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Dios habla, el hombre obedece. Las ordenanzas instituidas por el Señor no pueden alterarse unilateralmente

Celebración pascual

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La carta que le Vaticano ha enviado a los obispos recordándoles la normativa sobre la elaboración de las hostias que se utilizan en la eucaristía ha levantado ampollas entre los feligreses católicos. “No es materia válida”, dice la misiva vaticana, “elaborarlas con otras sustancias aunque sean cereales”. María Sarle y Gaspar Sanjuán, padres de Laia, celíaca, se quejan así: “Que exijan que deben ser sin gluten”, dic María, “me parece arcaico y desfasado porque comulgar es un simbolismo y no deberían importar los ingredientes”. ¿Quién tiene razón? ¿El Vaticano? ¿El matrimonio Gaspar y María?

Referente al pan que se consumía en los tiempos bíblicos la Enciclopedia de la Biblia, católica, dice: “En los sacrificios se utilizaba principalmente pan de trigo, en su especialidad más exquisita de flor de harina, el pueblo, principalmente pan de cebada en forma de tortas finas que eran fáciles de cocer sobre piedras calientes”.

Pienso que a la palabra sacramentose le debe quitar el sentido mágico o sobrenatural que se le da. El origen de esta palabra está relacionado con el juramento de fidelidad que pronunciaban los soldados romanos. Con el tiempo y a medida que la Iglesia se iba corrompiendo y se apartaba de sus orígenes doctrinales a la palabra sacramento se le otorgó poder de salvar a quienes participaban de la eucaristía y del bautismo. Como muy bien dice María “comulgar es un simbolismo”, que también se le puede aplicar al bautismo. En el momento que se diviniza la hostia eucarística o el agua bautismal se comete el absurdo de divinizar el sábado como hacían los judíos. En todos los casos es un acto idolátrico que esclaviza. No aporta libertad espiritual a quienes caen en la trampa.

En la celebración de la eucaristía se presenta un dilema: ¿Está Jesús físicamente presenta en la hostia? ¿Sí o no? Pienso que a esta pregunta le dan respuesta dos textos bíblicos: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas” (Hechos 17:24). Salomón en la plegaria que pronunció en la consagración del templo de Jerusalén construido por encargo de Dios, dijo: “Pero, ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener, ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?” (1 Reyes 8: 27). El sacerdote que en el momento de la consagración de la hostia se auto otorga el poder de hacer habitar corporalmente Jesús en ella es una herejía de la que debe arrepentirse.

Según SEGRE (17/07/2017), “otra opción que tienen los feligreses celíacos de comulgar es hacerlo únicamente con vino, una opción a la que optan algunos leridanos intolerantes“(al gluten). Esta opción no es de recibo porque no se ajusta a la manera como se celebró la Pascua en que participaron Jesús y sus discípulos. En ella se encuentran presentes el pan y el vino que son símbolos del cuerpo y de la sangre que Jesús ofreció para redimir el pueblo de Dios de sus pecados. Si falta uno de los dos elementos la celebración no es válida.

El apóstol Pablo en el contexto de las instrucciones que da para celebrar el recordatorio de la Pascua del Señor, escribe: “Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué” (1 Corintios 11:2). Al describir la celebración de la Pascua, escribe: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado” (v.23). Las instrucciones que da no son de su propia cosecha. Se limita a transmitir la revelación recibida. Por lo tanto, las instrucciones que da de cómo celebrar la Pascua del Señor son de obligado cumplimiento: No se puede poner ni quitar nada. El apóstol especifica el pan y el vino que son símbolos del cuerpo maltratado y de la sangre derramada en la cruz el Gólgota para perdón de los pecados: “Así, pues, todas las veces que coméis este pan y bebéis esta copa, la muerte el Señor anunciáis hasta que Él vuelva” (v. 26). Que los feligreses sólo puedan participar del pan y los celíacos solo del vino, no es correcto según las instrucciones que el apóstol ha recibido del Señor.

El apóstol comenta también la actitud que los comulgantes deben mantener en el momento de la celebración: “De manera que cualquiera que coma este pan y beba esta copa del Señor indignamente será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y como así el pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí” (vv. 27-29). Una advertencia para quienes participan de la eucaristía de manera irreflexiva.

Una consideración a tener en cuenta: el apóstol no comenta si el pan tiene que ser blanco, negro o de cereales, con gluten o sin. Tampoco no dice nada si el vino tiene que ser blanco, negro, rosado, con gas o sin. Lo deja al juicio de los pastores de las iglesias locales para adaptarla celebración a las características de sus feligreses.

