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Pocas cosas me irritan tanto como los tópicos o lugares comunes

¿Que el pueblo es sabio?

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Por desgracia son legión aquellos que resultan incapaces de expresarse más allá del uso de frases hechas, y lo que es aún peor, de pensamientos hechos. Sobre este preocupante déficit discursivo e intelectual versa Tantos tontos tópicos, último libro del filósofo Aurelio Arteta.

Pero no pretendo aquí comentar dicha obra, cuya lectura recomiendo encarecidamente, sino reflexionar acerca de uno de esos malditos tópicos, precisamente uno que Arteta no aborda de forma directa en el mencionado ensayo. Me refiero a aquel que de manera inevitable salta de boca en boca cada vez que se dan a conocer los resultados de cualquier proceso electoral. La manida frase, con ínfimas e insustanciales variaciones, suele rezar así: “El pueblo es sabio, nunca se equivoca”. Y los que la sueltan se quedan tan a gusto, los muy cretinos.

Sería sumamente aburrido, además de imposible, enumerar ahora todas aquellas ocasiones en las que el tiempo nos ha demostrado precisamente lo contrario, a saber, que el pueblo ha metido la pata hasta la ingle a la hora de elegir -e incluso de reelegir- a sus gobernantes.

Más práctico y entretenido me parece traer a colación algunas frases con las que ciertos personajes célebres han intentado poner las cosas en su sitio. Ahí van algunas de ellas:

“El mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio” Winston Churchill.

“El mundo está lleno de estadistas a quienes la democracia ha degradado convirtiéndoles en políticos” Benjamin Disraeli.

“La democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida, por la elección hecha merced a una mayoría incompetente” George Bernard Shaw.

“La democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos” George Bernard Shaw, otra vez.

“No niego los derechos de la democracia; pero no me hago ilusiones respecto al uso que se hará de esos derechos mientras escasee la sabiduría y abunde el orgullo” Henry F. Amiel.

“Democracia: es una superstición muy difundida, un abuso de la estadística” Jorge Luis Borges.

“Cuidado de la democracia. Como norma política parece cosa buena. Pero de la democracia del pensamiento y del gesto, la democracia del corazón y la costumbre es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad” José Ortega y Gasset.

Pese a todo, estimo oportuno concluir con el mismo sabio con el que comencé: “La democracia es el peor de todos los sistemas políticos, con excepción de todos los sistemas políticos restantes”. Y es que el pueblo, por necio que sea, ha de tener derecho a equivocarse. Quizás la clave esté en que ese pueblo cada vez resulte menos necio y más ilustrado, para que así no yerre tanto a la hora de manifestarse y elegir a sus gobernantes. Lo malo es que en ese camino de virtud no es que andemos algo lentos, sino que, tristemente, todavía nos hallamos dando pasos hacia atrás.

¿Que el pueblo es sabio?

Pocas cosas me irritan tanto como los tópicos o lugares comunes
Carlos Salas González
lunes, 4 de junio de 2012, 06:54 h (CET)
Por desgracia son legión aquellos que resultan incapaces de expresarse más allá del uso de frases hechas, y lo que es aún peor, de pensamientos hechos. Sobre este preocupante déficit discursivo e intelectual versa Tantos tontos tópicos, último libro del filósofo Aurelio Arteta.

Pero no pretendo aquí comentar dicha obra, cuya lectura recomiendo encarecidamente, sino reflexionar acerca de uno de esos malditos tópicos, precisamente uno que Arteta no aborda de forma directa en el mencionado ensayo. Me refiero a aquel que de manera inevitable salta de boca en boca cada vez que se dan a conocer los resultados de cualquier proceso electoral. La manida frase, con ínfimas e insustanciales variaciones, suele rezar así: “El pueblo es sabio, nunca se equivoca”. Y los que la sueltan se quedan tan a gusto, los muy cretinos.

Sería sumamente aburrido, además de imposible, enumerar ahora todas aquellas ocasiones en las que el tiempo nos ha demostrado precisamente lo contrario, a saber, que el pueblo ha metido la pata hasta la ingle a la hora de elegir -e incluso de reelegir- a sus gobernantes.

Más práctico y entretenido me parece traer a colación algunas frases con las que ciertos personajes célebres han intentado poner las cosas en su sitio. Ahí van algunas de ellas:

“El mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio” Winston Churchill.

“El mundo está lleno de estadistas a quienes la democracia ha degradado convirtiéndoles en políticos” Benjamin Disraeli.

“La democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida, por la elección hecha merced a una mayoría incompetente” George Bernard Shaw.

“La democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos” George Bernard Shaw, otra vez.

“No niego los derechos de la democracia; pero no me hago ilusiones respecto al uso que se hará de esos derechos mientras escasee la sabiduría y abunde el orgullo” Henry F. Amiel.

“Democracia: es una superstición muy difundida, un abuso de la estadística” Jorge Luis Borges.

“Cuidado de la democracia. Como norma política parece cosa buena. Pero de la democracia del pensamiento y del gesto, la democracia del corazón y la costumbre es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad” José Ortega y Gasset.

Pese a todo, estimo oportuno concluir con el mismo sabio con el que comencé: “La democracia es el peor de todos los sistemas políticos, con excepción de todos los sistemas políticos restantes”. Y es que el pueblo, por necio que sea, ha de tener derecho a equivocarse. Quizás la clave esté en que ese pueblo cada vez resulte menos necio y más ilustrado, para que así no yerre tanto a la hora de manifestarse y elegir a sus gobernantes. Lo malo es que en ese camino de virtud no es que andemos algo lentos, sino que, tristemente, todavía nos hallamos dando pasos hacia atrás.

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