impuestos, una situación en la que, a veces, se produzcan grandes diferencias según sea la autonomía en la que residan los ciudadanos que deban pagarlos.

Si estamos hablando de una cantidad tan importante como la de una mejora de 16.000 millones de euros para Cataluña, es evidente que al ministro o a cualquiera que intentara poner en marcha semejante idea, le iban a caer chuzos de punta de parte del resto de autonomías que, evidentemente, se iban a sentir perjudicadas e injustamente postergadas por un trato tan beneficiario a Cataluña que, por otra parte, viene siendo la que en más ocasiones se queja del trato que recibe y, no obstante, es la que más beneficiada viene siendo por parte del FLA, del que se está llevando la parte del león. Nadie se crea que el Gobierno iba a conseguir que el resto de España, de esta parte de la población española que ya está harta de oír hablar de las reclamaciones de los catalanes, de sus exigencias, de su forma chulesca de comportarse y de ser los que, estando situados en una situación privilegiada respecto al resto de regiones españolas, se hace la víctima para no tener que pagar los impuestos que le corresponden; permitiera tales privilegios para los catalanes.

Cuidado con este latiguillo de “recoger las condiciones especiales de cada autonomía”, porque no se trata más que de una excusa para establecer privilegios, crear más diferencias, abrir abismos entre unos españoles y los otros o perjudicar a aquellos territorios que todavía quedan en nuestra nación en los que, por su situación, por su carencia de infraestructuras o su poca población, parece que son los con que se tiene menos consideraciones a la hora de repartir las mejoras financieras. Creo que el señor Rajoy y su ejecutivo tienen que empezar a pensar que, esta parte de su electorado que siguen creyendo que les son fieles y que los votan cada vez que se producen unas elecciones, está empezando a desengañarse de un presidente y unos ministros que, evidentemente, han fracasado al valorar el peligro del independentismo de los catalanes; se han dejado guiar por lo más fácil y menos costoso en votos, permitiendo que en la comunidad catalana la Constitución se dejara de cumplir desde hace ya bastantes años y , señores, también permitieron que sucediera durante los cuatro años en los que dispusieron de mayoría absoluta en las dos cámaras, algo que les hubiera permitido llevar a cabo cambios importantes, invalidando aquellas leyes que los socialistas, bajo le época de Rodríguez Zapatero, implantaron sin tener en cuenta la opinión de los votantes del PP.

La paciencia de los votantes tiene un límite y todos sabemos que, en el actual gobierno, hay personajes que, en algunos aspectos, se acercan a las feministas socialistas o abundan en la defensa de comportamiento morales muy alejados a aquellos que, los antiguos votantes de la Alianza Popular, estaban dispuestos a aceptar. Es evidente que la España actual ya ha perdido muchas de sus características, que hacían de ella una nación unida por unas costumbres derivadas de la cultura cristiana y que ha renunciado al legado que durante siglos, mantuvo de la familia como célula básica de la sociedad, prescindiendo de aquellos valores ancestrales que nos fueron trasmitidos a través de las sucesivas generaciones, que han sido destruidos por estas hordas de neocomunistas que nos han invadido, por lo que, en la actualidad, se denominaría como un “pasotismo” que se podría traducir como un seguimiento incondicional al relativismo que se ha venido imponiendo en la sociedad y que es el que, según parece, va a regir, en adelante los destinos patrios.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos al albur de lo que, en unas pocas fechas, vaya a determinar el futuro de nuestra nación. La postura hierática de muchos españoles que no quieren admitir que estamos en un peligro grave de descomposición social, por una parte, el entreguismo de los que piensan que dialogando, cediendo, arrugándose o dejándose invadir por grupos de antisistema y progres, se nos permitirá seguir viviendo en un régimen vegetativo y, los que se han dejado convencer por la propaganda que nos llega de la América latina, que nos conduce directamente a un tipo de gobierno basado en el totalitarismo y la dictadura comunista. Frente a todo ello, la débil resistencia de los que creemos que no nos debemos dejar apabullar por aquellos que, una vez más, se han propuesto acabar con España. Por intentar defendernos no va a quedar.

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