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Primero fue su papel en la transiciónn, después su papel en el 23F, ahora...

El tercer gran gesto del Rey

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Es el tercer gran gesto del Rey. El primero fue su decisiva contribución a restaurar la democracia; mucho más que un gesto  El segundo, su decidida  actitud, también determínate, para sofocar la sublevación militar del 23-F. Y el tercero, la exclusión de su yerno, Iñaki Urdangarín, de todo acto de representación, por “no haber tenido un comportamiento ejemplar”, y mientras no se pronuncie la justicia.

La ventaja de una monarquía es que da estabilidad. Pero, en principio, no tiene más ‘méritos’ que el hecho biológico de la suceción. Una monarquía ‘manchada’ perdería su sustento moral. Una ‘mancha’ no puede ser estable, permanente. Por esto debe ser ejemplar, poca cosa más se le pide. Si tiene otras virtudes, si hace méritos, se va consolidando en el respeto y el aprecio popular.

Es lo que le ha ocurrido al actual monarca Don Juan Carlos. Con la restauración de la democracia, después de casi cuarenta años de dictadura, justificó su instauración, pese al originario aval franquista. Con el segundo gesto, el 23-F, confirmó la procedencia de su permanencia en nuestro país. Ahora, con su decisión de mantener limpia de mácula y de sospecha la Corona, ayuda poderosamente a presérvala de motivos de descrédito y de las voces, legítimas, de los republicanos.

Más que un verdadero mérito, esta vez, lo que ha hecho Don Juan Carlos, era una obligación. Y una necesidad. Sin duda, dolorosa al afectar a su entorno familiar. Pero no podía hacer otra cosa, para no socavar su propia estabilidad institucional. Si tiene que sacrificar la situación de su yerno, y, quizás, de su hija, debe hacerlo. Citando a Zorrilla, “del Rey abajo, ninguno” puede escapar, si se da el caso, de la Justicia.

Este gesto es, además, un homenaje a la libertad de expresión, que ha permitido que loa comportamientos “no ejemplares” vieran la luz; y a la Justicia, a la que se reconoce su servicio y su imparcialidad.

Todo esto ha hecho, y continua haciendo, que haya en este país más ‘juancarlistas’ que monárquicos obsesivos.

El tercer gran gesto del Rey

Primero fue su papel en la transiciónn, después su papel en el 23F, ahora...
Wifredo Espina
martes, 13 de diciembre de 2011, 07:53 h (CET)

Es el tercer gran gesto del Rey. El primero fue su decisiva contribución a restaurar la democracia; mucho más que un gesto  El segundo, su decidida  actitud, también determínate, para sofocar la sublevación militar del 23-F. Y el tercero, la exclusión de su yerno, Iñaki Urdangarín, de todo acto de representación, por “no haber tenido un comportamiento ejemplar”, y mientras no se pronuncie la justicia.

La ventaja de una monarquía es que da estabilidad. Pero, en principio, no tiene más ‘méritos’ que el hecho biológico de la suceción. Una monarquía ‘manchada’ perdería su sustento moral. Una ‘mancha’ no puede ser estable, permanente. Por esto debe ser ejemplar, poca cosa más se le pide. Si tiene otras virtudes, si hace méritos, se va consolidando en el respeto y el aprecio popular.

Es lo que le ha ocurrido al actual monarca Don Juan Carlos. Con la restauración de la democracia, después de casi cuarenta años de dictadura, justificó su instauración, pese al originario aval franquista. Con el segundo gesto, el 23-F, confirmó la procedencia de su permanencia en nuestro país. Ahora, con su decisión de mantener limpia de mácula y de sospecha la Corona, ayuda poderosamente a presérvala de motivos de descrédito y de las voces, legítimas, de los republicanos.

Más que un verdadero mérito, esta vez, lo que ha hecho Don Juan Carlos, era una obligación. Y una necesidad. Sin duda, dolorosa al afectar a su entorno familiar. Pero no podía hacer otra cosa, para no socavar su propia estabilidad institucional. Si tiene que sacrificar la situación de su yerno, y, quizás, de su hija, debe hacerlo. Citando a Zorrilla, “del Rey abajo, ninguno” puede escapar, si se da el caso, de la Justicia.

Este gesto es, además, un homenaje a la libertad de expresión, que ha permitido que loa comportamientos “no ejemplares” vieran la luz; y a la Justicia, a la que se reconoce su servicio y su imparcialidad.

Todo esto ha hecho, y continua haciendo, que haya en este país más ‘juancarlistas’ que monárquicos obsesivos.

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