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Etiquetas | Fútbol / Celta de Vigo
El Córdoba no puso oposición para un resultado que favorecía a ambos equipos

El Celta es de Primera cinco años después

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Nadie esperaba otra cosa hoy en Balaídos. El estadio municipal pasó de campo de fútbol a cine de reposiciones, con un guión que no por esperado perdía emotividad. Las casi treinta mil almas que obligaron a retirar hasta las lonas publicitarias de fondo (ahora sí, un lleno como en los viejos tiempos), entraron con la coreografía aprendida, sabedores de que tras un doloroso lustro los de hoy eran noventa minutos de celebración.



corrillocelta

El corrillo celeste en medio campo (RCH)

Salieron dos equipos, con 22 jugadores y hasta un trío arbitral. Parafernalia burocrática para adornar un ascenso ganado a pulso en cinco años de tortura celeste.  En el minuto cinco ya se veía la primera ola en la grada. Un centro de Quique de Lucas a manos de Alberto provocó el jocoso "uy" de los aficionados, que protestaban a cada acercamiento del rival a menos de quince metros. Los goles del Guadalajara dieron la emoción que no era bienvenida en Vigo, donde no hubo ni un miserable disparo a portería en todo el encuentro. Ni falta que hacía. Hay formas de hacer esto mejor o peor, pero este, dadas las circunstancias, era de los más comprensibles. Para aquellos portadores repentinos del estandarte de la nobleza, deportividad y justicia extremas, un marisquito con albariño y suerte en los play-off.

Ha sido un largo camino, rozando el drama a niveles imposibles de imaginar dados los precedentes. De la Champions al pozo, del pozo a rozar el suicidio. La ley concursal expuso la debilidad económica de un equipo perdido. Los directivos se pusieron una venda y regalaron el timón a la ruleta búlgara de Stoichkov. Frivolidad que la institución pudo haber pagado muy caro.

Se habló de la Segunda B también con Eusebio. Otra herencia de La Masía que intentó con más fe que realismo poner el buen fútbol en un campeonato que se ríe de la elegancia. Marcó estilo, pero de nuevo Balaídos rozó la catástrofe. La Rianxeira nunca estuvo más olvidada. ¿Y luego qué?



El Celta en Primera

Todos felices con el final del partido (RCH)

Luego aterrizó un EQUIPO DE SEGUNDA. Con mayúsculas y mucho orgullo. Tres años le costó al Celta poner los pies en el suelo. Saber quien era, a lo que aspiraba y cómo debía de afrontarse. Herrera trajo el primer proyecto serio de ascenso, basado en una combinación magistral de cantera y fichajes con experiencia. A los Hugo Mallo, Álex López o Iago Aspas se les unió gente como De Lucas, Joan Tomás, Bermejo u Orellana. Un planteamiento basado en el respeto a una división que solo premia a los trabajadores.

Se comprobó el buen resultado con el playoff del año pasado, donde Michu (quién te ha visto y quién te ve) tiró al cielo el primer billete hacia Primera. Pero el experimento había sido todo un éxito, y el Celta, cual corredor de fondo, siguió confiando en la hoja de ruta del míster catalán.

En Balaídos la tranquilidad es algo que se sabe que existe, pero a la que se le ve muy de vez en cuando. No ha sido una temporada sencilla. Siempre ahí arriba, pero con la duda de volver a padecer el síndrome del mal de altura. Hubo amagos, originados en buena manera por el excelente final de temporada de un Valladolid incansable. Pero fue en Pucela, en el descuento, y por partida doble, donde Vigo se ganó el billete a la gloria. Joan Tomás robaba los tres puntos al rival directo y Manucho (Hércules) permitió a los celtiñas depender de sus propios resultados.


Cuarenta y dos jornadas son demasiadas como para fijarse en un par de goles, pero en semejante sprint hasta la longitud del último pelo de la cabeza supone una diferencia insuperable. La Plaza América volvió a llenarse (agua incluida por deferencia del Ayuntamiento) y el Celta vuelve a sonreír como antaño. Sube además los dos gallegos, en una recuperación regional pocas veces vista en el fútbol español.

El año que viene toca cambiar el chip, administrar los ingresos y aprovechar la ilusión de unos jóvenes hambrientos. Cambiar piezas concretas con fichajes meditados, pero manteniendo la sangre fría con unas arcas que no dan para demasiadas alegrías. Desde la humildad, este equipo está llamado a recuperar el espacio que merece entre los grandes. Con cabeza, el ascensor quedará lejos.


