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“Sólo en un mundo de hombres sinceros es posible la unión” T. Carlyle

Después del drama viene la dura y absurda realidad

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Cuando estos días pasados, días de luto, terror y desesperación, las calles de Barcelona se convirtieron en el escenario de la máxima barbarie terrorista, alguien ingenuo, algunos ciudadanos de buena voluntad y gentes que todavía son capaces de creer en la bondad innata de la humanidad, pudieron pensar que lo ocurrido en las Ramblas de Barcelona había sido un episodio más que unir a los de Niza, Londres o París , producto de la fatalidad, imposible de prever y, seguramente, uno más de los atentados terroristas a los que los ciudadanos nos vamos a tener que acostumbrar puesto que, todavía, no se ha encontrado medio eficiente para luchar contra este tipo de terrorismo.

No obstante, este último acto de terrorismo no ha seguido el mismo procedimiento al que últimamente nos estábamos acostumbrando. El caso del denominado “lobo solitario” que, sin otra ayuda que su instinto depredador y sin otros medios que los que buenamente se podía procurar, salía a la calle dispuesto a dar su vida, a inmolarse en beneficio de su religión islamista que, a su entender, le conminaba a deshacerse de cuantos más “infieles” pudiera masacrar, sabedor de que entregando su vida por la causa iba a ser compensando en el cielo prometido por Ala. En esta ocasión han concurrido otros factores que, contrariamente a la impresión que han querido dar el Gobierno central y la Generalitat, con toda seguridad se ha producido precisamente por este evidente distanciamiento entre el gobierno de la Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona y el Estado español. Si ustedes se hubieran fijado en la cara de la alcaldesa, señora Colau, en sus comparecencias públicas de los últimos días, obligada por el cargo que ocupa y las circunstancias, se habrían percatado de que estaba desencajada, fuera de sí y evidentemente, asaltada por pensamientos que iban más allá de la lógica pena y disgusto por unos acontecimientos que, a nadie con sentimientos humanitarios, podrían dejar indiferente; evidentemente se estaría culpando de no haber actuado de otra forma y de fiarse de los criterios contrarios de la Generalitat, al no instalar medidas protectoras en las Ramblas de Barcelona.

La realidad es que la inteligencia norteamericana ya había avisado, hace meses, de que se estaban preparando atentados en España, concretamente en la ciudad de Barcelona y preferentemente en un lugar como las Ramblas, por su importancia y por lo concurrida que siempre estaban; por otra parte, la policía nacional y la Guardia Civil, cuando se produjo la explosión de la casa que tenían los terroristas en Alcanar, donde ensayaban la fabricación de explosivos, algo que, al parecer, no fue debidamente tenido en cuenta por los Mossos catalanes que, cuando la Guardia Civil quiso hacer más averiguaciones se lo impidieron, no se sabe si por su postura nacionalista, que les hacía oponerse a la policía del resto de España o por un falso orgullo que les hacía situarse por encima del resto de cuerpos de seguridad del Estado español. En realidad, el portavoz del Sindicato Independiente de Policía, señor Perdiguero, habló de “las muchas lagunas” existente en la coordinación e intercambio de información entre la Policía Nacional y los mandos de los Mossos de Escuadra catalanes. “Tampoco - argumenta el señor Perdiguero - tienen noticias concretas del hecho de un conductor a la fuga y apuñalado encontrado en un vehículo”. El Mayor de los Mossos alegaba que “en principio, no tendría relación con los atentados” aunque, unas horas antes, se especulaba con la posibilidad de que fuera uno de los terroristas.

Por otra parte, la CUP, dando muestras del fanatismo comunista que afecta a todos sus miembros y de la más absoluta incapacidad para poder aceptar la democracia, se lanzó a la piscina con la siguiente frase “Es terrorismo fascista fruto del capitalismo” y ¡se quedaron tan anchos”. Todavía no sabemos el porqué a estos señores, evidentemente anti demócratas, defensores de métodos autoritarios, abiertamente impulsores de la independencia de Cataluña y verdaderos avaladores del famoso referéndum, declarado inconstitucional por el TC, no han sido, como en su día ocurrió con la banda ETA, declarados un partido ilegal y fuera de la Constitución.

