En 1951 el aprista Luis Eduardo Enriquez publicó en Lima un libro
titulado “Haya de la Torre, la estafa política más grande de América
Latina” al calor de las disputas dentro de uno de los partidos políticos
más populares e importantes del Perú.
Sin duda el autor del libro era un tribuno calificado para realizar críticas a otras figuras dentro de su partido, dado que había sido fundador del primer comité Aprista en París, en 1925, pero de ninguna manera era un gran visionario.
Lo corroboran todas las estafas políticas que América Latina vio en la segunda mitad del siglo XX, y en los albores de este tercer milenio. Entre ellas, una muy difícil de superar, la del obispo jubilado Fernando Lugo, devenido en presidente del Paraguay por la gracia de Dios, la embajada norteamericana y el poder mediático.
Sin duda, el título de “La estafa política más grande de América Latina” tiene un nuevo campeón.
Un mes antes
Un mes antes de producirse el triunfo del cura de los hijos no reconocidos, en las elecciones paraguayas del 20 de abril del 2008, un sitio web venezolano vinculado al gobierno de Hugo Chávez publicó mis vaticinios sobre la supuesta nueva estrella que aparecía en la constelación bolivariana, el “obispo de los pobres” Fernando Lugo. El artículo y su fecha todavía pueden leerse en el sitio:
http://www.aporrea.org/internacionales/a53579.html
Un par de años después, cuando ya se hizo evidente que Lugo se parecía más a lo que yo anuncié que a lo que decían sus publicistas, otro artículo mío apareció en el mismo sitio, para llegar pronto a superar las 73.000 lecturas. Ver:
http://www.aporrea.org/internacionales/n155916.html
Repasando ambos artículos, el lector de esta columna de Diario Siglo XXI podrá caer en cuenta quién decía la verdad y quién mentía durante todos estos años. Si la prensa que presentaba a Lugo como un impoluto referente moral de la teología de la Liberación y un marxista y bolivariano “Obispo de los pobres”, o quienes decíamos desde un comienzo que se trataba de un farsante, fabricado por las ONG dependientes de la embajada norteamericana y el poder mediático.
Escribió Lord Byron que apenas son suficientes mil años para formar un estado; pero puede bastar una hora para reducirlo a polvo.
Lo mismo podríamos decir de una mentira, cada vez más pulverizada, del sumo sacerdote de la falacia del Paraguay.