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Etiquetas | Economía
Las expectativas de futuro se entenebrecen por días, advirtiendo de la llegada del caos

El umbral del caos

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Raro es el día en que no nos desayunamos con nuevos recortes o medidas de represión económica que afectan, exclusivamente, a las capas sociales medias y bajas. Las declaraciones eugenésicas (filo-nazis) promulgadas recientemente por el FMI, en el sentido de que la población –léase clases contributivas- viven demasiado, se han visto respaldadas con las recientes medidas que han sido tomadas por el gobierno, disminuyendo la calidad y prestaciones de la sanidad pública, por una parte, y aplicando sobrecostos a los tratamientos farmacológicos, por otra. Como en un concierto, dirigido por la más siniestra batuta, unas cuestiones y otras, lejos pertenecer al orden de la casualidad, parecen encuadrarse en el ámbito de una cierta conspiración llevada a la práctica, la cual no da la impresión de ser otra que convertir a la población en simples sostenedores laborales del sistema, sin derechos de ninguna clase. Y para que este tenebroso fin pueda materializarse con la mínima oposición, se decreta el incremento desmedido de las tasas académicas, primero universitarias pero que no tardarán en llegar al resto de los niveles educativos, por las cuales se prohíbe de facto que las clases menos favorecidas tengan acceso a la cultura y la formación, haciendo bueno aquel famoso aserto de aquel lord en la Cámara de los Lores, pronunciado en las primeras décadas del s. XX: “No conviene que las clases inferiores tengan acceso a la cultura, o de otro modo no aceptarían de grado el duro sino que las corresponde.”

Los distintos instrumentos políticos internacionales están interpretando un concierto con un fin único y muy definido. Nada se deja al azar, nada. Cada paso que dan, cada nueva nota de esta siniestra sinfonía, aprieta más el nudo corredizo en tono al cuello de los ciudadanos otrora libres, convirtiéndoles más y más en sólo carne impositiva. No hace falta ser un ducho economista para saber que por cada veinte mil euros que se retiran de la circulación destinados a consumo se produce un nuevo desempleado, y todas las medidas que está aplicando el gobierno hasta al día de la fecha –más allá que se pueden considerar fraude electoral- retiran decenas, cientos, miles de millones de euros del consumo, sea en forma de nuevos impuestos, incremento de tasas, reducciones salariales o lo que sea: si estos dineros no están destinados al consumo, lo están al desempleo. Y, lo que es peor, cada nuevo parado multiplica el daño, pues que, además de dejar de ser un contribuyente, se convierte, aunque sea mínimamente (las percepciones por desempleo son el timo del tocomocho), en un perceptor de subsidios que deben ser proporcionados por el Estado. Así, pues, si esto es tan evidente: ¿por qué se toman medidas que van destinadas a destruir empleo y a crear conflicto social?... No creo que sea difícil la respuesta, de modo que la dejo a la libre interpretación de cada lector. Piénselo considerando que en los tres primeros meses del año en España se "produjeron" gracias a todas estas medidas, 328508 nuevos parados, que más del 50% de nuestros jóvenes están sin trabajo (y sin posibilidades de independencia), y que no menos de 300 españoles bien formados se van de España cada día y son sustituidos por nuevos inmigrantes de otros países, generalmente sin formación alguna.

¿Sería posible un cambio de paradigma o de sistema social, así, por acuerdo entre unas masas conformadas por cientos o miles de millones de personas?... Todo parece indicar que si ahora alguien propusiera un nuevo sistema, desde ahí hasta que se alcanzara el consenso de la sociedad pasarían decenas, tal vez centenas de años de debate, haciendo inviable la situación. El planeta, hoy estancado en la absurda y deshumanizada economía especulativa, no soporta por más tiempo este orden predador donde cada cual va a lo suyo nada más y la destrucción del medioambiente es insoportable a nivel global, y hay alguien, por lo que se ve, que se ha tomado el deber de implantar un nuevo sistema, para hacer posible el cual cree necesario primero demostrar que éste es inviable, abocándolo al caos. Y en ello está, de eso no hay la menor duda.

