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Los comicios de 2012 se plantean como los más importantes de la historia

Obama: el candidato conservador en 2012

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WASHINGTON -- En un momento en el que la nación se pregunta si los políticos se pondrán de acuerdo, esto es algo que une a los candidatos presidenciales Republicanos -- y a todos ellos con el Presidente Obama: todos convienen en que los comicios de 2012 serán un punto de inflexión relacionado con una de las elecciones más decisivas de la historia norteamericana.

Cierto, candidatos (y columnistas) presentan con regularidad los comicios inminentes como los más importantes de la historia. Haciendo campaña la pasada semana en Pella, Iowa, el candidato Republicano Rick Santorum reconocía lo propio. Pero insistió en que esta vez, la elección en realidad es así de fundamental. "El debate", decía, "consiste en quiénes somos".

Pronunciando un discurso no lejos de Mount Pleasant, Newt Gingrich iba todavía más allá, y era más concreto. "Son las elecciones más importantes desde 1860", decía, "porque hay una diferencia enormemente dramática entre el presidente de los mejores vales de comida para pobres y el candidato de los empleos mejor pagados". Así combinaba Gingrich la revisión histórica con un ataque inexacto y barato. No obstante, dice mucho que Gingrich eligiera remontarse hasta las elecciones que ayudaron a provocar la Guerra Civil.
 
Mitt Romney era de la misma opinión en un discurso pronunciado en Bedford, N.H. "Son unos comicios no para reemplazar a un presidente sino para salvar una visión de América", anunciaba. "Es una elección entre dos destinos". Sonando idéntico al candidato Santorum, instaba a los votantes a preguntarse: "¿Quiénes somos los estadounidenses, y qué clase de América queremos para nuestros hijos?"

Obama no podría estar más de acuerdo. "No se trata de otro debate político más simplemente", decía el presidente en su discurso tonal de Osawatomie, Kansas, a principios de este mes. "Es un momento crucial para la clase media, y para todos los que luchan por llegar a la clase media".

En esto, Santorum, Gingrich, Romney y Obama, todos lo han entendido. Por primera vez desde que Barry Goldwater hiciera el esfuerzo en 1964, el Partido Republicano está tratando de dar un vuelco al consenso que ha gobernado la vida política estadounidense desde la era progresista.

Obama está defendiendo una tradición que considera al estado el actor esencial de la economía nacional, garante del reglamento justo de competencia, fuerza de contrapeso al excesivo sector privado, control de las desigualdades que puede producir el capitalismo e instrumento que puede abrir oportunidades a los nacidos sin grandes ventajas.

Los Republicanos actuales presentan al gobierno federal como una fuerza de represión, un lastre a la economía y un enemigo de la libre iniciativa privada. El Gobernador de Texas Rick Perry sigue prometiendo, como prometió la semana pasada durante una escala de campaña en Davenport, Iowa, ser un presidente que hará a Washington, D.C. "tan insignificante para vuestras vidas como se pueda". Esa trasnochada palabra "insignificante" insinúa mucho más que recortar ligeramente los presupuestos o los impuestos.

El Partido Republicano está inmerso en una empresa integral por redefinir la ayuda pública que dan por sentada los estadounidenses como iniciativa para crear una sociedad estatista radicalmente nueva. Considere el anuncio de Romney en su discurso de Bedford: "El Presidente Obama está convencido de que el estado debe de crear resultados equivalentes. En un estado del bienestar, todo el mundo recibe compensaciones idénticas o comparables, con independencia de la formación, el esfuerzo o la disposición a correr riesgos. A través del cual lo ganado por algunos es repartido entre los demás. Y las únicas personas que disfrutan de verdad de alguna recompensa real son las que llevan a cabo el reparto -- el estado".

Obama no está convencido de nada parecido. ¿Por qué tantos siguen ganando dinero a montones en el sector financiero si él lo creyera? Como mis colegas Greg Sargent y Paul Krugman vienen insistiendo, Romney está diciendo cosas del presidente que son grotesca, flagrante y bochornosamente falsas. Pero las actuaciones de Romney son reveladoras: los Republicanos vienen cada vez más a decir que cualquier reparto (y la seguridad social, el programa Medicare de los ancianos, los préstamos estudiantiles, las pensiones de los veteranos o los vales canjeables por comida son repartos) no constituye sino un paso por la vía a alguna utopía disfuncional de extrema izquierda radicalmente egalitaria.

Obama será por tanto en 2012 el conservador, en el sentido más fiel a la palabra. Es el candidato que defiende la redistribución modesta y la regulación pública en la que el país viene confiando desde los tiempos del New Deal, programa que ni Ronald Reagan ni George W. Bush desmantelaron. La retórica de los Republicanos en 2012 sugiere que quieren ir mucho más allá de lo que llegaron nunca Reagan o Bush. Y ahí reside la ironía: al subir tanto el listón en 2012, los Republicanos van a dar ventaja a Obama. El Partido Republicano ganaría un referendo del estado de la economía. Pero si es un referendo a escala mayor en su lugar, en torno a si el estado debe ser o no "insignificante", los Republicanos van a encontrar muy decepcionantes las consecuencias.

