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Y acaban de empezar estos dos...

Repsol-YPF, la Kirchner y el Kicillof

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Uno no sabe qué pensar, qué cable se le ha cruzado a CFK para montar el lío que ha formado. Con el bolivariano Chávez a tres telediarios de dejar este cruel mundo y un Evo Morales al que los jerséis le han encogido de mal lavarlos, es posible que la Kirchner, asesorada desde el más acá, viste, por el fantasma de su marido y un pepito grillo con apellido de vodka, haya decidido, allá ella y su pueblo, erigirse en la libertadora del continente, la reencarnación de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte y Blanco.

Emancipar la América latina del Imperio español, librarse de la colonización de Repsol y Telefónica, mayormente, y, ya de paso, pasar a la Historia como la que consiguió aislar Argentina del resto del mundo, condenándola a penar el desprecio y el rechazo de todas las naciones. Es seguro que el tal Kicillof que le susurra al oído tiene mucho que ver en el torpe empellón, que este viceministro de Economía sea el kamikaze que ha arrastrado a una enloquecida mujer a enfrentarse contra todo y todos, un visionario suicida que tiene revolucionado el botox de la presidenta de Argentina y que, no lo dude nadie, ha hincado con marro una estaca en el futuro de su país.

Por otro lado, quizás el amasador de dinero Brufau acierte al indicar que la expropiación responde a la crisis social y económica que se está cebando con Argentina, que sea una forma de desviar las miradas que ya se centraban en la nefasta gestión política de Cristina Fernández y su equipo de desbaratados hacia un blanco populista, un mundial del 78 con el que contentar al pueblo, una guerra de Las Malvinas con la que entretenerlo y desangrarlo. Algo de veracidad puede tener este argumento del millonario de Repsol, una dosis de certezas que justifiquen esta ruptura de las reglas internacionales, esta meada salvaje fuera del tiesto.

Tampoco le podemos quitar fuerza a las circunstancias que esgrimen desde Argentina en defensa del atraco que han perpetrado a YPF. Seguro que desde la Compañía no se han hecho las cosas como se debían haber hecho, seguro que se ha especulado para ganar más con menos, seguro que no se ha invertido lo comprometido. Al fin y al cabo, un negocio es un negocio, y se concibe para que unos pocos se inflen a billetes a costa del sacrificio de otros muchos. Y eso no está bien, no señor. En esto entiendo a los argentinos. El petróleo es suyo y de fuera vendrán que se lo llevarán. Aunque no piensan, listos ellos, que antes ya lo tenían y ni sabían ni podían aprovecharlo. Es decir, que les vino de muerte que les montaran el chiringuito.

El caso es que Argentina o, mejor dicho, la Kirchner y el pollo que le aconseja han expropiado YPF. Bueno, pues vale, pues de acuerdo. Que se lo queden. Pero que paguen lo que vale, porque de no hacerlo perderán cualquier razón que pudieran tener y se convertirán en lo que muchos consideran que son ya, en unos ladrones. Y eso de robar está muy feo.

Mirad. Siento el más profundo respeto y un inmenso cariño hacia Argentina, familia y amigos me unen a ella. Como con los españoles, a algunos argentinos no les daría la espalda ni para huir, pero conozco muchos a los que aprecio y quiero de verdad. Algunos de ellos me cuentan que esto no es más que una huida hacia delante de una presidenta que ha perdido los papeles y que necesita salvar su culo ofreciendo carnaza a su gente. Otros hay que me dicen que nos pongamos los españoles en su lugar, que qué haríamos nosotros si lo propio lo explotaran y se lo agenciaran los de fuera y tuviéramos que pagarlo a precio de oro. Yo no sé qué contestarles, pues esta razón pesa mucho con la que está cayendo. Como tampoco falta el que me pregunta que si yo tengo acciones de Repsol, que me cabree. Pero que si no es ése el caso, que no lo es, que pase del tema y me entretenga en buscarme el futuro. Una finca donde criar elefantes con destino a aristocráticas cacerías.

Fuera de coñas. Haríamos mal en juzgarles a todos por las locuras de su Presidenta y esa verruga política que revolotea a su lado y que se cree que es Churchill. No seríamos justos, no. Así lo creo y así os lo cuento, a ver qué os parece.

