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La justificación de Cristóbal Montoro al tijeretazo de RTVE

La televisión pública según el gobierno

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De 1.200 a 996 millones de euros porque “sólo sirve para pasar un buen rato”. Ésta es la televisión pública según Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda.

‘En días como hoy’, programa de Radio Nacional de España conducido por Juan Ramón Lucas, recibió este martes al recientemente nombrado responsable del ministerio de Hacienda Cristóbal Montoro. El presentador le preguntó por sus comentarios acerca de la Corporación RTVE (a la cual pertenece RNE) en los cuales mencionaba que no debía competir con las televisiones privadas. El ministro se justificó con un simple: “Las series sólo sirven para pasar un buen rato”. El análisis de sus razones abre serias dudas sobre el futuro de la producción televisiva en España y el sentido del servicio público.

Además de la opinión sobre la finalidad de las grandes producciones de ficción, habló de su coste: “Está usted pagando por una serie de televisión unos precios que no pagan en las privadas”. Eso sí, no aportó ningún dato al respecto. Ilustremos aquí lo que no aclaró el ministro. Cada capítulo de ‘Águila Roja’ (La 1) ronda los 800.000 euros, mientras que una de las mejores ficciones privadas, ‘Gran Hotel’ (Antena 3) cuesta por capítulo aproximadamente 500.000 euros. Bastante más barata.

Pero también es cierto que si ‘Gran Hotel’ cerró su primera temporada con 3.393.000 espectadores de media, ‘Águila Roja’ cerró su primera temporada con 4.637.000, la segunda con 5.606.000, la tercera con 5.642.000 y la cuarta con 5.986.000, además de haber sido vendida y emitida ya en Francia, Bélgica, Bulgaria, Polonia, Serbia, Estados Unidos, México, Uruguay, Cuba, Perú, Puerto Rico y Argentina. Por no contar los premios como la Medalla de Plata a la Mejor Serie de Acción y Aventuras del Festival Internacional de Televisión y Cine de Nueva York, varios TP de Oro o los galardones de la Academia de Televisión, entre otros.

¿Cuál es la rentabilidad de estas grandes producciones? La rentabilidad en satisfacción del ciudadano (quien sostiene con sus impuestos RTVE) es muy alta, dadas las audiencias. Pero la renuncia a la publicidad en favor de las televisiones privadas dejó a la televisión pública sin la posibilidad de transformar ese altísimo número de espectadores en dinero gracias a la venta de espacios publicitarios. Ésta era una reivindicación legítima de las cadenas privadas que restablecía el equilibrio e igualaba a RTVE al resto de servicios públicos: un hospital de la Seguridad Social no tiene por objeto el lucro de la entidad, sino la satisfacción del usuario, financiándose directamente del erario público.

Pero aún hay más: a esta satisfacción se añade la sostenibilidad del sector, siendo RTVE un verdadero motor en la industria audiovisual. Todo desarrollo precisa invertir en innovación (el famoso I+D). Series como ‘Águila Roja’, ‘Cuéntame cómo pasó’ o ‘Gran Reserva’ sirven para que productoras como Globomedia, Bambú producciones o Grupo Ganga puedan mantener sus plantillas, dotarlas de experiencia, investigar en nuevos formatos y sistemas de producción, siendo más competitivas y modernizando un sector que debería liderar el ámbito internacional de contenidos audiovisuales en castellano. Un terreno que muchas grandes empresas internacionales (incluso anglófonas) desean para sí y en el que España se está dejando ganar la batalla si no le pone remedio. Porque con la venta y distribución de contenidos audiovisuales se generan riqueza y puestos de trabajo (pregunten en Hollywood).

De este crecimiento también se benefician las televisiones privadas al poder contar con proveedores experimentados y competitivos, el público que puede disfrutar de series y programas de calidad hechos por profesionales competentes, la Hacienda pública, al tener un sector fuerte con empresas solventes que tributan al estado... y los ciudadanos que trabajan en este campo.

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Claro que los trabajadores no cuentan para el ministro, según sus propias declaraciones: “No tenemos un servicio público para que tengas un sueldo como el que tiene un profesional en un servicio privado”. Se me hace difícil pensar que un iluminador, realizador, presentador, director de contenidos o jefe de producción de un canal público, con una hipoteca, facturas, etc., crea que su actividad profesional no merece la misma remuneración que la de un colega en su misma categoría en una cadena privada. Estoy absolutamente de acuerdo en la racionalización del gasto y en evitar puestos de elevado salario y escaso rendimiento, fruto de plantillas sobredimensionadas. Pero esto se soluciona contratando gestores profesionales, expertos en el sector, que han de ser pagados para que elijan desempeñar su actividad en un organismo público.