Resultan patéticos los esfuerzos del señor Rajoy de la señora Sáez de Santamaría para pretender hacernos creer que existe una unidad entre todas las administraciones y las fuerzas del orden que, en la realidad, está muy lejos de existir. Durante todo este trágico episodio que hemos estado viviendo, los representantes de la Generalitat y su conseller de Interior, señor Joaquim Forn estuvieron mencionando la labor de los Mossos, evidentemente muy meritoria y digna de alabanza, pero sin citar la colaboración del resto de las fuerzas de seguridad del Estado. Se pretendió excusar por no haber puesto bolardos en las Ramblas, acudiendo al débil argumento de que existían lugares, el barrio de Gracia donde esto sería imposible; lo que sucede es que, estos terroristas, no van a cometer los atentados en lugares donde no existan amplios paseos o avenidas que es, precisamente, dónde ellos pueden causar mayor número de víctimas y, con ello, más alarma social y repercusión mundial.

Este mismo, sujeto, imbuido de su “pasión independentista” y olvidándose de que su deber principal es asegurar la seguridad de los catalanes y de los turistas que están visitando la ciudad de Barcelona, está en contra de que los ministros, en su reunión de hoy, pudieran declarar el nivel de alerta al grado máximo, el quinto, que comprende la participación del Ejército en la vigilancia de los lugares estratégicos de la ciudad. Incomprensiblemente parece que los independentistas se han salido con la suya, ya que el ministro del Interior, señor Zoilo, parece que, en contra de lo que parece sería lo más razonable, después de un atentado de las dimensiones del que tuvo lugar en Barcelona y Cambrils, alegando unanimidad de los participantes asistentes a la reunión en la que se debía proponer el cambio de nivel de alerta y debido a que “ no se esperaban más atentados”, se mantendría el nivel cuatro, sólo que “más reforzado”.

Dios no quiera que se equivoquen y que, otras cédulas yihadistas, decidan tomar el relevo de las que han actuado estos días porque, si ello ocurriera, habría cometido la pifia más colosal de toda su vida. El caso es que, el nivel 5º, supone la intervención del Ejército, algo que, en Cataluña, para los políticos secesionistas, es algo inimaginable, debido a su repulsa conocida contra los militares españoles, una postura consentida por los distintos gobiernos de la democracia, incluso los de derechas, a los que consideran el mayor peligro para sus ansias independentistas. Una muestra más de la gazmoñería de este Gobierno, que no se atreve a actuar como sería su obligación por este “miedo” que tiene a disgustar a aquellos que llevan años tomándole el pelo.

En todo caso y a pesar de todas las autoridades que han salido a hacer declaraciones a los medios, para afirmar que todo seguía igual, que la seguridad seguía siendo absoluta y que no había que hacer el juego al terrorismo; la sensación de inseguridad que ha creado este atentado se viene a añadir a la situación del personal de seguridad en el aeropuerto del Prat y a las absurdas trabas de la señora Colau en contra del turismo, sin olvidarnos de la campaña de la CUP en rechazo del turismo, con sus pintadas en contra de los que nos visitan del fuera y sus ataques a autobuses de turistas; para demostrar hasta que punto son capaces de cometer cualquier salvajada, con tal de crear un ambiente de inseguridad en Cataluña. No se ha querido decir, pero muchos turistas se han ido a raíz del luctuoso suceso, se han cancelado reservas hoteleras y es muy posible que, para futuros ejercicios, el mal que ha causado este suceso terrorista, pase factura respecto al número de turistas que nos vengan a visitar en años venideros.

En todo caso, lo que ha sido evidente es que, el señor Puigdemont, se ha mostrado muy “prudente”, intentando mantener en alto la bandera del separatismo, sin unirse al entusiasmo unionista demostrado por Rajoy y reafirmando que, en cuanto al proceso independentista, este suceso no va a tener la más mínima repercusión; de modo que, todo seguirá igual hacia la celebración del pretendido referéndum del anunciado 1 de octubre. Haría mal Rajoy en fiarse demasiado de sacar provecho de este atentado en el sentido de buscar nuevos caminos que contemplasen más cesiones de las que, por los conductos secretos, se les han venido haciendo a los políticos catalanes, para comprarles su renuncia a celebrar la consulta a base de donaciones o financiación que, en alguna manera, pudiera crear diferencias entre las distintas autonomías de España.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, mucho nos tememos que, en estos momentos, los hay que, considerando lo que ha sucedido en Barcelona como un grave atentado a la convivencia y a la libertad de los españoles, piensen que pueda haber influido en un sentido favorable para que los extremistas catalanes se rindan o den su brazo a torcer, a cambio del famoso “plato de lentejas” de Jacob. La situación actual de la nación española, mucho nos tememos, tiene demasiado parecido a aquella de los años 30 del siglo pasado, que tan amargas consecuencias trajo a los ciudadanos españoles.

