“Monsieur Batignole” pretende, sin conseguirlo, llegar a la audiencia por medio de la relación que se establece en la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial entre un altruista charcutero galo y un chico judío de lo más inteligente, huérfano por el Holocausto. Gérard Jugnot interpreta de nuevo a un individuo simpático, rústico y no muy ducho con las palabras, con las virtudes morales de los héroes y la preocupación innata de los padres.
La película se desliza peligrosamente hacia la comedia blandengue en casi todas las acciones y acontecimientos que describe, pasando de los apuntes sobre el conflicto resistencia-colaboracionismo a la fácil caricaturización de unos y otros en un proceso culminado con la muerte del colaboracionista Pierre – Jean, narrada desde un punto de vista cómico-surrealista a pesar de que tiene un hacha clavada en la médula (sic).
Como si se tratase de una comedia ligera, Jugnot realizador resta importancia (o directamente pasa por alto) algunos acontecimientos que podrían ser vitales en un film tan metido en el conflicto como este (que lo está), en un infructuoso intento por subrayar la difícil relación que se establece entre “el viejo y el niño” con motivo de su fuga conjunta a Suiza.
El resto de la familia Batignole carece de consideración tanto por mi parte como por la que le toca al realizador francés, que no parece conocer el material que trata en ningún momento, encaminándose hacia la ñoñería de “Los chicos del coro” pero al fin y al cabo sin encontrar una salida digna, puesto que el guión que ahora maneja es más propio de la televisión que del cine.
“Monsieur Batignole” es por tanto una película de buenas intenciones malgastadas por el simplismo de su factura, un film ansioso por emocionar que aburre más de la cuenta. Una comedia con pocas risas y ninguna lágrima.