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Opinión
Etiquetas | Paraguay | Fernando Lugo
Al gobierno del cura Fernando Lugo solo le falta trasladar los restos de Stroessner al Panteón de los héroes para completar su reivindicación

Fernando Lugo reató el hilo de la historia

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Para conocer a los principales responsables externos de la dictadura neo nazi que asoló desde 1940 al Paraguay, solo hace falta buena voluntad y honestidad intelectual.

Luego de ser derrocado el dictador Alfredo Stroessner por su consuegro, el 3 de febrero de 1989, en la carpeta confidencial de Campos Alum se hallaron tiernas cartas por navidad que dirigía al jefe de La Técnica el director del FBI Clarence Kelly. Que el FBI estaba perfectamente informado del cariz, naturaleza y detalles de los procedimientos de la policía de Stroessner lo documentan los pulcros informes del agente especial Robert Scherrer, operativo del buró en Buenos Aires.

Y eso sin mencionar todas las cartas en las que Guanes Serrano y otros citan a la CIA como fuente de sus informes, o los escritos del gran benefactor de la democracia paraguaya Timothy Towell dirigidos a la policía de Stroessner, y adjuntando manuales para interrogatorios. En realidad, el mencionado diplomático, luego devenido en empleado de Andrés Rodríguez, contaba con extensa experiencia en eliminación de amenazas a la seguridad estadounidense, desde que en 1967 acompañó a John Maisto en Cochabamba, participando del asesinato extra-judicial del Che Guevara, para luego ampliar rubros incursionando en las entregas vigiladas como la que le puso en la estacada con el caso “Parque Cué”.

Ya sabemos la escasa consistencia entre lo que dicen y hacen algunos funcionarios de gobiernos extranjeros que constantemente hablan de combate al narcotráfico pero sin embargo sus nombres siempre aparecen en las agendas de los peces gordos del narcotráfico cuando éstos son arrestados. Esta dualidad es lo que en más de una oportunidad ha permitido a conocidos narcotraficantes desafiar airadamente a los recaderos imperiales, lo cual está demostrado por la absoluta desvergüenza con que Andrés Rodríguez ignoró las advertencias del embajador Jonathan Glassman en el robo de la victoria electoral de Luís María Argaña, en las internas coloradas de diciembre de 1992.

Aquel bien conocido episodio corroboró además que los sucesos de Febrero de 1989 sólo tuvieron como motivación exclusiva la ambición personal y no las convicciones políticas y mucho menos democráticas. Esta incontrastable verdad fue verificada por el público que asistió al forcejeo por el dinero sucio que llevó a más de un Oficial de caballería a convertirse en millonario de la noche a la mañana mediante la incautación de propiedades, automotores y dinero en efectivo. A pesar de ser esto ampliamente conocido, ello no impidió que los “grandes luchadores” pretendan aparecer como los responsables del “derrocamiento de la dictadura”. Una vez que cesaron los cañonazos y balaceras, por supuesto.

No todos descubrieron la dictadura al mismo tiempo, como dijera Nemesio Barreto Monzón. Una selecta minoría lo hizo recién al clarear el 3 de febrero de 1989.

Reatando el hilo de la historia

Una de las experiencias traumáticas de mi infancia, transcurrida bajo la dictadura de Alfredo Stroessner, fue la irrupción de la policía política en el colegio jesuita donde estudiaba, el Cristo Rey, en abril de 1976. Un líder de una organización radical contra la dictadura, la OPM, había declarado bajo torturas que su grupo respondía a un sacerdote que tenía su guarida en el mismo, lo cual desencadenó el violento atropello que me indicó a mis nuevo años de edad cuál era el país donde vivía.

Por aquel tiempo era permanente utilización de la construcción de la mega represa de Itaipú como propaganda desde los medios, todos obsecuentes al régimen. Como en un deja vu, dicha propaganda revivió bajo el gobierno arzobispal del cura Fernando Lugo.