El Celta en Primera

Antes (con las teles ya instaladas) y después en Plaza América. Y todavía faltaban los 30000 del estadio... (RCH)



 

El Celta es de Primera cinco años después

El Córdoba no puso oposición para un resultado que favorecía a ambos equipos
Roberto Carrera Hernández
domingo, 3 de junio de 2012, 20:46 h (CET)

Nadie esperaba otra cosa hoy en Balaídos. El estadio municipal pasó de campo de fútbol a cine de reposiciones, con un guión que no por esperado perdía emotividad. Las casi treinta mil almas que obligaron a retirar hasta las lonas publicitarias de fondo (ahora sí, un lleno como en los viejos tiempos), entraron con la coreografía aprendida, sabedores de que tras un doloroso lustro los de hoy eran noventa minutos de celebración.



corrillocelta

El corrillo celeste en medio campo (RCH)

Salieron dos equipos, con 22 jugadores y hasta un trío arbitral. Parafernalia burocrática para adornar un ascenso ganado a pulso en cinco años de tortura celeste.  En el minuto cinco ya se veía la primera ola en la grada. Un centro de Quique de Lucas a manos de Alberto provocó el jocoso "uy" de los aficionados, que protestaban a cada acercamiento del rival a menos de quince metros. Los goles del Guadalajara dieron la emoción que no era bienvenida en Vigo, donde no hubo ni un miserable disparo a portería en todo el encuentro. Ni falta que hacía. Hay formas de hacer esto mejor o peor, pero este, dadas las circunstancias, era de los más comprensibles. Para aquellos portadores repentinos del estandarte de la nobleza, deportividad y justicia extremas, un marisquito con albariño y suerte en los play-off.

Ha sido un largo camino, rozando el drama a niveles imposibles de imaginar dados los precedentes. De la Champions al pozo, del pozo a rozar el suicidio. La ley concursal expuso la debilidad económica de un equipo perdido. Los directivos se pusieron una venda y regalaron el timón a la ruleta búlgara de Stoichkov. Frivolidad que la institución pudo haber pagado muy caro.

Se habló de la Segunda B también con Eusebio. Otra herencia de La Masía que intentó con más fe que realismo poner el buen fútbol en un campeonato que se ríe de la elegancia. Marcó estilo, pero de nuevo Balaídos rozó la catástrofe. La Rianxeira nunca estuvo más olvidada. ¿Y luego qué?



El Celta en Primera

Todos felices con el final del partido (RCH)

Luego aterrizó un EQUIPO DE SEGUNDA. Con mayúsculas y mucho orgullo. Tres años le costó al Celta poner los pies en el suelo. Saber quien era, a lo que aspiraba y cómo debía de afrontarse. Herrera trajo el primer proyecto serio de ascenso, basado en una combinación magistral de cantera y fichajes con experiencia. A los Hugo Mallo, Álex López o Iago Aspas se les unió gente como De Lucas, Joan Tomás, Bermejo u Orellana. Un planteamiento basado en el respeto a una división que solo premia a los trabajadores.

Se comprobó el buen resultado con el playoff del año pasado, donde Michu (quién te ha visto y quién te ve) tiró al cielo el primer billete hacia Primera. Pero el experimento había sido todo un éxito, y el Celta, cual corredor de fondo, siguió confiando en la hoja de ruta del míster catalán.

En Balaídos la tranquilidad es algo que se sabe que existe, pero a la que se le ve muy de vez en cuando. No ha sido una temporada sencilla. Siempre ahí arriba, pero con la duda de volver a padecer el síndrome del mal de altura. Hubo amagos, originados en buena manera por el excelente final de temporada de un Valladolid incansable. Pero fue en Pucela, en el descuento, y por partida doble, donde Vigo se ganó el billete a la gloria. Joan Tomás robaba los tres puntos al rival directo y Manucho (Hércules) permitió a los celtiñas depender de sus propios resultados.


Cuarenta y dos jornadas son demasiadas como para fijarse en un par de goles, pero en semejante sprint hasta la longitud del último pelo de la cabeza supone una diferencia insuperable. La Plaza América volvió a llenarse (agua incluida por deferencia del Ayuntamiento) y el Celta vuelve a sonreír como antaño. Sube además los dos gallegos, en una recuperación regional pocas veces vista en el fútbol español.

El año que viene toca cambiar el chip, administrar los ingresos y aprovechar la ilusión de unos jóvenes hambrientos. Cambiar piezas concretas con fichajes meditados, pero manteniendo la sangre fría con unas arcas que no dan para demasiadas alegrías. Desde la humildad, este equipo está llamado a recuperar el espacio que merece entre los grandes. Con cabeza, el ascensor quedará lejos.


El Celta en Primera

Antes (con las teles ya instaladas) y después en Plaza América. Y todavía faltaban los 30000 del estadio... (RCH)



 

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