No sé si usted cree en
meigas pero, visto lo visto en esta eliminatoria, los jardineros del Camp Nou bien harían en preparar una plantación entera de ajos en las inmediaciones del césped culé. Es difícil hacer más y conseguir menos en fútbol. Tres goles recibidos en el descuento, penalti errado, remates al palo, ocasiones a bocajarro desperdiciadas una tras otra. Llegó a parecer que, simplemente, era imposible. Sin explicación ni consuelo. Imposible.
Semana durísima para el mejor Barça de la historia, que ha perdido Liga y Champions sin darse cuenta. El equipo mantuvo su esencia, secuestró el balón de manera salvaje y llegó con peligro, pero una avalancha de hechos puntuales les ha frenado en seco. El primer gran traspiés de la era Guardiola se produce contra el mismo equipo que empezó todo, en la misma competición y en idéntica ronda. Pura poesía.
"La defensa también es importante", "no todos juegan igual", "cada uno tiene su estilo"... bla, bla, bla... Palabrería de escaso valor que no resiste ni diez minutos del juego que nos ha regalado este Barça en los último cuatro años. ¿Se imaginan todos los equipos plantando cerrojazo, unos contra otros? La Masía ya derrocó a las funestas Grecia e Italia a nivel selección (frustrantes predecesoras en los títulos europeo y mundial), y el fútbol respiró aliviado. Sí importa, y mucho, cómo se llega la meta. Incluso si no se llega.
En Madrid están que se les sale el pecho por el orificio nasal. Ni en la Eurocopa consiguió Torres que un gol suyo fuera tan celebrado como el de ayer en la Ciudad Condal. Una satisfacción que no deja de ser la enésima muestra de respeto hacia un rival al que sentían como claro favorito. La mejor final jamás soñada no se producirá. Al menos este año.
La meseta clama por el fin de un ciclo que ha trastornado el estatus quo futbolístico mundial. El empresario Pérez ha echado el resto y el equipo va a ser un dignísimo sucesor del eterno rival, tanto en España como en Europa. Con un fútbol trepidante y un ataque colosal por bandera, ahora le toca a Chamartín plantarse en Alemania. Será un subidón de moral tremendo en el momento más deseado. De todas formas, no intenten asesinar con tanta virulencia a la leyenda de este Barça, porque tenemos Euro este año y allí Portugal juega en el otro lado.
Solo el tiempo dirá si este cuento blaugrana ha llegado a su fin o todavía tenemos más capítulos que añadir. Sea como fuere, han sido cuatro años de auténtico placer periodístico y un lujo irrepetible el poder escribir sobre un equipo que, mezclando azar y buena cabeza, ha transformado fútbol en arte. No se trata de filias ni fobias, sino de amor al deporte. De humildad y valores propios. Una joya que se extinguirá algún día, pero un ejemplo que durará para siempre.