El libreto estronista era simple. Cuando el dictador se encontraba en problemas por las tensiones políticas y sociales que se desataban tras décadas de poder omnímodo, apelaba a la colaboración de la dictadura brasileña para realizar una simple liturgia: inaugurar una nueva etapa en la construcción de Itaipú. Si no me falla la memoria, Stroessner y su contraparte brasileña se reunían en la frontera para inaugurar una por una las turbinas de la represa, y así poder realizar el acto de propaganda neonazi veinte veces.

El tema de Itaipú volvió a ser instrumentado por Lugo, quien se jactó de haber recuperado la soberanía energética, como llama a haber logrado un aumento en las compensaciones por la energía que el Paraguay no utiliza, en tanto arrecian los apagones y cortes en las principales ciudades el país.

Así el cura presidente reató el hilo de la historia, con la ayuda de los mismos propagandistas de Stroessner, quienes hoy respaldan desde sus medios la gestión luguista.

Stroessner al Panteón


Finalmente, al cabo de tanto apoyo izquierdista, Fernando Lugo acabó así reivindicando la obra de la dictadura y contando entre sus principales colaboradores a esbirros del dictador. Lo único que faltaría sería trasladar a Stroessner al Panteón Nacional de los héroes, ¿quién podría objetarlo?

Ahí descansaría junto a Eusebio Ayala y Bernardino Caballero, de quienes difícilmente podría decirse que lo superan en méritos. Si ambos participaron en sendas guerras internacionales, uno como héroe y el otro como administrador del país, también lo hizo Stroessner esgrimiendo su mortero en la vasta planicie esmeralda del Chaco Boreal.

Podría objetarse que Stroessner perdió un mortero, cosa explicable para un cadete, pero no olvidemos que el partido colorado con Bernardino Caballero perdió enormes extensiones de territorio nacional rematando tierras públicas, y que el partido de Eusebio Ayala perdió cincuenta mil kilómetros cuadrados de territorio en el acuerdo de paz con Bolivia en 1938, a pesar de que los militares como Stroessner ganaron la guerra. Y conste que los que negociaban tales asuntos no eran cadetes, sino veteranos diplomáticos y brillantes intelectuales que hoy son venerados por la intelligentzia vernácula.

Stroessner impuso una dictadura de derechas, dirán algunos. ¿No hizo lo mismo el Partido Liberal con José Félix Estigarribia, en 1940?

Otro punto objetable sería que Stroessner se hizo rico como presidente de la república. ¿No se hizo rico Caballero?

Mucho se ha hablado de la falta de coherencia en nuestra política, pero no se puede negar que el partido colorado la tuvo cuando rindió homenaje a Stroessner.

Stroessner participó del Plan Cóndor y condecoró a Pinochet con el título de General Honoris Causa del Ejército chileno, dirán algunos. ¿Acaso Wasmosy no condecoró a un miembro de la familia responsable de la muerte de treinta mil paraguayos, en la guerra del Chaco, cifra diez veces superior al de las víctimas paraguayas del Plan Cóndor?

Stroessner entregó Itaipú, afirma un diario monotemático desde hace tres décadas. ¿Acaso la familia del dueño de ese diario no lucró vendiendo azúcar al enemigo durante la guerra del Chaco?

Es cierto que muchos seguidores del general de acero, y primer deportista, quedaron en el camino, y ya no podrán participar del póstumo homenaje a Stroessner: Mapa, Cáceres Almada, Sabino Augusto Montanaro,Cástulo Franco, etc.

Pero la mayoría de sus seguidores colorados, liberales, febreristas y e incluso comunistas –que hicieron causa común con su familia el 20 de abril- y que están más vivos que nunca, aún consideran a Stroessner el mejor gobernante de la historia del Paraguay. Ahora el gobierno teocrático de turno le debe favores, al punto que la sobrina de su ministro de salud ha sido nombrada ministra, a pesar de haber inaugurado su gestión arremetiendo contra el fraterno gobierno de Nicaragua ventilando detalles de la vida sexual de Daniel Ortega.

Ya los familiares de quien reható el hilo de la historia, tienen un pié puesto en la Junta de Gobierno, y en plena democracia con comunismo.

¿Qué estamos esperando para trasladar a Stroessner al panteón Nacional de los Héroes?

