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¿Participarán todos los cristianos en el banquete de bodas que el Esposo prepara para sus invitados?

Banquete de bodas

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Los atentados en Barcelona y Cambrils, que eran imprevisibles, han provocado un fuerte impacto emocional en la sociedad catalana, por su proximidad. Cada día se produce un ataque terrorista en un lugar u otro del mundo. Como son lejanos, no nos afectan. Son noticias que no nos tocan de cerca que apenas merecen nuestra atención.

Pero los de Barcelona y Cambrils nos han dado de lleno. En el momento de redactar el borrador de este escrito hace justamente una semana que ocurrieron y los medios no cesan de hablar de ellos. Mi intención no es volver a escribir lo que ya redacté en El origen del terrorismo (diariosigloxxi.com, 5/09/2017). Lo que pretendo es sacar conclusiones espirituales que nos permitan vivir más plácidamente el tiempo que el Señor disponga hemos de estar aquí en la tierra.

En el tiempo de Jesús se produjeron dos incidentes inesperados acompañados de derramamiento de sangre que quedaron registrados en el capítulo 13 del evangelio de Lucas: “En aquel mismo tiempo estaban allí algunos que le contaron acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos” (v. 1). El asesinato se cometió durante la celebración de un acto religioso. Asesinatos de esta índole se siguen cometiendo en nuestros días cuando los terroristas atentan contra mezquitas, sinagogas, iglesias, cuando se concentran personas que desconocen que las celebraciones vayan a acabar con baños de sangre. El otro hecho reseñado dice: “O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató” (v.4). En ambos casos Jesús comenta: “¿Pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén?” (v.4). Los fallecidos y los testigos no se diferenciaban en nada, todos eran igual de culpables, todos tenían que morir. Los testigos, por las palabras de Jesús, se desprende de que se alegraban de su muerte. Jesús añade este comentario: “Os digo: No, antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (v.5). Dios advirtió a Adán: “Y mandó el Señor Dios al hombre diciendo: de todo árbol del huerto podéis comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comeréis, porque el día que de él comas. Ciertamente morirás” (Génesis 2. 16,17). Adán desobedeció y el virus de la muerte se inoculó en él y, por ser el padre de toda la humanidad, de él ha pasado a su descendencia. A menudo, la muerte se la espera, porque los achaques de la vejez anuncian su proximidad. Los atentados en Barcelona y Cambrils y las muertes que reseña Lucas nos alertan de la muerte totalmente inesperada. Ignoramos el momento en que el Señor nos va a llamar a su presencia para pasar cuentas con nosotros. Esto significa que no podemos descuidar nuestra salvación.

Jesús nos instruye con la parábola de las diez vírgenes: “Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas salieron a recibir al esposo” (Mateo 25:1). Las diez vírgenes aparentemente eran todas iguales. Todas cogieron sus lámparas y salieron a recibir al esposo para acompañarle. Las apariencias engañan: “Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas” (v. 2). Su comportamiento también era distinto. Las prudentes junto con las lámparas “tomaron aceite en sus vasijas”. Las insensatas tomaron sus lámparas pero “no tomaron consigo aceite” (vv. 3,4). El relato prosigue: “Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron” (v.5). Jesús sigue relatando: “Y a medianoche se oyó un clamor. ¡Aquí viene el esposo, salid a recibirle!” (v.6). Al oír el aviso de que el esposo se acercaba, las vírgenes se despertaron y cogieron las lámparas para acompañar al esposo. He aquí el drama: Las vírgenes insensatas al darse cuenta de que no tenían aceite pidieron a las prudentes que les diesen del suyo. Éstas, haciendo honor a su calificativo, les dijeron: “Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas” (v.9). Mientras las insensatas iban a comprar aceite llegó el esposo: “Y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas, y se cerró la puerta” (v.10). Cuando llegaron las insensatas llamaron a la puerta diciendo: “¡Señor, señor, ábrenos!” (v.11).

Por toda respuesta recibieron un lacónico: “De cierto os digo, que no os conozco” (v.12). Finalizada la parábola Jesús inserta un añadido: “Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir” (v.13).

Una parábola es un relato terrenal con significado espiritual. ¿Qué sentido espiritual tiene la parábola de las diez vírgenes para los cristianos? A pesar de que eran judías perfectamente se las puede considerar cristianas. Todas ellas esperaban la venida gloriosa del Señor. Las prudentes, además de ser religiosas estaban ungidas con el Espíritu Santo. El aceite es un símbolo de ello. Demostraban su genuina espiritualidad el hecho de que junto con las lámparas estaban bien provistas de aceite. Guiadas por el Espíritu Santo podían decir: “Jesús es el Señor” (1 Corintios 12:3). Las cinco insensatas eran religiosas, pero les faltaba el aceite. No estaban ungidas con el Espíritu Santo.

Cumplían los preceptos religiosos por obligación. A estas vírgenes la iglesia las consideraba hermanas en Cristo. Se las alababa por su religiosidad. A la hora de la verdad, Jesús que conoce los corazones, no le pueden dar gato por liebre. Las prudentes, cuando el Señor regrese en su gloria se sentarán en el banquete de bodas del Cordero para permanecer eternamente con Él. La necias desearán entrar pero como no vestían el vestido de lino blanco, símbolo de que sus pecados habían sido lavados por la sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, en respuesta a su deseo de entrar en el banquete nupcial oirán estas palabras: “De cierto os digo que no os conozco”. ¡Toda una vida practicando la religión cristiana para un final tan trágico!

