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Perdonavidas, brusco en el lenguaje y zafio, muestra a los españoles lo que sería Cataluña bajo un gobierno de sus colegas separatistas

Rufián, de los Rufianes de siempre, modelo del totalitarismo antidemocrático

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En España, señores, desde que la crisis acabó con los años de prosperidad y la burbuja inmobiliaria dio al traste con una época en la que nos acostumbramos a vivir creyendo que los problemas habían dejado de afectarnos y que, cualquier resquicio que hubiera podido quedar de la Guerra Civil española, había desaparecido enterrado bajo el peso de varias décadas de años de paz; hemos tenido que irnos acostumbrando, poco a poco, lustro a lustro, a que en la vida nunca se puede tener la seguridad de que, al día siguiente, no surjan situaciones capaces de borrar de un plumazo todo lo que uno ha conseguido a través de años de trabajo o que, la tranquilidad que nos acompañó durante años, en un plis plas, se evapore y se convierta en un mero recuerdo, en medio de un nuevo escenario en el que se reproducen viejos fantasmas de tiempos pasados, revividos por quienes no han querido entender que los tiempos han cambiado, que el siglo XXI nada tiene que ver con el siglo anterior y que las nuevas generaciones tienen derecho a vivir sin estar obligadas a pagar por los errores de sus ancestros.

Fuere como fuere, hete aquí que lo que fue durante años un bipartidismo en el que populares y socialistas se venían turnando en el gobierno de España, por mor de una crisis económica que nos cogió con el pie cambiado y que ha durado más años de lo que, en un principio, se calculaba; nuestra nación se vio azotada por los efectos una situación que afectó a todos los países a la vez y cuyas consecuencias en el orden económico, social y financiero llevaron a que el paro subiera vertiginosamente, las empresas sufrieran una caída espectacular de pedidos y las bolsas de todo el mundo se desplomaran de forma incontrolable, arrastrando tras de sí la economía de la mayoría de naciones, entre ellas la nuestra. Fruto de este desastre, como suele suceder en estos casos, empezaron a surgir partidos empeñados en recoger el natural descontento de quienes fueron afectado de una forma más dura por la nueva situación, incluso partidos moderados que habían tenido un papel importante en la reconciliación nacional, comenzaron a querer explotar esta situación, como le ha ocurrido al PSOE, que en manos de un iluminado, como es el señor Sánchez, no ha dudado en cambiar de chip para emular a los comunistas, con quienes quieren disputarse los votos de la izquierda, abandonado la zona del centro izquierdas que tantos años ha venido acaparando.

Pero lo peor ha sido que, el nacionalismo, una vieja enfermedad incubada por autonomías como la vasca y la catalana, ha visto en una presunta debilidad del Estado, la forma de pedir lo que, para ellos, era un derecho, el derecho a constituirse en una nación independiente para lo cual, por raro que pudiera parecer, han tenido apoyos de los comunistas bolivarianos del señor Pablo Iglesias y de su grupo político, Podemos, rompiendo con la inveterada idea del comunismo, completamente contraria a los nacionalismos, a los que consideraban un freno a sus ideas igualitarias y expansionistas, ha decidido meterse en una camino que, muy probablemente, le puede llegar a costar muchos votos en las próximas elecciones. El ponerse del lado de los secesionistas catalanes, el enfrentarse a la Constitución, a los tribunales y a todas las instituciones de la democracia española, garantista de un Estado de Derecho, supone colocarse enfrente de la legalidad. En otras naciones, probablemente, esta posición subversiva y contraria a la unidad de la nación, les costaría el ser declarados ilegales como partido, y obligados a disolverse. España, como tantas veces se ha dicho, es diferente y este miedo de los gobiernos a asumir las consecuencias de sus actos e intentar contemporizar, ha venido causando que problemas que comenzaron siendo de poca monta, cuando menos se piensa, se han convertido en peligrosos brotes insurgentes capaces de poner en peligro la existencia del mismo Estado.

Lo que sucede es que la presencia de estos nuevos partidos, de lo que se podría denominar como quintacolumnistas, introducidos en las cámaras de representación de los ciudadanos españoles, ocupando escaños que, sin duda, les vienen grandes debido a su forma indisciplinada de entender la actividad parlamentaria y a su rebeldía a aceptar que, las mayorías, puedan opinar distinto a lo que ellos desearían que se hiciera; los convierte, de representantes del pueblo a depredadores decididos a imponer, dentro y fuera de las Cortes, sus teorías comunistas o, en su caso, separatistas, por medio de su forma anárquica, totalitaria y asamblearia de comportarse; de modo que, cuando no consiguen imponer sus criterios por los cauces legales dentro de las Cortes, deciden sacar la gente a las calles para intentar, por medios extraparlamentarios, lo que se les ha negado dentro de la legalidad.

