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Por qué hay que reducir el déficit público

Déficit y deuda o dónde fue el capitalismo salvaje

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En su obra Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, John Maynard Keynes recomendaba recurrir a la emisión de deuda pública para financiar los gastos del Estado. Pues, según el Lord inglés, el gasto público estimula la producción y el empleo.

Aumento de la deuda pública en el siglo XX

Sea como fuere, en el último tercio del siglo XX, la deuda pública ha experimentado un gran crecimiento en la mayoría de los países desarrollados. Y, con la crisis económica actual, en la que la capacidad de pago de un Estado (es decir, su déficit y su deuda) determina si ese Estado obtiene crédito para su financiación, ha crecido el convencimiento, contrario al keynesianismo, de que resulta fundamental, en Economía política, limitar tanto el déficit como la deuda públicos.

Debate económico sobre la deuda pública

En el debate entre los economistas que se desató a raíz del colapso de keynesianismo en la crisis del petróleo en 1973, se mantuvo el “consenso” de que las medidas de gasto público y déficit suponían un estímulo, en el corto plazo, para la producción y el empleo.

Sin embargo, los economistas neoclásicos insistieron en que estas medidas eran contraproducentes en el largo plazo; frente a políticas fiscales de subidas de impuestos o de emisión de deuda, la Escuela de Austria, por su parte, insistió en que la producción y el empleo sólo podían promoverse a largo plazo con políticas sobre la oferta, como, por ejemplo, la reducción de impuestos o las primas a la contratación.

El déficit y la producción a corto plazo

No obstante, en la actualidad, se está cuestionando, desde todas las tendencias, ese consenso sobre la relación positiva entre el déficit público y la producción a corto plazo. Huerta de Soto, economista español de gran prestigio, advierte de que las políticas de estímulo de la producción y el empleo basadas en el gasto público, pasan por alto los siguientes elementos, que sería necesario tener en cuenta:

1. Las expectativas de los agentes económicos, que determinan su tasa de ahorro o de inversión. Es decir, si los consumidores o los empresarios tienen buenas expectativas, invertirán o consumirán más. En caso contrario, invertirán o consumirán menos.

2. Las rigideces de los mercados, señaladas por el propio Keynes, que retardan los ajustes hasta un horizonte temporal que, con frecuencia, se sitúa más allá del “corto plazo”.

3. El efecto multiplicador de una política fiscal condicionada por el déficit y la deuda. Es decir, los intereses de la deuda harán aumentar el déficit y, a su vez, el aumento del déficit obligará a recurrir a la deuda.

4. La difícil composición de las medidas de ajuste económico a tomar para solventar un déficit, de forma que no se anulen unas a otras. Es decir, la dificultad de que la restricción del gasto público deje de afectar al consumo y, por tanto, a la recaudación tributaria.

Critica del déficit para el largo plazo

Por otra parte, la crítica sobre las medidas keynesianas por sus efectos a largo plazo, se han afianzado:

1. El déficit público tiene efectos negativos sobre el crecimiento económico. El más conocido es el efecto “expulsión” (en inglés, sold-out), que consiste en que la detracción de crédito del mercado, para financiar el gasto público, crédito oque se podría haber utilizado para la inversión productiva. Por ejemplo, una de las razones de la falta de crédito financiero en España, a partir de la crisis de 2007, reside en el efecto expulsión del déficit público español.

2. La incertidumbre sobre los efectos del gasto público en los tipos de interés y el cambio de la moneda, retraen de forma clara la inversión.

3. El gasto público consolida la inflación en el largo plazo y no puede escapar, de ningún modo, a su financiación a través de la subida de impuestos. Esto lo conocen todos los agentes económicos (tanto consumidores como inversores, empresas y trabajadores), lo que ralentiza tanto la inversión como el consumo privado.

A partir de mediados de los años setenta del siglo pasado, el antiguo consenso en torno a Keynes ha cambiado; y la mayoría de los economistas creen que los efectos negativos del aumento del gasto público, superan, de largo, a los positivos.

