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Siempre será preferible una potencia rusa bajo los estándares democráticos de la mayor parte del Viejo Continente, que la autocracia que ayer y hoy representa

La Gran Pascua Rusa

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No,no se trata de la inmensa obra del compositor ruso, que nos recuerda que si Rusia no es Europa, nosotros tampoco. Hablamos de la pascua que Moscú esta haciendo a la causa del progreso hacia la sociedad justa que todos los ciudadanos de bien ansiamos para el orbe. No es este un artículo "flowers powers" pero tampoco que se resigna a la tan cacareada "realpolitik".

El Kremlin, y al rebufo la Ciudad Prohibida, con su veto en el Consejo de Seguridad de la ONU no pone sino de manifiesto la absoluta superación de una Organización al servicio de cinco potencias resultantes de una realidad válida para 1945. Una realidad que ya no lo es, y que pone de manifiesto el calco de la institución de la bahía del Hudson con respecto al la Sociedad de Naciones de entreguerras. Peor aún, una entelequia al servicio de unos intereses que poco tienen que ver con la estabilidad que este globo global que nos toca habitar necesita. Ciertamente, la diplomacia Lavrov nos esta haciendo "la pascua" con el espantoso asunto siríaco. Sesudos tertulianos y analistas políticos nos advierten de las tendencias internacionales del Imperio Ruso, como si fuera algo novedoso, cuando todos sabemos que no existe nihil nuovo sul sole.

¿Acaso la diplomacia del Potomac o del Elíseo o la vieja hiena imperialista británica no siguen en sus trece?. Ciertamente la querencia de la Tercera Roma por hacer aliados poco recomendables no es algo sorprendente. Lo indecente es que con la manifiesta matanza que se sufre desde el litoral del Mare Nostrum hasta Palmira, el  desprecio absoluto de los DDHH del régimen de los Asad en Damasco sea apoyado desde Rusia a través de su veto, en un alarde de menosprecio del duunvirato ruso hacia la imagen que su país proyecta hacia el exterior. Algo difícil de digerir en una potencia que explota su escenografía en el extranjero para suplir sus carencias internas, como en los viejos tiempos zaristas y soviéticos. Máxime en un momento delicado para Putin y su avatar.
 
El clan de "Píter", dominante en la Gran Rusia desde el caos yeltsiniano pasa por su particular invierno ruso. La anestesiada sociedad civil rusa despierta de su letargo de un siglo, ya que quiénes no se han ido y permanecen en el epítome de la cultura europea en el Este, esas clases medias informadas y hambrientas de libertades reclaman de la opereta que representa la "democracia rusa" mayor participación; una glasnost que los inquilinos del trono ruso no tendrán mas remedio que atender. Las manifestaciones de Diciembre y Febrero así lo indican. Y se nos volverá a recordar que Moscú perpetuará en su equivocada proyección exterior. Pero siempre será preferible una potencia rusa bajo los estándares democráticos de la mayor parte del viejo continente, que la autocracia que ayer y hoy representa.

La diplomacia Lavrov difiere poco de la de Sasonov o de la de Gromiko. Y reitero, lo mismo que la  del resto de "los cinco". No le faltó razón hace unos años cuando el Zar Vladimir denominó al georgiano como histérico. Pero en esta ocasión el Kremlin erra por completo. Y en la Plaza Roja lo saben, por mucho que Damasco sea su último bastión en el Mediterráneo. Rusia puede calificar a otras naciones de hipócritas, véase los vetos USA respecto a las sanciones a Tel Aviv, la postura de Pekín respecto a Formosa y un largo etcétera. Pero en esta ocasión una Rusia sorda ante la guerra civil que vive siria, no hace sino socavar más aún su ya mala imagen fuera de su área directa de influencia. Le asiste la razón a la Secretaria de Estado de los EEUU lo mismo que a las Galias, sobre la responsabilidad de Moscú como dique de contención para detener la masacre del régimen sirio hacia su pueblo. Y es deber de todo ciudadano decente señalar a Rusia y China como culpables de impedir una acción concluyente que ponga fin al horror que vive la nación siria. Una señal de Rusia al respecto no solo redundaría en beneficio del más que posible reentronizado Zar, sino de la imagen de su país en el exterior. Una imagen hoy por hoy impresentable, pues aunque Damasco sea un cliente privilegiado de su arsenal militar amén de las razones ya explicadas, son más los deméritos que los pingües beneficios que tal relación de "amistad" puedan reportar al Zar. El cierre de la Embajada estadounidense en la capital siria, los por enésima vez tardíos movimientos de la UE o la impotencia rabiosa de la Liga Árabe son alardes de una situación que ya se hace insostenible en el Creciente Fértil. Una situación que no augura nada bueno en un área ya de por si en perenne inestabilidad. Inestabilidad que aumenta a medida que nos acercamos al Golfo Pérsico y al sur del Golam y cuya sombra deja a Europa, Rusia incluida, en una inquietante oscuridad.