Es obvio que, personajes como el señor Gabriel Rufián o el señor Joan Tardá, ambos representantes de ERC y discípulos directos del señor Oriol Junqueras, el gran vudú del separatismo catalán; son individuos que, más que parlamentarios, por sus gestos, maneras, comportamientos, vocabulario e incontinencia verbal, parecen dos guerrilleros dispuestos a utilizar, sin contención alguna ni comedimiento, los métodos intimidatorios de aquellos que viven fuera de la ley, lanzando todos los exabruptos e inconveniencias que puedan concebir en sus mentes de fanáticos filibusteros de la legalidad constitucional española. Si la situación en el Parlamento no les parece que los favorezca, no dudan en desaparecer de él y, cuando les da la gana, reaparecen para volver a las andadas, sin que nadie, en la cámara baja, tenga las agallas necesarias para llamarlos al orden y, si no se ajustaran a las formas que deben observarse en un lugar donde se representa a todos los españoles, aunque no fuera más que por el respeto que se merece el pueblo español, deberían ser duramente sancionados, empezando por dejarlos sin sus correspondiente emolumentos como parlamentarios.

Hay momentos en los que, nuestro Parlamento, más se parece a un mitin de jacobinos decidiendo a quien se deberá ajusticiar, que a una reunión de padres de la patria preocupados por la ciudadanía y viendo lo que resulta más conveniente para que los españoles, dentro de un espacio común como es la CE, de la que parece, que muchos de estos parlamentarios de la izquierda, se olvidan de que continuamos perteneciendo a ella, recibiendo importantes subvenciones que ayudan a varios sectores de nuestra economía, especialmente al primario y de cuyos bancos, como el BCE, y el BEI dependemos para que nos sigan comprando deuda, en unos momentos en los que es fundamental para poder seguir adelante con nuestro esfuerzo, por recuperar nuestra economía, es fundamental recibir su apoyo.

La imagen que el señor Rajoy, con todos sus defectos, intenta presentar de España ante sus socios europeos, no nos puede dejar indiferentes a los españoles, seamos de las ideas políticas que seamos porque, señores, si nos olvidamos de que dependemos de ellos y que, una nación aislada, fuera de la protección de la UE, no tiene posibilidad alguna de sobrevivir, como tantas veces se ha comentado cuando se ha hablado de una Cataluña fuera de España. Por esto resulta tan absurdo que los dirigentes de la Generalitat de Cataluña y todos los que apoyan el secesionismo, sigan mintiendo a los ciudadanos en un tema tan esencial para el futuro de una, utópica, nación catalana, fuera del apoyo y la financiación recibida a través de España.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos cuesta tanto entender como un pueblo, como el catalán, que ha tenido la suerte de ser una de las partes de España que goza de un mejor nivel de vida, una autonomía que goza de escuelas y universidades que culturalizan a sus ciudadanos y que, por mucho que se quejen, es una de las regiones de la nación española que más financiación recibe en comparación con el resto de las autonomías del país; haya caído, en la trampa de pensar que fuera del amparo de la nación española podrían vivir mejor. La deuda que actualmente soporta Cataluña ronda los 80.000 millones de euros y la emisión de bonos (ellos los llamaron bonos patrióticos) si es que siguen pudiendo renovarse es debido a que el Estado español paga los intereses y, por añadidura, les fue concedida gracias al aval que España les dio. Las veleidades que puedan intentar argumentar los secesionistas, no tienen nada que ver con la situación de Cataluña, incapaz de subsistir por sí sola, si se independizase. Sólo el estado español puede garantizar a los pensionistas residente en Cataluña que van a seguir cobrando sus pensiones y sólo el Estado puede garantizar que la Seguridad Social, en dicha autonomía, podrá seguir pagando a los funcionarios y ayudar al pago de las medicinas. Pregunten a las farmacias catalanas cuánto tardan en cobrar de la Administración catalana y podrán comprobar quién es que dice la verdad y quién miente. ¡Cuidado con los experimentos!