Fernando Lugo reató el hilo de la historia

Al gobierno del cura Fernando Lugo solo le falta trasladar los restos de Stroessner al Panteón de los héroes para completar su reivindicación
Luis Agüero Wagner
viernes, 3 de febrero de 2012, 07:49 h (CET)
Para conocer a los principales responsables externos de la dictadura neo nazi que asoló desde 1940 al Paraguay, solo hace falta buena voluntad y honestidad intelectual.

Luego de ser derrocado el dictador Alfredo Stroessner por su consuegro, el 3 de febrero de 1989, en la carpeta confidencial de Campos Alum se hallaron tiernas cartas por navidad que dirigía al jefe de La Técnica el director del FBI Clarence Kelly. Que el FBI estaba perfectamente informado del cariz, naturaleza y detalles de los procedimientos de la policía de Stroessner lo documentan los pulcros informes del agente especial Robert Scherrer, operativo del buró en Buenos Aires.

Y eso sin mencionar todas las cartas en las que Guanes Serrano y otros citan a la CIA como fuente de sus informes, o los escritos del gran benefactor de la democracia paraguaya Timothy Towell dirigidos a la policía de Stroessner, y adjuntando manuales para interrogatorios. En realidad, el mencionado diplomático, luego devenido en empleado de Andrés Rodríguez, contaba con extensa experiencia en eliminación de amenazas a la seguridad estadounidense, desde que en 1967 acompañó a John Maisto en Cochabamba, participando del asesinato extra-judicial del Che Guevara, para luego ampliar rubros incursionando en las entregas vigiladas como la que le puso en la estacada con el caso “Parque Cué”.

Ya sabemos la escasa consistencia entre lo que dicen y hacen algunos funcionarios de gobiernos extranjeros que constantemente hablan de combate al narcotráfico pero sin embargo sus nombres siempre aparecen en las agendas de los peces gordos del narcotráfico cuando éstos son arrestados. Esta dualidad es lo que en más de una oportunidad ha permitido a conocidos narcotraficantes desafiar airadamente a los recaderos imperiales, lo cual está demostrado por la absoluta desvergüenza con que Andrés Rodríguez ignoró las advertencias del embajador Jonathan Glassman en el robo de la victoria electoral de Luís María Argaña, en las internas coloradas de diciembre de 1992.

Aquel bien conocido episodio corroboró además que los sucesos de Febrero de 1989 sólo tuvieron como motivación exclusiva la ambición personal y no las convicciones políticas y mucho menos democráticas. Esta incontrastable verdad fue verificada por el público que asistió al forcejeo por el dinero sucio que llevó a más de un Oficial de caballería a convertirse en millonario de la noche a la mañana mediante la incautación de propiedades, automotores y dinero en efectivo. A pesar de ser esto ampliamente conocido, ello no impidió que los “grandes luchadores” pretendan aparecer como los responsables del “derrocamiento de la dictadura”. Una vez que cesaron los cañonazos y balaceras, por supuesto.

No todos descubrieron la dictadura al mismo tiempo, como dijera Nemesio Barreto Monzón. Una selecta minoría lo hizo recién al clarear el 3 de febrero de 1989.

Reatando el hilo de la historia

Una de las experiencias traumáticas de mi infancia, transcurrida bajo la dictadura de Alfredo Stroessner, fue la irrupción de la policía política en el colegio jesuita donde estudiaba, el Cristo Rey, en abril de 1976. Un líder de una organización radical contra la dictadura, la OPM, había declarado bajo torturas que su grupo respondía a un sacerdote que tenía su guarida en el mismo, lo cual desencadenó el violento atropello que me indicó a mis nuevo años de edad cuál era el país donde vivía.

Por aquel tiempo era permanente utilización de la construcción de la mega represa de Itaipú como propaganda desde los medios, todos obsecuentes al régimen. Como en un deja vu, dicha propaganda revivió bajo el gobierno arzobispal del cura Fernando Lugo.

