Esta semana he intentado leer todo aquello que aparecía en los medios de comunicación y en las redes sociales sobre la actuación policial contra los manifestantes en Valencia. A una semana del suceso, sólo puedo concluir que: ni todos los estudiantes son pacíficos, ni todos los policías son camorristas.
En primer lugar, decir que los estudiantes se saltaron a la torera las normas y pasos a seguir para llevar a cabo una manifestación o protesta, y en esa línea no se puede exigir comportamiento a las fuerzas y cuerpos de seguridad cuando tu mismo quebrantas el orden establecido socialmente. En segundo lugar, no se justifica el uso de la fuerza en ningún caso.
Entiendo que tras el desastre, los unos y los otros se acogen al argumento conocido de los “hechos aislados”. Para los estudiantes la quema de contenedores, o para la policía que da una torta, un balazo de goma o una patada han sido actuaciones puntuales.
El tema ha sido recurrente y ha dado lugar a la proliferación de imágenes, videos y foros en Internet. No cabe duda que algunos miembros del cuerpo nacional de policía se extralimitaron y, por otro lado algunos estudiantes calentaban el ambiente con la famosa resistencia pacífica, cuando muchos, todavía hoy, no saben ni porque se manifestaban. Al menos eso se desprende de algunas conversaciones que aparecen en las redes sociales y cuyo objetivo es subir al carro de la pelada de clase, y un día de fiesta.
Los medios de comunicación lejos de hacer información, según sus intereses o ideas, introducen juicios de valor que criminalizan a un cuerpo u otro, a la policía, a los alternativos, a los antisistema o a los propios estudiantes.
Luego queda la casta política, el señor Jorge Alarte, Marga Sanz, Mónica Oltra y demás políticos oportunistas que ahora no dudan en ponerse tras una pancarta y mostrar su preocupación por la educación pública. No cabe duda que el PP ha dado la guillotina a la educación pública, pero el PSOE la condenó y sentenció a muerte con políticas de despilfarro. Así que, milongas a otra parte y arrimar el hombro los que aún gozan de trabajo, y los estudiantes a hincar el codo y a los idiomas que igual acabamos cotizando en Alemania, Francia, Reino Unido, Australia o China.