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Morirse tampoco sale barato

Vivir es cada vez más caro

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A estas alturas de la crisis, a nadie le cabe duda de que la vida se ha encarecido. El problema es que no somos conscientes de que lo que se encarece no son sólo bienes de consumo prescindibles, en otras palabras, artículos de lujo que las familias españolas podamos desechar.

Incluso, si obviamos a la vivienda como un artículo imprescindible, puesto que los españoles hemos aprendido a vivir en comuna familiar como antaño, e independizarse ya no entra en el vocabulario de los jóvenes casaderos, uno contrae matrimonio y se queda a vivir en el hogar familiar, en el garaje del mismo, o en una humilde habitación, compartiendo cocina, baño y salón.

La cuestión es que se encarecen servicios y alimentos que son imprescindibles para que los ciudadanos podamos seguir con el día a día. La subida del precio de algunos productos básicos como los huevos o los cereales, la gasolina, el transporte urbano o la RENFE, perjudica y dificulta la vida de las familias, además de impedir que muchos jóvenes puedan seguir desarrollando su vida académica.

No es una novedad que algunos padres inviten a sus hijos a abandonar los estudios porque la vida misma en la ciudad, el acceso a la Universidad o costear el propio material académico se ha convertido en un lujo, que ante la sequía de empleo pocos pueden mantener.

Los ciudadanos nos resignamos a no tener vacaciones, dejar el coche en casa, comprar marcas blancas, pasar la ropa y los libros de hermano a hermano, o entre vecinos, pero no se puede jugar con los servicios que permiten que la sociedad se mueva y goce de una comodidad digna y de un prestigio social y educativo. Puede que lo próximo sea pagar por el servicio de ambulancia a domicilio, por las urgencias, porque los niños acudan a los centros escolares, por acceder a bibliotecas, por utilizar los parques de las ciudades, etc.

Por cierto si se le ha ocurrido morirse, piénselo dos veces, que el negocio no ha notado la crisis y el sepelio sigue con precios que andan por la nubes.

Vivir es cada vez más caro

Morirse tampoco sale barato
Jose Pérez Suria
viernes, 18 de mayo de 2012, 07:15 h (CET)
A estas alturas de la crisis, a nadie le cabe duda de que la vida se ha encarecido. El problema es que no somos conscientes de que lo que se encarece no son sólo bienes de consumo prescindibles, en otras palabras, artículos de lujo que las familias españolas podamos desechar.

Incluso, si obviamos a la vivienda como un artículo imprescindible, puesto que los españoles hemos aprendido a vivir en comuna familiar como antaño, e independizarse ya no entra en el vocabulario de los jóvenes casaderos, uno contrae matrimonio y se queda a vivir en el hogar familiar, en el garaje del mismo, o en una humilde habitación, compartiendo cocina, baño y salón.

La cuestión es que se encarecen servicios y alimentos que son imprescindibles para que los ciudadanos podamos seguir con el día a día. La subida del precio de algunos productos básicos como los huevos o los cereales, la gasolina, el transporte urbano o la RENFE, perjudica y dificulta la vida de las familias, además de impedir que muchos jóvenes puedan seguir desarrollando su vida académica.

No es una novedad que algunos padres inviten a sus hijos a abandonar los estudios porque la vida misma en la ciudad, el acceso a la Universidad o costear el propio material académico se ha convertido en un lujo, que ante la sequía de empleo pocos pueden mantener.

Los ciudadanos nos resignamos a no tener vacaciones, dejar el coche en casa, comprar marcas blancas, pasar la ropa y los libros de hermano a hermano, o entre vecinos, pero no se puede jugar con los servicios que permiten que la sociedad se mueva y goce de una comodidad digna y de un prestigio social y educativo. Puede que lo próximo sea pagar por el servicio de ambulancia a domicilio, por las urgencias, porque los niños acudan a los centros escolares, por acceder a bibliotecas, por utilizar los parques de las ciudades, etc.

Por cierto si se le ha ocurrido morirse, piénselo dos veces, que el negocio no ha notado la crisis y el sepelio sigue con precios que andan por la nubes.

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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

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Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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