El libreto estronista era simple. Cuando el dictador se encontraba en problemas por las tensiones políticas y sociales que se desataban tras décadas de poder omnímodo, apelaba a la colaboración de la dictadura brasileña para realizar una simple liturgia: inaugurar una nueva etapa en la construcción de Itaipú. Si no me falla la memoria, Stroessner y su contraparte brasileña se reunían en la frontera para inaugurar una por una las turbinas de la represa, y así poder realizar el acto de propaganda neonazi veinte veces.

El tema de Itaipú volvió a ser instrumentado por Lugo, quien se jactó de haber recuperado la soberanía energética, como llama a haber logrado un aumento en las compensaciones por la energía que el Paraguay no utiliza, en tanto arrecian los apagones y cortes en las principales ciudades el país.

Así el cura presidente reató el hilo de la historia, con la ayuda de los mismos propagandistas de Stroessner, quienes hoy respaldan desde sus medios la gestión luguista.

Stroessner al Panteón


Finalmente, al cabo de tanto apoyo izquierdista, Fernando Lugo acabó así reivindicando la obra de la dictadura y contando entre sus principales colaboradores a esbirros del dictador. Lo único que faltaría sería trasladar a Stroessner al Panteón Nacional de los héroes, ¿quién podría objetarlo?

Ahí descansaría junto a Eusebio Ayala y Bernardino Caballero, de quienes difícilmente podría decirse que lo superan en méritos. Si ambos participaron en sendas guerras internacionales, uno como héroe y el otro como administrador del país, también lo hizo Stroessner esgrimiendo su mortero en la vasta planicie esmeralda del Chaco Boreal.

Podría objetarse que Stroessner perdió un mortero, cosa explicable para un cadete, pero no olvidemos que el partido colorado con Bernardino Caballero perdió enormes extensiones de territorio nacional rematando tierras públicas, y que el partido de Eusebio Ayala perdió cincuenta mil kilómetros cuadrados de territorio en el acuerdo de paz con Bolivia en 1938, a pesar de que los militares como Stroessner ganaron la guerra. Y conste que los que negociaban tales asuntos no eran cadetes, sino veteranos diplomáticos y brillantes intelectuales que hoy son venerados por la intelligentzia vernácula.

Stroessner impuso una dictadura de derechas, dirán algunos. ¿No hizo lo mismo el Partido Liberal con José Félix Estigarribia, en 1940?

Otro punto objetable sería que Stroessner se hizo rico como presidente de la república. ¿No se hizo rico Caballero?

Mucho se ha hablado de la falta de coherencia en nuestra política, pero no se puede negar que el partido colorado la tuvo cuando rindió homenaje a Stroessner.

Stroessner participó del Plan Cóndor y condecoró a Pinochet con el título de General Honoris Causa del Ejército chileno, dirán algunos. ¿Acaso Wasmosy no condecoró a un miembro de la familia responsable de la muerte de treinta mil paraguayos, en la guerra del Chaco, cifra diez veces superior al de las víctimas paraguayas del Plan Cóndor?

Stroessner entregó Itaipú, afirma un diario monotemático desde hace tres décadas. ¿Acaso la familia del dueño de ese diario no lucró vendiendo azúcar al enemigo durante la guerra del Chaco?

Es cierto que muchos seguidores del general de acero, y primer deportista, quedaron en el camino, y ya no podrán participar del póstumo homenaje a Stroessner: Mapa, Cáceres Almada, Sabino Augusto Montanaro,Cástulo Franco, etc.

Pero la mayoría de sus seguidores colorados, liberales, febreristas y e incluso comunistas –que hicieron causa común con su familia el 20 de abril- y que están más vivos que nunca, aún consideran a Stroessner el mejor gobernante de la historia del Paraguay. Ahora el gobierno teocrático de turno le debe favores, al punto que la sobrina de su ministro de salud ha sido nombrada ministra, a pesar de haber inaugurado su gestión arremetiendo contra el fraterno gobierno de Nicaragua ventilando detalles de la vida sexual de Daniel Ortega.

Ya los familiares de quien reható el hilo de la historia, tienen un pié puesto en la Junta de Gobierno, y en plena democracia con comunismo.

¿Qué estamos esperando para trasladar a Stroessner al panteón Nacional de los Héroes?

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