Del ninguneo de la escala valores tradicionales y del ensalzamiento de las conductas y los personajes más aberrantes, se está derivando a este desorden moral generalizado en el que ya nada parece sorprendernos, de modo que el hombre se siente tan solo y desamparado ante el medio que, o le da por la mística new age más descabellada como único medio de soportarlo, o en un arrebato de locura pone fin a la vida de sus semejantes –crímenes sociales, matanzas, terrorismo, violencia de género-, si es que no a la suya propia, siendo que ya el suicidio es la segunda causa de muerte en Occidente. Una degeneración moral universal que va quedando en evidencia, demostrando que hay millones, billones de euros para corrupción, salvar bancos o intervenir países que apliquen estas medidas eugenésicas, pero no ha habido ni la centésima parte necesaria para salvar de la muerte por hambre a los cientos de millones de seres humanos que han podido (y pueden) ser salvados de ella, consintiendo que padecieran tan terrible fin.

Enlazando todos los mimbres de este cambio de paradigma, ya no es tan descabellado pensar que incluso lo que no lo parece obedece a un plan. Ya saben, aquello de la Navaja de Ockham de que en igualdad de condiciones la teoría más simple es la que tiene más probabilidades de ser la cierta. Imaginar que se puede llegar a este desmadre por casualidad, es sencillamente absurdo, especialmente si consideramos que no sólo las policías de las democracias se han ido pareciendo cada día más a las de las antiguas dictaduras en cuanto a sus técnicas represivas, sino también en la derrota que llevan las leyes hacia la configuración de un Estado represor (sometido a un macroestado tal vez global) y el mismo hecho de que algunos cuerpos de los ejércitos estén formándose como antidisturbios, sin duda completando la experiencia adquirida en todas esas guerras de barrio (seudociviles o civiles) que han sido provocadas en los dos últimos decenios en medio mundo, y donde “altruistamente” han participado los soldados de la práctica totalidad de las potencias occidentales. ¿Es acaso algo así lo que esperan en nuestras ciudades, paso previo imprescindible para implantar ese nuevo sistema?...

Pues pudiera ser, porque de otro modo es difícil comprender cómo sabiéndose quiénes han sido los que han producido la crisis que nos concierne, lejos de castigarlos se fuerce que la paguen las víctimas de ese saqueo, a quienes además les reprimen en sus derechos, les privan de la educación, les empujan a un final que no pase por ser perceptores de jubilación alguna y les restan posibilidades económicas como para que tengan tiempo o la posibilidad de pensar siquiera. Un “enemigo” con escasos recursos es mucho más manejable y fácil de vencer, ya lo advirtió Sun Tzu en su “El arte de la guerra”; si es estúpido o no tiene formación, mucho mejor; y si es escaso en número, ya es el “adversario ideal”. Por lo pronto, los recursos al alcance de un ciudadano de clase media o baja –el 90% de la población-, ya raya en la carestía y en muchos casos se encuadra dentro de la miseria; el hecho de que no tenga acceso a la cultura por carecer de medios y ser estupidizado mediante cultura-basura y mucho “fumbo”, ya le imposibilita comprender; y si, además, se le recorta la sanidad, se le empeora la salud, precipitando su fin, especialmente a los ancianos por ser quienes llegan a su edad más avanzada en peores condiciones, se recorta así el número de “adversarios”. Eugenesia en estado puro, en fin, tal y como solicitaba el FMI apenas unas fechas atrás.

De haber perdido a los ciudadanos en el laberinto de la nada, dejándolo al pairo sin unos valores que lo orientaran, ya ni hablamos, pues que el exterminio y desacreditación de los “ismos” comenzó hace décadas y ha sido sobradamente culminado, lo que faculta que nadie sepa, más o menos, por dónde se anda y qué cosa es la moralmente correcta y cuál no. De modo, que lo próximo, por imposibilidad de ninguna otra salida, es que los ciudadanos están siendo empujados a la desesperación, y ésta sólo produce los siempre nefandos estallidos sociales. Algo imprescindible para que, ante tan terribles acontecimientos, se puedan aplicar las medidas correctoras que interesan. Después de todo, desde el poder se planifica el fin y, en virtud de éste, se les empuja a los “actores” a interpretar el papel que se les ha asignado. Así es como funciona el mundo, qué le vamos a hacer, y, por ello mismo, en virtud del Principio de esa Navaja de Ockham, estamos pisando ya el umbral del caos.

