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“¡Trabajadores de todas las tendencias! El gobierno pone en nuestras manos las armas para que salvemos a España y al pueblo del horror y de la vergüenza que significaría el triunfo de los sangrientos verdugos de octubre” Dolores Ibárruri “La Pasionaria”

La participación femenina en la revolución de izquierdas

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Esta misma mujer, Dolores Ibárruri, aquella que se tuvo que exiliar, al finalizar la Guerra Civil española, a la Rusia del señor Stalin y la que se había distinguido durante toda la contienda con su famosa frase “No pasarán”, una frase que, afortunadamente para España, no se cumplió y aquellos a los que satanizaba y les auguraba la derrota, no sólo pasaron triunfantes, sino que ganaron la guerra y gobernaron en la nación española durante 40 años.

El ambiente enrarecido que se viene percibiendo en España desde ya hace algún tiempo, la incidencia, cada vez mayor, de los partido de extrema izquierda en los acontecimientos revolucionarios que tienen lugar en muchas capitales del país; el evidente desprecio por la Justicia, las normas de convivencia, el orden y la seguridad de las personas, que empieza a convertirse en costumbre en la vida cotidiana de los españoles; nos ponen en guardia ante los avances de aquellos que llevan intentando un cambio radical de régimen político unidos, por sus afinidades revolucionarias, a aquellos otros que han hecho de su odio a España y a los españoles, bandera para intentar, por todos los medios, conseguir la independencia de Cataluña del resto de la nación española; precisamente porque, a algunos, nos recuerdan episodios semejantes que fueron el origen de los sucesos que se produjeron durante la segunda República y que fueron el detonante de todos aquellos actos de violencia, secuestros, robos, asesinatos, actos sacrílegos, quemas de iglesias que llegaron a su punto culminante en octubre de 1934 durante la llamada Revolución de Asturias y que ya no pararon hasta que se produjo el levantamiento de Marruecos, encabezado por el general Mola y secundado por Godet, Sanjurjo, Millán Astray, Queipo de Llano y, en África y a última hora, por el general Franco.

Hay que decir que así como, en el bando nacional, el papel de la mujer nunca alcanzó el protagonismo que se atribuyó a los hombres durante aquellas duras jornadas, limitándose a ayudar en labores de retaguardia, en colaborar en funciones de enfermería, en realizar trabajos en las fábricas de pertrechos militares o en ocupar los puestos de los hombres alistados para la guerra en ocupaciones de carácter civil; en el bando republicano, tan pronto como las turbas incontroladas fueron armadas, en Barcelona, con la apertura de los depósitos de armas del cuartel de San Andrés, el tema del orden en la ciudad, quedó en manos de aquellos que habían sido liberados de las cárceles y que empezaron a ajustar cuentas con cualquiera con el que pudieran desahogar su venganza por el simple hecho de ser de derechas, tener dinero, ser religioso o ser conocido como católico practicante. En Madrid, el teniente coronel Rodrigo Gil jefe del Parque de Artillería reparte a los milicianos 5.000 fusiles completos y un obús de 155mm destinados a batir el Cuartel de la Montaña, cuya guarnición era adicta al movimiento rebelde.

Estos sujetos fueron los reclutados para organizar la invasión de Aragón. Esta operación se planeó en tres direcciones principales: por el centro por las columnas de milicianos capitaneadas por Durruti y Pérez Farrás; por el norte la columna de milicianos de Ascaso y por el sur, la columna de Ortiz Salavera, flanqueada por las de Pérez Salas y Valencia. Todas ellas bajo mandos anarquistas y asesoramiento de un jefe militar. La disciplina era nula, las órdenes se cuestionaban cada una de ellas y, por si faltara algo los soldados iban acompañados de una nube de milicianas, casi todas salidas de los burdeles catalanes, que, por si solas, bastaron para diezmar aquel ejército con las enfermedades venéreas que fueron trasmitiendo a la tropa.

Muchas de estas “damas”, hoy en día consideradas como “heroínas de guerra” por la colección de ignorantes, marrulleros, presuntos historiadores y los sinvergüenzas de la Memoria Histórica capaces, por si solos, de inventarse la mayor historia apócrifa de lo que fue la guerra civil española, iban igualmente armadas, vestidas con monos militares y lo mismo asesinaban a un “enemigo de la revolución” que se cargaban a cualquiera con el que tuviera cuentas pendientes. Los jefes militares llegaron a la conclusión de que, aquellas mujeres, no hacían más que entorpecer la marcha de las columnas, relajar la disciplina y aumentar el número de bajas, mucho antes de llegar a sus objetivos. Fueron retiradas de la vanguardia y se enviaron a la retaguardia para misiones de vigilancia y otros menesteres, entre los que se adjudicaban los de ir en busca de “facciosos” para ajustarles las cuentas.

