Si en España, en esta cuitada España del día de hoy, hay alguna persona que viene entrañando el peligro de
que el país entre en involución; de que nuestra nación, en vías de recuperación de sus problemas derivados
de la crisis del 2008, pueda acabar cayendo en las manos de este comunismo bolivariano que nos viene
amenazando desde hace unos años; dirigido, capitaneado y dominado por este personaje, Pablo Iglesias, de
físico semejante al del guerrillero cubano Ché Guevara, y de ideas soviéticas y estalinistas, capaces de
acabar, en un corto espacio de tiempo, con todo el bienestar, progreso, paz, orden y tranquilidad de los que
hemos estado disfrutando durante los años anteriores al advenimiento de la crisis internacional, que nos ha
afectados durante los ocho últimos años y que, gracias a la labor del gobierno del PP, estábamos empezando
a recuperar de nuevo.
Este personaje, capaz de resucitar de sus propios errores, que provocaron que fuera fulminantemente
apartado del poder por los miembros de su propio partido y que, por su habilidad en hacerse con el apoyo de
los miles de ciudadanos ávidos de venganza, rencorosos y nostálgicos de aquellos años en los que sus
colegas de la II República consiguieron llevar a nuestra nación a las puertas de su autodestrucción, de la que
nos libramos, por mucho que se le quiera hurtar el mérito, gracias al general Franco que impidió que los
proyectos frente populistas del señor Stalin, consiguieran instaurarse en España, pese a que estuvieron a
punto de conseguirlo. Pedro Sánchez consiguió que, el populismo radicalizado de las bases de su partido,
saliera en su ayuda, viendo en él al líder que no conseguían identificar en el resto de barones del partido
socialista y tampoco en Susana Díaz, por considerarlos poco extremistas, faltos de la radicalidad que ellos
exigían al nuevo dirigente que ellos deseaban, que debía ser capaz de acabar, de una vez, con el predominio
de la derecha durante las últimas legislaturas.
Hubo unos momentos en los que su reaparición en la esfera política, después de su victoria en las Primarias
de su partido, en los que llegamos a pensar que, el personaje, había cambiado, que el tiempo que estuvo en el
ostracismo le había hecho reconsiderar los errores que cometió; que sus reflexiones le habían convencido que
el enfrentamiento a cara de perro que mantuvo con Rajoy, negándose a hablar y negociar con él, le había
perjudicado y que, en su reaparición al frente del PSOE, su actitud respecto al líder de los del PP iba a ser, si
no amistosa y cordial, algo impensable en él, sí al menos práctica y sensata para que, en cuanto a los temas
de Estado, ambas formaciones políticas fueran capaces de combinar sus esfuerzos para afrontarlos.
Fue sólo un espejismo. Si la reunión que mantuvo Sánchez con Rajoy, para tratar del tema catalán, sirvió
para que tuviéramos la esperanza de que, al menos en la cuestión del independentismo catalán, se había
producido consenso; que la sensatez se había instaurado en las relaciones entre ambos partidos,
tradicionalmente los más potentes y clásicos de los partidos nacionales y que, en cuanto al tema del
nacionalismo se podía apreciar la intención de ambos partidos, el PP y el PSOE, de estar dispuestos a
mantener una postura unida e inquebrantable; después de que haya pasado un corto espacio de tiempo, nos
hemos podido dar cuenta de que todas las esperanzas que habíamos concebido respeto a la unidad, fortaleza
y solidaridad para enfrentarse al separatismo catalán; quedaban convertidas en agua de borrajas, desde el
momento en que el señor Sánchez empezó a poner condiciones, pedir concesiones, hablar de modificaciones
constitucionales para encajar una nueva forma de Estado de tipo federal que satisficiese a los catalanes y,
finalmente, rizando el rizo, hablar de una quita en la enorme deuda que la Generalitat tiene contraída con el
resto de España.
No sólo ha dejado sólo, ante el desafío catalán, al PP del señor Rajoy, sino que se ha desdicho de aquella
oferta de apoyo incondicional, para convertir su presunta colaboración en una retahíla de exigencias que,
cualquier persona que tenga un poco de sentido común y que conozca cuáles han venido siendo las
exigencias de los catalanes, no tiene más remedio que admitir que, las propuestas de Sánchez, no son más
que una serie de concesiones al nacionalismo catalán, muchas de las cuales tienen el carácter de
discriminatorias con respecto al resto de autonomías españolas. Lo cierto es que no se sabe, ahora que ya
estamos ante la evidencia de que los separatistas catalanes, a pesar de los problemas que surgen dentro de sus
mismos partidos y de las deserciones que se vienen produciendo en sus filas; da la impresión de que parecen
dispuestos a lanzarse de cabeza a desafiar a la nación española intentando, por todos los medios a su alcance,
que se celebre el referéndum “para decidir” con el fin de obligar al Gobierno y a los partidos
constitucionalistas ( si es que todavía queda alguno del que podamos fiarnos) a aplicar medidas represoras,
cuanto más fuertes mejor, para alimentar su victimismo, con la esperanza de que, el pueblo catalán, iba a
reaccionar en masa si ello llegara a ocurrir.