Repsol-YPF, la Kirchner y el Kicillof

Y acaban de empezar estos dos...
Tomás Salinas
miércoles, 18 de abril de 2012, 07:16 h (CET)
Uno no sabe qué pensar, qué cable se le ha cruzado a CFK para montar el lío que ha formado. Con el bolivariano Chávez a tres telediarios de dejar este cruel mundo y un Evo Morales al que los jerséis le han encogido de mal lavarlos, es posible que la Kirchner, asesorada desde el más acá, viste, por el fantasma de su marido y un pepito grillo con apellido de vodka, haya decidido, allá ella y su pueblo, erigirse en la libertadora del continente, la reencarnación de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte y Blanco.

Emancipar la América latina del Imperio español, librarse de la colonización de Repsol y Telefónica, mayormente, y, ya de paso, pasar a la Historia como la que consiguió aislar Argentina del resto del mundo, condenándola a penar el desprecio y el rechazo de todas las naciones. Es seguro que el tal Kicillof que le susurra al oído tiene mucho que ver en el torpe empellón, que este viceministro de Economía sea el kamikaze que ha arrastrado a una enloquecida mujer a enfrentarse contra todo y todos, un visionario suicida que tiene revolucionado el botox de la presidenta de Argentina y que, no lo dude nadie, ha hincado con marro una estaca en el futuro de su país.

Por otro lado, quizás el amasador de dinero Brufau acierte al indicar que la expropiación responde a la crisis social y económica que se está cebando con Argentina, que sea una forma de desviar las miradas que ya se centraban en la nefasta gestión política de Cristina Fernández y su equipo de desbaratados hacia un blanco populista, un mundial del 78 con el que contentar al pueblo, una guerra de Las Malvinas con la que entretenerlo y desangrarlo. Algo de veracidad puede tener este argumento del millonario de Repsol, una dosis de certezas que justifiquen esta ruptura de las reglas internacionales, esta meada salvaje fuera del tiesto.

Tampoco le podemos quitar fuerza a las circunstancias que esgrimen desde Argentina en defensa del atraco que han perpetrado a YPF. Seguro que desde la Compañía no se han hecho las cosas como se debían haber hecho, seguro que se ha especulado para ganar más con menos, seguro que no se ha invertido lo comprometido. Al fin y al cabo, un negocio es un negocio, y se concibe para que unos pocos se inflen a billetes a costa del sacrificio de otros muchos. Y eso no está bien, no señor. En esto entiendo a los argentinos. El petróleo es suyo y de fuera vendrán que se lo llevarán. Aunque no piensan, listos ellos, que antes ya lo tenían y ni sabían ni podían aprovecharlo. Es decir, que les vino de muerte que les montaran el chiringuito.

El caso es que Argentina o, mejor dicho, la Kirchner y el pollo que le aconseja han expropiado YPF. Bueno, pues vale, pues de acuerdo. Que se lo queden. Pero que paguen lo que vale, porque de no hacerlo perderán cualquier razón que pudieran tener y se convertirán en lo que muchos consideran que son ya, en unos ladrones. Y eso de robar está muy feo.

Mirad. Siento el más profundo respeto y un inmenso cariño hacia Argentina, familia y amigos me unen a ella. Como con los españoles, a algunos argentinos no les daría la espalda ni para huir, pero conozco muchos a los que aprecio y quiero de verdad. Algunos de ellos me cuentan que esto no es más que una huida hacia delante de una presidenta que ha perdido los papeles y que necesita salvar su culo ofreciendo carnaza a su gente. Otros hay que me dicen que nos pongamos los españoles en su lugar, que qué haríamos nosotros si lo propio lo explotaran y se lo agenciaran los de fuera y tuviéramos que pagarlo a precio de oro. Yo no sé qué contestarles, pues esta razón pesa mucho con la que está cayendo. Como tampoco falta el que me pregunta que si yo tengo acciones de Repsol, que me cabree. Pero que si no es ése el caso, que no lo es, que pase del tema y me entretenga en buscarme el futuro. Una finca donde criar elefantes con destino a aristocráticas cacerías.

Fuera de coñas. Haríamos mal en juzgarles a todos por las locuras de su Presidenta y esa verruga política que revolotea a su lado y que se cree que es Churchill. No seríamos justos, no. Así lo creo y así os lo cuento, a ver qué os parece.

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