No podemos menos de establecer una comparación con algunas de estas nuevas “lideresas” que han ido apareciendo, como miembros destacados de estos partidos de extrema izquierda, que utilizan su “amistad” con los líderes que ostentan el mando y dirigen la política del partido, para escalar posiciones, ocupar puestos destacados y reivindicarse mostrándose más incisivas, más provocadores, menos comedidas, más insultantes y maleducadas que sus adversarios de las derechas, sobre los cuales, en cuanto a malas formas, procacidad, desvergüenza y desparpajo revolucionario, tienen grandes ventajas. En realidad, si hiciéramos una elipsis en el tiempo y pudiéramos compararlas con aquellas milicianas de entonces, seguramente pocas diferencias encontraríamos entre unas y otras. Aquellas más rudas, menos cultas, más desgraciadas y menos cohibidas, actuaban siguiendo sus instintos, usando de una libertad de la que nunca habían gozado y de la posibilidad de ajustar cuentas respecto a un pasado lleno de desgracias; asesinando a mansalva como forma de venganza; las de ahora, con estudios, bien vestidas, con buenas cuentas corrientes, muchas de ellas de buenas familias de posibles, que han escogido el camino de la izquierda más como una “aventura” con la que distraerse que como una vocación de defender a los pobres o desgraciados; es obvio que les sirve de entretenimiento y diversión.

Las libertades que reclaman estas señoritingas con ínfulas de intelectuales y maneras de furcias desmadradas, son exhibicionistas, anticlericales, se desnudan dentro de las iglesias y se muestran descocadas en sus desnudeces provocativas, con la excusa de hacer valer su libertad ¿o su libertinaje y lascivia contenida? Sin duda, estas rebeldes revolucionarias serían muy capaces, si se les permitiera actuar según sus instintos feministas, de buscar el sustituir a todos los hombres en sus puestos relevantes, convencidas de que ellas tienen todas aquellas cualidades de las que carece el sexo opuesto, que les hacen creer que serían capaces de trasformar la sociedad de acuerdo con su modelo feminista. Lo que no dicen es que, en su obsesión y afán de venganza en contra del sexo contrario, están incurriendo en los mismos defectos que los hombres han demostrado tener, durante el tiempo en el que se han creído el ombligo del Universo.

No se ha demostrado, hasta ahora, que las grandes políticas que han ocupado puestos de gran responsabilidad, como es el caso de presidentas de gobierno; hayan llevado a cabo milagros, hayan conseguido erradicar la pobreza, hayan sido más honradas ( vean a Fernández Kirchner y a Dilma Rousseff, encausadas por casos de corrupción) o se hayan distinguido por sus aciertos en materia de inmigración ( el error de la señora Merkel al abrir la puerta a todos los inmigrantes que quisieran entrar en Alemania, le ha costado un grave revés que ha estado a punto de acabar con su mandato). Lo peor es que, todas estas nueva políticas de características revolucionarias, con ideas anarquistas y contrarias al capitalismo, no son personas ignorantes, sin estudios o con una enseñanza elemental ya que, la mayoría de ellas son licenciadas, profesoras y expertas o, al menos se lo creen, en sociología, derecho y otras disciplinas que deberían de haberles hecho reflexionar acerca de aquellos modelos de sociedad que están empeñadas en favorecer, cuando, en todos los lugares donde se ha intentado implantarlos han fracasado rotundamente y, en la mayoría de casos, sólo han conseguido caer en manos de dictadores que los han llevado a una situación mucho peor que aquella en la que se encontraban con anterioridad a cometer la equivocación de dejarse engatusar por semejantes embaucadores.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, todavía no hemos visto que ninguna de estas presuntas salvadoras de la humanidad, aparte de enseñar sus vergüenzas en público, defender la matanza de fetos en nombre de no se sabe qué libertades o reclamar continuamente que se les den cuotas de poder igual que a los hombres; hayan demostrado en ninguna ocasión que, como afirman, están en condiciones de superar al sexo contrario en cuanto a mejorar las condiciones de vida de la humanidad. Y es que, una cosa es predicar y criticar al sexo contrario y la otra es que estén en condiciones de coger y llevar con eficacia y éxito las riendas de la civilización. Puede que, a pesar de tanto pavoneo, resulte que sólo cacarean.

