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En un mundo ideal -- no el mundo en el que vivimos -- Congreso y Casa Blanca volverían a poner a trabajar al supercomité

Hay que poner a trabajar al supercomité

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WASHINGTON -- . Esta vez, diseñarían un "mecanismo disparador" que instigara realmente el miedo entre los miembros del comité y más importante, en todo hijo de vecino restante. El mecanismo, recordará, se diseñó para forzar el acuerdo al crear una alternativa automática que fuera más dolorosa que el que los Republicanos cedieran en materia tributaria y que los Demócratas cedieran en el gasto social. 
 
En perspectiva, está claro que el mecanismo no fue verdaderamente doloroso. Francamente, esto debería de haber sido evidente todo el tiempo. Con el mecanismo, el fracaso del comité a la hora de ponerse de acuerdo impone por ley 1,2 billones de dólares en reducción del déficit a una década. Estas reducciones se producen a través de recortes en todos los capítulos, divididos de forma equitativa entre la defensa y el gasto nacional "administrativo independientes de la defensa" -- un cajón de sastre que incluye vivienda, educación, seguridad nacional, orden público y muchas cosas más. Frente a esta brutal perspectiva, rezaba la teoría, el comité negociaría algo más sensato.
 
Pero no era tan brutal por tres motivos. En primer lugar, los recortes no se producen hasta el año 2013; la opinión pública no se va a preocupar de lo que podría pasar dentro de un año. El segundo, nadie puede saber con antelación cómo distribuyen exactamente el Pentágono y todas esas agencias nacionales sus recortes entre programas y proyectos concretos. La gente no puede poner reparos a recortes que no se han dado a conocer. Por último, el Congreso siempre puede desmontar el perjuicio derogando la validez del mecanismo.
 
¿Cómo sería un mecanismo de activación genuinamente brutal? Esta es mi propuesta. La mitad de las reducciones del déficit obligatorias saldrían de recortes en todos los apartados de los pagos mensuales de la seguridad social a todos los afiliados, los más pobres y necesitados incluidos. La otra mitad se llevaría a cabo a través de subidas en los tipos del impuesto sobre la renta de todo hijo de vecino. Y todos estos cambios arrancarían a principios de 2012. Los talones de la seguridad social se reducirían; la retención de las nóminas aumentaría.
 
Bien, este mecanismo habría concentrado la atención del supercomité y de todo el mundo en Casa Blanca y Congreso. Los Demócratas dejarían de poder decir que no poner todo el gasto público -- incluyendo el sagrado gasto social -- sobre la mesa protege a los afiliados a la seguridad social. Los Republicanos no podrían aducir que su oposición a las subidas fiscales impide que suban los tipos
 
Republicanos y Demócratas reconocerían en la misma medida que el fracaso a la hora de ponerse de acuerdo les somete a un torrente de indignación popular y acusaciones, porque estas reducciones automáticas del déficit serían completa e instantáneamente patentes para todos los estadounidenses. La gente no tiene problemas en identificar el momento en el que su salario tras retención es menor y sus pensiones se contraen. Y estos cambios súbitos amenazarían la frágil recuperación económica. Ésa sería otra fuente de represalia popular.
 
Teniendo en cuenta estas siniestras consecuencias, no tengo duda de que este mecanismo habría obligado al supercomité a llegar a un acuerdo. El mecanismo no se habría activado, porque las consecuencias habrían sido aterradoras. De hecho, la reacción adversa habría sido tan sustancial que, sospecho, hasta el Presidente Obama -- que se mantuvo convenientemente distante del proceso de negociación -- se habría implicado.
 
Los defectos del mecanismo real parecen tan patentes que me parece probable que se concibiera para fracasar. Obama ha amenazado ya con vetar cualquier legislación que derogue el mecanismo y posterior embargo de fondos públicos, pero esto agrava el perjuicio porque el embargo es también mala política. León Panetta, secretario de defensa de Obama, ya ha dicho que los recortes al Pentágono van a debilitar gravemente al ejército de América. Las reducciones en todos los capítulos del gasto administrativo nacional independiente de la defensa imponen también una carga a una pequeña parte de los presupuestos (apenas el 18% durante el ejercicio 2010) y no hacen ninguna distinción entre los programas valiosos y los que no tienen valor.
 
Sería alentador que presidente y Congreso crearan un mecanismo nuevo siguiendo las líneas que he sugerido y obligaran al supercomité a reanudar las negociaciones, con el plazo del 24 de diciembre. Por supuesto, esto no va a suceder, porque Demócratas y Republicanos sí están de acuerdo en una cosa: no quieren abordar el déficit; es demasiado espinoso.