Crisis económica actual

En la crisis económica actual, en la que continuamos aún (al menos en España), se está exigiendo a ciertos países, que han sido “rescatados” (Grecia, Irlanda y Portugal) y a otros en riesgo de serlo (como España e Italia), la reducción tanto del déficit público como de la deuda soberana.

Ahora bien, existen dos tipos de restricciones sobre el déficit y la deuda, que pasamos a exponer:

Restricciones estáticas sobre el déficit

Las restricciones estáticas se refieren a la simple imposición de límites sobre el valor absoluto del déficit o la deuda, o bien sobre su valor relativo (porcentaje) con respecto al Producto Interior Bruto.

Normalmente, no se habla de déficit o deuda en valores absolutos, sino en porcentajes sobre el PIB. En cualquier caso, cuando se habla de “equilibrio presupuestario” o de “déficit primario” (el déficit presupuestario, menos la deuda pública), se utilizan, en ocasiones valores de importe absoluto.

Lo más habitual, pues, consiste en referir el valor absoluto del déficit y la deuda a otros indicadores económicos y expresarlo en el porcentaje de los mismos. Así se hace, por ejemplo, en el Pacto de Estabilidad, firmado por los países de la Unión Europea, que compromete a los países a un déficit máximo del 3% del PIB y a no sobrepasar una deuda del 60% del PIB.

Restricciones dinámicas obre el déficit

Las restricciones presupuestarias dinámicas, más que a valores absolutos o porcentuales de déficit y deuda, atienden a la tasa de crecimiento de la economía de un país.

En este sentido, se han de distinguir dos conceptos:

1. Solvencia del Sector Público. Este término se refiere a si la deuda actual de un gobierno iguala, al menos, el valor descontado de los déficits futuros que se esperan. Es decir, si un Estado se endeuda hasta el punto en el que no cabe esperar que, en el futuro, pueda devolver esta deuda, este Estado dejará de obtener crédito.

2. Sostenibilidad de la Deuda. La Sostenibilidad de la Deuda alude el mantenimiento de la ratio PIB / deuda constante, o por debajo de un límite fijo. Por tanto, se considera que la deuda pública es sostenible, si el déficit público no crece por encima de la tasa de crecimiento del PIB.

Resulta evidente, pues, que el Pacto de Estabilidad de la Unión Europea se ha centró, en su días, más en la sostenibilidad de la deuda que en la solvencia del Sector Público.

El contexto político y económico actual

De ahí que el contexto político actual de España, así como las presiones financieras sobre su deuda pública, obliguen a nuestro país, independientemente de las convicciones ideológicas de su gobierno, a una fuerte reducción del déficit público y, por consiguiente, de la deuda.

En un entorno económico como el que tenemos en 2011, la reducción del déficit público por parte del Estado, sólo dispone de cuatro vías posibles, vías que no son incompatibles entre sí, es decir, que se puede tomar más de una de ellas al mismo tiempo.

Reducción del déficit: tipos de interés o devaluación

La primera vía consiste en la reducción de los tipos de interés por parte de los Bancos Centrales y, en el límite, una devaluación de la moneda.

Actualmente, esta vía no es posible para España, al estar integrada en el Sistema Monetario Europeo, que, a su vez, dispone de un solo Banco Central con estas atribuciones para toda la Unión. En cualquier caso, los tipos de interés ya son extraordinariamente bajos y no parecen conceder margen de maniobra. De hecho, las presiones inflacionistas los están empujando al alza.

En cualquier caso, en el contexto de la UE, se está hablando de aumentar las atribuciones del Banco Central Europeo. Es decir, dar más poder a uno de los mayores culpables de la crisis económica actual.

Reducción del déficit: reducción del gasto público

La segunda vía, la que más se debate en la actualidad, consiste en la reducción del gasto público.

Esta vía resulta particularmente difícil de implementar en países democráticos, gobernados por partidos políticos. Desde la aparición del Estado del Bienestar, la demanda de mayores servicios sociales no ha dejado de incrementarse. Además, la población es cada vez mayor y, en los países occidentales económicamente desarrollados, cada vez más envejecida por término medio.

