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Nunca me había preguntado el por qué de la sincronización que experimentamos las mujeres de nuestro ciclo menstrual cuando vivimos juntas o pasamos mucho tiempo cerca. El otro día una amiga me comentó que en realidad tenía un motivo hormonal: las hembras necesitan competir por los machos, por lo tanto ovulan para estar a la altura fértil de sus iguales. No hemos perdido esa costumbre y seguimos uniformando nuestra menstruación para poder combatir esa femenina lucha.
Me acordé de mis gallinas. Nunca os he contado mi profunda aversión por esta ave a partir de observarlas mucho tiempo. He crecido en un pueblo, he tenido gallinas y contemplado su comportamiento. Una temporada teníamos tres: una blanca, dos marrones y un precioso gallo. La blanca era la diferente y no sé muy bien si ése era el motivo, pero las dos marrones la castigaban: le picoteaban y le robaban la comida, amargándole la existencia. La pobre gallina blanca nunca llegó a vieja y no pudo hacer buen caldo. Murió apartada y tísica.
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A veces cuándo estoy en una discoteca, puedo apreciar perfectamente a grupos de gallinitas chismosas con su gallo acechando. Y a la gallina blanca, sola y castigada por ser la distinta. Vivimos en una falsa concepción de lo que es distinto. El otro día leí en la revista Jenesaispop una investigación no demasiado seria pero en la que creo, que hablaba sobre una máxima que vive el falseado mundo de lo alternativo: “el significado de un gusto indie no está sólo en el gusto en sí mismo, sino en en ser el único de tu círculo de amigos que lo exprese”. En cambio en lo estético, no se han preocupado tampoco por “ser” diferentes, se ciñen a la estética de “lo diferente”. Es decir, visten todos iguales con el uniforme que se supone alternativo. Por no hablar de cómo se ha confundido el ser uno mismo con ser extravagante.
Nuestro sistema hormonal compite con las otras hembras por los machos igualando las menstruaciones y los humanos se pierden en la masa mimetizándose con su forma de vestir. El concepto tribu urbana, precisamente, se refiere a un grupo que se intenta diferenciar de la manada con sus costumbres y estética. No somos más que animales con diferentes naturalezas que buscan dónde sentirse identificados o simplemente aceptados. Ése es el problema, uno se preocupa porqué lo acepten los demás y al final acaba odiándose a sí mismo porque ha perdido la noción de lo que es.