Después del drama viene la dura y absurda realidad

“Sólo en un mundo de hombres sinceros es posible la unión” T. Carlyle
Miguel Massanet
domingo, 20 de agosto de 2017, 13:46 h (CET)
Cuando estos días pasados, días de luto, terror y desesperación, las calles de Barcelona se convirtieron en el escenario de la máxima barbarie terrorista, alguien ingenuo, algunos ciudadanos de buena voluntad y gentes que todavía son capaces de creer en la bondad innata de la humanidad, pudieron pensar que lo ocurrido en las Ramblas de Barcelona había sido un episodio más que unir a los de Niza, Londres o París , producto de la fatalidad, imposible de prever y, seguramente, uno más de los atentados terroristas a los que los ciudadanos nos vamos a tener que acostumbrar puesto que, todavía, no se ha encontrado medio eficiente para luchar contra este tipo de terrorismo.

No obstante, este último acto de terrorismo no ha seguido el mismo procedimiento al que últimamente nos estábamos acostumbrando. El caso del denominado “lobo solitario” que, sin otra ayuda que su instinto depredador y sin otros medios que los que buenamente se podía procurar, salía a la calle dispuesto a dar su vida, a inmolarse en beneficio de su religión islamista que, a su entender, le conminaba a deshacerse de cuantos más “infieles” pudiera masacrar, sabedor de que entregando su vida por la causa iba a ser compensando en el cielo prometido por Ala. En esta ocasión han concurrido otros factores que, contrariamente a la impresión que han querido dar el Gobierno central y la Generalitat, con toda seguridad se ha producido precisamente por este evidente distanciamiento entre el gobierno de la Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona y el Estado español. Si ustedes se hubieran fijado en la cara de la alcaldesa, señora Colau, en sus comparecencias públicas de los últimos días, obligada por el cargo que ocupa y las circunstancias, se habrían percatado de que estaba desencajada, fuera de sí y evidentemente, asaltada por pensamientos que iban más allá de la lógica pena y disgusto por unos acontecimientos que, a nadie con sentimientos humanitarios, podrían dejar indiferente; evidentemente se estaría culpando de no haber actuado de otra forma y de fiarse de los criterios contrarios de la Generalitat, al no instalar medidas protectoras en las Ramblas de Barcelona.

La realidad es que la inteligencia norteamericana ya había avisado, hace meses, de que se estaban preparando atentados en España, concretamente en la ciudad de Barcelona y preferentemente en un lugar como las Ramblas, por su importancia y por lo concurrida que siempre estaban; por otra parte, la policía nacional y la Guardia Civil, cuando se produjo la explosión de la casa que tenían los terroristas en Alcanar, donde ensayaban la fabricación de explosivos, algo que, al parecer, no fue debidamente tenido en cuenta por los Mossos catalanes que, cuando la Guardia Civil quiso hacer más averiguaciones se lo impidieron, no se sabe si por su postura nacionalista, que les hacía oponerse a la policía del resto de España o por un falso orgullo que les hacía situarse por encima del resto de cuerpos de seguridad del Estado español. En realidad, el portavoz del Sindicato Independiente de Policía, señor Perdiguero, habló de “las muchas lagunas” existente en la coordinación e intercambio de información entre la Policía Nacional y los mandos de los Mossos de Escuadra catalanes. “Tampoco - argumenta el señor Perdiguero - tienen noticias concretas del hecho de un conductor a la fuga y apuñalado encontrado en un vehículo”. El Mayor de los Mossos alegaba que “en principio, no tendría relación con los atentados” aunque, unas horas antes, se especulaba con la posibilidad de que fuera uno de los terroristas.

Por otra parte, la CUP, dando muestras del fanatismo comunista que afecta a todos sus miembros y de la más absoluta incapacidad para poder aceptar la democracia, se lanzó a la piscina con la siguiente frase “Es terrorismo fascista fruto del capitalismo” y ¡se quedaron tan anchos”. Todavía no sabemos el porqué a estos señores, evidentemente anti demócratas, defensores de métodos autoritarios, abiertamente impulsores de la independencia de Cataluña y verdaderos avaladores del famoso referéndum, declarado inconstitucional por el TC, no han sido, como en su día ocurrió con la banda ETA, declarados un partido ilegal y fuera de la Constitución.

