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En el choque entre un nacionalismo grande y otro pequeño -en tamaño, se entiende-, el menor suele tener las de perder. Entonces, a este no le interesa el choque frontal

Choque de nacionalismos

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Por mucho que se aleguen razones de “dignidad” o de “orgullo nacional”, o cosas de estas, jugar a perder no tiene ninguna gracia y puede conllevar varias desgracias. Solo hay que repasar la historia, más triste que gloriosa para Cataluña, por mucho que cantemos aquello de “triomfant”.

Por esto el gustazo del “no” de Mas-Duran a la investidura de un Rajoy con mayoría absoluta, puede quedarse en bastante menos que en un simple gustazo; quizás en un tonto autogol. Cuando era tan fácil y nada comprometido abstenerse, como hicieron los nacionalistas vascos e incluso Amaiur. Y luego, negociar.

El gobierno catalán de CiU prefirió cerrarse las puertas del diálogo. Como se las cierra cada vez que se dedica a protestar y a acusar públicamnte, en lugar de dialogar y negociar, a cada decisión del Gobierno central que cree, seguramente con razón, que lesiona o merma la autonomía catalana. Incluso, un tanto ligeramente, con frecuencia la acusa de anticonstitucional, como acaba de ocurrir ante las declaraciones del ministro De Guindos sobre un control por ley de los presupuestos de las autonomías para poder cumplir con Bruselas.

No hay que confundir la realidad con los deseos. Una cosa es que no guste y otra que el marco legal no lo permita. Como comenta el profesor Francesc de Carreras, en La Vanguardia, “lo dicho por el ministro no es nada nuevo, ya que esta ley, con carácter de orgánica, está prevista en el nuevo artículo 135 de la Constitución que fue objeto de reforma constitucional en septiembre pasado. Se trata de que todas las administraciones públicas –estatal, autonómicas y locales– se adecuen al principio de estabilidad presupuestaria, que se respeten los límites fijados de déficit estructural y que se controle la deuda pública y el crédito contraído”. Y, además, el texto constitucional antes de la reforma,  y “varias sentencias del TC interpretan que el Estado es competente para establecer el techo de déficit autonómico”.  

Es lógico que esto no guste y sienta muy mal a los nacionalismos no españolistas, y que se resistan a esta realidad jurídica, pero hay que actuar con inteligencia si se quiere cambiar las cosas. No dejándose llevar por  “los gustazos”.  Tampoco, como ha dicho cierto alcalde, esperando que la crisis debilite al 
Estado y esto haga más fácil lograr la “esperada” independencia. El Estado y el Gobierno son más fuertes que nunca -por tanto, el nacionalismo español- y ciertos sueños, al menos por ahora, son ingenuos e infantiles. Por otra parte, el nacionalismo español, dentro del Estado es muy compacto, en cambio, en Cataluña, el catalán, aún es minoritario.

También se equivocarían gravemente el Estado y el Gobierno -el nacionalismo español- actuando con prepotencia y desconociendo la profunda realidad de los nacionalismos periféricos, a los que con aquella actitud  fortalecerían considerablemente, como ya ocurrió con la arrogante actitud del segundo mandato de Aznar y con las equivocas políticas de Zapatero. 

Se imponen, por sentido común, el diálogo y la negociación, el pactismo propio del más puro Catalanismo, que hizo grande y próspera a Cataluña y decisiva en España. 

El choque de nacionalismos no interesa a nadie, y menos al más débil. La crisis económica sólo fortalecerá al grande, ya que el Estado es quien debe entenderse con Europa, con la zona del euro y con los llamados mercados.

Choque de nacionalismos

En el choque entre un nacionalismo grande y otro pequeño -en tamaño, se entiende-, el menor suele tener las de perder. Entonces, a este no le interesa el choque frontal
Wifredo Espina
sábado, 7 de enero de 2012, 13:14 h (CET)
Por mucho que se aleguen razones de “dignidad” o de “orgullo nacional”, o cosas de estas, jugar a perder no tiene ninguna gracia y puede conllevar varias desgracias. Solo hay que repasar la historia, más triste que gloriosa para Cataluña, por mucho que cantemos aquello de “triomfant”.

Por esto el gustazo del “no” de Mas-Duran a la investidura de un Rajoy con mayoría absoluta, puede quedarse en bastante menos que en un simple gustazo; quizás en un tonto autogol. Cuando era tan fácil y nada comprometido abstenerse, como hicieron los nacionalistas vascos e incluso Amaiur. Y luego, negociar.

El gobierno catalán de CiU prefirió cerrarse las puertas del diálogo. Como se las cierra cada vez que se dedica a protestar y a acusar públicamnte, en lugar de dialogar y negociar, a cada decisión del Gobierno central que cree, seguramente con razón, que lesiona o merma la autonomía catalana. Incluso, un tanto ligeramente, con frecuencia la acusa de anticonstitucional, como acaba de ocurrir ante las declaraciones del ministro De Guindos sobre un control por ley de los presupuestos de las autonomías para poder cumplir con Bruselas.

No hay que confundir la realidad con los deseos. Una cosa es que no guste y otra que el marco legal no lo permita. Como comenta el profesor Francesc de Carreras, en La Vanguardia, “lo dicho por el ministro no es nada nuevo, ya que esta ley, con carácter de orgánica, está prevista en el nuevo artículo 135 de la Constitución que fue objeto de reforma constitucional en septiembre pasado. Se trata de que todas las administraciones públicas –estatal, autonómicas y locales– se adecuen al principio de estabilidad presupuestaria, que se respeten los límites fijados de déficit estructural y que se controle la deuda pública y el crédito contraído”. Y, además, el texto constitucional antes de la reforma,  y “varias sentencias del TC interpretan que el Estado es competente para establecer el techo de déficit autonómico”.  

Es lógico que esto no guste y sienta muy mal a los nacionalismos no españolistas, y que se resistan a esta realidad jurídica, pero hay que actuar con inteligencia si se quiere cambiar las cosas. No dejándose llevar por  “los gustazos”.  Tampoco, como ha dicho cierto alcalde, esperando que la crisis debilite al 
Estado y esto haga más fácil lograr la “esperada” independencia. El Estado y el Gobierno son más fuertes que nunca -por tanto, el nacionalismo español- y ciertos sueños, al menos por ahora, son ingenuos e infantiles. Por otra parte, el nacionalismo español, dentro del Estado es muy compacto, en cambio, en Cataluña, el catalán, aún es minoritario.

También se equivocarían gravemente el Estado y el Gobierno -el nacionalismo español- actuando con prepotencia y desconociendo la profunda realidad de los nacionalismos periféricos, a los que con aquella actitud  fortalecerían considerablemente, como ya ocurrió con la arrogante actitud del segundo mandato de Aznar y con las equivocas políticas de Zapatero. 

Se imponen, por sentido común, el diálogo y la negociación, el pactismo propio del más puro Catalanismo, que hizo grande y próspera a Cataluña y decisiva en España. 

El choque de nacionalismos no interesa a nadie, y menos al más débil. La crisis económica sólo fortalecerá al grande, ya que el Estado es quien debe entenderse con Europa, con la zona del euro y con los llamados mercados.

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