La deslealtad de Sánchez tiene una fuerte ligazón con su acercamiento a Podemos y con sus tête a tête con el
señor Iglesias, para intentar sacar al PP del gobierno y ocupar ellos su sitio, aunque, para ello, los acólitos de
Iglesias (si el resto se lo consentía) tuvieran que cederle la presidencia del gobierno al señor Sánchez que, sin
duda, es lo que anduvo buscando desde que consiguió ser aupado a la secretaría del PSOE. La situación del
país es lo suficientemente complicada para que, en estos momentos, ante el inminente enfrentamiento con los
separatistas catalanes, se produzcan intrigas en contra del actual gobierno o se intente sacar ventaja a costa de
la debilidad del mismo, precisamente cuando la unidad de la nación española se halla en entredicho.
Lo que parece ignorar o, al menos, no le dedica mucho tiempo a meditar sobre ello, es que toda Europa está
en una situación complicada, como ya hemos comentado en otras ocasiones, en la que, aparte de intentar que
el Brexit inglés no acabe perjudicando la estabilidad de la UE y los problemas que se pudieran derivar para
los ciudadanos europeos afincados en la Gran Bretaña; tampoco podemos olvidar la invasión de inmigrantes
que amenaza las fronteras de los miembros más orientales de la UE, una situación que ya está creando los
primeros desencuentros entre los países más amenazados por la invasión y el resto de países que, por mucho
que se haya hablado de ello, no parecen estar dispuestos a que avalanchas de inmigrantes atraviesen sus
fronteras, después de lo que ha ocurrido con los inmigrantes a los que, la señora Merkel, ofreció asilo y los
disturbios de convivencia que tuvieron lugar con la población oriunda; una situación que puso en graves
apuros al gobierno alemán.
Sin duda, una entente de socialistas con los podemitas, si conseguían el número de votos precisos para
formular una moción de censura en contra del actual gobierno del PP, crearía una situación en España lo
suficientemente complicada por el modelo de gobierno que ello acarrearía, evidentemente de perfiles
completamente distintos a los que hemos disfrutado desde que, la transición de la dictadura a la democracia,
tuviera lugar. Es obvio que esto favorecería a los separatistas catalanes y puede que, una situación semejante,
también indujera a los vascos a pedir un trato igual al de los catalanes. El señor Iglesias se ha manifestado,
repetidamente, en el sentido de que cada autonomía tiene el derecho a escoger si quiere pertenecer a España
o prefiere independizarse de ella. Y, ante esta posibilidad, ante un posible gobierno de extrema izquierda en
España, y sus evidentes repercusiones en el resto de la UE y en Bruselas, para no hablar de lo que pudieran
pensar Alemania y Francia de unos vecinos gobernados por los discípulos del señor Maduro, con unas
políticas diametralmente distintas a las de la CE y dirigidos por la misma clase de políticos que están al
frente de Grecia, con aquel revolucionario Tsipras, discípulo de Maduro que, finalmente, tuvo que inclinar la
cerviz ante los famosos hombres de negro y que fue quien ha llevado a su país, Grecia, a una situación
mucho peor que la que hubieran obtenido si hubieran aceptado las condiciones que, primeramente, se les
ofrecieron para liquidar sus deudas por la propia CE.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos sentimos preocupados por la evolución
que están tomando los acontecimientos en nuestra nación; en la que, mientras los catalanes amenazan con
crear un problema grave de convivencia, intentando separarse del resto del pueblo español; una imprevista
resurrección del comunismo más radical, amenaza de nuevo a un país que ya parecía vacunado contra una
invasión que amenazó con hacerse con España durante la Guerra Civil de 1936. Hubo medio millón de
muertos y, lo peor, muchas familias enfrentadas y muchos odios producto de los enfrentamientos bélicos.
Esperemos que seamos capaces de evitar que, como pasó entonces, estos nuevos enfrentamientos entre
españoles, no acaben otra vez, llevándonos a dirimir por la fuerza lo que no supimos hacer por el buen
entendimiento.