Lógicamente, los partidos políticos buscan, por encima de todo, mantenerse en el poder y, por tanto, resultan reacios a implementar programas de reducción del gasto público.

Reducción del déficit: subida de impuestos

La tercera vía consiste, como no podía ser menos, en la subida de impuestos.

Este camino para la reducción del déficit y la deuda sufre de los mismos inconvenientes políticos que la reducción del gasto público. En un país democrático, el partido del poder se acercaría a pasos agigantados a la pérdida de las elecciones, si incrementa en demasía los tipos impositivos en una legislatura. En este caso, resulta casi obligado un pacto de Estado entre todos los partidos con opciones de gobierno.

Por otro lado, según los análisis económicos del las Escuelas de Austria o de Chicago, la presión fiscal incide negativamente en la oferta de trabajo, en el ahorro y en la inversión. Por tanto, un exceso de impuestos reduce la producción y en algunos casos puede, incluso, reducir la recaudación total del Estado, según la famosa Curva de Laffer.

Reducción del déficit: eficiencia del gasto público

Finalmente, la cuarta vía de reducción del déficit público consiste en aumentar la eficiencia del gasto de las Administraciones Públicas, es decir, el mantenimiento de los Servicios Públicos, pero con un gasto menor.

Esto sólo puede basarse en la eficiencia, tanto legal como organizativa, de los procedimientos de contratación pública y en el aumento de la productividad de los funcionarios de dichas administraciones. Es decir, gastar menos, pero mejor.

En cualquiera de los casos, la emisión de bonos de deuda europeos no es una solución. Significa, simplemente, que los países con menos déficit tendrán que pagar más por su deuda, para compensar a los países que tienen más déficit. Eso es colectivizar la deuda y, si finalmente Alemania lo acepta, será sólo a cambio de gobernarnos más directamente.

Y tratar la crisis de deuda con más deuda es apagar el incendio con lanzallamas.

Déficit y deuda o dónde fue el capitalismo salvaje

Por qué hay que reducir el déficit público
Felipe Muñoz
martes, 29 de noviembre de 2011, 08:30 h (CET)
En su obra Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, John Maynard Keynes recomendaba recurrir a la emisión de deuda pública para financiar los gastos del Estado. Pues, según el Lord inglés, el gasto público estimula la producción y el empleo.

Aumento de la deuda pública en el siglo XX

Sea como fuere, en el último tercio del siglo XX, la deuda pública ha experimentado un gran crecimiento en la mayoría de los países desarrollados. Y, con la crisis económica actual, en la que la capacidad de pago de un Estado (es decir, su déficit y su deuda) determina si ese Estado obtiene crédito para su financiación, ha crecido el convencimiento, contrario al keynesianismo, de que resulta fundamental, en Economía política, limitar tanto el déficit como la deuda públicos.

Debate económico sobre la deuda pública

En el debate entre los economistas que se desató a raíz del colapso de keynesianismo en la crisis del petróleo en 1973, se mantuvo el “consenso” de que las medidas de gasto público y déficit suponían un estímulo, en el corto plazo, para la producción y el empleo.

Sin embargo, los economistas neoclásicos insistieron en que estas medidas eran contraproducentes en el largo plazo; frente a políticas fiscales de subidas de impuestos o de emisión de deuda, la Escuela de Austria, por su parte, insistió en que la producción y el empleo sólo podían promoverse a largo plazo con políticas sobre la oferta, como, por ejemplo, la reducción de impuestos o las primas a la contratación.

El déficit y la producción a corto plazo

No obstante, en la actualidad, se está cuestionando, desde todas las tendencias, ese consenso sobre la relación positiva entre el déficit público y la producción a corto plazo. Huerta de Soto, economista español de gran prestigio, advierte de que las políticas de estímulo de la producción y el empleo basadas en el gasto público, pasan por alto los siguientes elementos, que sería necesario tener en cuenta:

1. Las expectativas de los agentes económicos, que determinan su tasa de ahorro o de inversión. Es decir, si los consumidores o los empresarios tienen buenas expectativas, invertirán o consumirán más. En caso contrario, invertirán o consumirán menos.