Según la Biblia el Dios eterno e infinito no se le puede poner en el interior del lugar santísimo del templo de Jerusalén que era el símbolo de la presencia del Señor entre su pueblo. Menos se puede conseguir introducirlo en la hostia y el vino. ¿De qué manera Jesús puede estar presente en el pan y el vino que simbolizan su cuerpo y su sangre. Pienso que Thomas Boston da respuesta a esta pregunta cuando escribe: “Lo cierto es que corporalmente (Jesús) está en el cielo, pero espiritualmente hablando está en la Palabra y en las ordenanzas presentes a pecadores, vistas por fe, a pesar que la mayoría no lo verá”

Celebración pascual

Dios habla, el hombre obedece. Las ordenanzas instituidas por el Señor no pueden alterarse unilateralmente
Octavi Pereña
lunes, 7 de agosto de 2017, 10:19 h (CET)
La carta que le Vaticano ha enviado a los obispos recordándoles la normativa sobre la elaboración de las hostias que se utilizan en la eucaristía ha levantado ampollas entre los feligreses católicos. “No es materia válida”, dice la misiva vaticana, “elaborarlas con otras sustancias aunque sean cereales”. María Sarle y Gaspar Sanjuán, padres de Laia, celíaca, se quejan así: “Que exijan que deben ser sin gluten”, dic María, “me parece arcaico y desfasado porque comulgar es un simbolismo y no deberían importar los ingredientes”. ¿Quién tiene razón? ¿El Vaticano? ¿El matrimonio Gaspar y María?

Referente al pan que se consumía en los tiempos bíblicos la Enciclopedia de la Biblia, católica, dice: “En los sacrificios se utilizaba principalmente pan de trigo, en su especialidad más exquisita de flor de harina, el pueblo, principalmente pan de cebada en forma de tortas finas que eran fáciles de cocer sobre piedras calientes”.

Pienso que a la palabra sacramentose le debe quitar el sentido mágico o sobrenatural que se le da. El origen de esta palabra está relacionado con el juramento de fidelidad que pronunciaban los soldados romanos. Con el tiempo y a medida que la Iglesia se iba corrompiendo y se apartaba de sus orígenes doctrinales a la palabra sacramento se le otorgó poder de salvar a quienes participaban de la eucaristía y del bautismo. Como muy bien dice María “comulgar es un simbolismo”, que también se le puede aplicar al bautismo. En el momento que se diviniza la hostia eucarística o el agua bautismal se comete el absurdo de divinizar el sábado como hacían los judíos. En todos los casos es un acto idolátrico que esclaviza. No aporta libertad espiritual a quienes caen en la trampa.

En la celebración de la eucaristía se presenta un dilema: ¿Está Jesús físicamente presenta en la hostia? ¿Sí o no? Pienso que a esta pregunta le dan respuesta dos textos bíblicos: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas” (Hechos 17:24). Salomón en la plegaria que pronunció en la consagración del templo de Jerusalén construido por encargo de Dios, dijo: “Pero, ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener, ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?” (1 Reyes 8: 27). El sacerdote que en el momento de la consagración de la hostia se auto otorga el poder de hacer habitar corporalmente Jesús en ella es una herejía de la que debe arrepentirse.

Según SEGRE (17/07/2017), “otra opción que tienen los feligreses celíacos de comulgar es hacerlo únicamente con vino, una opción a la que optan algunos leridanos intolerantes“(al gluten). Esta opción no es de recibo porque no se ajusta a la manera como se celebró la Pascua en que participaron Jesús y sus discípulos. En ella se encuentran presentes el pan y el vino que son símbolos del cuerpo y de la sangre que Jesús ofreció para redimir el pueblo de Dios de sus pecados. Si falta uno de los dos elementos la celebración no es válida.

El apóstol Pablo en el contexto de las instrucciones que da para celebrar el recordatorio de la Pascua del Señor, escribe: “Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué” (1 Corintios 11:2). Al describir la celebración de la Pascua, escribe: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado” (v.23). Las instrucciones que da no son de su propia cosecha. Se limita a transmitir la revelación recibida. Por lo tanto, las instrucciones que da de cómo celebrar la Pascua del Señor son de obligado cumplimiento: No se puede poner ni quitar nada. El apóstol especifica el pan y el vino que son símbolos del cuerpo maltratado y de la sangre derramada en la cruz el Gólgota para perdón de los pecados: “Así, pues, todas las veces que coméis este pan y bebéis esta copa, la muerte el Señor anunciáis hasta que Él vuelva” (v. 26). Que los feligreses sólo puedan participar del pan y los celíacos solo del vino, no es correcto según las instrucciones que el apóstol ha recibido del Señor.

El apóstol comenta también la actitud que los comulgantes deben mantener en el momento de la celebración: “De manera que cualquiera que coma este pan y beba esta copa del Señor indignamente será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y como así el pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí” (vv. 27-29). Una advertencia para quienes participan de la eucaristía de manera irreflexiva.

Una consideración a tener en cuenta: el apóstol no comenta si el pan tiene que ser blanco, negro o de cereales, con gluten o sin. Tampoco no dice nada si el vino tiene que ser blanco, negro, rosado, con gas o sin. Lo deja al juicio de los pastores de las iglesias locales para adaptarla celebración a las características de sus feligreses.

Según la Biblia el Dios eterno e infinito no se le puede poner en el interior del lugar santísimo del templo de Jerusalén que era el símbolo de la presencia del Señor entre su pueblo. Menos se puede conseguir introducirlo en la hostia y el vino. ¿De qué manera Jesús puede estar presente en el pan y el vino que simbolizan su cuerpo y su sangre. Pienso que Thomas Boston da respuesta a esta pregunta cuando escribe: “Lo cierto es que corporalmente (Jesús) está en el cielo, pero espiritualmente hablando está en la Palabra y en las ordenanzas presentes a pecadores, vistas por fe, a pesar que la mayoría no lo verá”

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