Obama: el candidato conservador en 2012

Los comicios de 2012 se plantean como los más importantes de la historia
E. J. Dionne
jueves, 29 de diciembre de 2011, 08:32 h (CET)
WASHINGTON -- En un momento en el que la nación se pregunta si los políticos se pondrán de acuerdo, esto es algo que une a los candidatos presidenciales Republicanos -- y a todos ellos con el Presidente Obama: todos convienen en que los comicios de 2012 serán un punto de inflexión relacionado con una de las elecciones más decisivas de la historia norteamericana.

Cierto, candidatos (y columnistas) presentan con regularidad los comicios inminentes como los más importantes de la historia. Haciendo campaña la pasada semana en Pella, Iowa, el candidato Republicano Rick Santorum reconocía lo propio. Pero insistió en que esta vez, la elección en realidad es así de fundamental. "El debate", decía, "consiste en quiénes somos".

Pronunciando un discurso no lejos de Mount Pleasant, Newt Gingrich iba todavía más allá, y era más concreto. "Son las elecciones más importantes desde 1860", decía, "porque hay una diferencia enormemente dramática entre el presidente de los mejores vales de comida para pobres y el candidato de los empleos mejor pagados". Así combinaba Gingrich la revisión histórica con un ataque inexacto y barato. No obstante, dice mucho que Gingrich eligiera remontarse hasta las elecciones que ayudaron a provocar la Guerra Civil.
 
Mitt Romney era de la misma opinión en un discurso pronunciado en Bedford, N.H. "Son unos comicios no para reemplazar a un presidente sino para salvar una visión de América", anunciaba. "Es una elección entre dos destinos". Sonando idéntico al candidato Santorum, instaba a los votantes a preguntarse: "¿Quiénes somos los estadounidenses, y qué clase de América queremos para nuestros hijos?"

Obama no podría estar más de acuerdo. "No se trata de otro debate político más simplemente", decía el presidente en su discurso tonal de Osawatomie, Kansas, a principios de este mes. "Es un momento crucial para la clase media, y para todos los que luchan por llegar a la clase media".

En esto, Santorum, Gingrich, Romney y Obama, todos lo han entendido. Por primera vez desde que Barry Goldwater hiciera el esfuerzo en 1964, el Partido Republicano está tratando de dar un vuelco al consenso que ha gobernado la vida política estadounidense desde la era progresista.

Obama está defendiendo una tradición que considera al estado el actor esencial de la economía nacional, garante del reglamento justo de competencia, fuerza de contrapeso al excesivo sector privado, control de las desigualdades que puede producir el capitalismo e instrumento que puede abrir oportunidades a los nacidos sin grandes ventajas.

Los Republicanos actuales presentan al gobierno federal como una fuerza de represión, un lastre a la economía y un enemigo de la libre iniciativa privada. El Gobernador de Texas Rick Perry sigue prometiendo, como prometió la semana pasada durante una escala de campaña en Davenport, Iowa, ser un presidente que hará a Washington, D.C. "tan insignificante para vuestras vidas como se pueda". Esa trasnochada palabra "insignificante" insinúa mucho más que recortar ligeramente los presupuestos o los impuestos.

El Partido Republicano está inmerso en una empresa integral por redefinir la ayuda pública que dan por sentada los estadounidenses como iniciativa para crear una sociedad estatista radicalmente nueva. Considere el anuncio de Romney en su discurso de Bedford: "El Presidente Obama está convencido de que el estado debe de crear resultados equivalentes. En un estado del bienestar, todo el mundo recibe compensaciones idénticas o comparables, con independencia de la formación, el esfuerzo o la disposición a correr riesgos. A través del cual lo ganado por algunos es repartido entre los demás. Y las únicas personas que disfrutan de verdad de alguna recompensa real son las que llevan a cabo el reparto -- el estado".

Obama no está convencido de nada parecido. ¿Por qué tantos siguen ganando dinero a montones en el sector financiero si él lo creyera? Como mis colegas Greg Sargent y Paul Krugman vienen insistiendo, Romney está diciendo cosas del presidente que son grotesca, flagrante y bochornosamente falsas. Pero las actuaciones de Romney son reveladoras: los Republicanos vienen cada vez más a decir que cualquier reparto (y la seguridad social, el programa Medicare de los ancianos, los préstamos estudiantiles, las pensiones de los veteranos o los vales canjeables por comida son repartos) no constituye sino un paso por la vía a alguna utopía disfuncional de extrema izquierda radicalmente egalitaria.

Obama será por tanto en 2012 el conservador, en el sentido más fiel a la palabra. Es el candidato que defiende la redistribución modesta y la regulación pública en la que el país viene confiando desde los tiempos del New Deal, programa que ni Ronald Reagan ni George W. Bush desmantelaron. La retórica de los Republicanos en 2012 sugiere que quieren ir mucho más allá de lo que llegaron nunca Reagan o Bush. Y ahí reside la ironía: al subir tanto el listón en 2012, los Republicanos van a dar ventaja a Obama. El Partido Republicano ganaría un referendo del estado de la economía. Pero si es un referendo a escala mayor en su lugar, en torno a si el estado debe ser o no "insignificante", los Republicanos van a encontrar muy decepcionantes las consecuencias.

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