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Nunca los nacionalistas han desautorizado tajantemente, más allá de alguna declaración vaga y formal, a quienes promueven tan civilizado acto

Aguirre, la cólera de Esperanza

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El problema no es que piten o no al Rey, al príncipe o al himno. Llevan años haciéndolo sin que nadie haya hecho nada por evitarlo. Es sólo el síntoma, no la enfermedad, nuestros políticos han estado demasiado tiempo adulando a los nacionalistas periféricos, permitiendo amenazas políticas, discriminaciones lingüísticas y afirmaciones racistas (¿se acuerdan de lo del Rh de Arzallus, de Pujol  negándose a hablar en castellano y diciendo “que pongan el karaoke”?) y creyéndonos por ello los reyes de la tolerancia y de la democracia.

Nunca los nacionalistas han desautorizado tajantemente, más allá de alguna declaración vaga y formal, a quienes promueven tan civilizado acto. ¡Pero si los silbatos utilizados son subvencionados por sus organizaciones! Pedir que hicieran algo efectivo para impedirlo sería esperar demasiado. Acostumbrados a su repetido desprecio, ¿cómo cambiar  de pronto nuestra reacción habitual?

Durante tantos años de democracia les hemos dado alas, potenciándolos, riéndoles las gracias y aceptando claudicantemente sus conveniencias políticas. ¿Y ahora queremos pararles los pies? ¿No les hemos dejado abrir “oficinas comerciales” en el exterior a modo de embajadas? ¿Cómo parar aquello que hemos potenciado? ¿Cuántos años llevamos, míseros de nosotros, permitiendo que silben impunemente nuestro himno?

El caso es que nuestros políticos no saben cómo parar la que se avecina en la final de la copa de fútbol, son demasiados años escondiendo la cabeza bajo el ala y negándonos a nosotros mismos la realidad. ¿Cómo abordar ahora el problema de esta bola de nieve? ¿Es tarde? ¿Por qué sentirse español es de fachas y sentirse nacionalista vasco o catalán es progresista? ¿Por qué silbar “Els Segadors” es una barbaridad propia de antidemócratas y silbar el himno de España es libertad de expresión? ¿Por qué hemos abandonado la batalla de la imagen al tiempo que la de la razón y la opinión?

La torpeza de Esperanza Aguirre, ¿tal vez buscando con este escándalo artificial tapar el mayor escándalo del déficit oculto de su comunidad?, sólo va a provocar una pitada mayor, fortalecer a sus enemigos y que hasta sus propios compañeros de partido se aparten de ella. ¿Alguien puede predecir el resultado de orden público si se suspende el partido? ¿Cómo lo hacemos? ¿Metemos a la policía nacional por las gradas a desalojar a cien mil personas con botes de humo y palos? ¿No nos llega la memoria a la plaza de toros de Vitoria?

Aguirre, la cólera de Esperanza

Nunca los nacionalistas han desautorizado tajantemente, más allá de alguna declaración vaga y formal, a quienes promueven tan civilizado acto
Pedro de Hoyos
viernes, 25 de mayo de 2012, 07:04 h (CET)
El problema no es que piten o no al Rey, al príncipe o al himno. Llevan años haciéndolo sin que nadie haya hecho nada por evitarlo. Es sólo el síntoma, no la enfermedad, nuestros políticos han estado demasiado tiempo adulando a los nacionalistas periféricos, permitiendo amenazas políticas, discriminaciones lingüísticas y afirmaciones racistas (¿se acuerdan de lo del Rh de Arzallus, de Pujol  negándose a hablar en castellano y diciendo “que pongan el karaoke”?) y creyéndonos por ello los reyes de la tolerancia y de la democracia.

Nunca los nacionalistas han desautorizado tajantemente, más allá de alguna declaración vaga y formal, a quienes promueven tan civilizado acto. ¡Pero si los silbatos utilizados son subvencionados por sus organizaciones! Pedir que hicieran algo efectivo para impedirlo sería esperar demasiado. Acostumbrados a su repetido desprecio, ¿cómo cambiar  de pronto nuestra reacción habitual?

Durante tantos años de democracia les hemos dado alas, potenciándolos, riéndoles las gracias y aceptando claudicantemente sus conveniencias políticas. ¿Y ahora queremos pararles los pies? ¿No les hemos dejado abrir “oficinas comerciales” en el exterior a modo de embajadas? ¿Cómo parar aquello que hemos potenciado? ¿Cuántos años llevamos, míseros de nosotros, permitiendo que silben impunemente nuestro himno?

El caso es que nuestros políticos no saben cómo parar la que se avecina en la final de la copa de fútbol, son demasiados años escondiendo la cabeza bajo el ala y negándonos a nosotros mismos la realidad. ¿Cómo abordar ahora el problema de esta bola de nieve? ¿Es tarde? ¿Por qué sentirse español es de fachas y sentirse nacionalista vasco o catalán es progresista? ¿Por qué silbar “Els Segadors” es una barbaridad propia de antidemócratas y silbar el himno de España es libertad de expresión? ¿Por qué hemos abandonado la batalla de la imagen al tiempo que la de la razón y la opinión?

La torpeza de Esperanza Aguirre, ¿tal vez buscando con este escándalo artificial tapar el mayor escándalo del déficit oculto de su comunidad?, sólo va a provocar una pitada mayor, fortalecer a sus enemigos y que hasta sus propios compañeros de partido se aparten de ella. ¿Alguien puede predecir el resultado de orden público si se suspende el partido? ¿Cómo lo hacemos? ¿Metemos a la policía nacional por las gradas a desalojar a cien mil personas con botes de humo y palos? ¿No nos llega la memoria a la plaza de toros de Vitoria?

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