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No nos engañemos: ni ya es un partido, ni es socialista, ni es obrero y tengo mis dudas de hasta que sea español

El fracaso del socialismo

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Si algo ha puesto de manifiesto la reunión del Comité Federal del PSOE para analizar la situación del partido tras la debacle de las generales es que Eurípides, el genio griego, tenía razón cuando afirmaba que cuando los dioses quieren destruir a alguien, primero le vuelven ciego. Luego, ha quedado claro que, en medio de la guerra sibilina por demostrar quien ejerce el poder entre las ruinas del naufragio, nadie quiere practicar ese sano ejercicio de autocrítica para averiguar por qué ha ocurrido. Es más, mientras se encubren en la crisis económica como causante de todos los males, se niegan a analizar el verdadero cáncer de un partido cuyas siglas engañan ya desde el inicio. Porque no nos engañemos: ni ya es un partido -sino una cochambre- ni es socialista, ni es obrero y tengo mis dudas de hasta que sea español.

Al fin y a la postre, no debería escapársenos que la verdadera razón de la debacle del PSOE es haberse transformado en una potente maquinaria de poder y experta en agit-prop, cuya excusa y argumentario radica en los pobres y los oprimidos como forma de justificar su razón de ser. Por tanto, ya no engañan a nadie. Hablan de miseria, de amor a los pobres, de progresismo, de revolución democrática y social, de libertad, igualdad y fraternidad, de feminismo, de una trasnochada lucha de clases y de la maldad de los ricos. Y eso lo dicen los mismos que han dejado en la ruina y en la miseria a más de cinco millones de personas, los mismos que crearon las SICAV para que los ricos no pagaran, los mismos que crearon la LOGSE y se cargaron la educación pública e impidieron, a la postre, que muchos hijos de familias humildes tuvieran en la educación su única alternativa para escalar socialmente, los mismos que crearon un sindicato de clases llamado SGAE presidido por Teddy Baustista. ¿A quién quieren engañar? Si su único fin ha sido y es el poder como herramienta de fortaleza. La historia está ahí. El PSOE comenzó como marxista, luego reivindicó el socialismo sin Marx y ha terminado en una socialdemocracia neopopulista, a imagen y semejanza de las chavistas y otras bolivarianas, cuyo leitmotiv principal era el de siempre, mantenerse en el poder como forma de tener colocado a todos los paniaguados, amigos por doquier y demás parentela.

Eso sí, vanagloriándose de ser superiores a los demás. Argumento que, es evidente, tranquilizó a los más de cien millones de muertos víctimas de esa supremacía moral durante el Siglo XX.

Pero eso jamás les ha importado. Porque para conservarse en el poder cualquier cosa era lícita. Empezaron matando a Montesquieu, es decir, haciendo una justicia para sus intereses, exploraron cordones sanitarios contra partidos democráticos más propias del sectarismo de la Komintern que del presunto amor a la libertad, violaron jornadas de reflexión, manipularon el mayor atentado de la historia de España y se negaron a investigarlo en profundidad y hasta utilizaron cualquier alimaña política si para ello sus intereses quedaban colmados, dícese del caso Faisán o los GAL.

Lo sorprendente, conociendo la historia del PSOE, es la forma en que esta izquierda neopopulista se ha enfrentado a una auto-derrota y a una defunción sin ánimos de combatir y como la derecha se ha encontrado sin hacer casi nada con el poder en las manos, sentado en la calle Génova esperando el paso del cadáver de su acérrimo adversario político sin viudas que velaran los despojos. Pero ya se sabe que cuando los dogmas hablan (y mira que este PSOE ha sido fiel a su ortodoxia) las ideas no sirven. Y el partido socialista, a mi juicio, se ha hundido porque ha perdido el combate de las ideas. Y cuando el poder se acaba y se sientan ante su propio espejo, en medio de la ruina, sólo queda la carencia de ideas. Y sin ideas y sin nada que ofrecer a la sociedad sólo queda una cosa, la refundación. Sin embargo, mucho me temo que semejantes obviedades jamás van a formar parte de la hoja de ruta de la evaluación de una debacle de difícil solución.  Tal vez porque denotan el fracaso del socialismo como idea y como fin.

