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Ángel Morillo

Y en la renta... Manifiesta ocultación

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Los medios de difusión (visuales y radiofónicos sólo; no la prensa, que tiene otro talante y otra objetividad) están últimamente enfrascados en que no haya ni un solo español que no sepa de qué va lo del IRPF. De que va eso de la Renta, el impuesto por excelencia de la democracia.

Los afines al Gobierno ponderan sin cesar las concluyentes modificaciones introducidas como muy progresivas y necesarias y “equitativas”; y los no afines, en su afán de criticar todo lo que no provenga de sus reflexiones egoístamente ideológicas pero a veces equivocadas o intencionadamente manipuladas para descaminar, las consideran perjudiciales para las clases medias que, dicho sea de paso, son las distintivas clases que de un tiempo a esta parte les interesan, pues las clases trabajadoras que no sean clase media, los despreciados por la “nueva vía” del socialismo actual (los del SMI o algo más, muy poco –los jornaleros-, los mal llamados mileuristas, la mayoría de los pensionistas…), ya nada les importan salvo que haya elecciones a la vista, claro.

Mas, tanto unos como otros, ocultan, y no hablan de ello nunca, una parte muy importante de la Renta que hace que en lugar de ser –como debiera- un impuesto progresivo (que paguen más los que más ingresos perciben) sea más bien una gabela un tanto desfavorable para las rentas más manejables. Se trata, como la mayor parte de los contribuyentes sabe –o no-, de las desgravaciones que el impuesto contempla y de su tratamiento, ya que, si estas no estuvieran permitidas nada más que a los que no superan en sus emolumentos la media salarial del país, sí estaría muy cerca de ser un gravamen gradual; porque nadie puede negar que, si se dispone de unos ingresos superiores a dicha media salarial, se puede “fácilmente” invertir en cualquiera de esos productos desgravables –entre ellos en la tan renombrada “deuda pública”- que la reducen drásticamente convirtiéndola en una carga sino desacertada si poco justa.

Además, por si así y todo a algunos los “pilla el toro” por sus más que altos ingresos y su reticencia a invertir o “donar” (caso de Diputados y Senadores, por regla general muy rácanos, si bien ellos a la racanería le llaman austeridad) la magna norma, excepcionalmente (es a los únicos españoles que lo hace), les concede el privilegio de no tener que declarar un tercio de sus asignaciones; el equivalente, euro más euro menos, a la “media” salarial del país. 

Y en la renta... Manifiesta ocultación

Ángel Morillo
Lectores
martes, 24 de enero de 2012, 09:59 h (CET)
Los medios de difusión (visuales y radiofónicos sólo; no la prensa, que tiene otro talante y otra objetividad) están últimamente enfrascados en que no haya ni un solo español que no sepa de qué va lo del IRPF. De que va eso de la Renta, el impuesto por excelencia de la democracia.

Los afines al Gobierno ponderan sin cesar las concluyentes modificaciones introducidas como muy progresivas y necesarias y “equitativas”; y los no afines, en su afán de criticar todo lo que no provenga de sus reflexiones egoístamente ideológicas pero a veces equivocadas o intencionadamente manipuladas para descaminar, las consideran perjudiciales para las clases medias que, dicho sea de paso, son las distintivas clases que de un tiempo a esta parte les interesan, pues las clases trabajadoras que no sean clase media, los despreciados por la “nueva vía” del socialismo actual (los del SMI o algo más, muy poco –los jornaleros-, los mal llamados mileuristas, la mayoría de los pensionistas…), ya nada les importan salvo que haya elecciones a la vista, claro.

Mas, tanto unos como otros, ocultan, y no hablan de ello nunca, una parte muy importante de la Renta que hace que en lugar de ser –como debiera- un impuesto progresivo (que paguen más los que más ingresos perciben) sea más bien una gabela un tanto desfavorable para las rentas más manejables. Se trata, como la mayor parte de los contribuyentes sabe –o no-, de las desgravaciones que el impuesto contempla y de su tratamiento, ya que, si estas no estuvieran permitidas nada más que a los que no superan en sus emolumentos la media salarial del país, sí estaría muy cerca de ser un gravamen gradual; porque nadie puede negar que, si se dispone de unos ingresos superiores a dicha media salarial, se puede “fácilmente” invertir en cualquiera de esos productos desgravables –entre ellos en la tan renombrada “deuda pública”- que la reducen drásticamente convirtiéndola en una carga sino desacertada si poco justa.

Además, por si así y todo a algunos los “pilla el toro” por sus más que altos ingresos y su reticencia a invertir o “donar” (caso de Diputados y Senadores, por regla general muy rácanos, si bien ellos a la racanería le llaman austeridad) la magna norma, excepcionalmente (es a los únicos españoles que lo hace), les concede el privilegio de no tener que declarar un tercio de sus asignaciones; el equivalente, euro más euro menos, a la “media” salarial del país. 

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