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Es momento de que el Presidente Obama complete su evolución en la cuestión del matrimonio entre personas del mismo sexo

La política (buena) del matrimonio homosexual

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Entrando en materia, no sería la maniobra política casi seguro desastrosa de la campaña presidencial más reciente, cuando ninguno de los candidatos Demócratas apoyó el derecho a casarse.

Avancemos tres años a las declaraciones de Hillary Clinton esta semana. "Los derechos de los homosexuales son derechos humanos, y los derechos humanos son los derechos de los homosexuales", afirmaba la principal rival de Obama y la que es ahora su secretario de estado, replicando su famosa declaración como primera dama acerca de los derechos de la mujer. Clinton no llegó al extremo de apoyar el matrimonio homosexual. Pero el arco que describe su lógica se desplaza inexorablemente en esa dirección. Como la Clinton es desde luego consciente cuando dijo que "ninguna práctica ni tradición se impone a los derechos humanos que nos pertenecen a todos".

Madame Secretario, recuerde la alegría que experimentó en la boda de su hija. ¿Debería de haberse privado de ese momento si ella hubiera sido homosexual?

El presidente se ha ido acercando de forma paulatina a apoyar el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero no se ha lanzado a la piscina. Instaba a la anulación de la Ley de Defensa del Matrimonio. Se negó a defender su constitucionalidad en los tribunales.

Ha pasado de la oposición ("Estoy seguro de que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer" en los oficios del pastor Rick Warren en la iglesia de Saddleback en 2008) a la evolución. "Todavía estoy en ello", dijo en ABC News en octubre.

El último momento idóneo del presidente para dar el salto Darwiniano se producía con su asistencia a un acto de recaudación de fondos con la comunidad homosexual de Nueva York programado de forma inconveniente a la vez que la votación del matrimonio homosexual en el estado. Nueva York hizo lo correcto. Obama se echó atrás.

Ahora, en un memorando dirigido a los consultores y responsables de campaña Demócratas, los defensores de los derechos de los homosexuales aducen que respaldar el matrimonio entre personas del mismo sexo no es el veneno político de años anteriores. De hecho, razonan, podría suponer un empujón político -- no sólo entre los Demócratas sino entre los independientes, el 56% de los cuales apoya el matrimonio homosexual. 

¿Sus datos? Los análisis de Joel Benenson, el asesor electoral de Obama, y de Jan van Lohuizen, que interpretó ese papel con George W. Bush.

"Lo que con anterioridad era utilizado por los Republicanos como cuña para sacar a la calle a los conservadores y poner a los Demócratas a la defensiva podría haber surtido el efecto opuesto, dado que cifras crecientes de votantes de todo el espectro apoyan la libertad para casarse", reza la nota, redactada por el estratega Demócrata Doug Hattaway y por Evan Wolfson, responsable del colectivo Freedom to Marry.

En particular, destacan Hattaway y Wolfson, "Los votantes más jóvenes, críticos para las victorias Demócratas en 2012, están muy motivados por los candidatos que demuestran apoyo a poner fin a la discriminación en la ley de familia del país". ¿Ha oído, señor Presidente? ¡Votantes jóvenes!

Hattaway y Wolfson siguen el rastro del creciente apoyo a nivel nacional al matrimonio entre personas del mismo sexo, que crece alrededor de un punto porcentual al año de 1996 a 2009 y se ha disparado otros 10 enteros en los dos años transcurridos desde entonces, hasta el 53 por ciento.

Igual de significativo: la intensidad está de parte de la igualdad. Más votantes son firmemente partidarios del matrimonio entre personas del mismo sexo que los que son firmemente contrarios. Y la minoría firmemente opuesta no es probable que respalde a los candidatos Demócratas de cualquier forma.

¿Puede Obama, el presunto keniata socialista secular distribuidor de la riqueza, salir airoso con seguridad del matrimonio homosexual a unos meses de unas elecciones que, incluso si gana, prometen ser increíblemente ajustadas?

El reglamento ordinario del manual político aconseja el rumbo más conservador: no se molesta al centro, no se abre un frente nuevo en cuestiones sociales. El anuncio más reciente del Gobernador de Texas Rick Perry acusa a Obama de agitar el fantasma de "la guerra contra la religión". ¿Por qué darle munición?

Y realizar la maniobra presidencial arriesgada parece especialmente arriesgado en el clima económico actual, cuando el votante quiere que Obama ponga el acento en la economía, sin distraerse por cuestiones de ingeniería social.

La intuición comprensible del presidente y de sus asesores políticos dicta ir a lo seguro. Pero los datos tendrían que ilustrar que Obama no comete suicidio político si completa la evolución que claramente sabe es inevitable. En la política de 2011, la supervivencia del más apto no impone la oposición a la igualdad.

Y luego está esta pregunta a Obama: señor Presidente, ¿qué mejor momento va a tener? Puede que pierda. Un anuncio realizado en el tiempo de descuento sería estúpido. ¿Cuándo, sino ahora?

