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Cuando la arquitectura es a la ciudad lo que los economistas a la crisis

Arquitectos y economistas

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Hace no mucho tiempo nos llegaba la noticia de que unos estudiantes de economía de la Universidad de Harvard se habían negado a recibir clases de un profesor que, entre otras cosas, resultaba ser un antiguo asesor del ex presidente norteamericano George W. Bush. La queja venía motivada por el pensamiento continuista en las políticas económicas que había de fondo en su discurso. ‘Si seguimos aprendiendo de estos profesores, nosotros haremos lo mismo’, fue el planteamiento con el que llegaron a poner en jaque al mismísimo rector de la prestigiosa universidad.

Mediante un manifiesto, los estudiantes de Harvard quisieron evidenciar la imposibilidad de la universidad de formar economistas críticos que realmente sean capaces de medir el pulso de la sociedad y actuar en consecuencia. Las tendencias continuistas, las cosmovisiones heredadas y el discurso monolineal han entrado en conflicto con los actuales movimientos reivindicativos (Occupy Wall Street, 15M, etc.). La responsabilidad de los estudiantes de arquitectura debiera jugar un papel paralelo al de estos alumnos norteamericanos. La transformación de la ciudad, del espacio que habitamos, nos obliga a pensar qué formación estamos dando/recibiendo en nuestras escuelas. De ellas han salido los técnicos que han fomentado la tan referenciada ‘burbuja inmobiliaria’. Aquí, más que nunca, la economía se une a la arquitectura para hacer frente a los restos de actuaciones económicas descabelladas y ciudades invivibles.

¿Tenemos lo que nos merecemos? Posiblemente no. La ciudad que habitamos, resultado de muchas intervenciones económicamente especulativas, ha soportado el peso de las ocurrencias y la ignorancia. La ciudad no es el tablero de identidades y egos no superados. Ha de volver a la serenidad del trabajo responsable y bien hecho. Hoy, que la profesión del arquitecto anda denostada hasta el punto de, en muchos casos, tener que emigrar para poder ejercer, hay que replantearse cuál es nuestro papel en la sociedad o, mejor dicho, qué nos demanda ésta a nosotros. Ya no tienen cabida en la ciudad contemporánea las arquitecturas erráticas de los ‘star system’, que no son sino legado de procesos especulativos. Hemos de empezar a mirar a los equipos de trabajo multidisciplinar como las opciones de futuro.

En referencia al futuro más cercano del empleo en España, el Ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, decía la semana pasada en ‘The Wall Street Journal’ que necesitamos un nuevo impulso buscando nuevas fórmulas. Esos son los conceptos que hemos de incorporar: reformulación de la profesión y revisión del concepto de ciudad. Aquí está nuestro impulso. Así, las instituciones formativas y académicas han de emplearse en incorporar a sus estudiantes no ya contenidos heredados por inercias pretéritas, sino el conocimiento que se extrae de la contemporaneidad de estos acontecimientos. Por ello, no podemos ni debemos pasar desapercibidos y cabizbajos ante una situación como ésta. El arquitecto, como un profesional dedicado a pensar la ciudad, ha de estar en todos los frentes y hacerlo de forma honesta y profesional. ¡Ya está bien!

Arquitectos y economistas

Cuando la arquitectura es a la ciudad lo que los economistas a la crisis
Pablo Manuel Millán
lunes, 23 de enero de 2012, 12:06 h (CET)



Hace no mucho tiempo nos llegaba la noticia de que unos estudiantes de economía de la Universidad de Harvard se habían negado a recibir clases de un profesor que, entre otras cosas, resultaba ser un antiguo asesor del ex presidente norteamericano George W. Bush. La queja venía motivada por el pensamiento continuista en las políticas económicas que había de fondo en su discurso. ‘Si seguimos aprendiendo de estos profesores, nosotros haremos lo mismo’, fue el planteamiento con el que llegaron a poner en jaque al mismísimo rector de la prestigiosa universidad.

Mediante un manifiesto, los estudiantes de Harvard quisieron evidenciar la imposibilidad de la universidad de formar economistas críticos que realmente sean capaces de medir el pulso de la sociedad y actuar en consecuencia. Las tendencias continuistas, las cosmovisiones heredadas y el discurso monolineal han entrado en conflicto con los actuales movimientos reivindicativos (Occupy Wall Street, 15M, etc.). La responsabilidad de los estudiantes de arquitectura debiera jugar un papel paralelo al de estos alumnos norteamericanos. La transformación de la ciudad, del espacio que habitamos, nos obliga a pensar qué formación estamos dando/recibiendo en nuestras escuelas. De ellas han salido los técnicos que han fomentado la tan referenciada ‘burbuja inmobiliaria’. Aquí, más que nunca, la economía se une a la arquitectura para hacer frente a los restos de actuaciones económicas descabelladas y ciudades invivibles.

¿Tenemos lo que nos merecemos? Posiblemente no. La ciudad que habitamos, resultado de muchas intervenciones económicamente especulativas, ha soportado el peso de las ocurrencias y la ignorancia. La ciudad no es el tablero de identidades y egos no superados. Ha de volver a la serenidad del trabajo responsable y bien hecho. Hoy, que la profesión del arquitecto anda denostada hasta el punto de, en muchos casos, tener que emigrar para poder ejercer, hay que replantearse cuál es nuestro papel en la sociedad o, mejor dicho, qué nos demanda ésta a nosotros. Ya no tienen cabida en la ciudad contemporánea las arquitecturas erráticas de los ‘star system’, que no son sino legado de procesos especulativos. Hemos de empezar a mirar a los equipos de trabajo multidisciplinar como las opciones de futuro.

En referencia al futuro más cercano del empleo en España, el Ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, decía la semana pasada en ‘The Wall Street Journal’ que necesitamos un nuevo impulso buscando nuevas fórmulas. Esos son los conceptos que hemos de incorporar: reformulación de la profesión y revisión del concepto de ciudad. Aquí está nuestro impulso. Así, las instituciones formativas y académicas han de emplearse en incorporar a sus estudiantes no ya contenidos heredados por inercias pretéritas, sino el conocimiento que se extrae de la contemporaneidad de estos acontecimientos. Por ello, no podemos ni debemos pasar desapercibidos y cabizbajos ante una situación como ésta. El arquitecto, como un profesional dedicado a pensar la ciudad, ha de estar en todos los frentes y hacerlo de forma honesta y profesional. ¡Ya está bien!

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