Sin embargo para Cristóbal Montoro “competir desde el servicio público” significa no invertir en buenos programas, ni en buenos profesionales, ni en buenos gestores, precisamente porque son servicio público.

Toda una paradoja que se explica por su visión del sector: “Las televisiones públicas, los servicios públicos que hay en otros países europeos, pues no compiten en el ámbito del ocio igual que las televisiones privadas”.

Un tremendo error, alejado absolutamente de la realidad. Quizá no conoce Reino Unido, donde la BBC (el paradigma de la televisión pública europea) produce series ('Sherlock'), concursos ('The Voice UK', la versión británica del talent show que adaptará Telecinco tras el verano) y programas de entretenimiento en una parrilla absolutamente generalista, compitiendo (y frecuentemente venciendo) a la competencia privada. Todo gracias a un presupuesto que multiplica por cinco al actual de RTVE.

Tampoco debe conocer Francia, donde France 2 y France 3 (y el resto de canales que forman France Televisions), de titularidad estatal, emiten series propias ('Antigone 34'), extranjeras ('Cold Case', 'Castle'), concursos (Slam) de igual manera que lo hace en España La 1 ó La 2. En Alemania, Das Erste (“La Primera”), de la televisión pública ARD, sigue en la misma tónica generalista, con ficciones tan afianzadas (desde los años 70) como 'Tatort'. ¿De qué televisiones públicas europeas habla Cristóbal Montoro?

Según la Ley General de la Comunicación Audiovisual todos tenemos derecho a recibir una comunicación audiovisual plural: “Esta prestación plural debe asegurar una comunicación audiovisual cuya programación incluya distintos géneros y atienda a los diversos intereses de la sociedad, especialmente cuando se realice a través de prestadores de titularidad pública”. Una pluralidad y diversidad de géneros e intereses que las opiniones del ministro podrían vulnerar. Yo, personalmente, prefiero la opinión del primer director de la BBC, allá por 1922, que quería “un medio de comunicación independiente, capaz de informar, educar y entretener, libre de interferencias políticas y presiones comerciales”.

La televisión pública según el gobierno

La justificación de Cristóbal Montoro al tijeretazo de RTVE
Luis Alcázar
jueves, 12 de abril de 2012, 16:17 h (CET)

Sin Título

De 1.200 a 996 millones de euros porque “sólo sirve para pasar un buen rato”. Ésta es la televisión pública según Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda.

‘En días como hoy’, programa de Radio Nacional de España conducido por Juan Ramón Lucas, recibió este martes al recientemente nombrado responsable del ministerio de Hacienda Cristóbal Montoro. El presentador le preguntó por sus comentarios acerca de la Corporación RTVE (a la cual pertenece RNE) en los cuales mencionaba que no debía competir con las televisiones privadas. El ministro se justificó con un simple: “Las series sólo sirven para pasar un buen rato”. El análisis de sus razones abre serias dudas sobre el futuro de la producción televisiva en España y el sentido del servicio público.

Además de la opinión sobre la finalidad de las grandes producciones de ficción, habló de su coste: “Está usted pagando por una serie de televisión unos precios que no pagan en las privadas”. Eso sí, no aportó ningún dato al respecto. Ilustremos aquí lo que no aclaró el ministro. Cada capítulo de ‘Águila Roja’ (La 1) ronda los 800.000 euros, mientras que una de las mejores ficciones privadas, ‘Gran Hotel’ (Antena 3) cuesta por capítulo aproximadamente 500.000 euros. Bastante más barata.

Pero también es cierto que si ‘Gran Hotel’ cerró su primera temporada con 3.393.000 espectadores de media, ‘Águila Roja’ cerró su primera temporada con 4.637.000, la segunda con 5.606.000, la tercera con 5.642.000 y la cuarta con 5.986.000, además de haber sido vendida y emitida ya en Francia, Bélgica, Bulgaria, Polonia, Serbia, Estados Unidos, México, Uruguay, Cuba, Perú, Puerto Rico y Argentina. Por no contar los premios como la Medalla de Plata a la Mejor Serie de Acción y Aventuras del Festival Internacional de Televisión y Cine de Nueva York, varios TP de Oro o los galardones de la Academia de Televisión, entre otros.