La Gran Pascua Rusa

Siempre será preferible una potencia rusa bajo los estándares democráticos de la mayor parte del Viejo Continente, que la autocracia que ayer y hoy representa
Nicolás de Miguel
martes, 7 de febrero de 2012, 08:24 h (CET)
No,no se trata de la inmensa obra del compositor ruso, que nos recuerda que si Rusia no es Europa, nosotros tampoco. Hablamos de la pascua que Moscú esta haciendo a la causa del progreso hacia la sociedad justa que todos los ciudadanos de bien ansiamos para el orbe. No es este un artículo "flowers powers" pero tampoco que se resigna a la tan cacareada "realpolitik".

El Kremlin, y al rebufo la Ciudad Prohibida, con su veto en el Consejo de Seguridad de la ONU no pone sino de manifiesto la absoluta superación de una Organización al servicio de cinco potencias resultantes de una realidad válida para 1945. Una realidad que ya no lo es, y que pone de manifiesto el calco de la institución de la bahía del Hudson con respecto al la Sociedad de Naciones de entreguerras. Peor aún, una entelequia al servicio de unos intereses que poco tienen que ver con la estabilidad que este globo global que nos toca habitar necesita. Ciertamente, la diplomacia Lavrov nos esta haciendo "la pascua" con el espantoso asunto siríaco. Sesudos tertulianos y analistas políticos nos advierten de las tendencias internacionales del Imperio Ruso, como si fuera algo novedoso, cuando todos sabemos que no existe nihil nuovo sul sole.

¿Acaso la diplomacia del Potomac o del Elíseo o la vieja hiena imperialista británica no siguen en sus trece?. Ciertamente la querencia de la Tercera Roma por hacer aliados poco recomendables no es algo sorprendente. Lo indecente es que con la manifiesta matanza que se sufre desde el litoral del Mare Nostrum hasta Palmira, el  desprecio absoluto de los DDHH del régimen de los Asad en Damasco sea apoyado desde Rusia a través de su veto, en un alarde de menosprecio del duunvirato ruso hacia la imagen que su país proyecta hacia el exterior. Algo difícil de digerir en una potencia que explota su escenografía en el extranjero para suplir sus carencias internas, como en los viejos tiempos zaristas y soviéticos. Máxime en un momento delicado para Putin y su avatar.
 
El clan de "Píter", dominante en la Gran Rusia desde el caos yeltsiniano pasa por su particular invierno ruso. La anestesiada sociedad civil rusa despierta de su letargo de un siglo, ya que quiénes no se han ido y permanecen en el epítome de la cultura europea en el Este, esas clases medias informadas y hambrientas de libertades reclaman de la opereta que representa la "democracia rusa" mayor participación; una glasnost que los inquilinos del trono ruso no tendrán mas remedio que atender. Las manifestaciones de Diciembre y Febrero así lo indican. Y se nos volverá a recordar que Moscú perpetuará en su equivocada proyección exterior. Pero siempre será preferible una potencia rusa bajo los estándares democráticos de la mayor parte del viejo continente, que la autocracia que ayer y hoy representa.

La diplomacia Lavrov difiere poco de la de Sasonov o de la de Gromiko. Y reitero, lo mismo que la  del resto de "los cinco". No le faltó razón hace unos años cuando el Zar Vladimir denominó al georgiano como histérico. Pero en esta ocasión el Kremlin erra por completo. Y en la Plaza Roja lo saben, por mucho que Damasco sea su último bastión en el Mediterráneo. Rusia puede calificar a otras naciones de hipócritas, véase los vetos USA respecto a las sanciones a Tel Aviv, la postura de Pekín respecto a Formosa y un largo etcétera. Pero en esta ocasión una Rusia sorda ante la guerra civil que vive siria, no hace sino socavar más aún su ya mala imagen fuera de su área directa de influencia. Le asiste la razón a la Secretaria de Estado de los EEUU lo mismo que a las Galias, sobre la responsabilidad de Moscú como dique de contención para detener la masacre del régimen sirio hacia su pueblo. Y es deber de todo ciudadano decente señalar a Rusia y China como culpables de impedir una acción concluyente que ponga fin al horror que vive la nación siria. Una señal de Rusia al respecto no solo redundaría en beneficio del más que posible reentronizado Zar, sino de la imagen de su país en el exterior. Una imagen hoy por hoy impresentable, pues aunque Damasco sea un cliente privilegiado de su arsenal militar amén de las razones ya explicadas, son más los deméritos que los pingües beneficios que tal relación de "amistad" puedan reportar al Zar. El cierre de la Embajada estadounidense en la capital siria, los por enésima vez tardíos movimientos de la UE o la impotencia rabiosa de la Liga Árabe son alardes de una situación que ya se hace insostenible en el Creciente Fértil. Una situación que no augura nada bueno en un área ya de por si en perenne inestabilidad. Inestabilidad que aumenta a medida que nos acercamos al Golfo Pérsico y al sur del Golam y cuya sombra deja a Europa, Rusia incluida, en una inquietante oscuridad.

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