La participación femenina en la revolución de izquierdas

“¡Trabajadores de todas las tendencias! El gobierno pone en nuestras manos las armas para que salvemos a España y al pueblo del horror y de la vergüenza que significaría el triunfo de los sangrientos verdugos de octubre” Dolores Ibárruri “La Pasionaria”
Miguel Massanet
viernes, 11 de agosto de 2017, 10:30 h (CET)
Esta misma mujer, Dolores Ibárruri, aquella que se tuvo que exiliar, al finalizar la Guerra Civil española, a la Rusia del señor Stalin y la que se había distinguido durante toda la contienda con su famosa frase “No pasarán”, una frase que, afortunadamente para España, no se cumplió y aquellos a los que satanizaba y les auguraba la derrota, no sólo pasaron triunfantes, sino que ganaron la guerra y gobernaron en la nación española durante 40 años.

El ambiente enrarecido que se viene percibiendo en España desde ya hace algún tiempo, la incidencia, cada vez mayor, de los partido de extrema izquierda en los acontecimientos revolucionarios que tienen lugar en muchas capitales del país; el evidente desprecio por la Justicia, las normas de convivencia, el orden y la seguridad de las personas, que empieza a convertirse en costumbre en la vida cotidiana de los españoles; nos ponen en guardia ante los avances de aquellos que llevan intentando un cambio radical de régimen político unidos, por sus afinidades revolucionarias, a aquellos otros que han hecho de su odio a España y a los españoles, bandera para intentar, por todos los medios, conseguir la independencia de Cataluña del resto de la nación española; precisamente porque, a algunos, nos recuerdan episodios semejantes que fueron el origen de los sucesos que se produjeron durante la segunda República y que fueron el detonante de todos aquellos actos de violencia, secuestros, robos, asesinatos, actos sacrílegos, quemas de iglesias que llegaron a su punto culminante en octubre de 1934 durante la llamada Revolución de Asturias y que ya no pararon hasta que se produjo el levantamiento de Marruecos, encabezado por el general Mola y secundado por Godet, Sanjurjo, Millán Astray, Queipo de Llano y, en África y a última hora, por el general Franco.

Hay que decir que así como, en el bando nacional, el papel de la mujer nunca alcanzó el protagonismo que se atribuyó a los hombres durante aquellas duras jornadas, limitándose a ayudar en labores de retaguardia, en colaborar en funciones de enfermería, en realizar trabajos en las fábricas de pertrechos militares o en ocupar los puestos de los hombres alistados para la guerra en ocupaciones de carácter civil; en el bando republicano, tan pronto como las turbas incontroladas fueron armadas, en Barcelona, con la apertura de los depósitos de armas del cuartel de San Andrés, el tema del orden en la ciudad, quedó en manos de aquellos que habían sido liberados de las cárceles y que empezaron a ajustar cuentas con cualquiera con el que pudieran desahogar su venganza por el simple hecho de ser de derechas, tener dinero, ser religioso o ser conocido como católico practicante. En Madrid, el teniente coronel Rodrigo Gil jefe del Parque de Artillería reparte a los milicianos 5.000 fusiles completos y un obús de 155mm destinados a batir el Cuartel de la Montaña, cuya guarnición era adicta al movimiento rebelde.

Estos sujetos fueron los reclutados para organizar la invasión de Aragón. Esta operación se planeó en tres direcciones principales: por el centro por las columnas de milicianos capitaneadas por Durruti y Pérez Farrás; por el norte la columna de milicianos de Ascaso y por el sur, la columna de Ortiz Salavera, flanqueada por las de Pérez Salas y Valencia. Todas ellas bajo mandos anarquistas y asesoramiento de un jefe militar. La disciplina era nula, las órdenes se cuestionaban cada una de ellas y, por si faltara algo los soldados iban acompañados de una nube de milicianas, casi todas salidas de los burdeles catalanes, que, por si solas, bastaron para diezmar aquel ejército con las enfermedades venéreas que fueron trasmitiendo a la tropa.

Muchas de estas “damas”, hoy en día consideradas como “heroínas de guerra” por la colección de ignorantes, marrulleros, presuntos historiadores y los sinvergüenzas de la Memoria Histórica capaces, por si solos, de inventarse la mayor historia apócrifa de lo que fue la guerra civil española, iban igualmente armadas, vestidas con monos militares y lo mismo asesinaban a un “enemigo de la revolución” que se cargaban a cualquiera con el que tuviera cuentas pendientes. Los jefes militares llegaron a la conclusión de que, aquellas mujeres, no hacían más que entorpecer la marcha de las columnas, relajar la disciplina y aumentar el número de bajas, mucho antes de llegar a sus objetivos. Fueron retiradas de la vanguardia y se enviaron a la retaguardia para misiones de vigilancia y otros menesteres, entre los que se adjudicaban los de ir en busca de “facciosos” para ajustarles las cuentas.