Banquete de bodas

¿Participarán todos los cristianos en el banquete de bodas que el Esposo prepara para sus invitados?
Octavi Pereña
miércoles, 13 de septiembre de 2017, 08:30 h (CET)
Los atentados en Barcelona y Cambrils, que eran imprevisibles, han provocado un fuerte impacto emocional en la sociedad catalana, por su proximidad. Cada día se produce un ataque terrorista en un lugar u otro del mundo. Como son lejanos, no nos afectan. Son noticias que no nos tocan de cerca que apenas merecen nuestra atención.

Pero los de Barcelona y Cambrils nos han dado de lleno. En el momento de redactar el borrador de este escrito hace justamente una semana que ocurrieron y los medios no cesan de hablar de ellos. Mi intención no es volver a escribir lo que ya redacté en El origen del terrorismo (diariosigloxxi.com, 5/09/2017). Lo que pretendo es sacar conclusiones espirituales que nos permitan vivir más plácidamente el tiempo que el Señor disponga hemos de estar aquí en la tierra.

En el tiempo de Jesús se produjeron dos incidentes inesperados acompañados de derramamiento de sangre que quedaron registrados en el capítulo 13 del evangelio de Lucas: “En aquel mismo tiempo estaban allí algunos que le contaron acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos” (v. 1). El asesinato se cometió durante la celebración de un acto religioso. Asesinatos de esta índole se siguen cometiendo en nuestros días cuando los terroristas atentan contra mezquitas, sinagogas, iglesias, cuando se concentran personas que desconocen que las celebraciones vayan a acabar con baños de sangre. El otro hecho reseñado dice: “O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató” (v.4). En ambos casos Jesús comenta: “¿Pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén?” (v.4). Los fallecidos y los testigos no se diferenciaban en nada, todos eran igual de culpables, todos tenían que morir. Los testigos, por las palabras de Jesús, se desprende de que se alegraban de su muerte. Jesús añade este comentario: “Os digo: No, antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (v.5). Dios advirtió a Adán: “Y mandó el Señor Dios al hombre diciendo: de todo árbol del huerto podéis comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comeréis, porque el día que de él comas. Ciertamente morirás” (Génesis 2. 16,17). Adán desobedeció y el virus de la muerte se inoculó en él y, por ser el padre de toda la humanidad, de él ha pasado a su descendencia. A menudo, la muerte se la espera, porque los achaques de la vejez anuncian su proximidad. Los atentados en Barcelona y Cambrils y las muertes que reseña Lucas nos alertan de la muerte totalmente inesperada. Ignoramos el momento en que el Señor nos va a llamar a su presencia para pasar cuentas con nosotros. Esto significa que no podemos descuidar nuestra salvación.

Jesús nos instruye con la parábola de las diez vírgenes: “Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas salieron a recibir al esposo” (Mateo 25:1). Las diez vírgenes aparentemente eran todas iguales. Todas cogieron sus lámparas y salieron a recibir al esposo para acompañarle. Las apariencias engañan: “Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas” (v. 2). Su comportamiento también era distinto. Las prudentes junto con las lámparas “tomaron aceite en sus vasijas”. Las insensatas tomaron sus lámparas pero “no tomaron consigo aceite” (vv. 3,4). El relato prosigue: “Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron” (v.5). Jesús sigue relatando: “Y a medianoche se oyó un clamor. ¡Aquí viene el esposo, salid a recibirle!” (v.6). Al oír el aviso de que el esposo se acercaba, las vírgenes se despertaron y cogieron las lámparas para acompañar al esposo. He aquí el drama: Las vírgenes insensatas al darse cuenta de que no tenían aceite pidieron a las prudentes que les diesen del suyo. Éstas, haciendo honor a su calificativo, les dijeron: “Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas” (v.9). Mientras las insensatas iban a comprar aceite llegó el esposo: “Y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas, y se cerró la puerta” (v.10). Cuando llegaron las insensatas llamaron a la puerta diciendo: “¡Señor, señor, ábrenos!” (v.11).

Por toda respuesta recibieron un lacónico: “De cierto os digo, que no os conozco” (v.12). Finalizada la parábola Jesús inserta un añadido: “Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir” (v.13).

Una parábola es un relato terrenal con significado espiritual. ¿Qué sentido espiritual tiene la parábola de las diez vírgenes para los cristianos? A pesar de que eran judías perfectamente se las puede considerar cristianas. Todas ellas esperaban la venida gloriosa del Señor. Las prudentes, además de ser religiosas estaban ungidas con el Espíritu Santo. El aceite es un símbolo de ello. Demostraban su genuina espiritualidad el hecho de que junto con las lámparas estaban bien provistas de aceite. Guiadas por el Espíritu Santo podían decir: “Jesús es el Señor” (1 Corintios 12:3). Las cinco insensatas eran religiosas, pero les faltaba el aceite. No estaban ungidas con el Espíritu Santo.

Cumplían los preceptos religiosos por obligación. A estas vírgenes la iglesia las consideraba hermanas en Cristo. Se las alababa por su religiosidad. A la hora de la verdad, Jesús que conoce los corazones, no le pueden dar gato por liebre. Las prudentes, cuando el Señor regrese en su gloria se sentarán en el banquete de bodas del Cordero para permanecer eternamente con Él. La necias desearán entrar pero como no vestían el vestido de lino blanco, símbolo de que sus pecados habían sido lavados por la sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, en respuesta a su deseo de entrar en el banquete nupcial oirán estas palabras: “De cierto os digo que no os conozco”. ¡Toda una vida practicando la religión cristiana para un final tan trágico!

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