 

La política (buena) del matrimonio homosexual

Es momento de que el Presidente Obama complete su evolución en la cuestión del matrimonio entre personas del mismo sexo
Ruth Marcus
lunes, 19 de diciembre de 2011, 08:00 h (CET)

Entrando en materia, no sería la maniobra política casi seguro desastrosa de la campaña presidencial más reciente, cuando ninguno de los candidatos Demócratas apoyó el derecho a casarse.

Avancemos tres años a las declaraciones de Hillary Clinton esta semana. "Los derechos de los homosexuales son derechos humanos, y los derechos humanos son los derechos de los homosexuales", afirmaba la principal rival de Obama y la que es ahora su secretario de estado, replicando su famosa declaración como primera dama acerca de los derechos de la mujer. Clinton no llegó al extremo de apoyar el matrimonio homosexual. Pero el arco que describe su lógica se desplaza inexorablemente en esa dirección. Como la Clinton es desde luego consciente cuando dijo que "ninguna práctica ni tradición se impone a los derechos humanos que nos pertenecen a todos".

Madame Secretario, recuerde la alegría que experimentó en la boda de su hija. ¿Debería de haberse privado de ese momento si ella hubiera sido homosexual?

El presidente se ha ido acercando de forma paulatina a apoyar el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero no se ha lanzado a la piscina. Instaba a la anulación de la Ley de Defensa del Matrimonio. Se negó a defender su constitucionalidad en los tribunales.

Ha pasado de la oposición ("Estoy seguro de que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer" en los oficios del pastor Rick Warren en la iglesia de Saddleback en 2008) a la evolución. "Todavía estoy en ello", dijo en ABC News en octubre.

El último momento idóneo del presidente para dar el salto Darwiniano se producía con su asistencia a un acto de recaudación de fondos con la comunidad homosexual de Nueva York programado de forma inconveniente a la vez que la votación del matrimonio homosexual en el estado. Nueva York hizo lo correcto. Obama se echó atrás.

Ahora, en un memorando dirigido a los consultores y responsables de campaña Demócratas, los defensores de los derechos de los homosexuales aducen que respaldar el matrimonio entre personas del mismo sexo no es el veneno político de años anteriores. De hecho, razonan, podría suponer un empujón político -- no sólo entre los Demócratas sino entre los independientes, el 56% de los cuales apoya el matrimonio homosexual. 

¿Sus datos? Los análisis de Joel Benenson, el asesor electoral de Obama, y de Jan van Lohuizen, que interpretó ese papel con George W. Bush.

"Lo que con anterioridad era utilizado por los Republicanos como cuña para sacar a la calle a los conservadores y poner a los Demócratas a la defensiva podría haber surtido el efecto opuesto, dado que cifras crecientes de votantes de todo el espectro apoyan la libertad para casarse", reza la nota, redactada por el estratega Demócrata Doug Hattaway y por Evan Wolfson, responsable del colectivo Freedom to Marry.

En particular, destacan Hattaway y Wolfson, "Los votantes más jóvenes, críticos para las victorias Demócratas en 2012, están muy motivados por los candidatos que demuestran apoyo a poner fin a la discriminación en la ley de familia del país". ¿Ha oído, señor Presidente? ¡Votantes jóvenes!

Hattaway y Wolfson siguen el rastro del creciente apoyo a nivel nacional al matrimonio entre personas del mismo sexo, que crece alrededor de un punto porcentual al año de 1996 a 2009 y se ha disparado otros 10 enteros en los dos años transcurridos desde entonces, hasta el 53 por ciento.

Igual de significativo: la intensidad está de parte de la igualdad. Más votantes son firmemente partidarios del matrimonio entre personas del mismo sexo que los que son firmemente contrarios. Y la minoría firmemente opuesta no es probable que respalde a los candidatos Demócratas de cualquier forma.

¿Puede Obama, el presunto keniata socialista secular distribuidor de la riqueza, salir airoso con seguridad del matrimonio homosexual a unos meses de unas elecciones que, incluso si gana, prometen ser increíblemente ajustadas?

El reglamento ordinario del manual político aconseja el rumbo más conservador: no se molesta al centro, no se abre un frente nuevo en cuestiones sociales. El anuncio más reciente del Gobernador de Texas Rick Perry acusa a Obama de agitar el fantasma de "la guerra contra la religión". ¿Por qué darle munición?

Y realizar la maniobra presidencial arriesgada parece especialmente arriesgado en el clima económico actual, cuando el votante quiere que Obama ponga el acento en la economía, sin distraerse por cuestiones de ingeniería social.

La intuición comprensible del presidente y de sus asesores políticos dicta ir a lo seguro. Pero los datos tendrían que ilustrar que Obama no comete suicidio político si completa la evolución que claramente sabe es inevitable. En la política de 2011, la supervivencia del más apto no impone la oposición a la igualdad.

Y luego está esta pregunta a Obama: señor Presidente, ¿qué mejor momento va a tener? Puede que pierda. Un anuncio realizado en el tiempo de descuento sería estúpido. ¿Cuándo, sino ahora?

 

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