Las Fallas son una de esas grandes fiestas en las que amigos y familiares que viven y trabajan fuera de Valencia vuelven a casa. Durante una de esas sobremesas frecuentes estos días tras la mascletà, una de mis amigas, unas horas antes de coger el tren de vuelta a Barcelona, encendía la mecha de una larga conversación que acabó obligándome a escribir este artículo. “Leo opinión y no doy crédito. Casualmente ninguno de los que ladran y se ensañan con la Comunidad Valenciana reside aquí (salvo excepción no digna de mención)”. “Desconocen nuestra tierra, nuestro potencial y nuestra historia”. Así comenzó. Y está en lo cierto. Hace años que el modelo de financiación autonómico supone una carga para nuestro déficit. Cada valenciano ha recibido 194 euros menos que la media de los españoles. Y a pesar de ello, el PIB de la industria de la Comunidad Valenciana está por encima de la media nacional e históricamente hemos aportado al Estado más de lo que hemos recibido.
Puedo decir con orgullo que Valencia es una tierra generosa, solidaria y voluntariosa. A los valencianos nunca nos han regalado nada, más bien todo lo contrario. En los momentos más difíciles, después de la guerra, las únicas divisas que entraban en España eran las que provenían de las naranjas. Como decía mi amiga, que hagan memoria “todos esos que ahora ladran”, se nos llamaba el “Levante Feliz” porque no protestábamos, porque nos resolvíamos nosotros las cosas sin causar molestias. Lo demostramos cuando Franco nos negó, tras la gran riada de 1957, la desviación del Cauce del río Turia. Fuimos los valencianos con el dinero de nuestro bolsillo quienes la finaciamos con tasas especiales sobre los sellos y nuestras actividades productivas.
Valencia es tierra humilde, con una enorme capacidad de sacrificio. Es tierra de emprendedores, de artistas, de talento. Es una tierra exportadora por naturaleza. En el último rincón del mundo hay un empresario valenciano vendiendo castillos artificiales, muebles, naranjas o tejidos vaqueros. Siempre nos hemos visto marcados por la coyuntura económica tanto nacional como internacional, pero también en los momentos de gran expansión económica hemos sido referente en el mundo entero y abierto las portadas de los medios de comunicación ofreciendo éxitos a España.
Las Fallas, además de todo lo que me dan por sí mismas, un año más me han permitido disfrutar durante unos días de valencianos muy queridos que están fuera de la ciudad. Se dio con mi amiga que ayer volvía a su rutina fuera de Valencia, una tertulia de horas en la que hablamos de un sinfín de temas muy variados y, al hacerse la hora, me dio un abrazo y se despidió: “Los valencianos sabemos luchar y estamos acostumbrados a resolver nuestros problemas con nuestro esfuerzo, perseverancia y trabajo, y volveremos a hacerlo como hemos hecho siempre. Escribe de esto”.