Resultan patéticos los esfuerzos del señor Rajoy de la señora Sáez de Santamaría para pretender hacernos creer que existe una unidad entre todas las administraciones y las fuerzas del orden que, en la realidad, está muy lejos de existir. Durante todo este trágico episodio que hemos estado viviendo, los representantes de la Generalitat y su conseller de Interior, señor Joaquim Forn estuvieron mencionando la labor de los Mossos, evidentemente muy meritoria y digna de alabanza, pero sin citar la colaboración del resto de las fuerzas de seguridad del Estado. Se pretendió excusar por no haber puesto bolardos en las Ramblas, acudiendo al débil argumento de que existían lugares, el barrio de Gracia donde esto sería imposible; lo que sucede es que, estos terroristas, no van a cometer los atentados en lugares donde no existan amplios paseos o avenidas que es, precisamente, dónde ellos pueden causar mayor número de víctimas y, con ello, más alarma social y repercusión mundial.

Este mismo, sujeto, imbuido de su “pasión independentista” y olvidándose de que su deber principal es asegurar la seguridad de los catalanes y de los turistas que están visitando la ciudad de Barcelona, está en contra de que los ministros, en su reunión de hoy, pudieran declarar el nivel de alerta al grado máximo, el quinto, que comprende la participación del Ejército en la vigilancia de los lugares estratégicos de la ciudad. Incomprensiblemente parece que los independentistas se han salido con la suya, ya que el ministro del Interior, señor Zoilo, parece que, en contra de lo que parece sería lo más razonable, después de un atentado de las dimensiones del que tuvo lugar en Barcelona y Cambrils, alegando unanimidad de los participantes asistentes a la reunión en la que se debía proponer el cambio de nivel de alerta y debido a que “ no se esperaban más atentados”, se mantendría el nivel cuatro, sólo que “más reforzado”.

Dios no quiera que se equivoquen y que, otras cédulas yihadistas, decidan tomar el relevo de las que han actuado estos días porque, si ello ocurriera, habría cometido la pifia más colosal de toda su vida. El caso es que, el nivel 5º, supone la intervención del Ejército, algo que, en Cataluña, para los políticos secesionistas, es algo inimaginable, debido a su repulsa conocida contra los militares españoles, una postura consentida por los distintos gobiernos de la democracia, incluso los de derechas, a los que consideran el mayor peligro para sus ansias independentistas. Una muestra más de la gazmoñería de este Gobierno, que no se atreve a actuar como sería su obligación por este “miedo” que tiene a disgustar a aquellos que llevan años tomándole el pelo.

En todo caso y a pesar de todas las autoridades que han salido a hacer declaraciones a los medios, para afirmar que todo seguía igual, que la seguridad seguía siendo absoluta y que no había que hacer el juego al terrorismo; la sensación de inseguridad que ha creado este atentado se viene a añadir a la situación del personal de seguridad en el aeropuerto del Prat y a las absurdas trabas de la señora Colau en contra del turismo, sin olvidarnos de la campaña de la CUP en rechazo del turismo, con sus pintadas en contra de los que nos visitan del fuera y sus ataques a autobuses de turistas; para demostrar hasta que punto son capaces de cometer cualquier salvajada, con tal de crear un ambiente de inseguridad en Cataluña. No se ha querido decir, pero muchos turistas se han ido a raíz del luctuoso suceso, se han cancelado reservas hoteleras y es muy posible que, para futuros ejercicios, el mal que ha causado este suceso terrorista, pase factura respecto al número de turistas que nos vengan a visitar en años venideros.

En todo caso, lo que ha sido evidente es que, el señor Puigdemont, se ha mostrado muy “prudente”, intentando mantener en alto la bandera del separatismo, sin unirse al entusiasmo unionista demostrado por Rajoy y reafirmando que, en cuanto al proceso independentista, este suceso no va a tener la más mínima repercusión; de modo que, todo seguirá igual hacia la celebración del pretendido referéndum del anunciado 1 de octubre. Haría mal Rajoy en fiarse demasiado de sacar provecho de este atentado en el sentido de buscar nuevos caminos que contemplasen más cesiones de las que, por los conductos secretos, se les han venido haciendo a los políticos catalanes, para comprarles su renuncia a celebrar la consulta a base de donaciones o financiación que, en alguna manera, pudiera crear diferencias entre las distintas autonomías de España.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, mucho nos tememos que, en estos momentos, los hay que, considerando lo que ha sucedido en Barcelona como un grave atentado a la convivencia y a la libertad de los españoles, piensen que pueda haber influido en un sentido favorable para que los extremistas catalanes se rindan o den su brazo a torcer, a cambio del famoso “plato de lentejas” de Jacob. La situación actual de la nación española, mucho nos tememos, tiene demasiado parecido a aquella de los años 30 del siglo pasado, que tan amargas consecuencias trajo a los ciudadanos españoles.

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