Rufián, de los Rufianes de siempre, modelo del totalitarismo antidemocrático

Perdonavidas, brusco en el lenguaje y zafio, muestra a los españoles lo que sería Cataluña bajo un gobierno de sus colegas separatistas
Miguel Massanet
jueves, 28 de septiembre de 2017, 07:44 h (CET)
En España, señores, desde que la crisis acabó con los años de prosperidad y la burbuja inmobiliaria dio al traste con una época en la que nos acostumbramos a vivir creyendo que los problemas habían dejado de afectarnos y que, cualquier resquicio que hubiera podido quedar de la Guerra Civil española, había desaparecido enterrado bajo el peso de varias décadas de años de paz; hemos tenido que irnos acostumbrando, poco a poco, lustro a lustro, a que en la vida nunca se puede tener la seguridad de que, al día siguiente, no surjan situaciones capaces de borrar de un plumazo todo lo que uno ha conseguido a través de años de trabajo o que, la tranquilidad que nos acompañó durante años, en un plis plas, se evapore y se convierta en un mero recuerdo, en medio de un nuevo escenario en el que se reproducen viejos fantasmas de tiempos pasados, revividos por quienes no han querido entender que los tiempos han cambiado, que el siglo XXI nada tiene que ver con el siglo anterior y que las nuevas generaciones tienen derecho a vivir sin estar obligadas a pagar por los errores de sus ancestros.

Fuere como fuere, hete aquí que lo que fue durante años un bipartidismo en el que populares y socialistas se venían turnando en el gobierno de España, por mor de una crisis económica que nos cogió con el pie cambiado y que ha durado más años de lo que, en un principio, se calculaba; nuestra nación se vio azotada por los efectos una situación que afectó a todos los países a la vez y cuyas consecuencias en el orden económico, social y financiero llevaron a que el paro subiera vertiginosamente, las empresas sufrieran una caída espectacular de pedidos y las bolsas de todo el mundo se desplomaran de forma incontrolable, arrastrando tras de sí la economía de la mayoría de naciones, entre ellas la nuestra. Fruto de este desastre, como suele suceder en estos casos, empezaron a surgir partidos empeñados en recoger el natural descontento de quienes fueron afectado de una forma más dura por la nueva situación, incluso partidos moderados que habían tenido un papel importante en la reconciliación nacional, comenzaron a querer explotar esta situación, como le ha ocurrido al PSOE, que en manos de un iluminado, como es el señor Sánchez, no ha dudado en cambiar de chip para emular a los comunistas, con quienes quieren disputarse los votos de la izquierda, abandonado la zona del centro izquierdas que tantos años ha venido acaparando.

Pero lo peor ha sido que, el nacionalismo, una vieja enfermedad incubada por autonomías como la vasca y la catalana, ha visto en una presunta debilidad del Estado, la forma de pedir lo que, para ellos, era un derecho, el derecho a constituirse en una nación independiente para lo cual, por raro que pudiera parecer, han tenido apoyos de los comunistas bolivarianos del señor Pablo Iglesias y de su grupo político, Podemos, rompiendo con la inveterada idea del comunismo, completamente contraria a los nacionalismos, a los que consideraban un freno a sus ideas igualitarias y expansionistas, ha decidido meterse en una camino que, muy probablemente, le puede llegar a costar muchos votos en las próximas elecciones. El ponerse del lado de los secesionistas catalanes, el enfrentarse a la Constitución, a los tribunales y a todas las instituciones de la democracia española, garantista de un Estado de Derecho, supone colocarse enfrente de la legalidad. En otras naciones, probablemente, esta posición subversiva y contraria a la unidad de la nación, les costaría el ser declarados ilegales como partido, y obligados a disolverse. España, como tantas veces se ha dicho, es diferente y este miedo de los gobiernos a asumir las consecuencias de sus actos e intentar contemporizar, ha venido causando que problemas que comenzaron siendo de poca monta, cuando menos se piensa, se han convertido en peligrosos brotes insurgentes capaces de poner en peligro la existencia del mismo Estado.