2. Las rigideces de los mercados, señaladas por el propio Keynes, que retardan los ajustes hasta un horizonte temporal que, con frecuencia, se sitúa más allá del “corto plazo”.

3. El efecto multiplicador de una política fiscal condicionada por el déficit y la deuda. Es decir, los intereses de la deuda harán aumentar el déficit y, a su vez, el aumento del déficit obligará a recurrir a la deuda.

4. La difícil composición de las medidas de ajuste económico a tomar para solventar un déficit, de forma que no se anulen unas a otras. Es decir, la dificultad de que la restricción del gasto público deje de afectar al consumo y, por tanto, a la recaudación tributaria.

Critica del déficit para el largo plazo

Por otra parte, la crítica sobre las medidas keynesianas por sus efectos a largo plazo, se han afianzado:

1. El déficit público tiene efectos negativos sobre el crecimiento económico. El más conocido es el efecto “expulsión” (en inglés, sold-out), que consiste en que la detracción de crédito del mercado, para financiar el gasto público, crédito oque se podría haber utilizado para la inversión productiva. Por ejemplo, una de las razones de la falta de crédito financiero en España, a partir de la crisis de 2007, reside en el efecto expulsión del déficit público español.

2. La incertidumbre sobre los efectos del gasto público en los tipos de interés y el cambio de la moneda, retraen de forma clara la inversión.

3. El gasto público consolida la inflación en el largo plazo y no puede escapar, de ningún modo, a su financiación a través de la subida de impuestos. Esto lo conocen todos los agentes económicos (tanto consumidores como inversores, empresas y trabajadores), lo que ralentiza tanto la inversión como el consumo privado.

A partir de mediados de los años setenta del siglo pasado, el antiguo consenso en torno a Keynes ha cambiado; y la mayoría de los economistas creen que los efectos negativos del aumento del gasto público, superan, de largo, a los positivos.

Crisis económica actual

En la crisis económica actual, en la que continuamos aún (al menos en España), se está exigiendo a ciertos países, que han sido “rescatados” (Grecia, Irlanda y Portugal) y a otros en riesgo de serlo (como España e Italia), la reducción tanto del déficit público como de la deuda soberana.

Ahora bien, existen dos tipos de restricciones sobre el déficit y la deuda, que pasamos a exponer:

Restricciones estáticas sobre el déficit

Las restricciones estáticas se refieren a la simple imposición de límites sobre el valor absoluto del déficit o la deuda, o bien sobre su valor relativo (porcentaje) con respecto al Producto Interior Bruto.

Normalmente, no se habla de déficit o deuda en valores absolutos, sino en porcentajes sobre el PIB. En cualquier caso, cuando se habla de “equilibrio presupuestario” o de “déficit primario” (el déficit presupuestario, menos la deuda pública), se utilizan, en ocasiones valores de importe absoluto.

Lo más habitual, pues, consiste en referir el valor absoluto del déficit y la deuda a otros indicadores económicos y expresarlo en el porcentaje de los mismos. Así se hace, por ejemplo, en el Pacto de Estabilidad, firmado por los países de la Unión Europea, que compromete a los países a un déficit máximo del 3% del PIB y a no sobrepasar una deuda del 60% del PIB.

Restricciones dinámicas obre el déficit

Las restricciones presupuestarias dinámicas, más que a valores absolutos o porcentuales de déficit y deuda, atienden a la tasa de crecimiento de la economía de un país.

En este sentido, se han de distinguir dos conceptos:

1. Solvencia del Sector Público. Este término se refiere a si la deuda actual de un gobierno iguala, al menos, el valor descontado de los déficits futuros que se esperan. Es decir, si un Estado se endeuda hasta el punto en el que no cabe esperar que, en el futuro, pueda devolver esta deuda, este Estado dejará de obtener crédito.