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos)

El umbral del caos

Las expectativas de futuro se entenebrecen por días, advirtiendo de la llegada del caos
Ángel Ruiz Cediel
viernes, 20 de abril de 2012, 08:50 h (CET)
Raro es el día en que no nos desayunamos con nuevos recortes o medidas de represión económica que afectan, exclusivamente, a las capas sociales medias y bajas. Las declaraciones eugenésicas (filo-nazis) promulgadas recientemente por el FMI, en el sentido de que la población –léase clases contributivas- viven demasiado, se han visto respaldadas con las recientes medidas que han sido tomadas por el gobierno, disminuyendo la calidad y prestaciones de la sanidad pública, por una parte, y aplicando sobrecostos a los tratamientos farmacológicos, por otra. Como en un concierto, dirigido por la más siniestra batuta, unas cuestiones y otras, lejos pertenecer al orden de la casualidad, parecen encuadrarse en el ámbito de una cierta conspiración llevada a la práctica, la cual no da la impresión de ser otra que convertir a la población en simples sostenedores laborales del sistema, sin derechos de ninguna clase. Y para que este tenebroso fin pueda materializarse con la mínima oposición, se decreta el incremento desmedido de las tasas académicas, primero universitarias pero que no tardarán en llegar al resto de los niveles educativos, por las cuales se prohíbe de facto que las clases menos favorecidas tengan acceso a la cultura y la formación, haciendo bueno aquel famoso aserto de aquel lord en la Cámara de los Lores, pronunciado en las primeras décadas del s. XX: “No conviene que las clases inferiores tengan acceso a la cultura, o de otro modo no aceptarían de grado el duro sino que las corresponde.”

Los distintos instrumentos políticos internacionales están interpretando un concierto con un fin único y muy definido. Nada se deja al azar, nada. Cada paso que dan, cada nueva nota de esta siniestra sinfonía, aprieta más el nudo corredizo en tono al cuello de los ciudadanos otrora libres, convirtiéndoles más y más en sólo carne impositiva. No hace falta ser un ducho economista para saber que por cada veinte mil euros que se retiran de la circulación destinados a consumo se produce un nuevo desempleado, y todas las medidas que está aplicando el gobierno hasta al día de la fecha –más allá que se pueden considerar fraude electoral- retiran decenas, cientos, miles de millones de euros del consumo, sea en forma de nuevos impuestos, incremento de tasas, reducciones salariales o lo que sea: si estos dineros no están destinados al consumo, lo están al desempleo. Y, lo que es peor, cada nuevo parado multiplica el daño, pues que, además de dejar de ser un contribuyente, se convierte, aunque sea mínimamente (las percepciones por desempleo son el timo del tocomocho), en un perceptor de subsidios que deben ser proporcionados por el Estado. Así, pues, si esto es tan evidente: ¿por qué se toman medidas que van destinadas a destruir empleo y a crear conflicto social?... No creo que sea difícil la respuesta, de modo que la dejo a la libre interpretación de cada lector. Piénselo considerando que en los tres primeros meses del año en España se "produjeron" gracias a todas estas medidas, 328508 nuevos parados, que más del 50% de nuestros jóvenes están sin trabajo (y sin posibilidades de independencia), y que no menos de 300 españoles bien formados se van de España cada día y son sustituidos por nuevos inmigrantes de otros países, generalmente sin formación alguna.

¿Sería posible un cambio de paradigma o de sistema social, así, por acuerdo entre unas masas conformadas por cientos o miles de millones de personas?... Todo parece indicar que si ahora alguien propusiera un nuevo sistema, desde ahí hasta que se alcanzara el consenso de la sociedad pasarían decenas, tal vez centenas de años de debate, haciendo inviable la situación. El planeta, hoy estancado en la absurda y deshumanizada economía especulativa, no soporta por más tiempo este orden predador donde cada cual va a lo suyo nada más y la destrucción del medioambiente es insoportable a nivel global, y hay alguien, por lo que se ve, que se ha tomado el deber de implantar un nuevo sistema, para hacer posible el cual cree necesario primero demostrar que éste es inviable, abocándolo al caos. Y en ello está, de eso no hay la menor duda.