¿Cuál es la rentabilidad de estas grandes producciones? La rentabilidad en satisfacción del ciudadano (quien sostiene con sus impuestos RTVE) es muy alta, dadas las audiencias. Pero la renuncia a la publicidad en favor de las televisiones privadas dejó a la televisión pública sin la posibilidad de transformar ese altísimo número de espectadores en dinero gracias a la venta de espacios publicitarios. Ésta era una reivindicación legítima de las cadenas privadas que restablecía el equilibrio e igualaba a RTVE al resto de servicios públicos: un hospital de la Seguridad Social no tiene por objeto el lucro de la entidad, sino la satisfacción del usuario, financiándose directamente del erario público.

Pero aún hay más: a esta satisfacción se añade la sostenibilidad del sector, siendo RTVE un verdadero motor en la industria audiovisual. Todo desarrollo precisa invertir en innovación (el famoso I+D). Series como ‘Águila Roja’, ‘Cuéntame cómo pasó’ o ‘Gran Reserva’ sirven para que productoras como Globomedia, Bambú producciones o Grupo Ganga puedan mantener sus plantillas, dotarlas de experiencia, investigar en nuevos formatos y sistemas de producción, siendo más competitivas y modernizando un sector que debería liderar el ámbito internacional de contenidos audiovisuales en castellano. Un terreno que muchas grandes empresas internacionales (incluso anglófonas) desean para sí y en el que España se está dejando ganar la batalla si no le pone remedio. Porque con la venta y distribución de contenidos audiovisuales se generan riqueza y puestos de trabajo (pregunten en Hollywood).

De este crecimiento también se benefician las televisiones privadas al poder contar con proveedores experimentados y competitivos, el público que puede disfrutar de series y programas de calidad hechos por profesionales competentes, la Hacienda pública, al tener un sector fuerte con empresas solventes que tributan al estado... y los ciudadanos que trabajan en este campo.

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Claro que los trabajadores no cuentan para el ministro, según sus propias declaraciones: “No tenemos un servicio público para que tengas un sueldo como el que tiene un profesional en un servicio privado”. Se me hace difícil pensar que un iluminador, realizador, presentador, director de contenidos o jefe de producción de un canal público, con una hipoteca, facturas, etc., crea que su actividad profesional no merece la misma remuneración que la de un colega en su misma categoría en una cadena privada. Estoy absolutamente de acuerdo en la racionalización del gasto y en evitar puestos de elevado salario y escaso rendimiento, fruto de plantillas sobredimensionadas. Pero esto se soluciona contratando gestores profesionales, expertos en el sector, que han de ser pagados para que elijan desempeñar su actividad en un organismo público.

Sin embargo para Cristóbal Montoro “competir desde el servicio público” significa no invertir en buenos programas, ni en buenos profesionales, ni en buenos gestores, precisamente porque son servicio público.

Toda una paradoja que se explica por su visión del sector: “Las televisiones públicas, los servicios públicos que hay en otros países europeos, pues no compiten en el ámbito del ocio igual que las televisiones privadas”.

Un tremendo error, alejado absolutamente de la realidad. Quizá no conoce Reino Unido, donde la BBC (el paradigma de la televisión pública europea) produce series ('Sherlock'), concursos ('The Voice UK', la versión británica del talent show que adaptará Telecinco tras el verano) y programas de entretenimiento en una parrilla absolutamente generalista, compitiendo (y frecuentemente venciendo) a la competencia privada. Todo gracias a un presupuesto que multiplica por cinco al actual de RTVE.

Tampoco debe conocer Francia, donde France 2 y France 3 (y el resto de canales que forman France Televisions), de titularidad estatal, emiten series propias ('Antigone 34'), extranjeras ('Cold Case', 'Castle'), concursos (Slam) de igual manera que lo hace en España La 1 ó La 2. En Alemania, Das Erste (“La Primera”), de la televisión pública ARD, sigue en la misma tónica generalista, con ficciones tan afianzadas (desde los años 70) como 'Tatort'. ¿De qué televisiones públicas europeas habla Cristóbal Montoro?

Según la Ley General de la Comunicación Audiovisual todos tenemos derecho a recibir una comunicación audiovisual plural: “Esta prestación plural debe asegurar una comunicación audiovisual cuya programación incluya distintos géneros y atienda a los diversos intereses de la sociedad, especialmente cuando se realice a través de prestadores de titularidad pública”. Una pluralidad y diversidad de géneros e intereses que las opiniones del ministro podrían vulnerar. Yo, personalmente, prefiero la opinión del primer director de la BBC, allá por 1922, que quería “un medio de comunicación independiente, capaz de informar, educar y entretener, libre de interferencias políticas y presiones comerciales”.

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