Hay que poner a trabajar al supercomité

En un mundo ideal -- no el mundo en el que vivimos -- Congreso y Casa Blanca volverían a poner a trabajar al supercomité
Robert J. Samuelson
miércoles, 23 de noviembre de 2011, 08:00 h (CET)

WASHINGTON -- . Esta vez, diseñarían un "mecanismo disparador" que instigara realmente el miedo entre los miembros del comité y más importante, en todo hijo de vecino restante. El mecanismo, recordará, se diseñó para forzar el acuerdo al crear una alternativa automática que fuera más dolorosa que el que los Republicanos cedieran en materia tributaria y que los Demócratas cedieran en el gasto social. 
 
En perspectiva, está claro que el mecanismo no fue verdaderamente doloroso. Francamente, esto debería de haber sido evidente todo el tiempo. Con el mecanismo, el fracaso del comité a la hora de ponerse de acuerdo impone por ley 1,2 billones de dólares en reducción del déficit a una década. Estas reducciones se producen a través de recortes en todos los capítulos, divididos de forma equitativa entre la defensa y el gasto nacional "administrativo independientes de la defensa" -- un cajón de sastre que incluye vivienda, educación, seguridad nacional, orden público y muchas cosas más. Frente a esta brutal perspectiva, rezaba la teoría, el comité negociaría algo más sensato.
 
Pero no era tan brutal por tres motivos. En primer lugar, los recortes no se producen hasta el año 2013; la opinión pública no se va a preocupar de lo que podría pasar dentro de un año. El segundo, nadie puede saber con antelación cómo distribuyen exactamente el Pentágono y todas esas agencias nacionales sus recortes entre programas y proyectos concretos. La gente no puede poner reparos a recortes que no se han dado a conocer. Por último, el Congreso siempre puede desmontar el perjuicio derogando la validez del mecanismo.
 
¿Cómo sería un mecanismo de activación genuinamente brutal? Esta es mi propuesta. La mitad de las reducciones del déficit obligatorias saldrían de recortes en todos los apartados de los pagos mensuales de la seguridad social a todos los afiliados, los más pobres y necesitados incluidos. La otra mitad se llevaría a cabo a través de subidas en los tipos del impuesto sobre la renta de todo hijo de vecino. Y todos estos cambios arrancarían a principios de 2012. Los talones de la seguridad social se reducirían; la retención de las nóminas aumentaría.
 
Bien, este mecanismo habría concentrado la atención del supercomité y de todo el mundo en Casa Blanca y Congreso. Los Demócratas dejarían de poder decir que no poner todo el gasto público -- incluyendo el sagrado gasto social -- sobre la mesa protege a los afiliados a la seguridad social. Los Republicanos no podrían aducir que su oposición a las subidas fiscales impide que suban los tipos
 
Republicanos y Demócratas reconocerían en la misma medida que el fracaso a la hora de ponerse de acuerdo les somete a un torrente de indignación popular y acusaciones, porque estas reducciones automáticas del déficit serían completa e instantáneamente patentes para todos los estadounidenses. La gente no tiene problemas en identificar el momento en el que su salario tras retención es menor y sus pensiones se contraen. Y estos cambios súbitos amenazarían la frágil recuperación económica. Ésa sería otra fuente de represalia popular.
 
Teniendo en cuenta estas siniestras consecuencias, no tengo duda de que este mecanismo habría obligado al supercomité a llegar a un acuerdo. El mecanismo no se habría activado, porque las consecuencias habrían sido aterradoras. De hecho, la reacción adversa habría sido tan sustancial que, sospecho, hasta el Presidente Obama -- que se mantuvo convenientemente distante del proceso de negociación -- se habría implicado.
 
Los defectos del mecanismo real parecen tan patentes que me parece probable que se concibiera para fracasar. Obama ha amenazado ya con vetar cualquier legislación que derogue el mecanismo y posterior embargo de fondos públicos, pero esto agrava el perjuicio porque el embargo es también mala política. León Panetta, secretario de defensa de Obama, ya ha dicho que los recortes al Pentágono van a debilitar gravemente al ejército de América. Las reducciones en todos los capítulos del gasto administrativo nacional independiente de la defensa imponen también una carga a una pequeña parte de los presupuestos (apenas el 18% durante el ejercicio 2010) y no hacen ninguna distinción entre los programas valiosos y los que no tienen valor.
 
Sería alentador que presidente y Congreso crearan un mecanismo nuevo siguiendo las líneas que he sugerido y obligaran al supercomité a reanudar las negociaciones, con el plazo del 24 de diciembre. Por supuesto, esto no va a suceder, porque Demócratas y Republicanos sí están de acuerdo en una cosa: no quieren abordar el déficit; es demasiado espinoso.

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