Sin duda alguna, Manuel Fraga es uno de los más claros ejemplos de aquella máxima, que enuncia que nuestro pasado nos persigue durante toda la vida. Incluso, si me aprietan, yo diría que más allá.
Es cierto que los comentarios de don Manuel, son siempre sonados. Sin embargo, la campaña electoral gallega ha elevado, cuantitativa y cualitativamente, la media de improperios y maledicencias a la que nos tiene acostumbrados.
Cierto es que, en campaña, todos los adversarios tienden a radicalizar o, si se quiere, dramatizar sus posicionamientos. Pero, el problema se da cuando aquellos radicalismos no son fruto de una improvisación medida, sino la más clara y transparente exposición de ideas que acompañan a un candidato.
Primero, llamó payaso a su más serio rival, el socialista Pérez Touriño, dando a entender, sin cortapisas, qué es lo que piensa de aquellos que no comparten sus postulados.
Después, elevando aún más el tono, decidió arremeter contra los homosexuales, a quienes, previamente, ya había reprochado que se «sintieran orgullosos de funcionar al revés». Esta vez, la joyita que decidió dedicarles fue calificar de «asquerosa» la posibilidad de que contraigan matrimonio.
Sin dejar que pasara un cierto tiempo prudencial, el viejo candidato alertó a la sociedad gallega de los grandes peligros que se cernirán sobre ella, si permite que sean otros los que la gobiernen. Para ello, no dudó ni un solo segundo en prevenir la posibilidad de que, en Galicia, surgiera un movimiento terrorista, si el PP no dirige las instituciones. ¡Manda carajo!
Y así, hasta la saciedad y el aburrimiento, en una espiral de barbaridades y burradas que, ayer mismo, dieron por fruto otra de esas grandes afirmaciones: «Un indeciso no dice lo que piensa como una mujer no cuenta con cuántos se acuesta».
Por dignidad, por justicia y, simplemente, porque ya es hora, espero que si Fraga sigue haciendo esos comentarios sea, en poco tiempo, desde los bancos de la oposición. No es lógico que quien trajo esos usos y costumbres del perverso régimen anterior, siga en plena democracia actuando con los desmanes que, en aquella época, le caracterizaron. Y, aunque don Manuel comience a apuntar que está preparado para la derrota, lo que verdaderamente tiene importancia es si la democracia está preparada para cuatro años más de Fraga.