La educación en España está enferma, muy enferma, atascada y paralizada de progreso alguno. Esta enfermedad es como una pequeña célula cancerígena que al final, por metástasis, acabará por intoxicar a todo el país, ya que ningún médico (llámenlo Gobierno), no ha actuado con la suficiente disciplina y rigor para enfrentarse a tal adversidad. Prefieren salir del paso, con métodos inequívocos o con fórmulas descaradamente ideológicas, dándose cabezazos de irreflexión contra el muro de la chapucería.
Nunca la efervescente adolescencia había dado tantos quebraderos de cabeza, y lo dice uno que pertenece a ella. Hay algo que falla, eso está claro, un país como España no se puede permitir el lujo de ser el farolillo rojo en térmicos académicos y menos en una situación tan frágil como la actual.
El Gobierno del PP, con el Ministro de Educación Wërt como estandarte, ha anunciado una serie de modificaciones en nuestro inestable sistema educativo, una reforma necesaria, pero que con el tiempo se corroborará su validez o su inutilidad práctica. Aunque el trueque de E. Cívica por E. Constitucional ha sido más bien una prueba de poder y venganza del ejecutivo hacía su antecesor.
Insisto, La educación Española necesita de una marca de identidad propia y más aún de una referencia social. Espero que Rajoy y sus camaradas estén a la altura de las circunstancias.
Estamos aún muy lejos de esa utopía y sospecho que el camino será largo y difícil, pero si sabemos dónde queremos llegar nos será más fácil ir avanzando por la dirección correcta, la cual vendrá cuando alguien ponga los puntes sobre las IES, nunca mejor dicho, y haga de la educación la imparcialidad que necesita y confiera a este organismo el prestigio y autoridad que se merece, como banquillo del futuro próximo de un país en quiebra.