El fracaso del socialismo

No nos engañemos: ni ya es un partido, ni es socialista, ni es obrero y tengo mis dudas de hasta que sea español
Javier Montilla
lunes, 28 de noviembre de 2011, 08:22 h (CET)

Si algo ha puesto de manifiesto la reunión del Comité Federal del PSOE para analizar la situación del partido tras la debacle de las generales es que Eurípides, el genio griego, tenía razón cuando afirmaba que cuando los dioses quieren destruir a alguien, primero le vuelven ciego. Luego, ha quedado claro que, en medio de la guerra sibilina por demostrar quien ejerce el poder entre las ruinas del naufragio, nadie quiere practicar ese sano ejercicio de autocrítica para averiguar por qué ha ocurrido. Es más, mientras se encubren en la crisis económica como causante de todos los males, se niegan a analizar el verdadero cáncer de un partido cuyas siglas engañan ya desde el inicio. Porque no nos engañemos: ni ya es un partido -sino una cochambre- ni es socialista, ni es obrero y tengo mis dudas de hasta que sea español.

Al fin y a la postre, no debería escapársenos que la verdadera razón de la debacle del PSOE es haberse transformado en una potente maquinaria de poder y experta en agit-prop, cuya excusa y argumentario radica en los pobres y los oprimidos como forma de justificar su razón de ser. Por tanto, ya no engañan a nadie. Hablan de miseria, de amor a los pobres, de progresismo, de revolución democrática y social, de libertad, igualdad y fraternidad, de feminismo, de una trasnochada lucha de clases y de la maldad de los ricos. Y eso lo dicen los mismos que han dejado en la ruina y en la miseria a más de cinco millones de personas, los mismos que crearon las SICAV para que los ricos no pagaran, los mismos que crearon la LOGSE y se cargaron la educación pública e impidieron, a la postre, que muchos hijos de familias humildes tuvieran en la educación su única alternativa para escalar socialmente, los mismos que crearon un sindicato de clases llamado SGAE presidido por Teddy Baustista. ¿A quién quieren engañar? Si su único fin ha sido y es el poder como herramienta de fortaleza. La historia está ahí. El PSOE comenzó como marxista, luego reivindicó el socialismo sin Marx y ha terminado en una socialdemocracia neopopulista, a imagen y semejanza de las chavistas y otras bolivarianas, cuyo leitmotiv principal era el de siempre, mantenerse en el poder como forma de tener colocado a todos los paniaguados, amigos por doquier y demás parentela.

Eso sí, vanagloriándose de ser superiores a los demás. Argumento que, es evidente, tranquilizó a los más de cien millones de muertos víctimas de esa supremacía moral durante el Siglo XX.

Pero eso jamás les ha importado. Porque para conservarse en el poder cualquier cosa era lícita. Empezaron matando a Montesquieu, es decir, haciendo una justicia para sus intereses, exploraron cordones sanitarios contra partidos democráticos más propias del sectarismo de la Komintern que del presunto amor a la libertad, violaron jornadas de reflexión, manipularon el mayor atentado de la historia de España y se negaron a investigarlo en profundidad y hasta utilizaron cualquier alimaña política si para ello sus intereses quedaban colmados, dícese del caso Faisán o los GAL.

Lo sorprendente, conociendo la historia del PSOE, es la forma en que esta izquierda neopopulista se ha enfrentado a una auto-derrota y a una defunción sin ánimos de combatir y como la derecha se ha encontrado sin hacer casi nada con el poder en las manos, sentado en la calle Génova esperando el paso del cadáver de su acérrimo adversario político sin viudas que velaran los despojos. Pero ya se sabe que cuando los dogmas hablan (y mira que este PSOE ha sido fiel a su ortodoxia) las ideas no sirven. Y el partido socialista, a mi juicio, se ha hundido porque ha perdido el combate de las ideas. Y cuando el poder se acaba y se sientan ante su propio espejo, en medio de la ruina, sólo queda la carencia de ideas. Y sin ideas y sin nada que ofrecer a la sociedad sólo queda una cosa, la refundación. Sin embargo, mucho me temo que semejantes obviedades jamás van a formar parte de la hoja de ruta de la evaluación de una debacle de difícil solución.  Tal vez porque denotan el fracaso del socialismo como idea y como fin.

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