2. Sostenibilidad de la Deuda. La Sostenibilidad de la Deuda alude el mantenimiento de la ratio PIB / deuda constante, o por debajo de un límite fijo. Por tanto, se considera que la deuda pública es sostenible, si el déficit público no crece por encima de la tasa de crecimiento del PIB.

Resulta evidente, pues, que el Pacto de Estabilidad de la Unión Europea se ha centró, en su días, más en la sostenibilidad de la deuda que en la solvencia del Sector Público.

El contexto político y económico actual

De ahí que el contexto político actual de España, así como las presiones financieras sobre su deuda pública, obliguen a nuestro país, independientemente de las convicciones ideológicas de su gobierno, a una fuerte reducción del déficit público y, por consiguiente, de la deuda.

En un entorno económico como el que tenemos en 2011, la reducción del déficit público por parte del Estado, sólo dispone de cuatro vías posibles, vías que no son incompatibles entre sí, es decir, que se puede tomar más de una de ellas al mismo tiempo.

Reducción del déficit: tipos de interés o devaluación

La primera vía consiste en la reducción de los tipos de interés por parte de los Bancos Centrales y, en el límite, una devaluación de la moneda.

Actualmente, esta vía no es posible para España, al estar integrada en el Sistema Monetario Europeo, que, a su vez, dispone de un solo Banco Central con estas atribuciones para toda la Unión. En cualquier caso, los tipos de interés ya son extraordinariamente bajos y no parecen conceder margen de maniobra. De hecho, las presiones inflacionistas los están empujando al alza.

En cualquier caso, en el contexto de la UE, se está hablando de aumentar las atribuciones del Banco Central Europeo. Es decir, dar más poder a uno de los mayores culpables de la crisis económica actual.

Reducción del déficit: reducción del gasto público

La segunda vía, la que más se debate en la actualidad, consiste en la reducción del gasto público.

Esta vía resulta particularmente difícil de implementar en países democráticos, gobernados por partidos políticos. Desde la aparición del Estado del Bienestar, la demanda de mayores servicios sociales no ha dejado de incrementarse. Además, la población es cada vez mayor y, en los países occidentales económicamente desarrollados, cada vez más envejecida por término medio.

Lógicamente, los partidos políticos buscan, por encima de todo, mantenerse en el poder y, por tanto, resultan reacios a implementar programas de reducción del gasto público.

Reducción del déficit: subida de impuestos

La tercera vía consiste, como no podía ser menos, en la subida de impuestos.

Este camino para la reducción del déficit y la deuda sufre de los mismos inconvenientes políticos que la reducción del gasto público. En un país democrático, el partido del poder se acercaría a pasos agigantados a la pérdida de las elecciones, si incrementa en demasía los tipos impositivos en una legislatura. En este caso, resulta casi obligado un pacto de Estado entre todos los partidos con opciones de gobierno.

Por otro lado, según los análisis económicos del las Escuelas de Austria o de Chicago, la presión fiscal incide negativamente en la oferta de trabajo, en el ahorro y en la inversión. Por tanto, un exceso de impuestos reduce la producción y en algunos casos puede, incluso, reducir la recaudación total del Estado, según la famosa Curva de Laffer.

Reducción del déficit: eficiencia del gasto público

Finalmente, la cuarta vía de reducción del déficit público consiste en aumentar la eficiencia del gasto de las Administraciones Públicas, es decir, el mantenimiento de los Servicios Públicos, pero con un gasto menor.

Esto sólo puede basarse en la eficiencia, tanto legal como organizativa, de los procedimientos de contratación pública y en el aumento de la productividad de los funcionarios de dichas administraciones. Es decir, gastar menos, pero mejor.

En cualquiera de los casos, la emisión de bonos de deuda europeos no es una solución. Significa, simplemente, que los países con menos déficit tendrán que pagar más por su deuda, para compensar a los países que tienen más déficit. Eso es colectivizar la deuda y, si finalmente Alemania lo acepta, será sólo a cambio de gobernarnos más directamente.

Y tratar la crisis de deuda con más deuda es apagar el incendio con lanzallamas.

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