Del ninguneo de la escala valores tradicionales y del ensalzamiento de las conductas y los personajes más aberrantes, se está derivando a este desorden moral generalizado en el que ya nada parece sorprendernos, de modo que el hombre se siente tan solo y desamparado ante el medio que, o le da por la mística new age más descabellada como único medio de soportarlo, o en un arrebato de locura pone fin a la vida de sus semejantes –crímenes sociales, matanzas, terrorismo, violencia de género-, si es que no a la suya propia, siendo que ya el suicidio es la segunda causa de muerte en Occidente. Una degeneración moral universal que va quedando en evidencia, demostrando que hay millones, billones de euros para corrupción, salvar bancos o intervenir países que apliquen estas medidas eugenésicas, pero no ha habido ni la centésima parte necesaria para salvar de la muerte por hambre a los cientos de millones de seres humanos que han podido (y pueden) ser salvados de ella, consintiendo que padecieran tan terrible fin.

Enlazando todos los mimbres de este cambio de paradigma, ya no es tan descabellado pensar que incluso lo que no lo parece obedece a un plan. Ya saben, aquello de la Navaja de Ockham de que en igualdad de condiciones la teoría más simple es la que tiene más probabilidades de ser la cierta. Imaginar que se puede llegar a este desmadre por casualidad, es sencillamente absurdo, especialmente si consideramos que no sólo las policías de las democracias se han ido pareciendo cada día más a las de las antiguas dictaduras en cuanto a sus técnicas represivas, sino también en la derrota que llevan las leyes hacia la configuración de un Estado represor (sometido a un macroestado tal vez global) y el mismo hecho de que algunos cuerpos de los ejércitos estén formándose como antidisturbios, sin duda completando la experiencia adquirida en todas esas guerras de barrio (seudociviles o civiles) que han sido provocadas en los dos últimos decenios en medio mundo, y donde “altruistamente” han participado los soldados de la práctica totalidad de las potencias occidentales. ¿Es acaso algo así lo que esperan en nuestras ciudades, paso previo imprescindible para implantar ese nuevo sistema?...

Pues pudiera ser, porque de otro modo es difícil comprender cómo sabiéndose quiénes han sido los que han producido la crisis que nos concierne, lejos de castigarlos se fuerce que la paguen las víctimas de ese saqueo, a quienes además les reprimen en sus derechos, les privan de la educación, les empujan a un final que no pase por ser perceptores de jubilación alguna y les restan posibilidades económicas como para que tengan tiempo o la posibilidad de pensar siquiera. Un “enemigo” con escasos recursos es mucho más manejable y fácil de vencer, ya lo advirtió Sun Tzu en su “El arte de la guerra”; si es estúpido o no tiene formación, mucho mejor; y si es escaso en número, ya es el “adversario ideal”. Por lo pronto, los recursos al alcance de un ciudadano de clase media o baja –el 90% de la población-, ya raya en la carestía y en muchos casos se encuadra dentro de la miseria; el hecho de que no tenga acceso a la cultura por carecer de medios y ser estupidizado mediante cultura-basura y mucho “fumbo”, ya le imposibilita comprender; y si, además, se le recorta la sanidad, se le empeora la salud, precipitando su fin, especialmente a los ancianos por ser quienes llegan a su edad más avanzada en peores condiciones, se recorta así el número de “adversarios”. Eugenesia en estado puro, en fin, tal y como solicitaba el FMI apenas unas fechas atrás.

De haber perdido a los ciudadanos en el laberinto de la nada, dejándolo al pairo sin unos valores que lo orientaran, ya ni hablamos, pues que el exterminio y desacreditación de los “ismos” comenzó hace décadas y ha sido sobradamente culminado, lo que faculta que nadie sepa, más o menos, por dónde se anda y qué cosa es la moralmente correcta y cuál no. De modo, que lo próximo, por imposibilidad de ninguna otra salida, es que los ciudadanos están siendo empujados a la desesperación, y ésta sólo produce los siempre nefandos estallidos sociales. Algo imprescindible para que, ante tan terribles acontecimientos, se puedan aplicar las medidas correctoras que interesan. Después de todo, desde el poder se planifica el fin y, en virtud de éste, se les empuja a los “actores” a interpretar el papel que se les ha asignado. Así es como funciona el mundo, qué le vamos a hacer, y, por ello mismo, en virtud del Principio de esa Navaja de Ockham, estamos pisando ya el umbral del caos.

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos)

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