Lo que sucede es que la presencia de estos nuevos partidos, de lo que se podría denominar como quintacolumnistas, introducidos en las cámaras de representación de los ciudadanos españoles, ocupando escaños que, sin duda, les vienen grandes debido a su forma indisciplinada de entender la actividad parlamentaria y a su rebeldía a aceptar que, las mayorías, puedan opinar distinto a lo que ellos desearían que se hiciera; los convierte, de representantes del pueblo a depredadores decididos a imponer, dentro y fuera de las Cortes, sus teorías comunistas o, en su caso, separatistas, por medio de su forma anárquica, totalitaria y asamblearia de comportarse; de modo que, cuando no consiguen imponer sus criterios por los cauces legales dentro de las Cortes, deciden sacar la gente a las calles para intentar, por medios extraparlamentarios, lo que se les ha negado dentro de la legalidad.

Es obvio que, personajes como el señor Gabriel Rufián o el señor Joan Tardá, ambos representantes de ERC y discípulos directos del señor Oriol Junqueras, el gran vudú del separatismo catalán; son individuos que, más que parlamentarios, por sus gestos, maneras, comportamientos, vocabulario e incontinencia verbal, parecen dos guerrilleros dispuestos a utilizar, sin contención alguna ni comedimiento, los métodos intimidatorios de aquellos que viven fuera de la ley, lanzando todos los exabruptos e inconveniencias que puedan concebir en sus mentes de fanáticos filibusteros de la legalidad constitucional española. Si la situación en el Parlamento no les parece que los favorezca, no dudan en desaparecer de él y, cuando les da la gana, reaparecen para volver a las andadas, sin que nadie, en la cámara baja, tenga las agallas necesarias para llamarlos al orden y, si no se ajustaran a las formas que deben observarse en un lugar donde se representa a todos los españoles, aunque no fuera más que por el respeto que se merece el pueblo español, deberían ser duramente sancionados, empezando por dejarlos sin sus correspondiente emolumentos como parlamentarios.

Hay momentos en los que, nuestro Parlamento, más se parece a un mitin de jacobinos decidiendo a quien se deberá ajusticiar, que a una reunión de padres de la patria preocupados por la ciudadanía y viendo lo que resulta más conveniente para que los españoles, dentro de un espacio común como es la CE, de la que parece, que muchos de estos parlamentarios de la izquierda, se olvidan de que continuamos perteneciendo a ella, recibiendo importantes subvenciones que ayudan a varios sectores de nuestra economía, especialmente al primario y de cuyos bancos, como el BCE, y el BEI dependemos para que nos sigan comprando deuda, en unos momentos en los que es fundamental para poder seguir adelante con nuestro esfuerzo, por recuperar nuestra economía, es fundamental recibir su apoyo.

La imagen que el señor Rajoy, con todos sus defectos, intenta presentar de España ante sus socios europeos, no nos puede dejar indiferentes a los españoles, seamos de las ideas políticas que seamos porque, señores, si nos olvidamos de que dependemos de ellos y que, una nación aislada, fuera de la protección de la UE, no tiene posibilidad alguna de sobrevivir, como tantas veces se ha comentado cuando se ha hablado de una Cataluña fuera de España. Por esto resulta tan absurdo que los dirigentes de la Generalitat de Cataluña y todos los que apoyan el secesionismo, sigan mintiendo a los ciudadanos en un tema tan esencial para el futuro de una, utópica, nación catalana, fuera del apoyo y la financiación recibida a través de España.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos cuesta tanto entender como un pueblo, como el catalán, que ha tenido la suerte de ser una de las partes de España que goza de un mejor nivel de vida, una autonomía que goza de escuelas y universidades que culturalizan a sus ciudadanos y que, por mucho que se quejen, es una de las regiones de la nación española que más financiación recibe en comparación con el resto de las autonomías del país; haya caído, en la trampa de pensar que fuera del amparo de la nación española podrían vivir mejor. La deuda que actualmente soporta Cataluña ronda los 80.000 millones de euros y la emisión de bonos (ellos los llamaron bonos patrióticos) si es que siguen pudiendo renovarse es debido a que el Estado español paga los intereses y, por añadidura, les fue concedida gracias al aval que España les dio. Las veleidades que puedan intentar argumentar los secesionistas, no tienen nada que ver con la situación de Cataluña, incapaz de subsistir por sí sola, si se independizase. Sólo el estado español puede garantizar a los pensionistas residente en Cataluña que van a seguir cobrando sus pensiones y sólo el Estado puede garantizar que la Seguridad Social, en dicha autonomía, podrá seguir pagando a los funcionarios y ayudar al pago de las medicinas. Pregunten a las farmacias catalanas cuánto tardan en cobrar de la Administración catalana y podrán comprobar quién es que dice la verdad y quién miente. ¡Cuidado con los experimentos!

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