No podemos menos de establecer una comparación con algunas de estas nuevas “lideresas” que han ido apareciendo, como miembros destacados de estos partidos de extrema izquierda, que utilizan su “amistad” con los líderes que ostentan el mando y dirigen la política del partido, para escalar posiciones, ocupar puestos destacados y reivindicarse mostrándose más incisivas, más provocadores, menos comedidas, más insultantes y maleducadas que sus adversarios de las derechas, sobre los cuales, en cuanto a malas formas, procacidad, desvergüenza y desparpajo revolucionario, tienen grandes ventajas. En realidad, si hiciéramos una elipsis en el tiempo y pudiéramos compararlas con aquellas milicianas de entonces, seguramente pocas diferencias encontraríamos entre unas y otras. Aquellas más rudas, menos cultas, más desgraciadas y menos cohibidas, actuaban siguiendo sus instintos, usando de una libertad de la que nunca habían gozado y de la posibilidad de ajustar cuentas respecto a un pasado lleno de desgracias; asesinando a mansalva como forma de venganza; las de ahora, con estudios, bien vestidas, con buenas cuentas corrientes, muchas de ellas de buenas familias de posibles, que han escogido el camino de la izquierda más como una “aventura” con la que distraerse que como una vocación de defender a los pobres o desgraciados; es obvio que les sirve de entretenimiento y diversión.

Las libertades que reclaman estas señoritingas con ínfulas de intelectuales y maneras de furcias desmadradas, son exhibicionistas, anticlericales, se desnudan dentro de las iglesias y se muestran descocadas en sus desnudeces provocativas, con la excusa de hacer valer su libertad ¿o su libertinaje y lascivia contenida? Sin duda, estas rebeldes revolucionarias serían muy capaces, si se les permitiera actuar según sus instintos feministas, de buscar el sustituir a todos los hombres en sus puestos relevantes, convencidas de que ellas tienen todas aquellas cualidades de las que carece el sexo opuesto, que les hacen creer que serían capaces de trasformar la sociedad de acuerdo con su modelo feminista. Lo que no dicen es que, en su obsesión y afán de venganza en contra del sexo contrario, están incurriendo en los mismos defectos que los hombres han demostrado tener, durante el tiempo en el que se han creído el ombligo del Universo.

No se ha demostrado, hasta ahora, que las grandes políticas que han ocupado puestos de gran responsabilidad, como es el caso de presidentas de gobierno; hayan llevado a cabo milagros, hayan conseguido erradicar la pobreza, hayan sido más honradas ( vean a Fernández Kirchner y a Dilma Rousseff, encausadas por casos de corrupción) o se hayan distinguido por sus aciertos en materia de inmigración ( el error de la señora Merkel al abrir la puerta a todos los inmigrantes que quisieran entrar en Alemania, le ha costado un grave revés que ha estado a punto de acabar con su mandato). Lo peor es que, todas estas nueva políticas de características revolucionarias, con ideas anarquistas y contrarias al capitalismo, no son personas ignorantes, sin estudios o con una enseñanza elemental ya que, la mayoría de ellas son licenciadas, profesoras y expertas o, al menos se lo creen, en sociología, derecho y otras disciplinas que deberían de haberles hecho reflexionar acerca de aquellos modelos de sociedad que están empeñadas en favorecer, cuando, en todos los lugares donde se ha intentado implantarlos han fracasado rotundamente y, en la mayoría de casos, sólo han conseguido caer en manos de dictadores que los han llevado a una situación mucho peor que aquella en la que se encontraban con anterioridad a cometer la equivocación de dejarse engatusar por semejantes embaucadores.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, todavía no hemos visto que ninguna de estas presuntas salvadoras de la humanidad, aparte de enseñar sus vergüenzas en público, defender la matanza de fetos en nombre de no se sabe qué libertades o reclamar continuamente que se les den cuotas de poder igual que a los hombres; hayan demostrado en ninguna ocasión que, como afirman, están en condiciones de superar al sexo contrario en cuanto a mejorar las condiciones de vida de la humanidad. Y es que, una cosa es predicar y criticar al sexo contrario y la otra es que estén en condiciones de coger y llevar con eficacia y éxito las riendas de la civilización. Puede que, a pesar de tanto pavoneo, resulte que sólo cacarean.

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